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Sábado, 20 de Abril de 2024
Especial: La campaña presidencial de 1970

Osvaldo Puccio, secretario privado de Allende, recuerda los días del triunfo en septiembre

Osvaldo Puccio Giesen (*)

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Osvaldo Puccio, a la derecha de Salvador Allende.
Osvaldo Puccio, a la derecha de Salvador Allende.

En este relato, Osvaldo Puccio Giesen, figura cercana y de confianza del ex mandatario, relata cómo se vivieron los momentos posteriores a la noticia de la elección de Salvador Allende en las elecciones presidenciales de 1970. 

Admision UDEC

Aniceto Rodríguez llamó y comunicó que no le querían dar autorización para una marcha, ni en la Intendencia, ni en el Ministerio del Interior. El jefe de la plaza era el general Camilo Valenzuela, que posteriormente estuvo vinculado con el asesinato del general René Schneider. Él tenía que autorizar los desfiles.

El compañero Allende me pidió como a las 11.30 de la noche que ubicara al general Valenzuela. Llamé al Senado, al ministerio del Interior, averigüé por fin su teléfono privado y lo encontré ahí.

Después escuché cómo Allende decía:

"-General, buenas noches. Me está solicitando mi gente autorización para salir a la calle. Yo le pido a Ud. me otorgue esta autorización...

Muy bien, general, no se preocupe. No vamos a traspasar los límites de la calle Mac Iver, vamos a organizar algo sin llegar al centro. Le garantizo que reinará orden. ¡Si mis partidarios no son provocados no va a haber incidentes!-".

El general había contestado que no podía dar la autorización sin consultar antes al gobierno. Todos los que estábamos reunidos en el escritorio de Allende -Paya, don Humberto del Canto y yo-, nos quedamos muy en silencio, mirando el teléfono. Allende se sentó en su viejo sillón, puso las piernas arriba y nos hizo bromas. A mí me dijo que estaba bastante pálido. Después se dio vuelta, y le hizo un cumplido a la Paya diciendo que era buenamoza. Y finalmente se dirigió a don Humberto y le preguntó:

"-¡Bueno, gordo! ¿Cómo te sientes?-".

Don Humberto quiso contestarle, cuando sonó el teléfono. Allende tomó el teléfono:

"-Aquí Allende, general. Sí, bien. Muchas gracias, general. No se preocupe, no va a haber ningún desmán-".

Cortó y dijo:

"- ¡Ganamos! ¡Si el gobierno nos autoriza a salir a celebrar el triunfo, es evidente que hemos ganado!-".

Nos abrazamos. Llamé inmediatamente a Myriam. Fue la primera persona, fuera de los presentes, que supo que habíamos ganado. Allende abrió la puerta hacia el living, donde habían reunidos 25 hombres y mujeres, o más tal vez, y dijo:

"-Debo decirles con absoluta tranquilidad, que ganamos.-

"-Se produjo un silencio de unas fracciones de segundos. Después, gritos de alegría. Empezaron a abrazarse todos, era gente muy cercana a Allende, también familiares.

Allende dijo que se quería organizar una concentración. Llamé a Aniceto y le dije que habíamos ganado. Cuando le expliqué cómo lo supimos, soltó el teléfono y comunicó nuestro triunfo a los que estaban ahí. ¡Se produjo un júbilo increíble!

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Allende con periodistas.
Allende con periodistas.

Aniceto quería organizar de inmediato algo y Allende le pidió que se preocupara de que todo se hiciera en absoluto orden y que los dirigentes de la Federación de Estudiantes ayudaran a lIevarlo a cabo. Allende aceptó el local de la Federación de Estudiantes como lugar para la concentración. Dijo que le gustaba que el gobierno popular naciera en la Federación de Estudiantes, que naciera en un centro de la juventud. Me encargó ubicar al compañero Rojas y de encomendarle las preparaciones de orden técnico. Sobre todo, debían colocarse amplificadores. Curiosamente teníamos sólo amplificadores que estaban en mal estado.

A todo esto, el equipo de seguridad, GAP, se había reunido en la pieza de Tati. Me llamaron con el fin de decirme que estaban elaborando un plan de seguridad para Allende. Querían determinar cómo llegaría Allende al lugar de la concentración, dónde tenía que colocarse para hablar. Se tomaron todas estas medidas, a pesar de que en ese momento nos parecían absurdas. Antes, nunca habíamos pensado en medidas de este tipo.

Salimos desde la casa de Allende y nos fuimos, dando una vuelta, a la Federación de Estudiantes. Mientras tanto, las radios ya habían llamado a la concentración. Cuando llegamos, encontramos una enorme cantidad de gente. Subimos con mucha dificultad hasta el segundo piso. Y ahí, Allende pronunció su famoso discurso que comenzó con la siguiente frase:

"-Con profunda emoción, les hablo de esta improvisada tribuna, por medio de estos deficientes amplificadores. ¡Qué significativa es, más que las palabras, la presencia del pueblo de Santiago, que interpretando la inmensa mayoría de los chilenos, se congrega para reafirmar la victoria que alcanzamos limpiamente el día de hoy, victoria que abre un camino nuevo para la patria y cuyo actor principal es el pueblo de Chile aquí congregado!-".

Más adelante, Allende dijo que la juventud de la patria había sido la vanguardia de esta gran batalla. Que no fue la lucha de un hombre, sino la lucha de un pueblo, y que era la victoria de Chile la alcanzada esta tarde.

Mientras el compañero Allende hablaba, me llamaron al primer piso. Me dijeron que era una cosa urgente. El ministro del Interior quería entrevistarse con Allende. Cuando tomé el teléfono, el ministro pidió hablar inmediatamente con el senador Allende. Le contesté que Allende estaba en este momento pronunciando su discurso. Me replicó que lo estaba escuchando por la radio. Pero que, a pesar de esto, necesitaba hablar urgentemente con él. Entonces, le pedí que me diera su número de teléfono y le aseguré que Allende iba a llamarlo de inmediato.

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Allende y Tomic el 5 de septiembre de 1970.
Allende y Tomic el 5 de septiembre de 1970.

Aún no se habían dado los cómputos finales. Quien debía entregarlos era el ministro del Interior, y precisamente éste me había dicho que estaba escuchando el discurso de Allende por la radio. A pesar de eso insistía en hablar urgente con él. ¿Tal vez para ratificar el triunfo electoral? ¿O quería comunicarle a Allende que había sido derrotado? ¿Podía yo tomar la responsabilidad de esperar hasta el final del discurso? Lo mejor me parecía dejarle la decisión al compañero Allende.

Subí corriendo, no sé cómo logré pasar entre medio de toda esta gente, y le hice un papel a Allende:

"El ministro del Interior necesitaba urgente hablar con Ud.".

Le pasé este papel y él lo leyó rápido en un momento en que aplaudían. Después lo guardó en su bolsillo e hizo un gesto que era muy típico en él. Levantó una mano para pedir que callara el aplauso. Y, lo que causó mi sorpresa, prosiguió su discurso, mostrando con esto cuánta confianza tenía en el pueblo, en su lucha y en su triunfo:

"Ciudadanos y ciudadanas de Santiago, trabajadores de la patria, Uds. y sólo Uds. son los triunfadores, los partidos populares y las fuerzas sociales han dado esta gran lección que se proyecta más allá de nuestras fronteras materiales. Les pido que se vayan a sus casas con la alegría sana de la limpia victoria alcanzada. Esta noche cuando acaricien a sus hijos, cuando busquen el descanso, piensen en el mañana duro que tendremos por delante, cuando tengamos que poner más pasión, más cariño para hacer cada vez más grande a Chile y cada vez más justa la vida en nuestra patria. ¡Gracias!, ¡gracias, compañeras! ¡Gracias, gracias, compañeros! Ya lo dije un día: Lo mejor que tengo me lo dio el partido, la unidad de los trabajadores y la Unidad Popular. A la lealtad de Uds. responderé con la lealtad de un gobernante del pueblo, con la lealtad del compañero Presidente!" ...

Inmediatamente después de terminar el discurso me pidió que lo llevara a un teléfono. Bajamos por el fondo, por una escalera semi-destruida y llegamos a un teléfono. Yo marqué y le pasé el teléfono a Allende.

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Rafael Tarud anuncia el triunfo el 4 de septiembre.
Rafael Tarud anuncia el triunfo el 4 de septiembre.

"-Buenas noches, señor ministro. Ud. quería hablar conmigo. Sí, señor ministro. Gracias, ministro, muchas gracias. Buenas noches-".

Cortó, me miró un rato, me tomó la cabeza y me dijo:

"-¡Osvaldo, ganamos! ¡El ministro llamaba para comunicar y confirmar que ganamos la elección!-"

Después nos trasladamos a una pieza vecina, donde se organizó una conferencia de prensa. Ahí se había congregado la cantidad más grande de periodistas que yo he visto jamás en una oportunidad como ésta, unos 200, en circunstancias que normalmente cabían sólo 50 personas en la pieza. De esa conferencia de prensa han dado después más de una versión.

Cuándo se realizó exactamente, no sé decirlo. Debe haber sido cerca de la una de la mañana. Recuerdo todavía que una de las primeras preguntas fue si Allende iba a instaurar relaciones diplomáticas con la República Democrática Alemana. Contestó que lo haría inmediatamente, en cuanto llegara al gobierno. Y que iba a establecer relaciones diplomáticas también con el gobierno de Cuba y los demás países socialistas. Los periodistas quedaron muy impresionados por el hecho de que un hombre, a los 10 minutos de saber de su triunfo electoral, ya se lanzaba a una conferencia de prensa y hablaba, sin conocer previamente las preguntas, con periodistas del mundo entero. Eso les impresionó mucho, Fue la primera propaganda para el gobierno de Allende.

Una vez terminada la conferencia de prensa, nos fuimos a Guardia Vieja. Allende estuvo algunos minutos con Tencha y después nos trasladamos a la casa del padre de Eduardo Paredes. La idea era evitar que Allende durmiera esa noche en Guardia Vieja.

Desde ese momento, empezamos a temer aún más por la seguridad de Allende. Los ánimos estaban muy caldeados y la situación política se mantenía muy tensa. Los esfuerzos de los otros candidatos y también de la CIA habían sido muy grandes, demasiado grandes, para renunciar al gobierno sólo por una diferencia de posiblemente 30 o 40 mil votos.

Veíamos el temor de los intereses económicos a los cuales Allende, ya lo había dicho, iba a golpear duramente. En este momento, en que aún parecía factible, hubieran podido preparar un contragolpe para eliminar físicamente a Allende, para motivar a las Fuerzas Armadas para que dieran un golpe. Por eso llevamos a Allende a la casa de los padres de Eduardo. Al poco rato de llegar, sonó el teléfono. Era un llamado de La Habana, de Fidel Castro. ¡Qué impacto! Pasé de inmediato el teléfono al doctor. Allende recibió la felicitación de Fidel Castro. Era la primero que llegaba. Después de ese llamado yo me fui por Providencia a la casa.

Deben haber sido las 5 de la mañana. Había en las calles un silencio sepulcral. La gente había retirado los afiches de la campaña de sus casas. Por ahí hubo en todas partes afiches y propaganda de la candidatura de Alessandri. También los letreros habían desaparecido. No se veía ningún vestigio en las casas que mostrara que alguien estuvo con Alessandri. Las persianas permanecían cerradas.

La burguesía tenía pánico. Temblaba pensando en lo que ella misma había inventado. En su campaña del terror, los propagandistas habían planteado que, en caso de un triunfo de Allende, los pobladores iban a invadir Santiago, iban a tomarse las casas, iban a violar las mujeres, iban a robarle a la burguesía sus casas. Y ahora esperaban la llegada de estas hordas salvajes. ¡Eran víctimas de su propia mentira!

A medida que me acercaba a mi casa -en los barrios más populares- cambiaba la imagen de las calles. Aún se advertía movimiento. Se oían cantos. Pasé frente a la secretaría de los demócrata cristianos y casi sentí un poco de compasión: estaban instalados los parlantes, los reflectores, colocados los micrófonos de una concentración que no se hizo.

Llegué a mi casa. Durante 20 años Myriam había luchado junto a mí, habíamos pasado momentos muy duros. Y lo ocurrido ese día era la realización de aquello por lo cual habíamos luchado gran parte de nuestras vidas. Y después de ese día de nuestro triunfo, ¡sólo a las 6 de la mañana pude abrazarla!...

Apenas había alcanzado a darme una ducha y tenderme, cuando sonó el teléfono: era Enrique Krauss. Ya había tratado dos veces de comunicarse conmigo. La primera vez, para felicitarnos. Pero yo aún no estaba en casa. Ahora me comunicó que había hablado con Tomic. Que iban a reconocer el triunfo adquirido por Allende en las urnas. Sobre el convenio no dijo palabra. Le contesté que iba a pasar por su casa. Después me acosté de nuevo.

Como a las 7 de la mañana, me llamó don Radomiro Tomic. Dijo que ya había tratado de hablar con el doctor en la noche, pero que nosotros habíamos salido de Guardia Vieja y que después ya no había sido posible ubicamos. Tomic y yo quedamos en que conversaría primero con Krauss y posteriormente con él.

Enrique aún estaba en cama cuando llegué a su casa. Nos pusimos rápidamente de acuerdo. Querían ir a las 9 de la mañana a la casa de Allende. En el fondo era muy temprano. Me fui de inmediato a donde el doctor. Eran cerca de las 8 de la mañana. Allende ya se había levantado, de modo que podíamos salir de inmediato a Guardia Vieja. Para no crear expectación, el doctor entró a su casa por la de Paya.

Di una vuelta con el auto, en el cual estaban, además, Rodolfo Ortega y Eduardo Paredes. Frente a la casa de Allende, se habían reunido 30 o 40 periodistas del mundo entero. Habían instalado cámaras de televisión. Una vez en la casa, tuvimos que preocupamos con rapidez del control de las puertas, para evitar que los periodistas penetraran a la casa.

El doctor salió a la puerta, saludó a los periodistas y les explicó que no podía hacerlos pasar, porque realmente no cabían todos. Pocos minutos después, la cantidad de periodistas había aumentado tanto que parecía una verdadera concentración.

En ese momento se detuvo un auto en la puerta; venían Enrique Krauss y Radomiro Tomic. El acuerdo siempre se mantuvo en reserva.

Ahora se hacía público: vino un candidato presidencial a saludar a Allende. Esto significaba que el Partido Demócrata Cristiano, vale decir, el partido de gobierno, en ese momento el partido cuantitativamente más grande de Chile, daba a entender que reconocía el triunfo. La visita de Tomic significaba, por otra parte, que Allende casi con seguridad era Presidente de Chile, aunque necesitaba todavía la votación del Congreso Pleno. No se necesitaba saber mucha matemática para descubrir que la suma de los votos demócrata cristianos más los votos de la Unidad Popular lo iban a elegir Presidente de Chile.

Además, hasta ese momento había sido una tradición en Chile reconocer el triunfo del que obtuviera la primera mayoría de los votos.

La expectación que produjo la llegada de Tomic fue evidente. La entrevista adentro no fue muy larga, pero muy cordial. Tomaron un café.

Después de 5 o 10 minutos y algunas frases formales, pasaron al living. Ahí estuvieron Radomiro Tomic, el doctor Allende, y Krauss. En el momento en que yo me iba retirando, don Radomiro se levantó y avanzó hacia mí. Yo también avancé un poco hacia él. Me abrazó como una demostración de que me felicitaba a mí también. Era como si quisiera representar un poco en mí a toda la gente que había luchado tan duramente junto a Allende. Me quedé ahí entonces. Tomic no permaneció mucho tiempo. El compañero Allende fue a dejarlo hasta la puerta. Ahí se tomaron muchas fotos.

Intenté acompañar a Tomic hasta el auto, y pude escuchar de esta manera algunas de las preguntas que los periodistas le hicieron. La primera fue si venía como representante del Partido Demócrata Cristiano y del gobierno a felicitar a Allende o en su calidad de ciudadano. Tomic les contestó que él venía como candidato a saludar al hombre que había triunfado en la elección. Que él había representado al Partido Demócrata Cristiano, que él era militante del Partido Demócrata Cristiano, el partido de gobierno. Pero que venía como candidato derrotado a felicitar al candidato triunfante.

Los diarios reaccionarios tenían ahora especial interés en diferenciar en la declaración de Tomic la posición del partido y la de Tomic. Con eso veían una posibilidad de crear, posteriormente, problemas en el Congreso Pleno. Ya andaban buscando fórmulas que permitiesen la elección de Alessandri contra Allende, de crear la llamada coalición democrática.

El día siguiente al de la elección, algunos diarios no informaron con claridad sobre el resultado de las elecciones. Plantearon que las fuerzas democráticas habían· obtenido un amplio triunfo sobre las fuerzas antidemocráticas representadas por Allende: sumaban simplemente los votos de Tomic y de Alessandri, lo que daba cerca del 63 por ciento de la votación.

Ya se advertía el esfuerzo de la reacción y del imperialismo por desconocer el triunfo electoral de Allende y por preparar una maniobra que llevara al gobierno al señor Alessandri.

Tomic no era un hombre alevoso. Fue siempre claro al decir que él y las fuerzas que representaba en ese momento, reconocían el triunfo de Allende. Con seguridad, esto no era sólo su posición, es evidente que tiene que haberla consultado con la directiva del Partido Demócrata Cristiano.

Cuando volví a la casa, el doctor quiso saber qué le habían preguntado a Tomic y qué había respondido. Se lo conté. Quedó bastante conforme porque dijo que esa actitud llevaba a una determinación: ellos no podían desautorizar ahora a quien había sido su abanderado.

Inmediatamente después nos reunimos en el escritorio de Allende. Nos daría instrucciones de qué había que hacer y cómo se iba a llevar adelante el trabajo. Ese día, fuera de las visitas previsibles, planificamos una conferencia de prensa en el local del comando.

Después discutimos las medidas de seguridad que se iban a tomar con Allende, tanto cuando saliera, como dentro de la casa y en los alrededores inmediatos. La noche anterior se habían producido en Guardia Vieja, tal como nosotros temíamos, algunas provocaciones de parte de la reacción. Habían pasado algunos autos tocando la bocina frente a la casa tratando de provocar a Allende. Esos eran los primeros síntomas de una tendencia que culminó más tarde con el asesinato del general Schneider.

Desde el primer momento, los sectores fascistas de Chile, la gente de Patria y Libertad y también algunos sectores del Partido Nacional, pasaron a una agresividad que ya habíamos conocido anteriormente. Los días previos a la elección, jóvenes reaccionarios ya habían organizado unas demostraciones en los sectores aledaños de Guardia Vieja. En una oportunidad en que el compañero Allende venía llegando a la casa, sólo acompañado por Fernando Gómez, un grupo de jóvenes rodeó el auto del doctor. Allende, con mucha audacia, se bajó del auto y los enfrentó. Les dijo que si querían agredirlo, lo hicieran, pero no en grupo, sino que de a uno. El compañero Fernando Gómez, sin recurrir a las armas, se puso al lado de Allende. La actitud firme de Allende impresionó tanto a los jóvenes reaccionarios que abrieron camino e hicieron pasar el coche.

Un día en que Myriam fue a buscarme a Guardia Vieja, por llevar en u auto un letrero que decía "Allende", también fue atacada por un grupo de jóvenes. Intentaron volcar el coche. Pero ella mantuvo la presencia del ánimo y aceleró fuerte. Todo esto nos daba una visión de los problemas que nos esperaban todavía hasta la toma del gobierno.

La casa de Allende era extraordinariamente vulnerable desde el punto de vista de la seguridad. Las ventanas de un edificio vecino daban a la casa de Allende. Era posible ver desde ahí, la terraza, el living y el comedor, y hacer fácilmente un atentado desde las ventanas de la escala de este edificio. Mientras discutíamos las medidas de seguridad, planificamos a la vez cómo ibamos a distribuir el trabajo.

Con placer notamos que la actitud de los carabineros que cuidaban la casa había cambiado por completo. Durante 15 años, siempre hubo carabineros vigilando la casa de Allende. Y siempre había sido gente pasiva. Allende les había hecho colocar una silla y una cortina contra el sol, en el verano, y en invierno los había autorizado a ingresar a la casa, para que se calentaran un poco. Pero nunca se había establecido una relación con nosotros. Ese 5 de septiembre, lo primero que notamos fue que, al sacar los autos, el carabinero se apresuró a salir a la calle para detener el tránsito y trató con deferencia a las personas que habitualmente estaban alrededor de Allende. Se preocupó de abrir camino y de pedirle a la gente que había en la cercanía que se retirara. Primero, esto nos llamó la atención, después nos provocó cierta hilaridad, ya que las fuerzas policiales hasta este momento habían actuado siempre como fuerzas represivas en contra nuestra. Empezaban ahora a consideramos autoridades. Sacamos dos o tres veces los autos, dábamos una vuelta y volvíamos, nada más que para ver la reacción del carabinero.

Pocos momentos antes de partir a una conferencia de prensa, llegaron el mayor Concha, con el teniente Dondero el jefe de la comisaría del sector y un teniente de carabineros que luego quedó en la escolta presidencial hasta el día 11 de septiembre. Tenían instrucciones de ponerse a las órdenes de Allende. Deben haber sido las 11,30 hrs. de la mañana. Les ofrecí un trago de whisky. El teniente era un hombre delgado, alto; aparentemente muy tímido. Mucha más seguridad mostró el mayor.

Dijo que tenía instrucción de dejar un pequeño pelotón de carabineros a disposición nuestra que cuidarían la casa y todo el sector. Además, que tenían orden de seguir a Allende a donde fuera. El doctor les agradeció.

Nunca olvidaré la imagen: el teniente Dondero sentado en la punta de una silla, con la gorra en una mano y con el vaso de whisky en la otra, temblando nerviosamente y haciendo sonar de esa manera un poco el hielo.

Al salir, el mayor me explicó por qué el teniente había estado tan nervioso. El día anterior se le había dado la instrucción de ponerse a las órdenes del Presidente electo. Y él había supuesto que iba a ser mal tratado, por el hecho de que las relaciones entre la izquierda y carabineros durante generaciones habían sido bastante malas. Ellos salieron altamente impresionados de la recepción y veían venir con tranquilidad las futuras relaciones entre ellos y nosotros.

Al poco rato de la despedida de esta visita, llamó el prefecto: le agradecía a Allende la amabilidad con que había recibido a los carabineros. Había entre ellos un fuerte sector que estaba de acuerdo con los planteamientos del compañero Allende. También el prefecto nos había cooperado muchas veces durante la campaña. Este general me contó que había estado conversando con un grupo de carabineros, de oficiales de alta graduación. Entre ellos se encontraba el hombre que seguramente nosotros iríamos a designar -según lo que ellos pensaban- Director General de Carabineros, porque era el más cercano a la posición de Allende: César Mendoza.

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Juan Seoane, inspector de Investigaciones, precede a Allende. Foto de Fernando Veloso.
Juan Seoane, inspector de Investigaciones, precede a Allende. Foto de Fernando Veloso.

 Casi simultáneamente llegó una patrullera de investigaciones a cargo del inspector Juan Seoane que también se ponía a nuestra disposición. El compañero ese combatió junto a nosotros el día 11 de septiembre en La Moneda. Tenía órdenes de preocuparse de la protección de Allende.

A todo esto, se había ido llenando de periodistas la calle. Además, empezaron a llegar los dirigentes de los partidos que habían participado en la campaña. El primero que llegó a saludar al compañero Allende fue Tarud. Después se hicieron presentes las comisiones políticas de los partidos, del Partido Socialista, del Partido Comunista, la Secretaría Ejecutiva del Partido Radical, la dirección del MAPU.

Cuando llegaron todos, Allende salió por primera vez a la calle, como candidato triunfante. Temíamos algunas provocaciones. En ese tiempo, tanto Investigaciones como Carabineros se mantenían atrás. Posteriormente fueron siempre adelante de la columna encabezada por un auto, que manejaba normalmente Rodolfo Ortega, yo, o Paredes. Ese día fuimos los tres con Tohá en ese auto. Seguía el coche de Enrique Huerta con Salvador Allende. El compañero Huerta lo había puesto otra vez a disposición de Allende en esa oportunidad. Era uno de los taxis que hacían el trayecto Pudahuel-Santiago. Era el auto en que Allende había viajado los últimos tiempos de la campaña. Y atrás iba entonces el station wagon con la escolta, el GAP.

El compañero Bruno, que ese mismo día se había integrado al GAP, quedó, junto con otros compañeros, a cargo de la protección de la casa, mientras nosotros salíamos en columna hacia el comando.

No teníamos radio en los coches, llevamos solamente un walkie-talkie. Un aparato lo llevábamos en el primer coche; el otro, debería tenerlo Ariel. Empecé a informar lo que iba ocurriendo en el camino, sin recibir ningún tipo de respuesta. Cuando llegamos al comando, descubrimos que, por el apuro al salir, a Ariel se le había quedado el segundo aparato en la casa. ¡Nuestras medidas de seguridad eran todavía bastante infantiles! Ninguno de nosotros tenía muy claro lo que tenía que hacer para proteger al compañero Allende, a un Presidente.

En el comando en la calle San Martín, se había congregado una cantidad de periodista tan grande que era imposible que cupieran todos en una pieza. Por esto, les pedimos que pasaran al patio. Primero, el compañero Allende pasó a la sala de la dirección de la campaña a agradecer a toda la gente que había trabajado en favor de él y a felicitarlos por el triunfo obtenido. Dirigió rápidamente la palabra a los compañeros. Después salió con ellos al patio, a la conferencia de prensa.

La prensa internacional quería saber qué era lo primero que haría al llegar al gobierno... Si era marxista... Allende contestó tajantemente que sí. Subrayó que su gobierno era inspirado en la teoría del marxismo, y que era un gobierno de tránsito hacia el socialismo. Las preguntas se referían a las relaciones con diferentes países del mundo, a las relaciones de Chile con Estados Unidos. Allende fue cortante al decir que agudizaría la reforma agraria, que nacionalizaría el cobre, el salitre, el yodo y que estatizaría los bancos. Las declaraciones de Allende llevaron a una actividad febril de la derecha. Empezó la corrida de los bancos. Empezaron a comprar dólares a precios del mercado negro para crear pánico y utilizarlo políticamente.

La prensa, la radio y la televisión del interior y del exterior querían entrevistar a Allende. Se dio cuenta desde el primer día, que el eco que podía tener su imagen en el extranjero era de enorme importancia en el interior. En la medida en que se hacía conciencia en el mundo que Allende había ganado la elección, sería mucho más difícil que le robaran el triunfo electoral. Por eso recibió a periodistas de todo el mundo.

Por otra parte, nos vimos abocados al problema de que cientos de chilenos querían saludar a Allende. Por esta razón teníamos que distribuir el tiempo del día lo más exactamente posible para que Allende pudiese recibir en el menor tiempo la mayor cantidad de personas: con esto lográbamos respaldo en el interior del país. Nosotros empezamos a hablar inmediatamente de "Presidente electo". La reacción, los diarios reaccionarios y la oposición hablaron del ''Presidente presuntamente electo".

Los sindicatos, las más diversas agrupaciones de trabajadores, instituciones deportivas, agrupaciones culturales, en una palabra, la sociedad chilena, sobre todo los partidarios de la Unidad Popular, pedían una audiencia con Allende. El trabajo era duro, tanto para nosotros como para el doctor. Los visitantes acudían en masa a Guardia Vieja. Llegaron los presidentes de las federaciones de estudiantes, de la Federación de la Universidad de Chile, de la Universidad de Valparaíso, de Concepción, del Norte, de Temuco. Era un permanente vaivén. Cuando se llenaba el patio, tenían otros que esperar en la calle. Muchos tenían que aguardar horas y horas. De la calle pasaban al patio, y de ahí, al living o al escritorio de Allende.

Mientras estaban esperando en el patío los presidentes de las federaciones de estudiantes oí un comentario pintoresco. El presidente de la Federación de Estudiantes de Concepción era un compañero del MIR, a quien denomina el ''Trosco Fuentes”. El muchacho era muy opositor a la vía electoral y a la candidatura del compañero Allende. La consideraba una candidatura revisionista, socialdemócrata, como decían ellos. El estaba ciento por ciento en la posición del MIR. Decía ahora:

"-¡Ya no entiendo nada! Primero, un marxista gana las elecciones. Después la reacción y un representante del gobierno burgués y reaccionario, este señor Tomic, viene a reconocer el triunfo. Y de hecho el mundo entero reconoce esta victoria lograda por la vía democrático-burguesa.

Y ahora veo que este socialdemócrata revisionista, que gana la elección en estas condiciones, y que dice ser marxista, tiene una escolta compuesta de compañeros que son militantes de mi partido. Mientras yo hablaba contra la elección, el MIR estaba a cargo de la seguridad del candidato socialdemócrata, que triunfa y aparece como marxista. ¡Parece que he vivido en la luna y tengo que tomar ahora un pasaje de vuelta!-"

Lo que se dijo ahí, en broma, era una realidad para mucha gente. A algunos se les había quebrado el esquema de que no era posible triunfar por la vía electoral. El compañero Allende siempre había planteado que el proletariado chileno tenía la madurez política que le permitía, en un momento determinado, llegar al poder por la vía electoral. Se veía ya, en los primeros indicios, que la burguesía estaba obligada a entregar el gobierno. Hombres que habían estado mucho tiempo junto a nosotros, pero que el año 1970 estaban en contra de la candidatura de Allende, empezaron a colocarse a disposición de Allende. Esto no expresaba oportunismo político, sino reconocimiento de Allende.

Por otra parte ya se veía la presión de la gran burguesía hacia los sectores demócrata cristianos. Varios políticos se acercaron y sostuvieron que si Allende bajaba el tono, si suavizaba los planteamientos de su programa, sería mucho más fácil designarlo como Presidente. A los dos o tres días de elegido Allende, vino un amigo mío con un recado de un parlamentario del Partido Nacional: ellos estarían dispuestos a votar en el Congreso Pleno por Allende y a terminar la campaña contra él, si no insistía en la agudización de la re- forma agraria; que ellos estaban de acuerdo con la nacionalización del cobre, pero que había que entrar a discutir si la nacionalización sería con retribución o no. Asimismo, tendría que hablarse sobre la creación del área social y la estatización de los bancos. Dicho con otras palabras: si nosotros pasábamos de nuestra actitud revolucionaria a una actitud ligeramente reformista y si manteníamos una línea más parecida a la de los demócrata cristianos, ellos estarían de acuerdo con que nosotros agudizáramos un poco el sistema. El interlocutor le dio al compañero Allende la seguridad de que ellos no sólo se abstendrían, sino que incluso votarían por él.

A partir del 4 de septiembre de 1970 nos preocupamos de hacer dormir al compañero Allende cada noche en un lugar distinto. Por razones de seguridad, ya no se quedó en Guardia Vieja. Algunas noches pasó en la casa de Eduardo Paredes, en mi casa y en las de otros compañeros. Posteriormente arrendamos algunas, que se utilizaron después para las delegaciones que vinieron a la transmisión del mando. Esta fue una tarea de Myriam, quien empezó a preocuparse desde el principio de este problema.

Además, se encargó de vestir a la escolta. Se compraron chaquetas y pantalones. Myriam salió con Eduardo Paredes a recorrer diferentes amigos para que nos regalaran camisas, calzoncillos, zapatos y calcetines. Al que más explotamos fue a un compañero que tenía una fábrica de camisas, que se llamaba Carlos Gattas Zaror De él recibimos ropa interior y pañuelos. Quedamos en pagar todo esto más tarde, lo que realmente nunca hicimos.

Los primeros días, siempre hubo un grupo de compañeros alrededor de Allende hasta altas horas de la noche. Poco después del triunfo, el 5 o 6 de septiembre, Rodolfo Ortega y yo organizamos una reunión con la escolta. Yo les planteé a los compañeros que esa tarea debía quedar en manos de otra gente. Que nosotros teníamos que dedicamos a labores políticas y administrativas para cooperarle al compañero Allende.

Después había que buscar un lugar donde ubicar unas oficinas. Ya no podíamos utilizar el Comando, porque estaba ubicado en el local del Partido, Y no queríamos mezclar las actividades partidarias con el trabajo del Presidente electo. Entonces surgió la idea de buscar un recinto para instalar una ''Moneda chica". La Casa de Maestro, el local del sindicato de profesores de Chile nos pareció idóneo. Estaba ubicado en la calle Bulnes, esquina de Catedral, a unas 10 o 12 cuadras de La Moneda, en dirección al poniente. Era un edificio nuevo, de tres pisos, que los compañeros ponían a nuestra disposición.

Humberto del Canto, José Tohá y yo fuimos para ver la distribución de las oficinas. Además, teníamos que montar la oficina del compañero Allende. En general, las oficinas eran apropiadas para nuestros objetivos, sin grandes arreglos. Sólo trasladamos desde el comando algunos muebles, máquinas de escribir eléctricas y grabadoras. Se instaló también una oficina grande de prensa. En el segundo piso, quedó la oficina de Allende. Compartimos una oficina inmediatamente al lado, José Tohá y yo. En una sala al frente, Allende recibía a todas las delegaciones.

Llegó el 18 de septiembre, nuestro Día Nacional. Ese día, el Presidente Frei participó por última vez en el desfile militar. Nosotros nos fuimos con el compañero Allende a la casa que se llamaba "El Cañaveral". Está ubicada en el cajón del Mapocho en el camino hacia Farellones, a pocos kilómetros de Santiago. Es un lugar muy bonito, con un bosque y una hermosa casa a las orillas del río. Llevamos una estufa, porque en septiembre las tardes suelen ser heladas aún, sobre todo en esa zona bastante alta. Nuestro grupo se componía de Allende, Rodolfo Ortega, Coco Paredes y yo, la escolta y los compañeros Fernando Gómez y Mario Melo.

Llegamos allá el 17. Queríamos quedamos hasta el 20 de septiembre, para que Allende descansara un poco antes de lanzarse nuevamente al trabajo.

(*) Extracto del libro “Un cuarto del siglo con Allende. Recuerdos de su secretario privado”; Editorial Emisión; diciembre de 1985.

Continúa mañana.

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Me interesa la historia de Allende y Tomic... La unidad de la izquierda en Uruguay y Chile: la toma del poder por la vía electoral Tesis de Jimena Alonso [Grado alcanzado: Magister en Historia y Memoria] sobre los procesos históricos, políticos, ideológicos y estratégicos que llevaron a los Partidos Comunistas, Socialistas y Demócrata Cristianos (Izquierda Cristiana) de Chile y Uruguay, a la unidad de las izquierdas en ambos países... https://m.facebook.com/photo.php?fbid=10213871992888375&id=1064897360

Soy de Uruguay. Me interesa la historia de Allende y de Tomic...

Me interesa el sindicalismo chileno

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