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Miércoles, 6 de Agosto de 2025
[Jueves de medios]

Minutas del segundo piso: lamer la mano a quien da de comer

Marcos Ortiz F., director de Ojo del Medio (@ojodelmedio)

La costumbre de la prensa chilena de publicar minutas supuestamente “reservadas” –en su mayoría redactadas desde La Moneda– es más habitual de lo que pudiera pensarse y se explica porque se trata de un negocio redondo para ambas partes. Pero, sin contrastar la información que aparece en la minuta, la información se vuelve más parecida a las relaciones públicas.

El lunes 15 de noviembre, a horas de que se discutiera la acusación constitucional contra Sebastián Piñera en el Senado, un reducido grupo de medios de comunicación tuvo acceso a una minuta difundida por el Ejecutivo. Los destinatarios originales de dicha minuta eran los senadores oficialistas, quienes recibieron el texto que acusaba “mitos y falsedades” del libelo. De manera casi simultánea, sin embargo, el texto llegó a manos de la prensa.

Según consignó El Mercurio, la minuta aseguraba que “no existió ninguna intervención del Presidente en la tramitación del proyecto Dominga”. Adicionalmente, el escrito advertía que el “carácter de maniobra electoral de la acusación constitucional es evidente” y buscaba aclarar que la “familia del Presidente no fue quien vendió el proyecto minero Dominga al grupo Délano”. Otros medios que publicaron extractos fueron El Mostrador y radio ADN.

Pero, ¿hasta qué punto se convierten determinados medios de comunicación en meros bandejeros de los recados emanados desde el segundo piso de La Moneda?

La costumbre de publicar minutas supuestamente “reservadas” –en su mayoría redactadas desde La Moneda– es más habitual de lo que pudiera pensarse y se explica porque se trata de un negocio redondo para ambas partes. Desde el lado del Gobierno aseguran la difusión de propuestas, opiniones y puntos de vista; desde el lado de la prensa, en tanto, se accede a información exclusiva a la que no tendrá acceso la competencia.

Pero, ¿hasta qué punto se convierten determinados medios de comunicación en meros bandejeros de los recados emanados desde el segundo piso de La Moneda? ¿Ejerce verdaderamente un diario, radio o canal de televisión su deber al aceptar información que nos es presentada como “reservada”, pero que tiene como objetivo real ser difundida libremente? ¿No se convierte finalmente la publicación de estas minutas en una especie de conferencia de prensa en la que la fuente –en este caso el Gobierno de Chile– no acepta contra preguntas por parte de los medios?

Basta con hacer una somera búsqueda para percatarse de que esta práctica está más arraigada de lo que se podría pensar. Los medios que acceden a este contenido, por lo demás, tienden a ser siempre los mismos.

Con menos de una semana de diferencia, por ejemplo, Ex-Ante –el medio digital de Cristián Bofill– publicó la minuta interna en la que el gobierno acusaba a Boric, el Frente Amplio y la Corte Suprema por la crisis migratoria y otra más en que se entregaban argumentos para defenderse tras la divulgación de los Pandora Papers. En ambos casos el modus operandi es prácticamente el mismo: la minuta es la pieza central de la información y esta es publicada sin contexto alguno. Más aun, el medio en cuestión sube en formato PDF la minuta completa, como si se tratara de un inserto pagado por el Ejecutivo.

En la mayoría de los casos las minutas tratan temas profundamente complicados. No se trata precisamente de menudencias, sino que –muy por el contrario– abordan temáticas polémicas en las cuales el Gobierno tiene mucho que ganar o perder.

En marzo de este año, por ejemplo, La Moneda distribuyó entre sus ministros y parlamentarios una minuta de cuatro páginas para defender su accionar en la macro zona sur. Al documento tuvo acceso de manera casi inmediata El Mercurio, medio que la publicó sin incluir ninguna otra fuente que rebatiera los argumentos ahí expuestos.

La publicación de documentos de acceso restringido es un ejercicio que el periodismo debe llevar a cabo si su objetivo es actuar como un contrapeso del poder. La reciente divulgación de los Pandora Papers es quizás uno de los mejores ejemplos.

Más recientemente, el 18 de octubre, La Tercera accedió a una minuta de seis páginas en la que el Ejecutivo explicaba a su comité político y los partidos oficialistas un balance de los cuantiosos gastos incurridos producto del estallido social de 2019. En una evidente maniobra para controlar la narrativa en un día simbólico (se cumplían dos años desde el levantamiento popular), la Secretaría General de la Presidencia filtró el documento al diario de Copesa, el que publicó su contenido sin ningún tipo de contraparte. Muy por el contrario, tal como lo ha hecho Ex-Ante, La Tercera subió la minuta completa en formato PDF para ser descargada por sus lectores.

La publicación de documentos de acceso restringido es un ejercicio que el periodismo debe llevar a cabo si su objetivo es actuar como un contrapeso del poder. La reciente divulgación de los Pandora Papers es quizás uno de los mejores ejemplos de un periodismo investigativo que incomodó a élites políticas y económicas del mundo entero. Esta publicación de estas minutas de gobierno, muy por el contrario, cumple con un objetivo totalmente opuesto: divulgar sin cuestionamiento alguno las posturas de un gobierno que utiliza a determinados medios como meros amplificadores de su mensaje.

En su estupendo libro El director: secretos e intrigas de la prensa narrados por el exdirector de El Mundo, el español David Jiménez revela detalles del corto periodo en el que alcanzó a desempeñarse como mandamás de uno de los diarios más tradicionales de su país. Luego de casi dos décadas trabajando como corresponsal fuera de España, Jiménez regresaba a Madrid para hacerse cargo del buque. “Algo fundamental había cambiado en mi ausencia”, relata el profesional. “El poder había dejado de temer a la prensa y ahora era la prensa la que temía al poder. El periodismo nacional se había llenado de fieras amaestradas que, como dice uno de los personajes de La conspiración de la fortuna, de Héctor Aguilar Camín, ‘lamían la mano que les daba de comer y mordían lo que ella les mandaba’”.

La publicación de estas minutas es apenas una muestra de una serie de prácticas que empequeñecen a una profesión que sí tiene numerosos representantes y ejemplos de los cuales enorgullecerse.

El relato de Jiménez guarda una serie de similitudes con lo que vemos en Chile a diario. La publicación de estas minutas es apenas una muestra de una serie de prácticas que empequeñecen a una profesión que sí tiene numerosos representantes y ejemplos de los cuales enorgullecerse. A menos de cuatro meses de que el gobierno de Piñera abandone La Moneda aún están a tiempo de dejar de aceptar minutas bajo la mesa.



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Debe ser degradante para un periodista que se supone que estudió varios años, que le pasen un escrito para publicar sin ningun analisis ni critica, un mero relacionador publico.

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