Para explicar el rápido ascenso político de José Antonio Kast, el analista político Cristóbal Bellolio recurrió nada menos que a un personaje de la serie Game of Thrones (a partir de ahora GoT, 2011-2019) llamado Mance Ryder, un caudillo que unificó a las tribus de salvajes que vivían en el frío y blanco descampado al otro lado del muro.
Años antes, Bellolio había ido un poco más lejos, con otra columna comparando a cada uno de los partidos políticos chilenos con alguna de las casas de dicha serie: Renovación Nacional eran los estoicos y dignos Stark; la UDI eran los Lannister con sus recursos infinitos; el PC eran los Greyjoy, pues ellos “no cosechaban” (sino que saqueaban)… y así.
Más allá de los méritos de la columna, esto pudo hacerlo porque la serie fue bastante eficiente al perfilar a las diversas familias aristocráticas como encarnaciones de ciertas formas de enfrentar la vida y ejercer el poder; formas que expresaban los muchos personajes con sus palabras, con su conducta y con los elocuentes lemas familiares, devenidos casi en mantras. De los muchos que GoT regaló a la cultura popular durante su década de exhibición.
La trama nos sitúa dos siglos antes de los hechos narrados en GoT, cuando la familia Targaryen gobierna sin contrapeso sobre los siete reinos del continente Westeros.
La casa del dragón, en cambio, no tiene tal diversidad ética ni la potencia retórica de su predecesora, sino una vocación más bien simple en sus ambiciones y parroquial en su alcance, pues se limita a las disputas de poder dentro de una sola familia –los Targaryen– a partir de las leyes de sucesión, las tragedias inesperadas y las malas decisiones de sus protagonistas.
La trama nos sitúa dos siglos antes de los hechos narrados en GoT, cuando la familia Targaryen gobierna sin contrapeso sobre los siete reinos del continente Westeros. Tras la muerte del anciano rey Jaehaerys I, quien sobrevivió a sus dos hijos y herederos varones, un consejo de ancianos designa como rey a Viserys (Paddy Considine) en vez de su prima mayor Rhaenys (Eve Best), más apta para gobernar pero descartada por ser mujer.
La primera temporada consiste básicamente en el reinado de Viserys, un individuo que aspira a la decencia; aborrece la guerra y cualquier forma de enfrentamiento, y que a lo largo de los capítulos exhibe un notable talento para posponer problemas y convencerse de que los está resolviendo. El excelente actor que lo interpreta es capaz de armar un personaje dubitativo y complejo, pero no tan débil como para ser abiertamente desafiado por su prima descartada, o por su hermano Daemon (Matt Smith), impulsivo, ambicioso, proclive a la violencia, pero también capaz de ver y respetar la genuina bondad de su hermano. Y la majestad del cargo.
Sin embargo, la buena caracterización no impide que el personaje del rey resulte exasperante, en parte porque el devenir de la historia anuncia sin mucha sutileza que todo lo que ocurra será por causa de las torpezas bienintencionadas del soberano. Influidas por emociones circunstanciales como la pena, el enojo o por las sibilinas palabras de su primer ministro, Otto Hightower; estupendamente encarnado por Rhys Ifans como un manipulador que hace coincidir sus planes de encumbramiento político con un sincero afecto por su rey. Personaje odiable, sí; pero nunca despreciable.
La primera temporada consiste básicamente en el reinado de Viserys, un individuo que aspira a la decencia; aborrece la guerra y cualquier forma de enfrentamiento, y que a lo largo de los capítulos exhibe un notable talento para posponer problemas y convencerse de que los está resolviendo.
El elenco principal lo completan Alicent (Olivia Cooke), hija de Otto y esposa del rey por instigación de su padre; y Rhaenyra (Emma D’Arcy), hija y heredera de Viserys pese a ser mujer, y verdadera protagonista de la serie. Lo es porque su resolución de ser heredera –aunque sepa que la mitad del reino cuestionará– y de vivir su sexualidad a su manera, son tan importantes como las dudas de su padre para desencadenar lo que se sabe que vendrá.
A diferencia de GoT, donde los personajes fuertes, singulares e inolvidables eran mayoritariamente masculinos, acá se apuesta por seguir la maduración de una mujer rebelde y la confabulación de quienes se declaran sus enemigos. Por ser mujer y por ser rebelde. Sin embargo, todo se reduce pronto a un duelo entre la hija del débil rey y la esposa, un duelo jugado en una corte de personajes movidos por despecho o ambición, no muy distintos de lo que se puede ver en una teleserie.
Y esto va sin sarcasmo ni desprecio por este género. De hecho, los enredos de paternidades falsas, resentimientos en permanente renovación y despechos no resueltos conforman una trama efectiva y capaz de generar fidelidad, sazonada además con sorpresivas dosis de truculencia, como las que GoT usaba para maltratar a una audiencia agradecida por dicho maltrato.
Sí, La casa del dragón se percibe como una teleserie, una de mayor presupuesto y cuyos cambios de escenario no logran disimular el enrarecido aire de las intrigas a puertas cerradas, tejidas para la obtención un objeto de deseo: un grotesco trono cuya silueta parece la de un instrumento de tortura. Y no hay mucho más allá de eso.
A diferencia de GoT, donde los personajes fuertes, singulares e inolvidables eran mayoritariamente masculinos, acá se apuesta por seguir la maduración de una mujer rebelde y la confabulación de quienes se declaran sus enemigos.
No existe la mirada cínica, desencantada o irónica respecto del poder –que se tiene o se aspira a tener– que desplegaban algunos de los grandes personajes de GoT; no existe tampoco la mirada plebeya del mundo ni la disposición a mostrar y hacer atractiva la psicopatía que se siente atraía por el poder absoluto y se alimenta de él.
Si bien esta serie está teniendo un éxito importante, cerrando la temporada con un visionado de 10 millones de personas por capítulo, comparada con su predecesora parece un producto más simple y predecible, con dos bandos maniqueamente definidos y con personajes capaces de despertar pasiones –positivas o negativas– pero donde solo algunos suscitan algún interés.
¿Es justo comparar ambas series? Creemos que sí. GoT es la serie más exitosa de la historia (aunque no la mejor), y claramente un producto del mismo universo se vale de ello como un activo para su propio éxito. Por lo mismo, es justo advertir a los interesados en verla que solo encontrarán algunos de los elementos que hicieron de GoT un clásico, y ni siquiera son los más importantes.
Acerca de
Título original: House of the Dragon
País: EE. UU.
Exhibición: Primera temporada de diez episodios (2022-)
Creada por: Ryan Condal y George R. R. Martin
Se puede ver en: HBO Max
Comentarios
Añadir nuevo comentario