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Viernes, 19 de Abril de 2024
Muerte de misionero a flechazos

Las razones que explican la violencia de la tribu de la Isla Sentinel del Norte

Isabel Reyes B.

Parece una historia sacada de una novela del siglo 19. Pero la muerte de John Allen Chau el pasado 17 de noviembre da cuenta que todavía existen tribus remotas, como los sentineleses, que enfrentan con violencia cualquier contacto externo. Y tienen buenos motivos para ello.

Admision UDEC

Bastó que pisara la Isla Sentinel del Norte el pasado 17 de noviembre para morir a flechazos. Pese a la prohibición de acercarse a los habitantes de esta remota isla, ubicada en la gigantesca bahía de Bengala, a medio camino entre India y el sudeste asiático, John Allen Chau, un joven de 27 años, fue con la intención de evangelizar a una de las tribus más aisladas del mundo. Su cuerpo no ha podido ser recuperado por las autoridades indias, por temor a acercarse a esas tierras. 

Desde Survival International, organización mundial que busca detener la exterminación de tribus no contactadas, instaron a no buscar más. “El cuerpo del Sr. Chau debe dejarse en paz, y también a los sentineleses. Las restricciones a las visitas a las islas que se habían relajado deben volverse a imponer y la zona de exclusión alrededor de la isla debe ser efectivamente respetada”, dice Stephen Corry, el director de la organización en un comunicado

“Todos los pueblos indígenas no contactados se enfrentan a una catástrofe si sus tierras no son protegidas. Estamos haciendo todo lo que podemos para garantizar dicha protección y para que tengan la oportunidad de decidir su propio futuro”.

No es primera vez que la tribu deja en claro que no quiere contacto con externos. 

Muertes anteriores

En 1981 un barco carguero llamado Primrose encalló en un arrecife de coral muy cerca de la isla. Los vientos eran fuertes y el oleaje alrededor de la embarcación estaba agitado. Curiosamente, fueron estas duras condiciones las que probablemente salvaron la vida de los 28 tripulantes.

"Los hombres salvajes se estiman en más de 50, están portando varias armas caseras y haciendo dos o tres botes de madera", comunicó el capitán del Primrose por radio a su sede en Hong Kong en 1981. "Estamos preocupados, nos abordarán al atardecer. La vida de los tripulantes no está garantizada".

Según un artículo de The Guardian, después de unos días atrapados en el arrecife, un vigilante informó que un grupo de indígenas había salido de la selva para instalarse en la playa, a solo unos cientos de metros de distancia, y observar de manera amenazante a los extranjeros. Por un momento el marinero pensó que era un grupo de locales que los podría rescatar, hasta que se dio cuenta de la escena: se trataba de un grupo de hombres casi desnudos, portando lanzas, arcos y flechas que agitaban en dirección de la nave.

"Los hombres salvajes se estiman en más de 50, están portando varias armas caseras y haciendo dos o tres botes de madera", comunicó el capitán del Primrose por radio a su sede en Hong Kong. "Estamos preocupados, nos abordarán al atardecer. La vida de los tripulantes no está garantizada".

La tripulación de la Primrose sobrevivió. El oleaje repelió las embarcaciones primitivas de la tribu, mientras que los fuertes vientos impidieron que las flechas llegaran a los marineros.

Después de tres días terroríficos, con la tripulación vigilando con cañerías, bengalas y otras armas improvisadas, un barco de la marina de la India llegó para rescatar a los varados. La embarcación todavía se encuentra en el mismo lugar donde encalló hace 37 años.

Chau habría visto los restos del barco mientras navegaba por el norte de la Isla Sentinel la noche del 14 de noviembre de este año, en un bote con cinco pescadores a quienes la policía dice que pagó la no despreciable suma de 25,000 rupias (unos 350 dólares) para contrabandearlo hasta allá.

Al igual que el incidente de Primrose, el asesinato de Chau mientras trataba de predicar a los Sentineleses (en violación de la ley india y el consejo de que la exposición a patógenos extranjeros podría matarlos) ha alimentado la fascinación con una de las comunidades más aisladas del mundo. Según los pocos antropólogos e historiadores que los han observado, se trata de una tribu que se remonta al menos 30.000 años en la historia humana.

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John Allen Chau
John Allen Chau

Algunos encuentros

Los encuentros entre la tribu, que según cálculos actuales está reducida a unas 100 personas, y el mundo exterior son un catálogo de violencia. En 1974, un miembro de un equipo de National Geographic que filmaba un documental sobre la isla fue herido en la pierna con una flecha.

Al año siguiente, el exiliado rey de Bélgica abortó su visita cuando un solo miembro de una tribu armada emergió de la jungla y agitó su arco hacia la nave. En 2006, dos hombres que buscaban restos flotantes en la isla Sentinel del Norte encallaron en la arena y fueron despedazados con hachas. La policía dijo esta semana que sus cuerpos fueron colgados de los postes de bambú y mostrados al océano "como espantapájaros".

Los antropólogos estiman que se trata de una tribu que lleva unos 30.000 años en esas islas. "Su hostilidad es un signo de gran inseguridad", dice Vivek Rae, ex administrador en jefe de las islas Andaman y Nicobar, el territorio indio que incluye el hogar de los sentineleses.

Sin embargo, aquellos experimentados con los sentineleses rechazan la idea de que son inherentemente agresivos. "Son personas que aman la paz", dijo TN Pandit, un antropólogo que dirigió una de las primeras reuniones exitosas con la tribu en 1991, a un medio de noticias indio esta semana, según consigna The Guardian.

"Su hostilidad es un signo de gran inseguridad", concuerda Vivek Rae, ex administrador en jefe de las islas Andaman y Nicobar, el territorio indio que incluye el hogar de los sentineleses.

A menudo caracterizados como un tipo de barbarie irracional, su extrema sospecha de los forasteros puede estar bien fundada. "Se ha transmitido de generación en generación", dice Pandit.

La histórica colonización

Hace algunos siglos, el archipiélago de Andaman era un imán para los traficantes de esclavos birmanos que se apoderaron de miembros de sus cuatro tribus de cazadores-recolectores y los vendieron a la esclavitud en el sudeste asiático. A partir de 1857, las islas se convirtieron en una colonia británica y también en una prisión para aquellos que habían participado en la Rebelión India de ese año, el mayor levantamiento armado contra el dominio colonial en ese subcontinente.

"Los británicos se embarcaron en una política que navegó entre la asimilación, la contención y la aniquilación", dice Clare Anderson, profesora de historia en la Universidad de Leicester.

Una práctica fue secuestrar a miembros de tribus y retenerlos durante varias semanas para mostrarles los frutos de la civilización británica. Maurice Vidal Portman, comandante de la Armada Real británica, empleó la estrategia en la Isla Norte de Sentinel en 1880, capturando a dos ancianos y cuatro niños que había encontrado en un asentamiento en el interior de la isla selvática, los únicos residentes que aparentemente no lograron huir.

Los cautivos "enfermaron rápidamente", escribió más tarde. "El anciano y su esposa murieron, por lo que los cuatro niños fueron enviados de regreso a su hogar con cantidades de regalos".

Las tribus que cedieron al dominio británico se vieron devastadas por enfermedades para las cuales no contaban con defensas, y además se vieron abrumadas por el contacto con el alcohol, el tabaco, el azúcar y otros vicios del asentamiento. En 1858, los británicos censaron al menos 5.000 miembros de la tribu. Para 1931 su número se había reducido a 460.

Incluso para Portman, era obvio: "La asociación [de las tribus] con forasteros no les ha traído más que daño", dijo a la Royal Society de Londres, "Y me parece muy lamentable que una raza tan agradable se pueda extinguir tan rápidamente”.

Durante la Segunda Guerra Mundial, los andamanes fueron un escenario de feroces campañas y bombardeos. 

PC Joshi, profesor de antropología en la Universidad de Delhi, especula que esto podría haber tenido un impacto en los sentineleses. "Deben retener algunos de esos recuerdos".

Un antropólogo involucrado en el caso del estadounidense le dijo a The Guardian que no había planes para ir a la isla y recuperar su cuerpo. "Ellos disparan flechas a cualquier invasor", dijo. "Ese es su mensaje, ellos nos dicen: 'no vengan a la isla', y respetamos eso".

Desde 1967, los antropólogos del gobierno de la India se dispusieron a ganar pacientemente la confianza de los sentineleses, dejándoles regalos de cocos, bananas y barras de hierro. 

Este último regalo apareció después en las puntas de las flechas que la tribu dispararía periódicamente a los exploradores. Lo vieron como una evidencia de que la tribu no era una reliquia de la era neolítica: sus estilos de vida podían evolucionar como los de cualquier otra comunidad humana.

Las expediciones de entrega de regalos han cesado en las últimas dos décadas. La política actual del gobierno de la India es simplemente dejar en paz a los sentineleses. Está influenciado en parte por la experiencia del país con otra tribu de los Andamaneses, los jarawas. 

En 1996, un niño jarawa se rompió una pierna mientras intentaba robar fruta de un asentamiento moderno. Fue llevado al hospital y pasó cinco meses recuperándose. Aprendió un poco de hindi y descubrió la televisión. Luego volvió a su tribu.

Aproximadamente un año después, el muchacho dirigió a un grupo de jarawas fuera del bosque en una obertura de paz formal de la comunidad después de siglos de hostilidades. Sin embargo, la experiencia jarawa ya no se considera un triunfo. Enfermedades como el sarampión han asolado a la comunidad.

"Piense en la horrible experiencia de la gran tribu andamanesa", dice Kanchan Mukhopadhyay, un ex funcionario del servicio antropológico de la India. “Murieron en masa. Y la tribu Onge ya no caza ni pesca. Son totalmente dependientes de los alimentos suministrados por las autoridades".

La desventura de Chau en la isla Sentinel del Norte ha provocado indignación en India y ha reafirmado la postura del gobierno. 

Un antropólogo involucrado en el caso del estadounidense le dijo a The Guardian que esta semana no había planes para ir a la isla y recuperar su cuerpo. "Ellos disparan flechas a cualquier invasor", dijo el funcionario. "Ese es su mensaje, nos dicen: 'no vengan a la isla', y respetamos eso".

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