Las elecciones presidenciales en Turquía, cuyos resultados finales aún son inciertos, se han convertido en una prueba de fuego en muchos aspectos. Por un lado, el incumbente Recep Tayyip Erdoğan, quien lleva 20 años en el poder, es uno de los representantes más emblemáticos del auge de líderes elegidos de manera democrática, pero que erosionan la democracia al impulsar liderazgos personalistas.
Turquía es un país miembro de la OTAN. Sin embargo, Erdogan cultiva buenos lazos con Vladimir Putin de Rusia, y ha sido un hombre clave para retrasar el ingreso de Finlandia a esa alianza occidental y sostener su veto para la entrada de Suecia a la OTAN.
Hasta el cierre de esta edición, los resultados electorales de Turquía mostraban que Erdogan obtenía el 49% de los votos, frente a un 44,3% de su contrincante Kemal Kılıçdaroğlu, líder que agrupó a gran parte de la oposición y que ha prometido una mayor apertura de su país hacia Occidente.
De mantenerse estas cifras, los dos enfrentarán un balotaje en dos semanas más.
Frente a las dudas de que Erdogan no respetaría los resultados finales -como sucedió con Donald Trump en Estados Unidos y, en menor medida, con Jair Bolsonaro en Brasil- el líder turco aseguró a medios locales que sí se atendría al veredicto popular. “Todos tenemos que respetar la voluntad del pueblo”, afirmó anoche. Pero como los resultados preliminares mostraban que su coalición de partidos iba a obtener una mayoría en el Parlamento, Erdogan afirmó que en una segunda vuelta los ciudadanos optarán por “seguridad y estabilidad”; es decir, por él.
Anoche, miles de partidarios de Erdogan salieron a las calles de las principales ciudades de ese país -como Ankara y Estambul- a celebrar la supuesta victoria preliminar. Mientras tanto, la oposición acusó que el régimen oficialista –que controla gran parte de la prensa tradicional- estaba creando una sensación triunfalista artificial.
Ucrania y Turquía
Turquía, un país ubicado de manera estratégica entre Europa y Medio Oriente, ha sido aliado y, al mismo tiempo, adversario de la Unión Europea. Durante la crisis de los millones de refugiados de la guerra civil de Siria a mediados de la década pasada, Turquía desempeñó un papel central en mantener fuera de la Europa Continental la avalancha de migrantes.
Pero ese ‘favor’ a Occidente fue contrarrestado por la actual política internacional de Turquía, que parece ser más cercana a la Rusia de Putin, descolocando a sus aliados occidentales.
Como sea, el resultado final de las elecciones presidenciales y parlamentarias de ese país tendrán un efecto -directo o indirecto- sobre las ‘democracias’ occidentales, incluyendo la de Chile.
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