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Martes, 29 de Julio de 2025
Análisis

Tres grandes tendencias globales y latinoamericanas que marcarán 2023

Andrés Almeida

El resultado de la guerra en Ucrania generará un reordenamiento de las fuerzas internacionales, en el cual puede emerger un nuevo 'Sur Global'. A la vez, las dificultades económicas agudizadas en 2023 pueden generar aún mayor inestabilidad política. Finalmente, los liderazgos chino y estadounidense buscan afirmarse para competir por el nuevo orden.

Este artículo es parte del newsletter exclusivo La Semana del pasado sábado 31 de diciembre de 2022, y ahora se comparte para todos los lectores.

Si 2022 fue un año difícil, 2023 puede serlo aún más, pues muchas de las cosas que se pusieron en marcha en el año que nos deja están entrando en velocidad crucero en este nuevo año. 

A continuación, tres grandes tendencias globales y latinoamericanas que marcarán el contexto internacional de este 2023.

 

1. Guerra Rusia - Ucrania - OTAN: ¿hacia un nuevo orden mundial o la restauración del poder estadounidense?

 El próximo 20 de febrero se cumplirá un año desde que Rusia decidió la invasión de Ucrania, en lo que representa el mayor desafío al orden internacional que estableció Estados Unidos al inicio de la década de lo 90', sin que haya un resultado determinante a la vista. La invasión devino en una guerra de posiciones y artillería en las provincias ocupadas por los rusos en el este y el sur de Ucrania, en la cual no hay un claro ganador militar ni un horizonte de fin del conflicto por la vía diplomática. 

Por el lado de Ucrania, el país logró resistir el asalto inicial sin colapsar, obtuvo un apoyo robusto de Estados Unidos y la OTAN para armarse, ha logrado mantener la unidad de Occidente detrás de su causa, e incluso logró importantes contraofensivas que permitieron recuperar territorio y credibilidad sobre su potencial militar, lo que le garantiza un flujo de recursos suficiente para mantener posiciones en el futuro cercano.

Por su parte, Rusia conquistó un puente terrestre entre Crimea (ocupada desde 2014) y Rusia, dejando a los ucranianos sin acceso al Mar de Azov, sumó a sus territorios, mediante referéndums, a las provincias de Jersón, Zaporiyia, Donetsk y Lugansk (aunque solo ha logrado la ocupación completa de esta última), evitó el colapso de su economía y de su capacidad de hacer frente al esfuerzo de guerra a propósito de las sanciones occidentales, y sorteó el aislamiento internacional dispuesto por Occidente, manteniendo fuertes vínculos con China, India y varias potencias de Asia, África y América Latina. 

Este último punto es tal vez el más relevante desde la perspectiva geopolítica. Un triunfo de Rusia abriría el horizonte de las potencias emergentes agrupadas en los BRICS, (Brasil, Rusia, China y Sudáfrica), un conjunto de grandes países no occidentales que buscan representar su peso demográfico y económico en términos políticos, ante la cual varios otros países han manifestado interés de unirse, como Argentina, México, Irán, Egipto, Turquía y Arabia Saudita.

Un triunfo de Rusia abriría el horizonte de las potencias emergentes agrupadas en los BRICS, (Brasil, Rusia, China y Sudáfrica), un conjunto de grandes países no occidentales que buscan representar su peso demográfico y económico en términos políticos, ante la cual varios otros países han manifestado interés de unirse, como Argentina, México, Irán, Egipto, Turquía y Arabia Saudita.

Este especie de renacimiento de lo que algunos llaman 'Sur Global', podría tener importantes consecuencias en América Latina.

Este 1° de enero asume en Brasil Lula da Silva, quien es uno de los forjadores del BRICS, y aunque este líder recién electo no tiene la fuerza política que tuvo el 16 de junio de 2009, cuando se fundó la agrupación, de todos modos se puede esperar una mayor conducción brasileña en la política regional, en detrimento de la influencia de Estados Unidos, en especial si Rusia prevalece.

También es relevante el novedoso liderazgo que ha buscado Andrés Manuel López Obrador (AMLO), presidente de México, quien desde que se propuso y logró rescatar a Evo Morales del golpe de Estado que sufrió en 2019 ha estado más involucrado en la política latinoamericana, algo que no es habitual en los presidentes mexicanos, siempre más interesados en Estados Unidos, dados los estrechos vínculos económicos, culturales y políticos entre ambos países.

Prueba de lo anterior es el interés de AMLO en los asuntos venezolanos, donde México ha sido clave en los acercamientos entre el gobierno de Nicolás Maduro y la oposición, al punto en que fue revocado el 'mandato' de Juan Guaidó como 'presidente encargado', una figura impulsada por la administración de Donald Trump para intervenir Venezuela, y cuya eliminación encamina hacia un acuerdo político que permita garantías democráticas en el país.

También AMLO ha sido relevante en la crisis de Perú, dado que plantó una defensa cerrada de Pedro Castillo, el defenestrado presidente peruano, la cual fue seguida por los presidentes de Colombia y Bolivia, Gustavo Petro y Luis Arce.

Todo lo anterior, a contrapelo de la administración del presidente estadounidense Joe Biden, quien ha debido lidiar con un mandatario mexicano particularmente complicado, quien no solo ha mostrado mayor autonomía para acercarse a China, sino que también ha sido crítico personalmente con Biden, como cuando lo increpó por llamar 'América' a Estados Unidos en la bienvenida que le dio al presidente Volodímir Zelenski  en su visita a Washington. 

En la contracara, si Ucrania prevalece, el poder de Estados Unidos recibiría un renovado empujón, pues habría logrado penetrar su influencia hasta el fondo de Europa del Este, en detrimento de la influencia de Alemania y -en menor medida- Francia. Esto, sin provocar un quiebre con la Unión Europea (UE), la cual habría pagado el mayor costo político y económico del esfuerzo, pues las sanciones a Rusia repercuten con mayor fuerza en las economías europeas en términos de inflación y pérdida de competitividad energética, por el alza de los precios de los hidrocarburos, y por las recientes medidas proteccionistas anunciadas por Biden, en industrias que compiten con Europa, como son las de las energías limpias y de electro movilidad.    

Esta situación ya ha producido un rebaraje del poder dentro de Europa, más allá del resultado de la guerra. 

Polonia ha visto crecer su influencia al punto que para algunos comienza a ver que ese país podría rivalizar con Alemania como centro de poder europeo, en especial si es que Ucrania se mantiene como un estado tapón del eje Berlín-Moscú (+Pekín). Por otro lado, Hungría y Turquía han desarrollado un juego de piernas que les ha permitido moverse con autonomía de los liderazgos de la OTAN y la UE.

Por un lado, Polonia ha visto crecer su influencia al punto que para algunos comienza a ver que ese país podría rivalizar con Alemania como centro de poder europeo, en especial si es que Ucrania se mantiene como un estado tapón del eje Berlín-Moscú (+Pekín), que es lo que está en juego.

Por otro lado, Hungría y Turquía han desarrollado un juego de piernas que les ha permitido moverse con autonomía de los liderazgos de la OTAN y la UE.

Hungría, cuyos vínculos con Rusia son profundos, ha logrado ser tratado excepcionalmente en materia de sanciones, por ejemplo, evitando restricciones al acceso al gas y petróleo rusos. Con ello no ha impedido el incremento de medidas anti rusas para el resto de Europa, pero sí se ha elevado como una voz crítica de las sanciones, al considerarlas inútiles y contraproducentes, en tanto vuelven como búmeran contra los países de la UE.

También los húngaros han sido críticos con los ucranianos por las políticas nacionalistas que están emprendiendo, pues han afectado, entre otras, a las mínorías húngaras que viven al oeste de Ucrania, las cuales -por ejemplo- son más afectas a las levas de soldados para ser enviados al frente y morir en combate.

Turquía, por su parte, ha podido incrementar su influencia regional dado su papel de mediador entre Rusia y Ucrania, lo que le ha permitido desplegarse con mayor libertad en los escenarios sirio -donde compite militarmente con rusos y estadounidenses-, y kurdo. En este último caso, gracias a que vendió caro el ingreso de Finlandia y Suecia a la OTAN (el ingreso a la alianza militar de cualquier nuevo país requiere de la unanimidad de sus miembros), al exigirle una serie de garantías que debilitan a las fuerzas kurdas, las que -históricamente- se han amparado en los países escandinavos.

Además, Turquía, un rival histórico de lo rusos en el Cáucaso y el Mar Negro, está logrando acuerdos de cooperación con Rusia al planificar nuevas rutas de gaseoductos hacia Europa. Esto le dará a los turcos una nueva influencia en la política europea en caso de que queden definitivamente cerradas o restringidas las vías por el Báltico, Bielorrusia o Ucrania, con lo que se podría esperar que Turquía reemplace a Alemania como hub del sistema gasífero europeo. 

 

2. Bajo crecimiento e inestabilidad social: una difícil gobernabilidad en especial para América Latina

Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), el mundo está en un curso de desaceleración económica e incluso algunos analistas ven señales de recesión. Para 2023 el organismo espera un crecimiento de tan solo 2,7%, en instancias en que en 2022 fue de 3,2% y en 2021 de 6%.

Esto, en un escenario de alta inflación -donde el peor año, de acuerdo a las proyecciones, será este 2022 con un 8,8%, pronosticándose 6,5% para 2023 y 4,1% para 2024-, y altas tasas de interés, lo que marca el encarecimiento del costo de la vida y del crédito, lo que puede ser una bomba política y social, en especial para los países más afectados por la guerra y la enfermedad.

Las sanciones a Rusia han impactado fuertemente en la inflación de aquellos países cuyas matrices energéticas dependen de los hidrocarburos rusos. El caso paradigmático es Alemania, cuya inflación acumulada a noviembre era de 9,5%. Los alemanes desarrollaron una estrategia energética basada en el gas ruso, un hidrocarburo que no puede ser fácilmente reemplazado en el corto plazo, y que le ha implicado importar gas de otros países, como Noruega o Estados Unidos, a cuatro veces el costo. Algo que ha afectado la competitividad de prácticamente toda la producción industrial alemana, la que -a su vez- está concatenada fuertemente a todas las economías europeas, en especial dentro de la Zona Euro.

Otra industria fuertemente afectada por la inflación es la alimentaria. En este caso debido a que tanto Rusia como Ucrania son grandes exportadores de granos, los que estuvieron varios meses guardados en silos sin poder ser sacados de los puertos de esos países, dadas las sanciones a Rusia, y el bloqueo ruso a los puertos ucranianos, en especial Odesa. Si bien rusos y ucranianos negociaron -con mediación turca- sacar los granos de la lógica bélica, de todos modos los precios internacionales de los commodities agrícolas se elevaron fuertemente. Es el caso del trigo, el cual -por ejemplo- alcanzó a tener una inflación trimestral en 2022 de 56%, y que cerrará el año con una del 24%.

Recientemente la ONU informó que 339 millones de personas de 53 países (65 millones más que en 2022), necesitarán ayuda humanitaria en 2023. Dentro de esas cifras, 45 millones en 37 países corren el riesgo de morir de hambre este año que empieza.

Esta industria impacta particularmente en el ámbito social, especialmente en países pobres, para los cuales la carestía de granos en el mercado mundial puede significar hambrunas, las que -a su vez- podrían implicar desplazamientos masivos de población que se transformen en crisis migratorias, capaces de desestabilizar regiones completas, especialmente en África, pero también en Asia y América Latina.  

Recientemente la ONU informó que 339 millones de personas de 53 países (65 millones más que en 2022), necesitarán ayuda humanitaria en 2023. Dentro de esas cifras, 45 millones en 37 países corren el riesgo de morir de hambre este año que empieza.

En cuanto al crecimiento, América Latina es -junto con Europa- la región que mayor desaceleración espera. Según, un reciente informe de la CEPAL, América Latina crecerá solo un 1,3% en 2023, en instancias en que creció 3,7% en 2022 y 6,7% en 2021.

Al escenario mundial marcado por la guerra y la pandemia, la CEPAL señala como causas de esta desaceleración las políticas monetarias restrictivas, mayores limitaciones del gasto fiscal, y menores niveles de consumo e inversión.

Aunque se espera que la inflación retroceda en la región durante el próximo año, la situación de 2023 se ve peor que respecto de este 2022, ya marcado por la inestabilidad social y política. 

Considerando solo Sudamérica, la conflictividad social o política intensa ha llegado a las puertas de Perú, Bolivia, Ecuador y Argentina.

En el caso de Perú, el país vive una crisis política e institucional a propósito del intento de golpe de Estado por parte de Pedro Castillo, su posterior destitución y la asunción de Dina Boluarte como mandataria. A la crisis política, cuyo escenari0 principal es Lima, se suma el malestar social de las provincias peruanas, en especial las del sur, las que provocaron fuertes protestas, que luego se extendieron por todo el país, para forzar a Boluarte y al Congreso a adelantar elecciones, y producir la primera caída del gabinete de la presidenta. Boluarte había nombrado como premier al derechista Pedro Angulo, a quien tuvo que reemplazar a la brevedad por Alberto Otárola, quien había sido ministro de Defensa de Ollanta Humala. 

El adelanto de elecciones quedó fijado para abril de 2024, lo que no ha dejado contentos a los manifestantes, quienes esperaban que el evento fuese en 2023, pues anhelan el fin de la actual legislatura congresal. La duda que cabe es si es que el país aguanta un año sin resolver sus dilemas electoralmente, con un gobierno débil, y con el creciente enfrentamiento entre las provincias y la capital.

Eso último, algo que quedó claramente marcado en la elección de 2021, en la cual Castillo barrió con Keiko Fujimori fuera de Lima, habiendo pasado todo lo contrario en dicha ciudad, hasta llegar a un estrecho resultado final que coronó a este profesor de Cajamarca, quien ahora tiene una orden de prisión preventiva de 18 meses y una oferta de asilo por parte de AMLO.  

En cuanto al crecimiento, América Latina es -junto con Europa- la región que mayor desaceleración espera. Según, un reciente informe de la CEPAL, América Latina crecerá solo un 1,3% en 2023, en instancias en que creció 3,7% en 2022 y 6,7% en 2021.

Lo curioso es que este 2022, Perú experimentó el crecimiento más alto de la región con 13,4%, pero la CEPAL espera que en 2023 este sea solo de 2,7%.

En el caso de Bolivia, los elementos son todavía más recientes. Esta semana la Fiscalía Nacional del país ordenó la detención del gobernador de la provincia de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, un líder derechista acusado de participar del golpe de Estado de 2019, en el cual se derrocó a Evo Morales. En la ocasión, Camacho lideró turbas de manifestantes que buscaban desestabilizar el gobierno boliviano y perseguir a los líderes del MAS.  

La detención de Camacho -ahora con un nuevo gobierno del MAS, encabezado por Luis Arce- ha movilizado la huelga en Santa Cruz, una provincia que históricamente ha rivalizado con La Paz, al punto en que cada cierto tiempo resurgen movimientos secesionistas.

Ecuador -un tercer país andino en crisis- enfrenta un escenario de violencia inédito, dada la fuerza que han adquirido las bandas locales de narcotraficantes, en especial en el litoral ecuatorIano, las cuales se vienen enfrentando desde las cárceles durante todo 2022. 

La situación ha desbordado las capacidades del gobierno de Guillermo Lasso, y ha avivado señales de malestar que recuerdan al escenario de 2019, cuando una ola de protestas sacudió el país, en especial Quito.

 En febrero de este 2023 se celebrarán elecciones municipales en Ecuador, las cuales están marcadas por la demanda ciudadana por mayor seguridad, lo que podría producir vuelcos que complejicen áun más el panorama político de Lasso. En Quito es probable que sea electo el correísta Jorge Yunda, quien ya fue alcalde de la ciudad y defenestrado en 2021, al ser acusado de varias irregularidades, todo en medio de un clima de polarización política. Pero, también muy probablemente, será reelecta en Guayaquil -la otra otra gran ciudad ecuatoriana, y epicentro de la crisis social- la alcaldesa oficialista Cynthia Viteri. 

Argentina, por otra parte, enfrentará un difícil año electoral, con primarias hacia mitad de año, y elecciones generales en octubre. Esto, en un escenario de alta conflictividad política, la cual se ha manifestado a través de recursos judiciales que enrarecen la competencia política.

Por un lado, ha recrudecido el asedio judicial contra Cristina Fernández de Kirchner, la vicepresidenta del país y ex mandataria, a quien recientemente se procesó por un caso de corrupción ligado a licitaciones viales en Santa Cruz, cuando ella era presidenta de Argentina.  

Esto se produjo después de un atentado contra Fernández ocurrido en septiembre, y -según los justicialistas, en el poder, con Alberto Fernández- en medio de una campaña de la oposición política y económica por cooptar a jueces y fiscales en el objetivo de infligir ataques políticos-legales al oficialismo. 

No se puede descartar que Brasil no entre en un ciclo de inestabilidad, pese a que la disputa política se resolvió en una elección en la cual Lula da Silva se impuso a Jair Bolsonaro. Pero, ésta fue estrecha y marca un panorama político con el país y el Congreso fracturados y bastante más inclinados hacia la derecha de lo que fueron los buenos años en que Lula y el Partido de los Trabajadores gobernaron Brasil.

Lo anterior, a propósito de coordinaciones -demostradas a través de conversaciones de whatsapp- entre líderes de la oposición, empresarios, medios, fiscales y jueces, para minimizar el impacto mediático de antecedentes que demuestran la colusión de miembros del poder judicial contra el gobierno.   

Recientemente, Alberto Fernández -quien tiene una disputa interna de poder con Cristina y la Cámpora- se ha visto envuelto en polémicas que dificultan más su conducción y las posibilidades de que compita en una eventual reelección.

La primera, a propósito del triunfo de Argentina en el Mundial de Fútbol, cuando -por rencillas con dirigentes de la AFA, históricamente cercanos al peronismo- no pudo recibir a los deportistas en la Casa Rosada. Y la segunda, a propósito de un fallo de la Corte Suprema que obligaba al gobierno central a entregar recursos a la administración de la Ciudad de Buenos Aires, el cual al principio fue desconocido por Alberto, y luego acatado a regañadientes.  

Finalmente, no se puede descartar que Brasil no entre en un ciclo de inestabilidad, pese a que la disputa política se resolvió en una elección en la cual Lula da Silva se impuso a Jair Bolsonaro. Pero, ésta fue estrecha y marca un panorama político con el país y el Congreso fracturados y bastante más inclinados hacia la derecha de lo que fueron los buenos años en que Lula y el Partido de los Trabajadores gobernaron Brasil.

Si bien Bolsonaro no se resistió a la derrota como sí hizo Donald Trump en Estados Unidos -con un intento de golpe de Estado, como fue el ataque al Capitolio-, lo cierto es que la derecha brasileña se está guardando para seguir dando una batalla en cual su estrategia es polarizar y conflictuar el juego político. De hecho, Bolsonaro huyó de Brasil dos días antes de que asuma Lula, seguramente para evitar ser perseguido judicialmente, pero lo hizo con un equipo político completo que lo acompañará en su estadía -al parecer-en Orlando, Florida, estado en el que reside Trump.

Lula asume -además- en un país arrasado por la pandemia, con 694 mil muertos (el segundo en cantidad, después de Estados Unidos), y cuya economía ha seguido fuertemente golpeada y está estancada durante varios años, al punto en que la prioridad declarada de Lula es evitar el hambre en vastos sectores pobres y empobrecidos de la sociedad brasileña. 

 

3. Xi y Biden asientan su poder en las políticas internas de China y Estados Unidos

Una de las apuestas que más se repite entre los economistas es apuntarle a la fecha en que China superará a Estados Unidos como primera economía mundial. Antes de la pandemia de Covid-19, los años que más sonaban eran 2028 y 2035, hoy se estima que la fecha está más lejana, la cual algunos signan en 2060.

Lo que hay detrás de estas especulaciones son análisis de los factores de crecimiento de ambos gigantes mundiales, en los cuales los años para alcanzar a Estados Unidos se extienden o no en la medida en que los pronósticos se alejan o acercan a un ritmo anual de crecimiento del 5% para China. Algo, en lo cual la política juega un rol clave.

Quienes creen que China no crecerá tan rápido, atribuyen las causas a las pulsiones autoritarias de Xi Jinping, el presidente chino, quien inéditamente logró reelegirse como mandatario por un nuevo período de ocho años. Detrás de ese movimiento estaria la necesidad del Partido Comunista de China (PCCh) de ejercer un mayor control político sobre la sociedad china, la cual viene experimentando una serie de transformaciones sociales aceleradas que tienen potencial de desestabilizar el régimen chino, dado el boyante crecimiento económico y el enorme cambio en la estructura productiva del país, que ha hecho, entre otras cosas, que China tenga hoy 43 ciudades con más de un millón de habitantes, y que más del 60% de la población viva en urbes, lo cual en 1990 correspondía a 26%.

Bajo la lógica de la política china, es necesario para el país enfrentar la siguiente etapa histórica con un liderazgo fuerte, pues los principales desafíos son geopolíticos y no productivos, dada la rivalidad declarada con Estados Unidos. Eso se expresa en la necesidad de garantizar el acceso a bienes clave, como por ejemplo conductores y semi conductores, litio y capital. Algo que implica ejercer presión diplomática en esos mercados que se disputan con los estadounidenses, y también representar poder militar.

De tal modo, Xi estaría poniendo cortapisas a los grandes conglomerados privados chinos, como Alibaba o Huawei, bajo el temor de que sus dueños adquieran un poder al cual no están acostumbrados a enfrentar los políticos chinos, donde la competencia se da exclusivamente al interior del PCCh. Bajo esa lógica, la economía se subordinaría a la política, lo que terminaría perjudicándola y frenando el gran motor de crecimiento de los últimos 20 años.  

Sin embargo, bajo la lógica de la política china, es necesario para el país enfrentar la siguiente etapa histórica con un liderazgo fuerte, pues los principales desafíos son geopolíticos y no productivos, dada la rivalidad declarada con Estados Unidos. Eso se expresa en la necesidad de garantizar el acceso a bienes clave, como por ejemplo conductores y semi conductores, litio y capital. Algo que implica ejercer presión diplomática en esos mercados que se disputan con los estadounidenses, y también representar poder militar.

Esto último es más o menos novedoso en tanto marcó 2022 y marcará 2023. En particular se observa que China ha ejercido una redoblada presión sobre Taiwán y ha ampliado su radio de acción marítimo al negociar la instalación de una base naval china en las Islas Salomón, al frente de Australia, país aliado a Estados Unidos y uno de los principales rivales regionales estratégicos de los chinos. 

Y también se expresa -como no- en el respaldo más o menos solapado de Xi a Vladimir Putin, en su aventura ucraniana. En un reciente sondeo del periódico chino Global Times, muestra que los chinos por primera vez en cuatro años consideran que la relación más importante de China es con Rusia, con lo que desplaza a la relación del país con Estados Unidos, que antes de 2022 era la opción más mencionada y que este año ha quedado en el cuarto lugar, después de las relaciones China-Rusia, China-Unión Europea y China-Asia.

Finalmente, uno de los elementos que definirán la política china en 2023 es lo que pase con el Covid-19. Después de una estrategia de confinamiento rigurosa para contener la enfermedad lo más posible, Xi decidió a principio de diciembre bajar las restricciones de movilidad, dado que estas estaban afectando fuertemente el crecimiento del país.

La pregunta que emerge es por las consecuencias sanitarias de este nuevo momento, las cuales tienen el potencial de ser catastróficas para el país y para el mundo, si se desarrollan nuevas y peligrosas variantes.

Si bien China ha vacunado masivamente a su población, hay segmentos -en especial gente mayor- que no ha recibido inmunidad suficiente, pues no se han vacunado o no han seguido el esquema completo o han recibido solo vacunas de fabricación china, las que tienen un menor efecto que aquellas desarrolladas por laboratorios occidentales.

En el caso de Estados Unidos, su política interna está igual o más estresada que la de China. 

Si bien Joe Biden logró evitar una derrota demócrata aplastante en las elecciones de medio término de 2022, donde retuvo el poder en el Senado y perdió la Cámara, pero por un margen manejable -con lo que aseguró cierto respaldo para sostener la guerra en Ucrania-, no está claro que haya logrado apuntalar su liderazgo al interior de este poderoso país. Esto pues Esados Unidos también ha experimentado transformaciones complejas, que algunos ven como señales de decadencia, como lo es la retirada política y militar de Afganistán o la aparición de MAGA (Make America Great Again), que subvierte el orden de décadas de competencia política racional entre demócratas y republicanos. 

Si bien es cierto que Trump puede considerarse como el gran perdedor de las elecciones de 2022, pues sus candidatos no prevalecieron por sobre otros más moderados entre los republicanos, y él no fue la causa de una 'ola roja' (republicana) que marcase un antes y un después de la política estadounidense, la cual nunca se produjo, el ex presidente sigue siendo el candidato natural de una gran proporción de estadounidenses que lo siguen de manera cercana al fanatismo,

Biden deberá en dos años más competir por la reelección presidencial con inflación y altas tasas de interés, lo que siempre complica a un mandatario en ejercicio, pero además el presidente estadounidense tendrá entonces 82 años, y en caso de ganar, completaría su mandato con 86, siendo el presidente más viejo de la historia estadounidense, y quien ya muestra ligeros rasgos de senilidad.

Al principio del gobierno de Biden se especuló que su Presidencia sería de solo cuatro años, para dar paso a otros liderazgos demócratas más jóvenes, como el de Kamala Harris, la vicepresidenta, quien tiene 58 años, pero ella ni ningún otro líder demócrata han logrado posicionarse en la opinión pública como una carta viable. Al menos ninguno que tenga menos de 80 años, como son los caso de Bernie Sanders (81) o Nancy Pelosi (82), y cartas como Alexandria Ocasio-Cortés son muy jóvenes (ella 33 años) y solo han enfrentado elecciones en estados de mayoría demócrata, sin que sea probable que prevalezcan en swing states, donde se da la competencia más árdua con los republicanos.   

Eso, en un contexto en que lo electoral sigue marcado por el fantasma de Donald Trump, quien prosigue su estrategia de polarizar y conflictuar la sociedad estadounidense.

Si bien es cierto que Trump puede considerarse como el gran perdedor de las elecciones de 2022, pues sus candidatos no prevalecieron por sobre otros más moderados entre los republicanos, y él no fue la causa de una 'ola roja' (republicana) que marcase un antes y un después de la política estadounidense, la cual nunca se produjo, el ex presidente sigue siendo el candidato natural de una gran proporción de estadounidenses que lo siguen de manera cercana al fanatismo, y que -por lo tanto- no fácilmente se plegarán a alternativas presidenciales republicanas de liderazgos más clásicos.

De tal modo, Trump sigue teniendo una especie de inmunidad política que lo protege de las acusaciones judiciales y fiscales que están en curso, lo que lo hace todavía competitivo en primarias frente a -por ejemplo- Ron DeSantis (44 años), el flamante nuevo gobernador de Florida, quien logró un apabullante resultado con el 59,4% de las preferencias en este disputado estado clave en la elección presidencial estadounidense, habiéndolo logrado alejándose de Trump y conquistando un voto moderado que lo llevó incluso a ganar en Miami Dade, un reducto histórico de los demócratas. 

De tal modo, de momento Xi y Biden logran sentar posiciones al interior de sus países, la duda es qué harán con ello en 2023, en relación a la competencia estratégica en la que están ambos liderazgos y ambos países a los cuales representan. 

 

Algunos artículos atingentes a estos temas:

Rusia-Ucrania: ¿Quién lee a Sun Tzu?,  de mi autoría en INTERFERENCIA.

- París y Berlín, entre Washington y Moscú ¿y Varsovia?, de mi autoría en INTERFERENCIA.

La ONU advierte de que una de cada 23 personas requerirá ayuda humanitaria en 2023, de Lucía Foraster Garriga en El País.

- La economía mundial está caminando hacia una década de bajo crecimiento, dice economista Daniel Lacalle, de Elliot Smith en CNBC.

- Economías de América Latina y el Caribe se desacelerarán en 2023 y crecerán 1,3%, de la CEPAL.

- ¿Qué perspectivas para las izquierdas latinoamericanas en 2023? en El Grand Continent.

- América Latina en 2023: 5 tendencias que mirar, de Oliver Stuenkel en Americas Quarterly

Déjà vu: ¿vuelve la inestabilidad como enfermedad crónica de América Latina?, de mi autoría en INTERFERENCIA.

- Entendiendo a Lula 3.0, de Brian Winter en Americas Quarterly

- Aída 'Mocha' García-Naranjo: “Hay una trampa al intentar enfrentar a AMLO con Lula, respecto del reconocimiento de Pedro Castillo”, de mi autoría en INTERFERENCIA.

Experto ecuatoriano: “El país vive una crisis de seguridad inédita y hay similitudes con Colombia o México”, de mi autoría en INTERFERENCIA.

Condenan a Cristina Kirchner por corrupción: no iría a la cárcel y aliados acusan guerra judicial en su contra, de mi autoría en INTERFERENCIA.

- 'Chiqui' Tapia de la AFA vs. Alberto Fernández: la pugna que llevó a que la Selección Argentina no fuera a la Casa Rosada, de Lun Lee en INTERFERENCIA.

- Predicciones de China Watcher para 2023: acelerando el Año del Conejo, de Phelim Kine en Politico.

- El lamento del optimismo chino, de Stephen S. Roach, en Project Syndicate.

- Hilo de Twitter del epidemiólogo Eric Feigl-Ding, en el que pronostica un fuerte impacto de la reapertura china en la pandemia.

- ¿Cuán malo es el brote chino de Covid? Es un juego científico de adivinanzas, de Alexandra Stevenson y Benjamin Mueller.

- Los líderes chinos ponderan desconfinar y remecer su economía, de The Economist.

- Cómo los chinos están lidiando con la propagación del Covid-19, de The Economist.

- La temprana apertura de China podría golpear las cadenas de suministro en el corto plazo, pero aumentará el crecimiento en 2023, de Jihye Lee en CNBC.

- La economía de China no superará a la de Estados Unidos al menos hasta 2060, de Infobae.

Megaciudades: el reto urbanístico de China, de Thomas J. Campanella en la BBC.

- ¿Quiénes son nuestros enemigos? Los jóvenes chinos amargados que abrazan a Mao, de Li Yuan en 2021, para The New York Times

- Donald Trump está perdiendo teerreno con Ron DeSantis hacia 2024, en The Economist.

- Biden espera más altibajos para la economía estadounidense en 2023 después del último informe de inflación, de Sputnik.



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