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Martes, 5 de Agosto de 2025
[Sábados de streaming - Documentales]

Notas para una película: El fin del mundo

Juan Pablo Vilches

Un libro de memorias del siglo XIX inspira a esta película híbrida sobre el conflicto en el Wallmapu. Entre escenas de época, imágenes de otras películas e historias orales, se conforma un veredicto definitivo e infinitamente triste.

En marzo de 1889, un joven ingeniero belga llamado Gustave Verniory llegó en tren a Angol para sumarse a la construcción de la vía férrea con que el Estado de Chile haría efectiva la anexión de territorio tras la llamada “pacificación de la Araucanía”.

Después de vivir una década en el sur, penetrando la selva para disponer de rieles y durmientes, volvió a Europa y escribió su libro Gustave Verniory, 10 années en Araucanie 1889-1889, un testimonio de su extrañeza ante lo que vio y lo que cambió ante sus ojos –irremediablemente, como veremos– mientras estuvo en el Wallmapu.

El documentalista Ignacio Agüero tomó este libro y lo adaptó libremente para convertirlo en … ¿una película? ¿Un documental? Ni lo uno ni lo otro sino en algo distinto o, mejor dicho, algo anterior. Algo que, como dice el título, se parece más a unas notas o unos bocetos, aquellos constructos que dan cuenta de la potencialidad que podría tener esta historia sin que la adopción definitiva de una forma o un género la dirijan en una dirección reconocible.

Partamos por el principio, por una imagen en blanco y negro de un sitio eriazo donde alguna vez estuvo la estación de trenes de Angol a la que llegó Verniory, donde el propio Agüero nos presenta el comienzo de la trayectoria vital del ingeniero en nuestro país, junto con el actor que lo interpreta (Alexis Maspreuve).

Mientras Verniory nos cuenta en francés la aventura del “rey de la Araucanía” Orélie Antoine I y su efecto precipitador de la posterior “pacificación”, un largo paneo en 360º nos muestra un sector del Angol actual, adornado por graffities y algo de abandono, haciendo dialogar al pasado con el presente; poniendo en cuestión lo que creemos saber y entender de lo uno y de lo otro.

Así, desde este primer ejercicio el director y guionista pone en un mismo plano a su historia (la de Verniory, se entiende) y al proceso de creación de la película; y esto se refrenda con lo que sigue: escenas de lo que sería un filme de época siguiendo los pasos del ingeniero –siempre en blanco y negro–, alternadas con los ingredientes que se están cocinando en la cabeza del propio cineasta y que, de una u otra forma, explican lo que vemos y cómo lo vemos.

¿Y cuáles serían esos ingredientes? Imágenes en colores tomadas por el propio Agüero desde un tren en Japón, o la famosa toma de La llegada de un tren a la estación de la Ciotat (Hermanos Lúmiere, 1896). O las coloridas y encendidas imágenes de Ahora te vamos a llamar hermano (1971), un densísimo concentrado de la rabia y la esperanza del pueblo mapuche ante la posibilidad de un gobierno de izquierda, y donde su director Raúl Ruiz eliminó como nunca toda distancia irónica con su tema.

Entonces, el carácter eminentemente informativo de los relatos de Verniory empieza a mutar en la medida que aparecen los otros elementos –o ingredientes– para que el espectador configure un su cabeza aquello que hoy se conoce como conflicto chileno-mapuche. Y que antes se llamó de otras maneras, pero siempre estuvo ahí.

Uno de los recursos más usados es la relación especular entre la forma de mirar y habitar del personaje Verniory en la Araucanía del pasado, y el deambular del actor en el Wallmapu del presente; donde los textos y la música –cuando aparecen– construyen una percepción tironeada desde ambos lados por aquello que parece cambiar y aquello que no.

Esta construcción no siempre logra sostenerse –pese a su bellísima fotografía– pero sí es eficaz en transmitir el proceso simultáneo de aclimatación de Verniory y de progresiva toma de conciencia respecto de lo que era el Wallmapu… y de su propio rol en lo que terminó ocurriéndole.

Junto con el relato literario (y audiovisual) de Verniory, la película presenta dos testimonios mapuche –y en mapudungun–; uno de la época de la “pacificación” y de otro de un episodio reciente, ambos en la forma de historia oral.

El primero de ellos es especialmente poderoso por narrar, básicamente, el comienzo del fin de un pueblo y de su mundo, primero por la violencia y después por la cultura. Este testimonio se apoya en un largo plano-secuencia, con paneos que dan cuenta de la comunidad que escucha esta historia (y la contará en el futuro) y con acercamientos y alejamientos de cámara que recogen las reacciones individuales y también grupales ante lo que se nos está contando.

El segundo testimonio, en cambio, es más breve, consiste en un plano prácticamente fijo y solo el narrador mapuche se encuentra presente. Colocado cerca del final del filme, este testimonio versa de una recuperación de tierras realizada hace poco, proyectando hasta hoy la forma en que se da el conflicto entre peñis y winkas, pero sobre todo explicando el sentido de estas acciones, las que tienen muy poco que ver con la mera propiedad o copropiedad de la tierra.

Los largos paneos por los paisajes donde se pasea Verniory y las palabras en mapudungun de los narradores, traducen en imágenes y sonidos la afirmación de Gastón Soublette de que “los mapuches defendían el paraíso”; y lo hacen porque el propio ingeniero paulatinamente llega a la misma conclusión, hermanada como un siamés con la convicción de ser él mismo un cómplice de su destrucción.

En otras palabras, el valor del testimonio de Verniory no solo se encuentra en el registro de los ires y venires de la “pacificación” del Wallmapu, sino en la toma de conciencia de haber cometido un crimen irreparable, con el discutible atenuante del vértigo que suele acompañar a la ideología del progreso.

Las notas de esta película, las escenas de la cinta de época que nunca se filmará (porque no es necesario ni suficiente) y los demás ingredientes que conformaron este palimpsesto, nos dejan una imagen del equipo de filmación –con Agüero y Maspreuve, entre ellos– que vuelve a Santiago en una camioneta, con el semblante abatido de quien ha visto morir algo sagrado.

Es el momento en que Gustave Verniory y el actor que lo interpreta están mirando exactamente lo mismo.

Acerca de…
Título original: Notas para una película (2022)
Nacionalidad: Chile
Dirigido por: Ignacio Agüero
Duración: 102 minutos
Se puede ver en: Ondamedia.cl (gratis)

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