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Martes, 22 de Julio de 2025
Sábados de (NOT) Streaming – Documentales

No Other Land: Esta historia no termina (y la lucha tampoco)

Juan Pablo Vilches

Si la premisa de este documental es que filmar es un acto de resistencia –contra Israel, en este caso–, no es para nada extraño que no tenga distribución en Estados Unidos pese a haber ganado el Oscar. 

Una de las enseñanzas más memorables de The Fabelmans (Steven Spielberg, 2022) es que el cine tiene tres tiempos para su autor. Tres momentos distintos en que el cineasta se enfrenta con la realidad con resultados distintos, y muchas veces impredecibles.

El primero es la filmación, aquella instancia de suma concentración en que se busca capturar con precisión y holgura el objeto o hecho de interés. El segundo es el montaje, en que la yuxtaposición de lo filmado, tras muchas revisiones, permite crear o encontrar aquello que se escabulló mientras el cineasta miraba por el lente de la cámara. El tercero es la proyección ante un público, cuando el cineasta observa lo que filmó y montó a través de la mirada y la reacción de los otros.

Para No Other Land, este tercer tiempo está siendo vedado ante el gran público de EE. UU. Pese a ganar el Festival de Berlín y recientemente el Oscar a Mejor Documental, la exhibición en territorio estadounidense se ha limitado a funciones en universidades y pequeñas salas de cine arte, mientras que a la fecha la película no tiene distribución en las salas comerciales repartidas a lo largo y ancho del país. Y tampoco para el streaming. Incluso algunos cines que la han proyectado están sufriendo represalias, como en Miami Beach.

El evidente veto político que sufre gracias al “libre mercado” responde a una de las principales preocupaciones manifestadas por los cineastas durante la filmación filmada de esta película. Porque esta película es –entre muchas otras cosas– un relato sobre su propia filmación, es decir, del primero de los tres tiempos, y del sentido que esto tiene en las particulares circunstancias en que se está filmando.

Todo empieza con Basel Adra, un joven activista palestino, movilizado para evitar la progresiva destrucción de las aldeas de Masafer Yatta, Cisjordania, en las que creció y vive con su familia. La vida cotidiana de la familia Adra y de los demás miembros de su comunidad consiste en ver, filmar y resistirse a las demoliciones periódicas de sus casas por parte del Estado israelí, el que tiene planeado usar esos terrenos para instalar un campo de entrenamiento militar.

El documental navega fluidamente entre la acción trepidante y la conversación reflexiva; entre la desesperación del día a día bajo la ocupación y la esperanza que viene desde dentro y desde fuera. En suma, la experiencia de vivir y resistir en esas condiciones es transmitida con nitidez y absoluta credibilidad, conviviendo además con escenas y situaciones durísimas, pero siempre vistas desde una cercanía afectiva y cultural que impide la pornomiseria.

Sobre esa base simple y directa se empiezan a montar las capas que le dan a este documental su espesor y su multifocalidad. Por una parte están los raccontos, con filmaciones antiguas de la misma lucha en el mismo lugar, con un niño Basel criado en esa lucha pero también en la importancia de documentarla, algo que le resulta tan natural como ver y respirar.

Por otra parte está la presencia de Yuval Abraham, un joven activista y periodista israelí que se convierte en el socio y aliado en el registro de la resistencia de Masafer Yatta, pero que también trae consigo la mirada desde y hacia un afuera que para la población palestina solo se puede vislumbrar tras las rejas y las púas. Yuval es también el interlocutor que gatilla los necesarios y lúcidos cuestionamientos de Basel sobre el sentido de filmar aquello que nadie quiere ver, o sobre la vida que queda tras y bajo una lucha infinita.

Las filmaciones de Basel y de Yuval se intercalan con el metraje del tercer director de la cinta, el palestino Hamdan Ballal, lo más parecido a un narrador omnisciente, el que muestra a los dos jóvenes pululando, filmando, corriendo, interactuando con otros miembros de la comunidad, construyendo de noche lo que se destruye de día. El movimiento no para y la filmación tampoco.

Efectivamente, lo que vemos es el vértigo de la resistencia en un territorio ocupado y aislado en su propia lucha, pero ese vértigo es equilibrado con la reflexión, por un lado, y por el impacto que lo ocurrido y lo filmado tiene en el afuera, por lo que el documental también se hace cargo del efecto internacional de lo que se filma.

Así, el documental navega fluidamente entre la acción trepidante y la conversación reflexiva; entre la desesperación del día a día bajo la ocupación y la esperanza que viene desde dentro y desde fuera. En suma, la experiencia de vivir y resistir en esas condiciones es transmitida con nitidez y absoluta credibilidad, conviviendo además con escenas y situaciones durísimas, pero siempre vistas desde una cercanía afectiva y cultural que impide la pornomiseria.

Por ejemplo, la historia de Harum –un joven palestino que quedó tetrapléjico por el disparo de un soldado israelí mientras se resistía a una demolición– aparece y se queda con todo su peso, pero sin estridencia, como un recordatorio de la violencia cotidiana y normalizada que se vive en Cisjordania.

Las familias que prefieren vivir en cuevas en vez de dejar su tierra tras la demolición de sus casas, son víctimas y combatientes al mismo tiempo, por lo que sus lamentables circunstancias despiertan compasión y admiración al mismo tiempo. Pero llega el momento en que los desplazados simplemente no pueden más, como la secuencia que le da el título al documental en que una señora ya mayor –en el fondo de su abatimiento– se lamenta diciendo que no se va porque “no hay otra tierra” donde pueda irse.

A medida que avanza hacia el final, los hechos y los reveses vienen como una aplanadora y la temporalidad de los episodios registrados (2018-2023 aproximadamente) colocan todo lo visto como un preludio en cámara lenta de lo que viene ocurriendo con la demolición de Gaza en cámara rápida.

Dadas las circunstancias de su filmación (primer tiempo) y de su (no) exhibición, esta película tiene un aire inacabado e imposible de encapsular en el proceso de su propia producción. Es como si este documental se siguiera filmando y que ahora la trama consiste en su lucha de llegar al público al que se proponía llegar. A ver si pasa algo. A ver si cambia algo.

Respecto del segundo tiempo, del montaje, según el sitio imdb.com este se realizó literalmente en una cueva de Masafer Yatta. Lamentablemente, los documentalistas no mencionaron nada de esto antes de que la pantalla se fuera a negro.

Acerca de…
Título original: No Other Land (2024)
Nacionalidad: Territorio Palestino Ocupado y Noruega
Dirigido por: Yuval Abraham, Basel Adra y Hamdan Ballal
Duración: 95 minutos
Se puede ver en: Ninguna parte. Buscar en su Torrent favorito.

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MUY buen documental! Espero que los cines chilenos se atrevan a mostrarlo! No somos vasallos gringos ni sionistas!

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