Chile Despertó

Con ocho perdigones en el cuerpo, Mauricio Lepin proveniente de Galvarino, sostuvo la bandera wenüfoye que flameó en la marcha más grande Chile del 25 de octubre en la cima de la estatua de la Plaza Italia, hoy rebautizada por los ciudadanos como la Plaza de la Dignidad. La foto tomada por la actriz Susana Hidalgo es catalogada como histórica.

El pasado 27 de octubre el periódico Página 12, de Argentina, publicó esta entrevista a Clarisa Hardy, ex ministra de Planificación de Michelle Bachelet y actual presidenta de Instituto Igualdad. En la conversación, que compartimos en INTERFERENCIA, Hardy analiza el momento político tras el estallido social y llama la atención a la clase política frente a un movimiento que no ha encontrado respuesta en sus representantes.

Este investigador repasa los acontecimientos de hace 60 años, en los que una huelga iniciada por el alza del transporte que duró dos días revolvió la capital y dejó al menos 20 muertos, durante el periodo de Gabriel González Videla. Pero no es solo eso, Castillo también se refiere a otros estallidos sociales en los que los chilenos llegaron al colmo de su paciencia a propósito de temas de transporte.

En ocho días de protestas la wenufoye, o canelo del cielo, la bandera mapuche más conocida por la sociedad chilena, ondeó en las manos de decenas de miles de manifestantes, especialmente en la jornada del viernes. “Perdonen pueblo mapuche por no haberles creído. Ahora sabemos quienes son los verdaderos terroristas”, dice uno de los tantos carteles que circuló por las calles.

El pueblo unido, El derecho de vivir en paz y El baile de los que sobran fueron himnos de la lucha del pueblo chileno contra la dictadura de Augusto Pinochet. Décadas después, bajo el actual toque de queda de Sebastián Piñera, sus estrofas se utilizan incluso para confrontar las armas de los militares.

En la comuna de la alcaldesa Cathy Barriga se vivió una jornada de protestas, la cual estuvo marcada por la fuerte represión. Los vecinos reclaman que no se les permite siquiera congregarse. “Mis papás están asustados, pero nosotros no tenemos ningún miedo, no estamos hueviando, ya nos aburrimos de este país que abusa de la gente como nosotros”, dijo un maipucino a INTERFERENCIA.