Achille Mbembe responde en una entrevista con Nils Gilman en la revista Noema del 11 de enero del 2022: “Puede ser que debamos dejar de lado el sueño de la reconciliación. Puede ser que esos sueños sean tan antagónicos que nunca se reconcilien. La pregunta entonces es: ¿Es posible construir algo en común frente a tal antagonismo? ¿Cómo convivimos con lo irreconciliable? ¿Qué tipo de vida es probable que surja de opiniones y posiciones conflictivas que nunca se reconciliarán? ¿Y cómo podemos convivir con ellas sin abrir las puertas a la guerra civil? Una guerra civil no solo dentro de estados-nación específicos, sino una guerra civil a escala planetaria. Creo que es ahí donde probablemente estamos”.
Lo que pasa en Palestina no es solo la situación de un pueblo oprimido sino también a nivel global como parte de la guerra contra el colonialismo y sus resabios.
Edward Said ya en los 80 y 90 nos explicaba claramente las proyecciones occidentales a “Oriente” que van desde el árabe terrorista al árabe hoy en Palestina como el último bastión contra el colonialismo, pasando por el abanico entre estas dos posiciones extremas. Lo que pasa en Palestina no es solo la situación de un pueblo oprimido sino también a nivel global como parte de la guerra contra el colonialismo y sus resabios.
Si vamos más allá de lo que nos informan los principales medios de comunicación, vemos a muchos jóvenes tratando de encontrar la espiritualidad y una respuesta a las preguntas filosóficas de la vida fuera de nuestra propia cultura (occidental). Asia y América del Sur están inundadas de jóvenes euroamericanos descontentos que buscan respuestas a lo que sus sociedades no logran abordar, y también son conscientes de lo irremediable de nuestra situación mundial donde el “desarrollo” y el “progreso” están trabajando en contra nuestra. Ciertamente, necesitamos soluciones planetarias.
Por otra parte, los archivos y fuentes de información del mundo entero, desde plantas medicinales pasando por el yoga y la meditación están siendo abiertos, utilizados y abusados por los medios de comunicación y la industria cultural. En Silicon Valley la microdosificación de psilocibina y hongos mágicos es parte de la cultura cotidiana, y hay miles de “ceremonias” de ayahuasca en Perú y Brasil, por un lado peligrosas, pero que también le logran salvar la vida a muchos. Corrientes tradicionales de psicología están usando estas drogas milenarias. Los archivos del mundo se están abriendo y no es sorpresivo que esta información no provenga de “arriba hacia abajo”, sino de “abajo hacia arriba”. Los políticos y los medios de comunicación deben alinearse en consecuencia, con la nueva información y las nuevas preocupaciones del mundo de hoy. Se necesita una conciencia planetaria, tal como la definió Achille Mbembe. Él escribe:
“La política planetaria debería estar conectada a una política de la vida, a una política de la Tierra. Esto incluye a toda la creación: todas las personas del mundo, las creaciones o trabajos de la humanidad, la cantidad de cosas que hemos inventado, los animales, las plantas, los microbios, los minerales y los cuerpos mixtos (que es lo que todos somos). En otras palabras, todo el universo físico, toda la realidad, incluyendo (dado que estoy basándome en el archivo precolonial africano) las energías espirituales y biológicas que se ajustan a la definición del mundo viviente”.
El explosivo aumento de centros de Yoga y retiros de meditación en Europa y en los Estados Unidos es un signo de los tiempos en los que nuestros jóvenes europeos y estadounidenses acuden en masa en busca de atisbos de un más allá, frustrados por el mundo que han heredado. Lama Govinda, ya en los años 50 y 60, nos evocaba un Tíbet que no es tan diferente de la idealización de la India, o de los chamanes sudamericanos con sus cultos al ayahuasca para los jóvenes descontentos de hoy. Lama Govinda escribe:
“Debido a su aislamiento e inaccesibilidad (que fue reforzado por las condiciones políticas de los últimos siglos), el Tíbet ha tenido éxito no solo en mantener vivas las tradiciones más antiguas, el conocimiento de las fuerzas ocultas del alma humana y los logros más elevados y enseñanzas esotéricas de santos y sabios indios. Pero en la tormenta de eventos que están transformando el mundo, de la cual ninguna nación en la Tierra puede escapar y que también arrastrará al Tíbet fuera de su aislamiento, estos logros espirituales se perderán para siempre a menos que se conviertan en parte integral de una futura civilización superior de la humanidad… ¿Por qué es que el destino del Tíbet ha encontrado un eco tan profundo en el mundo? Solo puede haber una respuesta: el Tíbet se ha convertido en el símbolo de todo lo que la humanidad de hoy anhela, ya sea porque se ha perdido, no se ha realizado o está en peligro de desaparecer de la vista humana: la estabilidad de una tradición que tiene sus raíces no solo en un pasado histórico o cultural, sino en el ser más profundo del hombre, en cuyas profundidades este pasado está consagrado como una fuente siempre presente de inspiración”.
Los archivos del mundo son vastos, y nos muestran que hay otras maneras de ver el mundo. Mbembe, utilizando principalmente el archivo africano, llama “animismo” al sentido de ver la Tierra como un organismo vivo, que no es muy distinto de lo que cualquier biólogo hoy puede confirmar. Fritjof Capra ya en su libro The Turning Point: Science, Society, and the Rising Culture(1982) traza la historia de la ciencia y la economía, y critica los paradigmas cartesianos, newtonianos y reduccionistas, que son características fundamentales del pensamiento instrumental. Argumenta que tales visiones del mundo han quedado obsoletas y son inadecuadas para la tecnología moderna y las necesidades ecológicas de hoy. Necesitamos una nueva forma de pensar en el mundo en el que vivimos.
Hay algo de verdad todavía hoy en lo que Lama Govinda escribe. Los archivos del mundo son vastos, y nos muestran que hay otras maneras de ver el mundo. Mbembe, utilizando principalmente el archivo africano, llama “animismo” al sentido de ver la Tierra como un organismo vivo, que no es muy distinto de lo que cualquier biólogo hoy puede confirmar. Fritjof Capra ya en su libro The Turning Point: Science, Society, and the Rising Culture(1982) traza la historia de la ciencia y la economía, y critica los paradigmas cartesianos, newtonianos y reduccionistas, que son características fundamentales del pensamiento instrumental. Argumenta que tales visiones del mundo han quedado obsoletas y son inadecuadas para la tecnología moderna y las necesidades ecológicas de hoy. Necesitamos una nueva forma de pensar en el mundo en el que vivimos. Capra sugiere que necesitamos nuevos conceptos holísticos y teorías de sistemas para resolver los problemas complejos de la sociedad y el planeta.
Para el budismo por ejemplo, la interconexión de todas las cosas, una idea fundamental de su filosofía, se asemeja enormemente a la noción saussureana del lenguaje, donde todos los idiomas necesitan de toda la red del lenguaje para explicarse a sí mismos. Cada palabra que se quiere definir necesita así de la otra en una red interconectada de lenguaje. Esta idea no es exclusiva de Saussure obviamente, sino que se puede ver claramente en la idea de interconexión budista. Se pueden establecer así comparaciones entre todas las culturas y entre todos los pensadores en todo el planeta. La descentralización del modo de vida euroamericano para crear una posibilidad de vida en la Tierra se ha convertido en una emergencia. Ya no podemos pensar en la visión a corto plazo de los Estados-Nación, y su mera sobrevivencia.
Mbembe, en un ensayo de 2019 titulado “Bodies as Borders”, cita tres “mega-procesos”: primero, el poder extremo y creciente de las corporaciones de alta tecnología y las finanzas. Segundo, la “escalada tecnológica”, que incluye –aunque no se limita– a la Inteligencia Artificial. Tercero, la contradicción de vivir en una era de movilidad e interconexión sin precedentes, pero también en una era de fronteras reforzadas. El filósofo chino de Harvard, Zhao Tingyang, citado por Mbembe, nos dice que las finanzas, las tecnologías globales y el Internet son mucho más importantes que las categorías de pensamiento basadas en los Estados-Nación. Debemos comenzar a mirar, y crear las instituciones que se asemejan al mundo en el que vivimos y no al mundo postmedieval europeo posterior a Westfalia, basado en la polis griega y, a partir de ahí, en el Estado-Nación. Debemos pensar en el planeta, en la Tierra, en una conciencia planetaria.
Muchos de nosotros seguimos pensando en los Estados-Nación, cuando en la práctica es una categoría que ya no tiene sentido. Esto no es solo un hecho intelectual, sino que los “mega-procesos” hacen obsoleta la categoría del Estado-Nación. Lo que se está pidiendo es pensar el mundo de una manera completamente nueva. El problema es la idealización romántica de las culturas ajenas a la nuestra que impiden tener una visión más objetiva de ellas, y así dificultan poder extraer lo realmente útil para el mundo que vivimos.
Hemos llegado a un punto en la historia en el que los puntos de vista contradictorios deben ser vistos como parte del sistema mayor que es la Tierra. El libro All under Heaven: The Tianxia System for a Possible World Order, escrito por el filósofo chino Zhao Tingyang de la Universidad de Harvard, nos da otra visión del mundo, diferente de la visión habitual del Estado-nación occidental. En este libro Zhao trata de explicarnos la visión china donde conviven posiciones contradictorias bajo el concepto de “Todo bajo el Cielo”. Zhao nos dice que:
“Hay por lo menos dos puntos de partida decisivos para determinar el significado y el alcance de lo político: la polis griega que constituye un concepto de política nacional, y la tianxia china que constituye un concepto de política mundial. Antes de la aparición de la política genuina, la humanidad tenía una larga historia de diversas formas de gobierno, incluidas muchas monarquías y dinastías. Pero el mero gobierno no es lo mismo que lo político. La lógica de gobernar es naturalmente un orden hegemónico. Internamente se trata de la sumisión a los líderes y externamente de la sumisión a los órdenes naturales hegemónicamente realizados”.
El Estado-Nación basado en la idea de la polis griega es lo que mantiene en su lugar nuestras ideas sobre el orden político. La estructura subyacente de nuestro concepto de lo político se basa, como nos recuerda Catherine Malabou en “Stop Thief!: Anarchism and Philosophy” en la polis, y con la polis en la familia, y en la heteronormatividad familiar. Estas categorías simplemente no se sostienen con lo que Mbembe llama los “megaprocesos”.
Los conflictos en el ámbito de la política y las relaciones internacionales se centran en visiones conflictivas sobre el universo, diferencias en términos ontológicos. Mientras que algunos están convencidos, al estilo de Hobbes, de que la naturaleza humana es egoísta y un estado de guerra, tenemos la otra versión más en línea con Rousseau, que sostiene que es en el estado de naturaleza donde yace nuestra utopía. Hobbes y Rousseau se han convertido en los puntos extremos de nuestro pensamiento político. Necesitamos comenzar a pensar de nuevas maneras, dándonos cuenta de que, como describe Mbembe, los mega-procesos son categorías que simplemente contemplan el Estado-Nación de la misma manera en que miramos un antiguo artefacto religioso, un tótem, o un fetiche.
El cisma, el estancamiento en las negociaciones entre Tíbet y China, Israel y Palestina por nombrar algunos, y la situación del mundo en general hoy en día se debe a la manera en que abordamos el conflicto. Es necesaria una nueva manera de pensar.
Es el pensamiento polar, dualista, instrumental y calculativo el que está en la raíz de la mayoría de los conflictos. Todos los intentos de resolver la situación actual entre Palestina e Israel, que tiene al mundo al borde de una tercera guerra mundial y con un genocidio perpetuado en nuestras narices, tanto como el dilema China-Tíbet entre muchos otros, así como la insatisfacción general de la humanidad, están cargados de estrategias de pensamiento dualista basadas en visiones fragmentadas del mundo que solo profundizan y acentúan el problema. El cisma, el estancamiento en las negociaciones entre Tíbet y China, Israel y Palestina por nombrar algunos, y la situación del mundo en general hoy en día se debe a la manera en que abordamos el conflicto. Es necesaria una nueva manera de pensar.
Sobre el autor de esta columna: Christián Palocz es PhD del European Graduate School y se graduó en filosofía, contando con un magister en Religión en la Universidad de Columbia, Nueva York. Reside en Santiago.
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