Se trata de relatos oficiales que interactúan en un danzar telúrico con trasfondos autóctonos, procesos de violencia estatal y profundo disciplinamiento institucional de conciencias y cuerpos.
Hoy por hoy emergen, entre la jocosidad y cierta rudeza, discursos y prácticas que desean abrir fisuras en los cimientos refundacionales de la fiesta, como si otro tiempo quisiera retornar a ocupar un lugar que le fue negado.
La fiesta popular e indígena antes de la festividad Nacional
Como primer elemento es importante destacar que la fiesta de la Tirana no es en efecto una fiesta propiamente “Chilena”, sin ir más lejos y siguiendo a Juan Van Kessel (1989) se trata de una festividad Andina, asociada a la tierra y la fertilidad tal como lo sugiere Van Kessel (1989) y prensa de la época permite advertir toda vez que indica que los indios que poseen algún sembrío de melones, guayabas o cualquier otra fruta, llévenle a la santa un ejemplar del fruto, pidiéndole además, gratifiquen la ofrenda con la feliz producción del melonar ó del guayabar (...) Durante el trayecto, varios indios con sombrero en mano iban junto á la imájen esperando que se cayera alguna fruta, fruta que para ellos es sagrada y como tal la guardan como reliquia (La Patria, 18 de julio de 1907)
Siguiendo a González (2006) es posible sostener que si bien la festividad está marcada fuertemente por el proceso salitrero, posee raíces profundas en el ciclo de explotación de la plata de Huantajaya, sin embargo estos orígenes son escasamente referidos y recordados, lo cual sugiere la existencia de una interrupción anémica -aparentemente traumática- entre una festividad de carácter “Autónomo, indigena y popular” y una “Fiesta Nacional-Chilena y Católica”.
La autonomía referida se habría debilitado a partir del control político impuesto por Monseñor José María Caro, quien promovió un disciplinamiento de la fiesta, la cual venía siendo cuestionada por los sectores dominantes en paralelo a las exigencias de disección que el proceso de Chilenización exigió.
En este clima epocal la prensa permite identificar la opinión que los sectores dominantes habían poseído de la festividad; por ejemplo, Periódico “El Tarapacá” (16/07/1908) señala que la fiesta implicaba libaciones a la salud de la santa, trasnochadas a campo raso en poco edificante promiscuidad y todo cuanto en la práctica, haciendo perder la razón y la cultura, mientras que La Provincia (1910) señala que en esta festividad se aprovecha la ocasión para entregarse en brazos del más descarado juego de azar y que después trae como resultado riñas, pendencias, etc. Periódico Tarapacá (1907) señalando que los indios visten los trajes más extravagantes y ejecutan bailes o danzas en los que se notan muchos resabios de paganismo (...) Alrededor de los danzantes es de rigor que se hagan cabriolas y dé saltos y carreras vertiginosas un individuo que lleva el grotesco traje de diablo con su correspondiente máscara.
Disciplinamiento, chilenización y disección de una festividad
El periódico La Luz (22/07/1917) refiere antecedentes relevantes que permiten sostener un ordenamiento de la fiesta en torno a ciertos acuerdos que habrían existido entre las cofradías y la Iglesia. Nada se sabe sobre la disidencia a estos acuerdos, entre los cuales destacan:
1. Guardar entre sí orden y los nombres que se indican en lugar de los antiguos.
2. Los bailes nuevos seguirán su enumeración.
3. Nadie debe entrar a la Iglesia con caretas, máscaras, figurines, etc.
4. Cuando se está cantando un baile en la Iglesia, el que va entrando no debe interrumpirlo.
5. El caporal de cada baile debe llevar visible su número.
6. El caporal del número 1 hace de director general, para el caso que fuera necesario.
7. Se hizo el cambio de nombres, tanto para dar un patrono a cada baile.
A esto se le debe sumar el violento proceso “Chilenizador” que operó en Tarapacá, el cual, en lo referente a la festividad, tendrá como indicador histórico clave la modificación de la fecha de la festividad, la resignificación vertical, ejercida desde el estado y sus aparatos ideológicos de su principal protagonista “la virgen”. Este personaje habría pasado de ser “La Chinita” (La palabra "chino" viene del quechua Xinu que refiere "servidor") a la Patrona de la Patria y del Ejército de Chile” y también la disección de la festividad con la finalidad de separar de ella todo resabio de “lo indígena” “lo peruano” y “Lo Boliviano”. Es importante señalar que desde comienzos del siglo XIX la fiesta se celebraba en diversas fechas como el 6 de agosto para los bolivianos, 28 de julio para los peruanos y 16 de julio para los chilenos.
A 100 años de una fisura: Entre el retorno de lo reprimido, la rebelión de los diablos y los esfuerzos por “conservar” el orden
A 106 años de aquel 22 de Julio de 1907 es posible ver que los acuerdos sostenidos entre danzantes y Monseñor José María Caro se han respetado y mantenido sin mayores sobresaltos, se ha guardado orden entre las organizaciones, las sociedades religiosas para incorporarse deben presentarse, ser evaluadas y sometidas a la rigurosa enumeración, a la iglesia no ingresan máscaras y figurines, menos si no se encuentran federados.
Las sociedades portan con orgullo sus fechas fundacionales y número de inscripción en la federación de bailes religiosos, tal como lo indican sus estatutos vigentes en el numeral 123 donde se indica que los bailes deben hacerse presente con su estandarte en cada acto de culto o actividad religiosa que lo requiera ya que no hay otro que lo identifique como tal.
Respecto de vestimentas y otras innovaciones en el mismo artículo se indica que cualquier traje nuevo, o alguna acción especial que quiera hacer y/o utilizar la sociedad, deberán solicitarlo a la Junta General para su aprobación. Es importante señalar que dicha junta, según los mismos estatutos se compone de la siguiente manera: Composición de la directiva. La directiva de la Federación es la autoridad máxima de las Asociaciones, Bailes Religiosos y personas que la componen, y se constituirá por un presidente, un vicepresidente, un secretario de acta, un secretario de correspondencia, un tesorero, un Pro tesorero, tres directores y el asesor eclesiástico.
Todo lo señalado se impone con un cierto peso sobre el desarrollo contemporáneo de la festividad, sin embargo existen prácticas y discursos que desde una periferia cuestionan el orden vigente intentando abrir paso a un tiempo pretérito. Se trata de los famosos “diablos sueltos” quienes año a año interrogan a la festividad, la cuestionan, haciendo intervenir símbolos paganos e idolátricos como las serpientes y lagartijas en sus vestimentas. Todos símbolos ampliamente condenados por la iglesia católica desde el desarrollo de su empresa evangelizadora en América. Todos estos símbolos estaban presentes en las antiguas vestimentas de la fiesta y hoy pueden estar siempre y cuando se circunscriban a Diabladas organizadas al interior de Sociedades Religiosas contenidas en la federación de bailes referida anteriormente.
Los diablos sueltos, con la fuerza del Rojo y “símbolos idolátricos” ejercen el derecho a participar en nombre de un tiempo pretérito sin detenerse en el parecer de la organización eclesiástica y sus organizaciones intermedias.
(*) Bosco González es presidente del Colegio de Sociólogos y Sociólogas de Chile
Comentarios
Bien el artículo, interesante
Está bien un análisis
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