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Martes, 5 de Agosto de 2025
[Voces Lectoras]

Sobre la miopía y sordera ante la soberanía de los pueblos

Andrea Chamorro

Son muchos hoy los asuntos de urgencia, pero la atención de lo más apremiante no puede olvidar otros focos importantes de sentir colectivo. Una antropóloga propone en la siguiente columna una “escucha diferida” del Carnaval Andino en Arica, desarrollado a fines de enero ante un entusiasmo popular que contrasta con el silencio de los medios y el descuido de las autoridades: “Con los carnavales resonando en el cuerpo vale preguntarse por ‘LA realidad’ y sobre el murmullo de aquellas voces y ecos que provienen de otras esferas.”

A extramuros de la ciudad de Santiago, hoy acosada por el miedo al alza de la violencia y de las temperaturas, el Carnaval Andino Con La Fuerza del Sol que se desarrolla en Arica cada inicio de año, recorrió las calles de la ciudad-puerto del norte de Chile como una corriente de alegría y aire fresco que lo inundó todo. No solo a las miles de personas que abarrotaron las calles y vitorearon a los bailarines músicos que hacen posible la fiesta; ni tan solo al pequeño y gran comercio, los ambulantes, artesanos, peluqueras, maquilladoras, restaurantes y hoteles que culminaron los tres días de festejos repletos de expectativas y sueños cumplidos; sino que también a aquellos y aquellas que desde la fugacidad de sus pantallas de celulares pudieron fantasear la calle, la música y el colorido de otro mundo ofrecido por las decenas de organizaciones de bailes folklóricos a través de las redes sociales. 

Mientras tanto, la televisión chilena estaba muy ocupada en fabricar y sostener la imagen de un Chile en crisis por el ingreso de poblaciones ilegalizadas, la inminencia de un cierre de fronteras, el ciclo de incendios provocados y la preocupación sincopada por seguridad de la ciudadanía. Más que restar realidad a la multidimensionalidad de las crisis, con los carnavales resonando en el cuerpo vale preguntarse por “LA realidad” y sobre el murmullo de aquellas voces y ecos que provienen de otras esferas.

Quienes habitamos en el norte de Chile sabemos que el desierto no es un arenal baldío, ni un despoblado desde donde extraer riquezas mineras infinitamente. Porque el agua es escasa, lo mismo que la tierra que es fértil si se la endulza. Porque las comunidades indígenas y el mundo obrero ha persistido pese al despojo y las masacres. Ellas son un testimonio resonante. Y porque el desierto nunca estuvo en silencio y porque nunca estuvo tan vibrante como durante los días de Carnaval o los “tiempos de carnavales” como se dice por aquí.

El Carnaval Andino con la Fuerza del Sol (o Inti Ch’amampi en su voz Aymara) fue creado por organizaciones aymara, afrocescendientes y mestizas (migrantes de orígenes campesinos y proletarios) hace más de veinte años con la intención ocupar el espacio público y con el sueño de transformarse en la capital del folklor chileno. Desde entonces, el Carnaval Andino en Arica ha crecido casi exponencialmente desafiado los fantasmas más funestos: el racismo, el confinamiento sanitario, el cierre de fronteras, las migraciones desenfrenadas, la crisis del control. 

Mientras tanto, la televisión chilena estaba muy ocupada en fabricar y sostener la imagen de un Chile en crisis por el ingreso de poblaciones ilegalizadas, la inminencia de un cierre de fronteras, el ciclo de incendios provocados y la preocupación sincopada por seguridad de la ciudadanía. Más que restar realidad a la multidimensionalidad de las crisis, con los carnavales resonando en el cuerpo vale preguntarse por “LA realidad” y sobre el murmullo de aquellas voces y ecos que provienen de otras esferas.

¿Por qué el Carnaval Andino habría de mostrarse en televisión pública y con cobertura nacional? 

Quisiera ofrecer estas notas sobre la miopía y sordera a la diplomacia de los pueblos, porque el Carnaval en Arica guía a repensar los confines y la definición de los territorios desde la experiencia convivencia, escucha y apertura a la diversidad. En un escenario de pocos días -que es un brevísimo tiempo-, el Carnaval no se queda quieto ni en silencio, está en constante movimiento, por lo que el ambiente y el espacio resultan sonoramente marcados por la danza y el transitar de la audiencia. De este modo, deviene en un modo alternativo y soberano de relacionarnos, nos contagia motivándonos a crear vínculos y sentimientos entre personas de lugares diversos en un espacio-tiempo asediado por los cercamientos y las fronteras.

En palabras de Ailton Krenak: “¿Por qué nos causa malestar la sensación de estar cayendo? En los últimos tiempos no hicimos otra cosa sino vernirnos a pique. Caer, caer, caer. (…) Pensemos el espacio no como un lugar confinado, sino como el cosmos donde podemos desplomarnos en paracaídas coloridos”.

Cuando la comunidad se desvanece y ya no resuenan los tambores en nuestros corazones, resuena el recuerdo y la resistencia cíclica de su performance.

Andrea Chamorro. Antropóloga, Universidad de Chile. Magíster y Doctora en Antropología (Universidad Católica del Norte-Universidad de Tarapacá, Chile). Investigadora CMUS - Nucleo Milenio en Culturas Musicales y Sonoras. Reside en Arica, donde se desempeña como académica del Departamento de Antropología de la Universidad de Tarapacá.

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