En 1942 el entonces responsable de la revista estadounidense The Time, Henry Luce, pidió al rector de la Universidad de Chicago, Robert Hutchins, que buscara una perspectiva académica para elevar la calidad y la ética del Periodismo. La idea era superar los estropicios informativos de la llamada “prensa amarilla”, difusora de mentiras, tergiversaciones y chismes sensacionalistas, que habían aumentado los tirajes de los periódicos, abultando los bolsillos de magnates de la prensa como William Hearst y Joseph Pulitzer.
El encargo de la revista se materializó en una comisión de académicos de las Ciencias Sociales y expertos en Comunicación -la “Comisión Hutching”- cuya conclusión fue que el impacto de los medios de comunicación de masas obligaba a corregir las distorsiones de la libertad de expresión y ajustar el poder de la prensa a las necesidades de la democracia.
La industria de medios respondió estableciendo códigos de ética para cumplir la responsabilidad de servir como espacio al debate público, dar acceso a todos los ámbitos relevantes de la sociedad, ofrecer narraciones verdaderas y comprensibles de los hechos, entre otras recomendaciones de la academia.
No es novedad que la entretención y el rating fácil dominen la pauta de los medios televisivos, pero sí es más reciente que la figura del editor profesional esté siendo desplazada de modo alarmante por el algoritmo de las redes sociales, basado en la interacción masiva de bajas pasiones.
Ninguno de estos principios ha estado presente en las maratones de los matinales que dan largo seguimiento, una y otra vez, de la demolición de “casas narco” en La Florida.
Mucho menos, el estándar ético de las comunicaciones es tomado en consideración para las decisiones editoriales que dan tribuna a una política negacionista y propagadora de odio como la diputada María Luisa Cordero. No es novedad que la entretención y el rating fácil dominen la pauta de los medios televisivos, pero sí es más reciente que la figura del editor profesional esté siendo desplazada de modo alarmante por el algoritmo de las redes sociales, basado en la interacción masiva de bajas pasiones.
El populismo informativo es tan peligroso como los carismáticos de la política, que apelan a la pureza del pueblo contra la élite corrupta. Esta semana hemos visto que ambas tendencias convergen en un mismo lugar: el circo de los medios con los payasos de la política.
En el mismo espacio mediático, una radio se permite difundir las prédicas odiosas de una psiquiatra que vendía licencias médicas falsas, opinaba en programas de entretención y ahora aprovecha la tribuna parlamentaria que obtuvo gracias a Renovación Nacional, para destilar crueldad, difamaciones y sandeces. Entre ellas, relativizar las laceraciones sufridas por la senadora Fabiola Capillai.
En ese espacio circense que ofrecen los matinales a las figuras extravagantes, el alcalde Rodolfo Carter engaña a la ciudadanía haciendo creer que si derriba ampliaciones de viviendas hechizas vinculadas a narcotraficantes, reducirá el poder de la industria de las drogas y su control sobre los territorios populares.
En el mismo espacio mediático, una radio se permite difundir las prédicas odiosas de una psiquiatra que vendía licencias médicas falsas, opinaba en programas de entretención y ahora aprovecha la tribuna parlamentaria que obtuvo gracias a Renovación Nacional, para destilar crueldad, difamaciones y sandeces. Entre ellas, relativizar las laceraciones sufridas por la senadora Fabiola Capillai.
Cordero se transformó en figura pública a través de espacios de farándula y matinales de televisión, del mismo modo que otros políticos con bajos escrúpulos y alto narcisismo, como Pamela Jiles y Franco Parisi. La carrera del alcalde Carter se hizo en terreno, pero precozmente devino en la frivolidad televisiva, gracias a su astucia comunicacional y a los mismos rasgos personalistas de sus semejantes, la diputada ex comentarista de farándula y el ex asesor económico de matinales, hoy candidato presidencial del PDG. Excentricidades como las plumas, el botox, el sello “winner” y el descaro deslenguado ejercen la clásica fascinación mediática con el escándalo y la provocación.
Esa puerilidad de algunos medios ha engendrado liderazgos tóxicos que la política recibe con entusiasmo, porque son dispensadores baratos de votos en aquellos sectores que, como el dicho popular, prefieren “diablo conocido que santo por conocer”.
Comentarios
Yasna siempre la leo y me
Interesantes opiniones
Toda la razón para Yasna,
Columna muy atinada.
Ambos payasos, más Parisi y
Ni estoy en absoluto de
Buenas noches. Quisiera
Los productores y editores de
Ah! Y no debo dejar de
Nuestro Chile necesita con
Excelente Yasna..
se olvidó generalizar el
Qué artículo tan lleno de
Y que mal están haciendo
¡ Excelente y real crítica !,
Lo sesgado del artículo
Artículos muy interesantes
Otra periodista más que se
De acuerdo, pero si la
discrepo absolutamente con
Felicitaciones Yasna.
Muy certero su comentario.
Lucida como siempre doña
Quiero inscribirme para
Poca objetividad en este
Y nada habla de los payasos
Por fin un medio escrito da
Este gran circo llamado chile
Que artículo más cesgado
La doctora como dice tantaa
Tal vez más de algún
El maldito carácter
O no sr.Boric? Será urgente
Gracias Yasna. Tus columnas y
¡Eso es! vamos con la ley de
La periodista describe
Leía algunas opiniones y me
De acuerdo con la periodista
Uy! los bots salieron al paso
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