Este artículo es parte del newsletter exclusivo Reunión de Pauta del pasado miércoles 27 de julio de 2022, y ahora se comparte para todos los lectores.
Estamos a sólo seis semanas de uno de los plebiscitos más relevantes en la historia de Chile.
La maquinaria de la opción Rechazo a la propuesta del nuevo texto fundamental está trabajando sin parar, apoyada de manera firme por la prensa tradicional que -en el mejor de los casos- realiza una cobertura anecdótica del proceso. Según datos del Servel, esa opción ha recibido hasta ahora más de 90% de los dineros aportados.
Casi todas las firmas de encuestas vienen pronosticando hace semanas un amplio triunfo de esa opción.
Hace nueve meses, uno podía escuchar en las mesas aledañas en un restaurante, en la calle, en el mall o en las micros palabras como ‘Boric’ y ‘Kast’. Hoy, ‘Apruebo’ o ‘Rechazo’ son palabras que apenas se oyen en la vida cotidiana.
Sin embargo, sucede algo extraño. Al margen de las redes sociales y de los segmentos de la ciudadanía híper informada, el plebiscito no parece ser un tema de conversación en la vida diaria de las y los chilenos.
Hace nueve meses, uno podía escuchar en las mesas aledañas en un restaurante, en la calle, en el mall o en las micros palabras como ‘Boric’ y ‘Kast’. Hoy, ‘Apruebo’ o ‘Rechazo’ son palabras que apenas se oyen en la vida cotidiana.
Es más, en la convivencia cotidiana entre muchos ciudadanos en estos días parece no existir el tema, ni en voz baja, ni en voz alta.
¿Qué significa ese silencio en la sobremesa? Francamente, no lo sé, y deja mucho espacio para interpretaciones. Una es que, pese a todo, es un proceso que no resulta tan fundamental para muchos como parecen creer los defensores del status quo y los entusiastas del cambio.
Otra es que la opción Rechazo está tan instalada que la mayoría de los ciudadanos dan por terminado cualquier discusión. Al otro lado del espejo, sin embargo, se puede aventurar que la mayoría silenciosa del país -esa misma que crecientemente se alejó de las urnas desde fines de los años 90- da por hecho que hay que aprobar. No con entusiasmo, sino por defecto. No con las energías de la segunda vuelta presidencial, sino por el cansancio de varios años de una inusual intensidad política. En otras palabras, el Apruebo ganaría por el simple hecho que muchas y muchos no quieren alargar aún más un proceso que, con el Rechazo, quedaría en el limbo, prolongando la incertidumbre.
La arrolladora y multimillonaria campaña del Rechazo podría dar cierta credibilidad a este punto. Después de todo, si uno sabe que va a ganar de manera fácil, ¿por qué esforzarse tanto?
¿Cuál de estas interpretaciones se acerca a lo que pueda ocurrir el 4 de septiembre? Nadie sabe, pero me gustaría pensar que -más allá de sus defectos y virtudes- Chile escogerá mirar hacia el futuro
¿Cuál de estas interpretaciones se acerca a lo que pueda ocurrir el 4 de septiembre? Nadie sabe, pero me gustaría pensar que -más allá de sus defectos y virtudes- Chile escogerá mirar hacia el futuro, y no quedarse pegado en la letargia de una constitución emanada bajo la lógica de la Guerra Fría y en medio de su larga dictadura militar.
Comentarios
Oportuno artículo para
Creo además que no debe ser
El Pueblo Chileno es Sabio,
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