Como algunos grandes consorcios internacionales, el crimen organizado se ha ido diversificando en las últimas décadas. Al comercio de drogas, de armas y de inmigrantes, las más lucrativas actividades ilícitas hasta ahora, está sumando el tráfico de animales, una verdadera industria que no sólo transa con especies exóticas vivas sino que incorpora una enorme variedad de subproductos que van desde el marfil arrancado a los elefantes, pieles, plumas, cueros, alimentos e incluso miembros y órganos reducidos a polvos para pócimas cosméticas y compuestos farmacéuticos.
Las estimaciones de Interpol y de las entidades mundiales que trabajan en la defensa de los animales, indican que el monto involucrado en este negocio, oscila entre los US$ 7.000 y los US$ 20.000 millones al año y que se ha extendido a todo el planeta.
Desde 1975 existe la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres, CITES, un acuerdo suscrito por 175 países para velar por el comercio internacional lícito de animales y plantas silvestres. Hoy, unas cinco mil especies de animales y cerca de 28 mil especies de plantas están amparadas por el CITES.
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El mayor consumidor de especies salvajes sigue siendo Estados Unidos. A fines de los años 90’, los yacarés eran las mascotas de moda en Nueva York, aunque terminaron en su mayoría en las alcantarillas de la ciudad. En Alaska están ocurriendo gravísimas matanzas de morsas para obtener marfil alternativo al de los elefantes. Otro ejemplo alarmante, según el FBI, son las más de 100 mil serpientes enviadas por correo cada año. Pero, además, los ciudadanos estadounidenses importan ilegalmente más cacatúas, más pieles prohibidas, más simios, más aves en peligro de extinción que ninguna otra nación de la Tierra. Le siguen en este ranking la Unión Europea, Japón y los Emiratos Árabes.
En Tailandia, Birmania, Camboya y Laos, región que coincide con el llamado Triángulo de Oro de la heroína, las mafias de la droga son las que controlan también el contrabando de loros, cuernos de rinoceronte, pieles de felinos y saurios.
Los narcotraficantes gustan alardear de su poder adquiriendo animales salvajes. Pablo Escobar, el tristemente célebre capo del cartel de Medellín, tenía cerca de dos mil animales de cien diferentes especies en su zoológico privado, el cual, según la Sociedad Mundial para la Protección de los Animales, era la colección más valiosa de animales en extinción de toda América.
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Desde mediados de los años 90’ los animales exóticos se han vuelto cada día más populares como compañía. En el Reino Unido, por ejemplo, se importan unos 115 mil reptiles y anfibios al año para su venta al público. Allí, el número de personas que poseen tortugas de agua dulce y serpientes es casi igual al de los dueños de caballos y la cifra sigue aumentando.
En las selvas y en internet
Las selvas de América del Sur ven año tras año como merma su fauna, con un comercio ilegal que se acerca a los US$ 10.000 millones. Hoy, casi dos mil especies de animales están en extinción. Un papagayo que en Brasil, Colombia o Perú vale unos US$ 10, puede venderse en US$ 3.000 en Nueva York. Un tucán que abunda en las selvas peruanas, puede costar cerca de US$ 2.000 dólares; un caimán, unos USS 4.000; y por animales menos conocidos, se paga hasta US$ 20.000.
En Brasil, el alemán Marc Baungarten, un agente de laboratorios interesados en venenos que sirven de materia prima a productos farmacéuticos, ha sido detenido una y otras vez tratando de despachar hacia Europa diversas especies de arañas. El gigante carioca, con su enorme biodiversidad, provee un 10% de este comercio ilegal en el mundo. Los cazadores reciben sumas irrisorias ante el precio, hasta cien veces superior, que obtienen los traficantes en el exterior. El mirlo, un pájaro de plumas negras, puede ser comprado en US$ 150 en los mercados sureños de Brasil y venderse a US$ 13.000 en Estados Unidos.
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En Florida, EE.UU., internet se ha convertido en el gran bazar para el comercio de animales exóticos, según reveló una investigación del Fondo Internacional para el Bienestar de los Animales, IFAW. Desde un tigre siberiano ofrecido en US$ 70.000, una piel de pantera siberiana en US$ 100.000, hasta supuestas medicinas y afrodisiacos hechos con diferentes partes del cuerpo de leopardos, rinocerontes y elefantes, se promocionaban en páginas web, en chat rooms y en casas de subastas del ciberespacio.
Según datos del Departamento de Pesca y Vida Silvestre de Florida, unos 12 mil barcos con cargamento de animales transitan cada año por Miami.
El IFAW basó su estudio en web de EE.UU., Inglaterra, Alemania, Israel e India. Concluyó que el principal motivo de este comercio ilegal es que la gente desea compulsivamente tener una mascota exótica. La segunda causa tiene que ver con la creciente demanda de productos supuestamente curativos. En Asia existen algunas medicinas alternativas elaboradas con huesos de tigres y rinocerontes, así como productos a los que se les atribuyen poderes afrodisíacos. Los favoritos son el cuerno de rinoceronte, los caballitos de mar secos y el pene de la foca arpa.
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A través de la historia de la evolución, millones de especies han desaparecido debido a procesos naturales. Según los conservacionistas, la depredación de la fauna ha crecido vertiginosamente y hoy se estima que una especie desaparece cada 15 minutos.
Cada año se consumen en el mundo entre 600 y 900 toneladas de marfil, que se obtienen de miles de colmillos de elefantes adultos. Según el CITES, la población de elefantes africanos se redujo de 1,3 millones de ejemplares a poco más de 600 mil, durante la década del 80. Las organizaciones proteccionistas Traffic y WWF han afirmado que unas 700 especies de animales están al borde de la extinción y otras 2.300 seriamente amenazadas.
Más de 50 millones de primates son capturados anualmente y utilizados en laboratorios de investigación o como animales de compañía. Diez millones de pieles de reptil se destinan a la confección de bolsos, zapatos u otros productos de lujo. Cinco millones de aves son cazadas para decorar los salones de casas de países desarrollados, restaurantes de lujo y coleccionistas privados.
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Unos 15 millones de pieles de mamíferos (nutrías, felinos, etc.) engruesan cada año lujosas peleterías en EEUU, Europa y Japón. Cerca de 250 millones de ranas (sobre todo, ranas toro) son apresadas para la gastronomía de los países ricos. Entre 350 y 600 millones de peces abastecen cada año acuarios y peceras en todo el orbe.
Algunos animales podrían desaparecer en esta primera década del siglo XXI. Entre ellas el Tigre de Liberia (quedan unos 200 ejemplares); la Nutria Gigante (ya desapareció de Uruguay y quedan unos pocos centenares en Argentina); el Cocodrilo del Nilo; la Águila Imperial Ibérica (hay 150 parejas en libertad); la Tortuga Marina, (perseguida por coleccionistas y ofrecida como curiosidad en restaurantes de lujo); el Gorila de Montaña (viven unos 600 ejemplares en las montañas húmedas de África); el Guacamayo Escarlata (importados en grandes cantidades por EEUU.); el Rinoceronte Negro Africano (sobreviven unos dos mil ejemplares, de 65 mil que había en los años 70’); el Panda Gigante (quedan no más de mil); el Lobo Marsupial (el último ejemplar fue avistado en los años 80’).
Huesos de tigre para el amor
El 70% de los animales con los que se trafica muere durante el viaje. Los precios que se pagan en el mercado negro son astronómicos. Un gorila puede valer 90.000 euros, un orangután 30.000, un halcón peregrino 18.000. Un kilo de cuerno de rinoceronte, con fama afrodisiaca, ha llegado a cotizarse en 12.000 euros. También avivan la lujuria los huesos de tigre, a 1.800 euros el kilo; y la carne de ballena, que es más barata, sólo 360 euros.
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En 20 años la población mundial de rinocerontes ha descendido un 85%. Los cuernos de este mamífero son transformados en objetos decorativos. La medicina tradicional china utiliza bilis y vesículas biliares de osos. Cada año se capturan más de 100 millones de tiburones y algunas poblaciones han disminuido más del 80%. Sus aletas son un producto muy cotizado.
En 50 años se han extinguido tres subespecies de tigre. De las cinco restantes, la que mejor se conserva es el tigre de Bengala con sólo 4.500 ejemplares.
Así, pronto desaparecerán desde los tucanes al demonio de Tasmania.
La Phyllobates Terribilis vive sólo en el Chocó, en Colombia, en ninguna otra parte del mundo. Su piel amarilla cubre un cuerpo del tamaño de la palma de la mano, que parece ser frágil y blando, y sus patas son largas y delgadas. Es la rana más venenosa del mundo, que está siendo traficada para extraer su veneno obtenido de uno de sus tejidos, para ser utilizado como sustancia que alivia los dolores del cáncer. Es más efectivo que la morfina, y sólo un gramo vale mil dólares.
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Colombia tiene un 10% de la biodiversidad del planeta y ocupa el segundo puesto en variedad de especies después del Brasil. Según las estadísticas de la Policía Ambiental y Ecológica, los animales más apetecidos son los reptiles, luego las aves y finalmente los mamíferos. En 2007 fueron incautados 33.872 reptiles, 11.441 aves y 1.991 mamíferos. La babilla es el reptil que más se trafica; el oso perezoso y el oso tití son los más deseados de los mamíferos, mientras que en la especie de las aves, el flamingo ocupa el primer lugar.
Los precios de los animales varían según cada departamento. Por ejemplo, en el Meta un loro real vale US$ 10. En Córdoba una babilla cuesta US$ 40. El oso perezoso se ha vendido en el Quindío en US$ 400.
El año pasado la Policía Ambiental y Ecológica capturó a 94 mil personas por este delito. El tráfico de insectos, arácnidos y coleópteros va hacia Indonesia y Malasia. Las aves y algunos reptiles viajan hacia el centro de Europa. Los primates, especialmente los más pequeños, son enviados a todas las latitudes.
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Existen cuatro tipos de comercio. El primero es el de la alimentación exquisita, como los crustáceos y las aletas de tiburón que deleitan los paladares de los japoneses y chinos. El segundo es el comercio de la moda con las pieles de las babillas, mucus, acutus y mamíferos que van generalmente hacia Roma y Milán. La experimentación científica es el tercer comercio constituido con los laboratorios clandestinos ubicados por lo general en el Amazonas, donde hacen productos farmacéuticos. El cuarto es el comercio de los coleccionistas. En este la guacamaya tricolor, las iguanas y los micos titís, son las víctimas frecuentes. Existe también el comercio ilegal del fetichismo, en el que se utiliza la cabeza o manos de los animales para hacer hechizos.
El tráfico de animales es un negocio jugoso. Un mico tití es vendido por US$ 50 en el inicio de la cadena y puede terminar su ciclo en Milán, a un costo de US$ 10.000.
Una industria pujante
El negocio de la vivisección es el tráfico con seres vivos sintientes, como perros, gatos, monos, ratas, ratones, caballos, cerdos y otros que acabarán sus vidas en dolorosos experimentos. En el año 1989, la Comunidad de Suizos Antiviviseccionistas denunció que miles de perros y gatos que habían sido recogidos de las calles, robados de sus casas o comprados a sus dueños, fueron amontonados en jaulas, cargados en camiones y enviados a laboratorios de vivisección de Suiza y Alemania.
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El negocio lo dirigía un tal Erich Stock, traficante alemán, que vendió en los años 70’ y 80’ un número incalculable de animales a las multinacionales de Basilea y a otros laboratorios suizos. Los clientes de este mercenario eran tantos que tenía grandes registros para apuntar sus entregas diarias. En Alemania, entre sus clientes figuraban los más grandes institutos de investigación y las más grandes empresas farmacéuticas, como Hoechst, la Behrong-Werke de Marbug (Alemania), la Chemiewerke de Hamburgo, Merck AG de Darmstadt, el Instituto de Bioquímica de Frankfurt, etc. Entre los suizos estaban Ciba-Geigy, Hoffmann-La Roche, Sandoz, Universidad de Basilea, Universidad de Zurcí y el Instituto Battelle de Ginebra.
En 1985 un periódico de Zúrich publicó que perros beagle eran importados desde Los Ángeles, EE.UU., para ser usados en investigaciones. Se les cortaban las cuerdas vocales cuando aún son cachorros. Así podían sufrir los experimentos sin que sus gritos fueran oídos. Los animales llegaban a Suiza embalados de 10 en 10. Eran cachorros de 13 semanas y costaban a la industria química 1.900 francos cada uno.
Algunos periódicos alemanes levantaron un coro de protestas antiviviseccionistas en 1980 al publicar que el laboratorio Ciba-Geigy había llegado a un acuerdo con el Ministerio de Economía sueco para la venta de 1.000 gatos al año, destinados a experimentos de vivisección. Los felinos, procedentes de los criaderos de la multinacional, se vendieron a un precio de unos 1.000 marcos alemanes cada uno.
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Cada año se experimenta en el mundo con unos 100 millones de animales, en Europa hay 50 millones en riesgo de que se les use de ese modo. Los efectos biológicos de unas 30 mil sustancias químicas se estudian en ratas, ratones, monos, conejos, cobayas o perros, de acuerdo con un informe de la Liga Italiana contra la Vivisección de Animales.
Ese informe indica que en Italia se mata a 70 mil animales anualmente, y que 70 por ciento de ellos son ratas y ratones, por ser los más fáciles de manejar, los que ocupan menos espacio en los laboratorios y los que más se reproducen, con un número anual de crías que va de 50 a 100.
Los autores del estudio destacan la crueldad e inutilidad de las pruebas de toxicidad de medicamentos u otros productos, en las que se obliga a los animales a ingerir o respirar barniz, pesticidas, desinfectantes y pegamentos, entre otras sustancias, o se recubre con ellas su piel y ojos para verificar si causan corrosión o irritación. Así se causa a los animales náuseas, diarrea, temblores, disturbios en el comportamiento, convulsiones y hasta la muerte, por exposición a benceno, amianto, metanol, gasolina o dioxinas.
Según los defensores de los animales, la razón de los experimentos es comercial. En Italia se relaciona con la existencia de 16 empresas acreditadas ante el Ministerio de Salud para realizar exámenes de toxicidad. Una de ellas es Italfarmaco, que trabaja para las industrias química y farmacéutica, tiene filiales en cinco países, da empleo a mil 400 personas y factura en promedio casi un millón de dólares por día. La industria química de la Unión Europea factura unos US$ 607 mil millones anuales y da empleo a 1,7 millones de personas.
Vínculos con los narcos
Una red de cooperación contra el comercio ilegal de animales y plantas está en construcción en América del Sur. La estrategia se acordó en la primera Conferencia Sudamericana sobre el Comercio Ilegal de la Fauna Silvestre, que reunió en julio a 150 expertos y autoridades en Brasilia, y que fue organizada por la Red Nacional de Combate al Tráfico de Animales Silvestres (Renctas), con el apoyo del gobierno de Estados Unidos, cada vez más inquieto por los vínculos entre los traficantes de fauna y de drogas, tras comprobarse que cerca del 40 por ciento de las 350 o 400 cuadrillas que practican en Brasil el contrabando de animales mantienen vínculos con el narcotráfico.
En Chile, en tanto, los loros Choroy, Cachaña y Tricahue, los únicos nativos, y las tortugas de tierra, sobretodo las traídas desde Argentina, son los animales que se han puesto de moda (en 2008). En lugares secundarios se ubican los primates, aves acuáticas, rapaces, colibríes, tucanes, serpientes, iguanas, lagartos, salamandras, sapos, ranas, peces tropicales y algunos invertebrados como las arañas. Entre los subproductos más comercializados destacan los cueros, pieles, marfil; almizcle, carne y piel de avestruz, plumas y aves embalsamadas, caparazones y carne de tortugas marinas, pieles de serpientes, cocodrilos, varanos, ancas de ranas e invertebrados como mariposas y corales.
Un guacamayo en Brasil cuesta unos US$ 8, pero una vez en Chile su precio puede llegar por sobre los dos millones de pesos, al igual que los tucanes y loros exóticos. Un flamenco en buen estado se cotiza en un millón de pesos. En 2008 la ex animadora de televisión Paulina Nin De Cardona tenía una de las tiendas de mascotas más importantes del país. En ella se podía encontrar perritos de la pradera por 240 mil pesos, pitones por 600 y hurones por 180.
Para traficar monos, los amarran con alambres o los encadenan para introducirlos en diminutas cajas que impiden delatar sus movimientos al pasar por las aduanas. Muchos primates que hoy están en rehabilitación fueron encontrados en refrigeradores, cajoneras de frutas, tubos de acero, e incluso en llantas de automóviles o camiones. La mayoría de los monos muere en deplorables condiciones. No es distinto el caso de los flamencos, loros u otras aves exóticas. Generalmente les amarran el pico y las alas con cuerdas o cintas adhesivas para que no dejen en evidencia su traslado. También se les encierra en pequeños tubos o cajas, lo que generalmente termina asfixiándolos o quebrándoles huesos y alas.
El SAG también se esfuerza por detener a los cazadores de cóndores y guanacos. A estos últimos les quitan la piel y usan su carne para charqui. La extracción de la piel no es distinta a los procesos que se ejecutan con bebés focas, zorros, visones o castores en otras partes del mundo. Se les corta la garganta para arrancarles la piel en caliente, empezando por la pata trasera. Un tubo, generalmente de bambú, se le introduce para inflar la piel y arrancarla sin problemas. Pero hay especies que hay que mantener con vida, como los coipos, los pumas o los zorros. Para ellos, las trampas van desde cajas artesanales con carnadas, hasta las trituradoras de patas que se accionan al pisar el animal un dispositivo similar a las trampas de ratones.
Mañana: La ofensiva por el uranio.
Comentarios
Muy interesante artículo, a
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