Nota de la Redacción: Interferencia adquirió los derechos de republicación de esta entrevista y obtuvo el visto bueno de la propia escritora. Traducción desde el alemán: Víctor Herrero A.
A una hora de París, en la localidad de Cergy, vive la escritora Annie Ernaux.
Desde que ganó el Premio Nobel de Literatura, es conocida en todo el mundo, pero su hogar no tiene nada de espectacular. El buzón del correo en la entrada está algo caído y el nombre sobre este está escrito a mano. El timbre está tapado con una cinta adhesiva que dice: ‘No funciona’. En su jardín hay un viejo cedro. La mujer de 82 años nos recibe de manera amable en su casa, pero es reservada.
Vive sola con sus gatos Zoë y Sam y es evidente que no se siente cómoda con todo el revuelo en torno a ella. Su escritorio tiene orientación norte para no distraerse con vistas o el sol. Ahí se sienta casi todos los días a partir de las 9 de la mañana y escribe a mano. Entre su dedo del corazón y el índice se produjo una hendidura permanente.
La artrosis no ayuda. Nos sentamos en una mesa en su sala de estar, desde el cual se puede ver un río. Ahí atrás, dice, a veces uno puede ver la Torre Eiffel. Diminuta, claro. Pero no hoy, está demasiado brumoso. Habla de manera clara y concentrada y, más veces de las que uno podría esperar, también se ríe.
Los padres de Ernaux tuvieron que abandonar tempranamente la escuela. Su padre trabajaba en una fábrica. Su madre en una cordonería, hasta que pudo abrir un pequeño negocio y un bar en un pueblo en Normandía. Pero nunca tuvieron mucho dinero.
Los libros de Ernaux siempre tratan de su procedencia. Escribió uno sobre su padre (‘El lugar’), otro sobre su madre ’Una mujer’), uno sobre su aborto ilegal (‘El acontecimiento’) y uno sobre su hermana que murió joven (‘La otra hija’).
La mayoría de sus textos son autobiográficos y están redactados en un lenguaje muy sobrio. Una y otra vez escribe sobre el desgarramiento que le genera convertirse en una “desclasada”, como dice ella misma.
Hace tiempo que está comprometida políticamente. En 1972 viajó a Chile para conocer el experimento socialista del Presidente Salvador Allende [lo que está documentado su documental ‘Los años Súper 8’] y hasta hoy es una defensora de la causa palestina.
Madame Ernaux, ¿cuánto tardó en acostumbrarse a la idea de ser una Premio Nobel?
Ernaux: Bastante tiempo. He llevado una existencia literaria bastante reservada, al margen de la industria literaria de París. Y de pronto, de un día para otro, me convertí en una persona pública, y de alguna manera me robaron mi esencia. Eso no va conmigo. Y se me hace difícil enfrentar todas esas exigencias, responder a esa invasión en mi vida privada.
La noche antes de recibir el llamado desde Estocolmo, usted escribió en su diario de vida: si obtengo el premio, “me robarán mi vejez”. ¿Había experimentado un temor similar antes?
Ernaux: Yo no quise este premio, pero igual me lo dieron. Siempre me imaginé la vejez como un momento en el que una es libre y quiere ser dejada en paz. Una etapa en lo que uno hace lo que quiere hacer. Escribir cuando me plazca. Pero ahora debo responder a todas estas consultas. Ya no soy Annie Ernaux. Ahora soy una Premio Nobel.
"Claro que entrega una cierta satisfacción. Pero no tiene tanto que ver con el premio, hubo otros antes. Cuando alguien me escribe y me dice que un libro mío jugó un rol especial en su vida, entonces siento satisfacción. El Nobel no es una consagración, es una cesura: sólo existe un antes y un después".
Pero en el buzón de correo en la entrada de su casa todavía está su nombre. La reja a su propiedad estaba abierta cuando llegamos. La primera impresión es que su vida parece seguir siendo bastante normal.
Ernaux: La gente acá en Cergy no es entrometida y respetan mi deseo de tranquilidad. Al mediodía salí al antejardín para revisar el correo. Y vino un hombre que me dijo que mi portón estaba abiert y si eso estaba bien. Yo no lo conocía, se presentó como un vecino, el que vive en el número 13 [de nuestra calle]. Y eso sería todo.
El Premio Nóbel también es la culminación de su ascenso social. ¿No es también motivo de satisfacción?
Ernaux: Claro que entrega una cierta satisfacción. Pero no tiene tanto que ver con el premio, hubo otros antes. Cuando alguien me escribe y me dice que un libro mío jugó un rol especial en su vida, entonces siento satisfacción. El Nobel no es una consagración, es una cesura: sólo existe un antes y un después.
¿Es verdad que, cuando tenía 20 y pocos años, escribió en su diario de vida: ‘Si a los 25 todavía no he publicado una novela, me voy a suicidar’?.
Ernaux: Es verdad. Es lo que uno escribe siendo una jovencita. Pero la escritura fue mi mayor anhelo.
¿De dónde provenía esa urgencia?
Ernaux: Pensaba que tenía algo que decir. Y buscaba la manera en cómo decirlo. Por cierto, escribí esa novela, sólo que jamás se publicó. Aun así, no me suicidé y me puse a pensar acerca del siguiente libro.
"Leer a Bourdieu me conmocionó. De pronto entendí porqué me sentía distinta entre los estudiantes burgueses. Y porqué escribí en esa época la frase de vengar a mi raza. Lo que yo intuía, lo explicaba de manera científica Bourdieu. Y me vi reflejada en sus análisis sociales. Conocía la brecha entre los estudiantes que eran ‘herederos’, y aquellos que sólo tenían una beca y que provenían del proletariado".
En Estocolmo pronunció una frase que se ha vuelto famosa. Decía: “Escribiré para vengar a mi raza”. Ello suena violento.
Ernaux: Esa frase ya la escribí cuando tenía 22 años. En esa época, para mi, “raza” significaba la “clase social reprimida y despreciada”. La palabra “desclasado” aún no existía. No tenía otras palabras para lo que sentía. Mi primer libro ‘Los armarios vacíos’ surgió sin conocimientos sociológicos. Quise describir cómo mis estudios me habían llevado desde el mundo trabajador a la burguesía, del rechazo de mis padres y la vergüenza que experimentaron. Aún no había leído al sociólogo Pierre Bourdieu.
¿Ello cambió su escritura?
Ernaux: Por supuesto. Leer a Bourdieu me conmocionó. De pronto entendí porqué me sentía distinta entre los estudiantes burgueses. Y porqué escribí en esa época la frase de vengar a mi raza. Lo que yo intuía, lo explicaba de manera científica Bourdieu. Y me vi reflejada en sus análisis sociales. Conocía la brecha entre los estudiantes que eran ‘herederos’, y aquellos que sólo tenían una beca y que provenían del proletariado.
Usted aseguró una vez que la literatura nunca es neutral. Entonces, ¿qué es?
Ernaux: En esencia es política. Todo libro transmite un cuadro de las relaciones entre los humanos, de un ambiente social, en el cual se ancla el lenguaje. Hay textos que reflejan una mirada conservadora de la sociedad y otros que la ponen en duda.
Su madre una vez le dijo: ‘Algún día nos escupirás en la cara’. ¿Su éxito ha dañado su relación con ella?
Ernaux: Mi madre siempre reconoció el valor de la literatura, y por lo tanto también el mío. No tuve una clásica educación femenina. Mi madre era una mujer de acción. Tenía una tienda de abarrotes y consideraba que la vida de una ama de casa era inútil. Dejó el colegio a los 12 años, pero amaba leer. Prefería que yo también leyera en vez de tejer, y sobre todo, quiso que yo estudiara. No éramos ricos, pero siempre me compraba muchos libros. Sí, es verdad que una vez dijo que algún día le escupiría en la cara. Pero ese temor provenía más bien de mi padre.
¿Por qué?
Ernaux: Él tenía la sensación de que, debido a mis estudios universitarios, yo me estaba distanciando de él. Se sentía juzgado por mí. Y era muy consciente del profundo abismo que existe entre el mundo de los trabajadores -al cual perteneció más años que mi madre- y el mundo cultivado.
¿Fue su madre una feminista temprana?
Ernaux: Seguramente lo fue. Pero cuando era adolescente la encontraba demasiado gorda y con una voz demasiado fuerte. Yo hablo muy despacio, y no es una casualidad. Tomé como modelo a una prima, la que tenía una voz suave para parecer distinguida. Mi madre era como lo contrario a las mujeres que aparecían en revistas o a las madres de mis compañeros de colegio. Sólo mucho después comprendí que era una mujer independiente.
Su primer libro, ‘Les armoires vides’ (Los armarios vacíos) lo escribió en secreto. Ni su esposo ni su madre sabían de ello, y eso que ambos formaban parte de los protagonistas. ¿Su forma de escribir la vuelve una mujer solitaria?
Ernaux: Por supuesto uno se expone más con una escritura autobiográfica que con la ficción, a uno mismo y a los demás. En ese primer libro escribí acerca de cosas indecibles. Sobre la relación de mis padres, sobre mi madre y, sobre todo, sobre mi aborto. La soledad y escribir en secreto me facilitaron llevar este proyecto a su conclusión.
¿Alguna vez temió ventilar demasiadas cosas privadas en sus libros?
Ernaux: No, porque lo hago de manera voluntaria. Y existen diferencias gigantescas si a alguien le cuento con mi voz, con mi cuerpo, por ejemplo, el violento gesto de mi padre hacia mi madre cuando yo tenía 12 años. O sobre mi aborto. O si tomaré esos sucesos para volverlos el tema de un libro. Significa pasar de lo singular a lo general, de una persona individual a una voz sin cuerpo, a la voz del libro.
¿Aún se irrita con las críticas literarias duras? Después de obtener el Premio Nobel, el diario Le Figaro aseguró que su prosa “se sitúa dentro de una pobreza semántica y una sintaxis mínima que está al servicio de una narración egoísta”.
Ernaux: Hace 30 años que una cierta prensa, la de la derecha conservadora, ataca mis textos. Ello nunca me importó.
¿En Francia sus libros todavía se interpretan como un ataque al orden social y a la literatura tradicional, o eso ya pasó?
Ernaux: Me temo que sigue siendo así. Y la crítica que acaba de mencionar, como muchas otras después de obtener el Nobel, lo refleja. Pero al mismo tiempo demuestra que mis libros molestan a cierta orientación política y a los seguidores de una literatura consciente de lo tradicional. Pero no me irrita, al contrario. No quiero escribir como todos los demás.
Hace tiempo que apoya a la izquierda liderada Jean-Luc Mélenchon. ¿Qué lo une a él?
Ernaux: Comparto su mirada sobre la sociedad y muchas de sus demandas. Ya no quiere esta República que, a través de la Constitución, le entrega a un solo hombre, el Presidente, un poder excesivo. Ello no se condice con nuestra época en la que los ciudadanos quieren participar de las decisiones políticas.
Hace poco aseguró: Tengo 82 años, pero la lucha continúa. ¿Cuál es su lucha?
Ernaux: Lucho por la justicia social y en contra de los privilegios excesivos, en contra de las jerarquías actuales. Quiero que se limiten las utilidades de las grandes empresas y que se cambie de mirada social. Por eso apoyé al movimiento de los chalecos amarillos. Me pareció bien que los olvidados y despreciados dieran a conocer su opinión, que mostraran que tienen conciencia política aun cuando no pertenezcan a partido alguno y nunca antes en su vida se hayan manifestado. Fue como si hubieran realizado un curso exprés en educación política.
"No me gusta cómo Macron trata a las personas. Tome la reforma a las pensiones que se está planificando. Según Macron y sus ministros, los que se oponen simplemente no entendieron bien la reforma. Y el gobierno les dice: ‘Tendremos que explicarles una vez más para que puedan entender sus ventajas’. Como si las personas no fueran capaces de juzgar la fortuna o la desgracia de sus propias vidas. Eso me lo tomo como una ofensa".
¿Apoyó desde el principio a los chalecos amarillos, los que a fines de 2018 paralizaron el transporte de la República para protestar en contra de un aumento en el precio de la bencina?
Ernaux: Absolutamente, porque sus demandas eran fundamentales y las correctas. Querían ser tomados en cuenta y dejar de ser una masa anónima. Querían pertenecer y ser tomados en serio. Y están en todo su derecho: este gobierno trata a la gente como niños.
¿A qué se refiere?
Ernaux: No me gusta cómo Macron trata a las personas. Tome la reforma a las pensiones que se está planificando. Según Macron y sus ministros, los que se oponen simplemente no entendieron bien la reforma. Y el gobierno les dice: ‘Tendremos que explicarles una vez más para que puedan entender sus ventajas’. Como si las personas no fueran capaces de juzgar la fortuna o la desgracia de sus propias vidas. Eso me lo tomo como una ofensa.
La reforma de Macron prevé aumentar de manera gradual la edad de jubilación de 62 a 64 años hasta 2030. En otros países eso ocurrió ya hace tiempo. ¿También es opositora a la reforma previsional, aunque a sus 82 años siga trabajando?
Ernaux: En mi profesión como maestra de escuela me jubilé a los 60 años. Nunca consideré la escritura como una profesión, más bien como un compromiso personal y de por vida. Para mí es normal dedicarme lo máximo posible a ello, aun teniendo 82 años. Pero también es mi propia decisión.
¿Por qué, como muchos franceses, siente que es una imposición tan dramática jubilarse recién a los 64 años?
Ernaux: Creo que viene de nuestra relación con el trabajo. En Francia los empleados y obreros tienen menos posibilidades de cogestión. La gente muchas veces ya no tiene una relación con la empresa para la que trabajan. A muchos no les gusta su empleo. Y ahora encima se les quita la certeza de poder terminar en un cierto momento dado. Ello es muy violento.
"Pero lo que más me molesta es la concepción que Macron tiene acerca del poder. Desde que está en el Elíseo gobierna de manera autoritaria y sin empatía para con el pueblo. Si uno lo compara con sus predecesores, incluso con un conservador como Nicolás Sarkozy, Macron es quien está más alejado de los franceses. Y quien, de manera mucho más clara que los demás, es el Presidente de los ricos".
¿Volverá a las calles para oponerse a la reforma, tal como lo hizo en octubre cuando participó en ‘la marcha en contra del costo de la vida’?
Ernaux: No, pero sólo porque me cuesta más caminar. En octubre sólo logré algunos metros. Y participé de esa manifestación no como Premio Nobel designada, sino que como ciudadana solidaria.
¿Uno se puede manifestar en contra de la inflación? ¿No cree que los franceses siempre están exigiendo demasiado del Estado?
Ernaux: No creo eso. El Estado define las condiciones generales, como la educación de los niños, la provisión de salud o la policía. La vida del individuo depende del respectivo sistema político. Además, me parece normal exigirle al Estado, formularle expectativas, exigirle rendición de cuentas. ¿O no?
Durante la pandemia publicó una Carta Abierta a Emmanuel Macron donde le echa en cara haber sido sordo frente a las alertas en torno al sistema de salud. ¿De verdad todo empeoró desde que llegó al Palacio del Elíseo?
Ernaux: Desde luego nada ha mejorado. Pero lo que más me molesta es la concepción que Macron tiene acerca del poder. Desde que está en el Elíseo gobierna de manera autoritaria y sin empatía para con el pueblo. Si uno lo compara con sus predecesores, incluso con un conservador como Nicolás Sarkozy, Macron es quien está más alejado de los franceses. Y quien, de manera mucho más clara que los demás, es el Presidente de los ricos.
Con Marine Le Pen los populistas de derecha estuvieron el año pasado más cerca que nunca del poder. ¿Pertenece a quienes aseguran que Le Pen nunca entrará al Palacio del Elíseo, o cree que ello es posible en 2027?
Ernaux: Tengo un gran temor de que ello pueda ocurrir. Y ahí será demasiado tarde para quejarse. Creo que podrían ser aún peor que en Italia. Observe no más como envenena nuestro parlamento con los muchos diputados que ella tiene. No hay que olvidarse que Macron deseaba tener a Le Pen como adversaria en el balotaje. Quería asegurarse del voto de los franceses.
¿También culpa a Macron del éxito de Marine Le Pen?
Ernaux: Por razones tácticas y electorales hizo un juego peligroso y con ello le procuró aún más influencia a la extrema derecha en torno a Le Pen.
Por cierto, ¿Macron la ha felicitado por su premio?
Ernaux: Dos semanas después de que se hiciera público me envió una carta, aquí a mi casa. No fue muy personal, pero al menos tuvo ese gesto.
Hace años que arremete en contra de Israel y ha firmado varias peticiones que condenan ese país.
Ernaux: Para dejarlo en claro, porque en esto hubo muchas críticas infundadas: jamás he puesto en duda el derecho de existencia del Estado de Israel. Tampoco he firmado peticiones en contra de Israel, sino sólo algunas que se referían a ciertos programas u organizaciones.
Usted protestó para evitar que la Eurovisión se realizará en Tel Aviv y quiso impedir un programa cultural bilateral entre Francia e Israel.
Ernaux: Yo intercedo a favor del pueblo palestino y de los derechos de las personas que viven en los territorios ocupados. Por eso he firmado varias peticiones. Me parece que no debo justificarme por ello.
"Viví en dos mundos: en la clase obrera y en el mundo de la burguesía. Lo decisivo es cuánto uno conserva de ese primer mundo. En mi caso está muy presente, en parte porque lo volví en un tema de mis libros. Y cuando miro a mi alrededor, todavía veo ese primer mundo. A medida que me he desarrollado más, me siento cada vez más cercana a ese mundo".
Durante su vida hubo momentos en que estuvo políticamente activa. Hace poco se pudo ver en cines una película que se basa en imágenes privadas que tomó con una cámara Super-8. En sus libros muchas veces se refiere a fotografías que vienen de su pasado. ¿Es una persona nostálgica?
Ernaux: No soy nostálgica, sino melancólica. No es lo mismo. La gente nostálgica anhela volver al pasado. Melancólicos como yo observan como el tiempo pasa delante de ellos, pero no lo idealizan. Para mí las fotos son importante porque congelan un momento y muestran el transcurrir del tiempo. Documentan tanto la vida como la muerte.
Sus padres y su hermana están enterrados en un cementerio en Yvetot, en Normandía. ¿Le gustaría estar en el mismo lugar?
Ernaux: Por ningún motivo. Yo quise huir de ese lugar, por lo que al final de mi vida no pienso regresar ahí. Hace 12 años adquirí una tumba en el antiguo cementerio de Cergy.
¿Diría de sí misma que ha superado su origen? ¿Acaso es posible dejar su propia procedencia?
Ernaux: Viví en dos mundos: en la clase obrera y en el mundo de la burguesía. Lo decisivo es cuánto uno conserva de ese primer mundo. En mi caso está muy presente, en parte porque lo volví en un tema de mis libros. Y cuando miro a mi alrededor, todavía veo ese primer mundo. A medida que me he desarrollado más, me siento cada vez más cercana a ese mundo.
Sorprendente.
Ernaux: No para mí. El primer mundo es el de la infancia, con todos sus recuerdos, con la forma de percibir. El mundo en el que vivo hoy lo observo más bien con los ojos de un etnólogo.
Por cierto, ¿qué hizo con los casi 900.000 euros que entrega el Premio Nobel? Es bastante dinero para alguien de ese primer mundo.
Ernaux: Aún no lo he cobrado, porque no sé bien qué hacer con ello. Uno tiene un año para recibir el dinero. Todavía no se cumple el plazo, así es que me queda tiempo.
Madame Ernaux, le agradecemos esta conversación.
Comentarios
Maravillosa mujer...
Una hermosa entrevista, fácil
Me encantó leer la entrevista
La considero tan simple que
El Premio Nóbel de Literatura
Añadir nuevo comentario