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Lunes, 21 de Julio de 2025
[Una voz en la ciudad]

La pequeña Portlandia

Terencio

“Le leí el texto a mi amigo Gonzalo G. y me dijo, “aquí hay un error; Santiago ES Portland”. Y me acordé de esa serie hipster que se llamaba Portlandia, y también del ‘Hipster Index’ que es un parámetro para medir lo gentrificada que puede estar una ciudad y que tiene como unidades métricas el número de restaurantes veganos, cafeterías, estudios de tatuajes, boutiques vintage y tiendas de discos por cada 100.000 habitantes. Y cuando reparé en eso, me di cuenta de que no, Santiago no es Portland: Portland es Curacaví”.

Hace varios años leí un texto turístico sobre Santiago en un medio extranjero que rezaba lo siguiente: “Más importante aún, aquí está la versión sudamericana de cada ciudad cool de la costa oeste norteamericana, excepto que tiene un clima más agradable (que Vancouver), música más alegre (que Seattle), cafés más atractivos (que Portland), mejores horarios de bares y precios de caipirinha (que Los Ángeles) y gente más atractiva con trajes grises y gafas de sol (que San Francisco)”. 

Le leí el texto a mi amigo Gonzalo G. y me dijo, “aquí hay un error; Santiago ES Portland”. Y me acordé de esa serie hipster que se llamaba Portlandia, y también del Hipster Index que es un parámetro para medir lo gentrificada que puede estar una ciudad y que tiene como unidades métricas el número de restaurantes veganos, cafeterías, estudios de tatuajes, boutiques vintage y tiendas de discos por cada 100.000 habitantes.

Y cuando reparé en eso, me di cuenta de que no, Santiago no es Portland: Portland es Curacaví.

***

He hecho el recorrido de la Ruta 68 entre Santiago y Viña / Valparaíso estimo que unas quinientas veces en mi vida. Desde que era chico e iba con mi abuelita en el tren que salía de la Estación Mapocho -carnet “verde” al suelo-, hasta todos esos cinco años en que cursé el doctorado en Viña, en que semana tras semana me iba los lunes y volvía los jueves.

En esos recorridos creo que he parado en todos los lugares donde se puede comer algo, desde El Quillay o los comedores de Lo Vásquez, hasta el antiguo Tijuana (una taquería que estaba en la Cuesta Zapata yendo hacia Viña, que una polola con la que iba decía que servía platos chilean-mex, porque los tacos los hacían con pino de empanadas o algo así, y que desapareció cuando pusieron doble vía en la cuesta), pasando por Doña Celina o los Dulces Millahue. 

En una de esas idas hace ya más de una década me di cuenta de que mi querida cerveza Kross tenía sus cuarteles generales en el Camino El Toro, que sale desde Curacaví para internarse hacia el Curacaví profundo, y ahí me apertreché desde entonces de Kross Stout en cajas de 24 botellas a un precio inigualable. Hice muy buenas migas con doña Claudia, que estaba a cargo de la tienda de venta de la Kross y vi cómo la fábrica fue creciendo y haciéndose cada vez más ondera.

Y entonces sucedió. Además de la Kross aparecieron otras breweries (fábricas de cerveza artesanal) como la Hathor, una cervecería artesanal feminista que recoge la idea de que fueron las mujeres de Babilonia las inventoras de ese maravilloso brebaje lupulado y tomaron el nombre de la diosa egipcia de la cerveza.

Como siempre, Google Maps viene en mi ayuda y me permite ilustrar este punto curacaviano en este caso. Estos son los pines que aparecen para la búsqueda de “cervezas artesanales” en la ciudad cuyo nombre significa, “piedra del festín” en mapuzungún.

Pero no solo se trata de cerveza. Hace algunos años mi cuñado me sopló que al lado de Los Hornitos (cuando acaba la Cuesta Zapata en sentido hacia Santiago) se había puesto un pequeño puesto de costillitas (ribs) al estilo gringo: Curacaribs. Pasé un día a probarlas… y fue una explosión de amor y sabor. 

En Curacaribs servían la comida en bandejas metálicas hondas como en los locales tejanos, y sus costillitas eran hechas a fuego lento por horas como las de BBQ que se comen en algunos locales como el Tony Roma’s o el Friday’s o el Ruby Tuesday: pero mejores, mucho mejores, porque tenían un ahumado y un sabor quintaesencialmente chileno. Amén de ello, en Curacaribs hay pulled pork, brisket, pechuga de pavo con ese mismo sabor chilean-tex y así, todo para chuparse los dedos, y, lo más importante, tienen un sentido tan claro de que lo que hacen es super ondero que su gráfica, espacios, redes sociales son sumamente entretenidos y agradables a la vista.

Hace unos meses me tocó presentar un libro mío en una cafetería de Curacaví -La Vitrina de Josefa- a la que me había invitado Alejandro M., vecino de esa ciudad y conductor radial, y los curacavianos que había me contaron un poco de la historia del lugar. Me contaron que antes de que se hicieran los túneles Zapata y Lo Prado alrededor de los años sesentas y setentas, el viaje Santiago – Viña / Valparaíso era extremadamente demoroso, al punto de que Curacaví era un lugar de detención habitual para los viajeros y viajeras. En aquellos días había muchas hosterías, restoranes, diversiones, pero la llegada de las carreteras le había dejado un poco como al pueblo de Radiator Springs de la película Cars de Pixar, derrotado por la modernidad.

Sin embargo, en los últimos años, por efecto de Kross, Curacaribs y antes cosas como los sándwiches Sésamo, estaba recuperando su vitalidad. Más todavía cuando durante la pandemia muchas personas de Santiago que tenían parcelas como segundas habitaciones decidieron irse a vivir al lugar, duplicando en los última década su población y, al decir de Alejandro M. y la Lolo -la dueña de La Vitrina de Josefa-, “se hace casi imposible manejar por la vía principal de la ciudad porque el taco es eterno”.

Uno de esos lugares que recordaba la vieja gloria de Curacaví era el Antumapu, pero me contaban los parroquianos de La Vitrina de Josefa, que cuando habían fallecido los dueños había habido una serie de problemas y aquel restorán cerró para siempre.

Solo para ser recuperado por los mismos Curacaribs que llegaron al lugar y se expandieron de ser casi un chiringuito aledaño a Los Hornitos, a un Smokehouse hecho y derecho.

Tengo una aprensión, sin embargo. Creo que Curacaribs se ha expandido demasiado velozmente: hoy cuentan con varios locales en Santiago además de haberse agrandado al tamaño del Antumapu. Y puede que esto les termine pasando la cuenta. 

Quizá no hay que ser tan temeroso del futuro; por mientras Curacaví para mí es “la pequeña Portlandia”.

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Interesante relato y muy enriquecedor, me trajo recuerdos de cuando muy pequeño viaje a Viña solo en un Andes Mar Bus, iba super asustado, ya que debo haber tenido no más de 5 años y en relación al carne verde, yo diría más bien a la libreta verde de carne🤭, lo demás que quiero comentar, es que no todos tenemos conocimiento de la cantidad de locales que mencionas en el relato y menos fuera de Chile, si recuerdo algunos de última generaciones, saludos

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