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Viernes, 19 de Abril de 2024
[Jueves de medios]

Prensa escrita: Tienen el poder (¿y lo van a perder?)

Marcos Ortiz F., director de Ojo del Medio (@ojodelmedio)

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Foto: Ciper
Foto: Ciper

Los dueños de El Mercurio y Copesa han calificado su actuar como "un servicio al país", aunque hoy este "aporte" es visto con escepticismo por la ciudadanía. No obstante, están lejos de perder influencia y pensar lo contrario es ingenuo o deshonesto. 

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Hace cinco años, la imagen de Andrónico Luksic llevándose la mano al pecho y diciendo “soy un ser humano igual que todos ustedes, pero soy un poderoso” fue motivo de discusión obligado. Uno de los hombres más ricos del país salía a dar la cara ante acusaciones y dichos ofensivos.

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Andrónico Luksic
Andrónico Luksic

El gesto lo veríamos más tarde replicado por el presidente de Gasco, Matías Pérez Cruz, mientras expulsaba a un grupo de mujeres de las orillas del lago Ranco, por el presidente de la CPC, Juan Sutil, en una entrevista televisiva, e incluso por Andrés Chadwick en una acalorada jornada en el Congreso.

Lo que unía a esta serie de postales no era solo el gesto de llevarse una mano al pecho, sino más bien el hecho de ver a un puñado de hombres poderosos viendo cómo algunos de sus privilegios eran cuestionados por quienes durante décadas no se atrevieron –o no pudieron– a alzar la voz.

Y es lo que desde hace algunos meses viene ocurriendo con algunos dueños de medios de comunicación masivos, quienes ven cómo sus diarios o canales de televisión son interpelados por una ciudadanía cada día más crítica. El Chile de lo predecible que tanto les acomodaba se convirtió en un espacio de discusión genuina en el que hasta el más enraizado de los paradigmas ha sido puesto en entredicho.

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Matías Pérez Cruz
Matías Pérez Cruz

Lo dijo Agustín Edwards Eastman la noche del 31 de mayo de 2000 en Casa Piedra, cuando El Mercurio celebró en grande sus 100 años de vida. “Nos hallamos sintonizados con la opinión pública chilena, y ésta nunca es extrema. No cree la mayoría de nuestro pueblo, ni tampoco cree El Mercurio, en la exaltación, la injuria, la fuerza, el desorden o la violencia. Concibe el cambio como gradual y evolutivo, no como corte brusco y arrasador de todo lo preexistente”. Ante la mirada de 600 empresarios, jueces, militares e incluso del entonces presidente Ricardo Lagos, Edwards agregó: “por eso, en los momentos de extrema pasionalidad [sic] política y social, El Mercurio mantiene su tono moderado, y esta misma serenidad exacerba cierta irritación en su contra. Pero a la larga, ello es un servicio prestado al país”.

Fallecido ya hace cuatro años, Edwards Eastman no alcanzó a vivir el estallido ni el proceso constituyente al que con dientes y muelas se ha opuesto su buque insignia, perdiendo a ratos su “tono moderado” del que tanto presumía. Don Agustín –un hombre que complotó junto a las más altas esferas en Washington para derrocar a un gobierno y que puso en el escritorio de Augusto Pinochet el ladrillo de los Chicago Boys– disfrazaba de “servicio prestado al país” el viejo y conocido poder de los medios puesto a disposición de unas élites que defienden el status quo.

Varios estudios muestran que el poder de la prensa en Chile sigue siendo alto, siendo claves al momento de cambiar equilibrios de poder, crear y sostener realidades, socavar y reforzar ideas o incluso producir nuevas desigualdades al interior de una sociedad a través de comportamientos propios de un cartel.  

Pero, ¿cómo se expresa este poder mediático? El experto de la London School of Economics, Roger Silverstone, señala que los medios actúan de dos formas: a través de un imperceptible pero incesante goteo de ideología, o bien de manera estridente en los grandes momentos. Otros expertos en el tema –entre ellos Nick Couldry, Des Freedman y Natalie Fenton– sostienen que los grandes medios son claves al momento de cambiar equilibrios de poder, crear y sostener realidades, socavar y reforzar ideas o incluso producir nuevas desigualdades al interior de una sociedad a través de comportamientos propios de un cartel.

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Juan Sutil
Juan Sutil

El problema es que no siempre están dispuestos a reconocerlo.

En una de sus últimas entrevistas en mayo de 2020, Álvaro Saieh señaló: “el ejercicio diario del periodismo muchas veces, justa o injustamente, deja heridos en el camino y como dueño eres objeto de una crítica permanente; te atribuyen intenciones, influencia. Es complejo”. Al igual que Edwards, el dueño de Copesa evadía cualquier alusión al poder que significa administrar grandes medios de comunicación. Consultado por las razones que tuvo para comprar medios, solo respondió: “porque creo que el buen periodismo es un servicio al país”.

Algo no calza. Según estudios del académico chileno y experto en audiencias Luis Breull, en 2019 entre los grupos El Mercurio y Copesa se concentraba el 81% de lectoría y el 87,8% de la inversión publicitaria en diarios de alcance nacional. Pero mientras existe consenso de que estos grandes medios tienen el poder para fijar agendas, subir candidatos, presionar al Congreso y castigar a sus detractores, sus grandes dueños solo se reconocen como prestadores de "un servicio al país".

En su estupendo trabajo La construcción de la hegemonía: los vínculos actuales entre la élite económica y la prensa en Chile el periodista y máster en sociología Nicolás Marticorena desnuda las formas a través de las cuales los grandes grupos de poder intervienen en la producción de noticias en el país. El estudio explica, por ejemplo, cómo medios, grandes empresas y centros de pensamiento neoliberales actuaron de manera coordinada para bloquear las reformas tributaria, laboral y educacional impulsadas durante el segundo gobierno de Bachelet, llegando a la conclusión de que “los diarios en Chile son un recurso de poder ostensible para la élite oligárquica local”.

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Andrés Chadwick
Andrés Chadwick

Si bien lentamente está cambiando de manos y diluyéndose entre más actores, el poder que ejercen los medios de comunicación en Chile es superlativo. Un mega estudio a las élites realizado por el COES arrojó que estos grupos ubican a los medios como el sector con mayor influencia en el país (87%) junto con los grandes grupos económicos (88%), superando con largueza el poder que le atribuyen al Ejecutivo, el Legislativo, la Contraloría o los partidos políticos.

Desconocer el poder de los medios hoy en Chile es un acto de ingenuidad o derechamente de deshonestidad. Si bien es cierto que el despertar vivido por el país hace dos años ocurrió pese a ellos y no gracias a ellos, minimizar sus niveles de influencia sería un error imperdonable. Mientras tanto, no queda más que mantener la alerta y no permitir que pestañee el ojo del medio.

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Una forma de terminar con el contubernio gobierno-prensa escrita, es regular efectivamente, los destinos de los dineros provenientes del avisaje fiscal, hoy incluyendo a la prensa digital.

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