Mejor tarde que nunca. ¿O justicia que tarda no es justicia?
Es difìcil elegir entre estos dos adagios para iniciar esta reseña, teniendo en cuenta que Diálogos de campaña, conversaciones en torno a la Campaña del NO, tiene dos características principales que producen satisfacción y frustración, a la vez.
Satisfacción, porque se trata de un libro que pese a no ser voluminoso, aborda con profundidad lo que fue la Campaña del NO, en particular, su franja televisiva, donde se abordan con hondura los dilemas y las decisiones políticas, publicitarias y televisivas, en torno a la elaboración de ese producto audiovisual, que es el hito más importante de la televisión política, y probablemente uno de los más relevantes en la comunicación política, en general.
El libro parte por los diagnósticos de la realidad política y social del país de entonces, y la dialéctica que ese diagnóstico produjo en un conjunto de tomadores de decisiones, entre los cuales están quienes realizan el diálogo del libro; José Manuel Salcedo, quien fue el principal director creativo de la franja, y Juan Forch, otro de sus directores.
Conforme avanza el diálogo, sorprende que la tesis de 'derrotar a la dictadura con un lápiz y un papel' era considerada -de manera casi transversal- de una gran ingenuidad, y que las máquinas electorales de la oposición se prendieron bajo la idea de que por lo menos había que intentarlo y que en el intento podrán surgir cosas.
De tal modo, este diálogo, producido en 1999, a instancias de la periodista Marcela Branaud, parte por el primer dilema principal: ¿valía la pena hacer todo el esfuerzo político en un plebiscito del cual no había garantías de que Augusto Pinochet ofrecería las condiciones mínimas para hacerlo competitivo y que respetaría su resultado en caso de perderlo?
Conforme avanza el diálogo, sorprende que la tesis de 'derrotar a la dictadura con un lápiz y un papel' era considerada -de manera casi transversal- de una gran ingenuidad, y que las máquinas electorales de la oposición se prendieron bajo la idea de que por lo menos había que intentarlo y que en el intento podrán surgir cosas.
De ese modo, asumiendo eso, el comité político a cargo de la campaña -entre los que se menciona a Genaro Arriagada, Eduardo Tironi, y Juan Gabriel Valdés- se planteó como uno de sus objetivos principales evitar que los opositores a la dictadura se quedasen en sus casas el 5 de octubre de 1988.
A diferencia de lo que planteó el mito que elaboró Pablo Larraín Matte -en NO, su película de 2012 sobre esta campaña-, la fase televisiva responde a un proceso político mucho más complejo, donde hubo sintonía entre políticos y creadores, pues compartían los diagnósticos, sin que hubiera ese abismo cultural que el filme retrata entre unos políticos anclados al dolor y al pasado, y unos publicistas profesionales luminosos e iluminados, constructores del futuro.
Ejemplo de la naturaleza profundamente política de esta experiencia -cuenta Salcedo- es la campaña previa de inscripción en los registros electorales, cuyo éxito, tal vez poco estudiado, poco o nada tiene que ver con el genio televisivo que supuestamente se impuso a la gris política opositora. Cabe mencionar que, sin esta campaña, los votantes del NO se habrían debido quedar en la casa el día del plebiscito, por mucho que la franja del NO los haya hipnotizado en los meses previos.
A diferencia de lo que planteó el mito que elaboró Pablo Larraín Matte -en NO, su película de 2012 sobre esta campaña-, la fase televisiva responde a un proceso político mucho más complejo, donde hubo sintonía entre políticos y creadores, pues compartían los diagnósticos, sin que hubiera ese abismo cultural que el filme retrata entre unos políticos anclados al dolor y al pasado, y unos publicistas profesionales luminosos e iluminados, constructores del futuro.
Salcedo menciona otro antecedente político al 100 % que es indispensable para permitir que la ‘esperanza’ -el primer concepto trabajado por la franja-, haya tenido lugar en medio de un clima de escepticismo. Se trata de la poca conocida decisión del Tribunal Constitucional de entonces, que aprobó, en fallo estrecho, que el plebiscito se regiría por las normas definitivas de la Constitución de 1980 y no por las transitorias, con lo que se ‘garantizaban’ algunas normativas que impedían las groseras manipulaciones realizadas por la dictadura en los fraudulentos referéndum de 1978 y plebiscito de 1980.
De la ‘esperanza’ -cuenta Salcedo- se pasó a la ‘primavera’, al ‘arcoiris’ y de ahí a la ‘alegría’, de que al menos se iba a acabar la dictadura, no la 'felicidad', que supone un estado más constante.
“Y, como es la mecánica de este tipo de reuniones, se fue armando y armando todo este cuento, y me acuerdo perfectamente bien de una pizarra donde yo tenía escrito: ‘Chile: viene la alegría’ y el paso siguiente fue ‘Chile: la alegría viene’, estaban las dos fórmulas puestas y en eso estuvimos mucho, mucho, mucho rato hasta que surgió la palabra mágica, que en realidad es el gran detonante de esa frase, que es la palabra ya, que le da a ese concepto la connotación de algo inminente”, cuenta Salcedo, quien falleció este 2023, habiendo sido un abogado decé, criado en la comunicación política en los tiempos de Eduardo Frei Montalva; y quien fue el eslabón perfecto entre políticos y creativos durante la Campaña del No.
La conversación continúa con los dos directores analizando las decisiones icónicas de la campaña, como lo fue el poner un NO gigante con un arcoiris cruzado como uno de los logos, o las disquisiciones en torno al jingle, o la decisión de poner a un periodista, Patricio Bañados, como conductor del espacio, y varios otros tópicos cuya lectura proporciona buenas lecciones a quienes trabajan en comunicación política.
También es particularmente interesante cómo Salcedo y Forch analizan cómo fueron leídos y mal leídos por la campaña del SÍ, la que se fue derrumbando en la misma medida en que lo hizo el ánimo de los partidarios de Pinochet, al ver que la del NO agarraba vuelo hasta alcanzar momentos brillantes.
La franja, pese a utilizar todo el potencial comunicativo y creativo de la televisión, fue profundamente política, pues no solo fue la primera ocasión en que los chilenos pudieron ver por TV rostros políticos y artísticos que estaban prohibidos, sino que también fue la primera vez en que se arrojaron mensajes duros y críticos contra la dictadura.
Es interesante la reflexión de Salcedo respecto de la decisión de la Dictadura de generar una franja televisiva, la que, vista en retrospectiva, explica, en parte, su derrota. De acuerdo al director, la medida adoptada por los expertos comunicacionales del régimen buscaba aislar las comunicaciones de la oposición a un horario nocturno, a las 23 horas, en vez de permitir varios spots que habrían salido durante el día, que era la otra alternativa.
Al final, con el propósito de evitar tener los mensajes de la oposición todo el día, incluido en horarios prime, circunscribieron el espacio televisivo a un horario nocturno y de bajo rating, en teoría. Pero, según explica Salcedo, lo que no calcularon fue que eso creó el espacio para un programa completo de TV, con capacidad de desarrollarse y complejizarse hasta convertirse en un producto cultural potente, que reventó los medidores de audiencia, y que terminó siendo un hito político.
Particularmente divertidos son los recuerdos de Salcedo y Forch respecto de cómo la franja del SÍ fue a la zaga de la del NO, teniendo ventajas, como la de conocer lo que emitirían los opositores con antelación, ya que todo indica que tuvieron acceso al material que debía dejarse en el Consejo Nacional de Televisión, el que tenía un par de días para ver y aprobar el material. Todo para generar unas parodias desesperadas -como la de los bailarines extremistas- que solo reforzaron la idea de que el SÍ iba atrás
El libro ofrece un segundo argumento, ex post, que ayuda a desarmar la mitología de Larraín (quien es hijo de Hernán Larraín, uno de los principales colaboradores civiles de Pinochet y ex ministro de Justicia y Derechos Humanos de Sebastián Piñera durante la crisis de violaciones a los derechos humanos ocurrida en el estallido social):
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La franja, pese a utilizar todo el potencial comunicativo y creativo de la televisión, fue profundamente política, pues no solo fue la primera ocasión en que los chilenos pudieron ver por TV rostros políticos y artísticos que estaban prohibidos, sino que también fue la primera vez en que se arrojaron mensajes duros y críticos contra la Dictadura, como fue imputar sus graves violaciones a los derechos humanos, las que -hasta entonces- para los militares y sus cómplices civiles eran solo “presuntas”.
En esto Forch tuvo un rol destacado, pues a su cargo -en medio de la algarabía primaveral de la campaña- debía encajar los ‘forchazos’, es decir, golpes al mentón del régimen, y en particular a Pinochet, los que -según los directores-, tuvieron la virtud de despertar cierta valentía en el electorado que se animó a decir en público que votaba NO y a criticar más abiertamente a la Dictadura y al dictador.
En el diálogo se recuerda, en particular, la pieza de los títulos ‘nobiliarios’ de Pinochet; capitán general del Ejército, presidente honorario de Colo Colo, hijo ilustre de Mulchén y un largo etcétera, los cuales fueron leídos sobre una foto de gala del general obtenida de la campaña del SÍ, con lo que se mostraba al dictador como tal, y no cómo el candidato civil que quería hacer ver la campaña del SÍ.
“Siento que, en relación al plebiscito del 88 y especialmente por parte de la derecha, se ha planteado muchas veces que la campaña del NO fue lo que determinó el resultado del plebiscito [...]. Y yo tengo la sensación de que eso no fue así; [...] de no haber existido la franja, los partidos concertados por el NO habrían buscado otros medios de comunicación que les hubiera permitido igualmente ganar el plebiscito”, reflexiona Forch, ante un dubitativo Salcedo.
También se ahonda en la pieza "El palo y el paco", donde, utilizando recursos de video arte, se muestra a un carabinero pegándole un lumazo a un manifestante, cuando éste ya estaba completamente reducido, lo que demostraba la violencia innecesaria del régimen, entre otras.
Pasando de una pieza a otra, Salcedo y Forch, en su diálogo, explican que la franja -una vez sentada en sus objetivos y lineamientos generales, acordados con los responsables políticos- era algo que Forch llama de “libertad organizada”, en el sentido de que se trató de un producto coral, en el que mucha gente hizo su aporte, desde muchos ámbitos, sin que se lo pidieran, lo cual se fue disponiendo día a día como un collage de piezas diferentes, pero que encajaban en las ideas centrales.
“El hecho de que la franja del NO hubiera estado mejor organizada comunicacionalmente que la del SÍ desmentía esta denuncia de ingobernabilidad”, dice Forch respecto del resultado de esa fórmula que se llevó a cabo para generar un contenido en múltiples registros y capas, en la cual hubo realmente muy pocos spots publicitarios, propiamente tales. Según el creativo y parafraseando a Carlos Flores, esto permitió mostrar “un anticipo de la democracia”, con espacio para la diversidad, el color y el humor, pues “la democracia es siempre mestiza”.
Salcedo y Forch abordan también la discusión -a esta altura bizantina- respecto del poder de la franja, en tanto TV, como la causa de la derrota de Pinochet en el plebiscito, algo que está en el corazón de la película de Larraín.
“Lo que a mí me pasa respecto de estas cuestiones, es que yo siento que, en relación al plebiscito del 88 y especialmente por parte de la derecha, se ha planteado muchas veces que la campaña del NO fue lo que determinó el resultado del plebiscito y que, por lo tanto, el Gobierno de la época habría perdido el plebiscito debido a la efectividad de la campaña. Y, más que la campaña, de la franja. Y yo tengo la sensación de que eso no fue así; de que puede que la franja del NO haya sido determinante, pero que de no haber existido la franja, los partidos concertados por el NO habrían buscado otros medios de comunicación que les hubiera permitido igualmente ganar el plebiscito”, reflexiona Forch, ante un dubitativo Salcedo.
En lo que sí coinciden Forch y Salcedo es en que la televisión le dio carta de legitimidad a la oposición, en un país habituado a ella, dado el toque de queda que hacía que las personas pasaran su tiempo libre en casa… viendo tele.
“Si bien la franja del NO no determina el triunfo del NO, es su causa eficiente. Permitió que la mayoría por el NO se expresara por las urnas, que algunos perdieran el temor, otros adquirieran un interés activo en votar y que el conjunto del país tuviera confianza, creyera que su voto iba a ser respetado”, dice este creativo decé, en quien Larraín inspira a su personaje Saavedra, el viejo publicista que toma decisiones a espaldas y contrapelo de un político tradicional, en el filme. Eso, aunque en el diálogo con Forch lo único que podría parecerse es una reunión en la casa de Andrés Zaldívar donde se presentaron los lineamientos centrales de la campaña televisiva, habiendo efectivamente una incomprensión inicial, pero que se resolvió ahí mismo.
En lo que sí coinciden Forch y Salcedo es en que la televisión le dio carta de legitimidad a la oposición, en un país habituado a ella, dado el toque de queda que hacía que las personas pasaran su tiempo libre en casa… viendo tele.
Al respecto, es interesante la reflexión en torno al papel de Patricio Bañados, quien no solo fue el ‘rostro’ que se contrapuso al de Pinochet, sino que representó la figura del periodista de televisión, arquetipo de la confiabilidad de entonces, quien además convirtió la franja en una gran lección cívica, enseñando incluso a cómo votar, apropiándose del plebiscito mismo.
¿Y la frustración? Que la conversación no haya salido antes, como para discutir el filme NO del mismo autor de Conde.
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Este libro salió en relación con la exposición Contratemas de Juan Forch, en la cual se repasa el trabajo artístico del creativo, quien además es escritor, videasta, fotógrafo, artista visual… y poeta chileno.
‘Contratemas' estará sábados y domingos en Galería 3.14, en Av. Santa Rosa 2260, segundo piso, Metro Bío Bío, hasta el 15 de octubre.
Entre las instalaciones artísticas de la muestra hay una animita -una de las obsesiones del autor- dedicada a la Franja, a la cual se le puede agradecer favores concedidos.
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