Cuando los aviones sobrevuelan la extensa pampa del vecino país, Argentina pareciera ser un paño verde cuadriculado de nunca acabar. La mayor parte de la siembra es de soya y sirve para alimentar vacas y humanos, como también para hacer combustibles verdes.
La venta del biodiesel, como es conocido el combustible elaborado a base al aceite de soya, es uno de los productos premium de exportación trasandina y durante este encuentro podría definirse su futuro, ya que en la cumbre de G20 se revisarán las políticas económicas que han configurado las relaciones multilaterales del mercado internacional en los últimos 10 años.
Pero el panorama no es el mismo que hace una década, cuando tras la crisis financiera de 2008 las principales potencias del mundo, incluidas China, Rusia, Estados Unidos y la Unión Europea, acordaron el camino para regular el golpeado mercado global.
Si en ese momento, los países buscaban ansiosos nuevos mercados y tierras para abastecerse de mano de obra y hacer circular por todo el globo los más variados productos, hoy el panorama es diferente y las potencias occidentales han comenzado un rápido giro hacia el proteccionismo.
Un ejemplo, es que días antes de la cumbre, los productores de biodiesel de Estados Unidos firmaron una declaración dirigida al presidente Donald Trump, pidiéndole que no baje los aranceles a las importaciones argentinas del producto. Hay que recordar que el Departamento de Comercio de los Estados Unidos reabrió la posibilidad de que Argentina vuelva a negociar la exportación de biodiésel a ese mercado tras quedar cerrado el año pasado por la imposición de aranceles. Hasta 2016, las exportaciones de biodiesel argentinas hacia el país norteamericano generaban unos US$ 1.500 millones anuales.
Esta es la tónica de la décima versión del G20. Un escenario de abierta disputa del mercado internacional, que tiene al frente del teatro de operaciones a las dos economías más grandes del mundo.
El choque Estados Unidos-China
Por un lado, se encuentra Estados Unidos que lidera la ruta del proteccionismo a partir de un exacerbado nacionalismo que promete fortalecer y poner en primer lugar a las industrias estadounidense. Por el otro, la China comunista, que encabeza los llamados a preservar el multilateralismo y el libre mercado tras una expansión sin precedentes que, en cuatro décadas, se ha consolidado hasta el punto de despertar la resistencia de las grandes economías de Occidente.
El conflicto entre ambos países es difícil que sea resuelto durante esta cumbre. Durante noviembre, la APEC no logró un acuerdo por las diferencias que mantuvieron China y Estados Unidos, y las señales no son diferentes para este encuentro.
La crisis entre ambos países detonó en septiembre pasado, cuando Estados Unidos comenzó a aplicar aranceles del 10% a nuevos bienes importados de China por US$ 200.000 millones. Cuestión que los asiáticos respondieron gravando más de US$ 60.000 millones en importaciones estadounidenses.
Los ojos del mundo, por tanto, están expectantes del desenlace de esta historia que tiene a los mercados internacionales en vilo. Pero es dificil que el conflicto entre ambos países sea resuelto durante esta cumbre. En la cumbre de la APEC celebrada hace pocas semanas no se logró un acuerdo por las diferencias que mantuvieron ambas potencias y nada indica que ahora, aquí en Buenos Aires, las cosas puedan mejorar.
Xi Yinping ha presionado mediáticamente para lograr acercarse a Washington. Durante esta semana, previo a la cumbre, puso la pelota contra el piso y lanzó lo que está en juego: “Yo creo que estamos en una encrucijada", afirmó Xi. Dijo que las naciones deben decidir "en términos económicos, si vamos a seguir o no la globalización económica y el libre comercio, o si acudimos al unilateralismo y el proteccionismo”.
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Por su parte, Trump, como acostumbra, ha enviado señales de molestias e incomodidad con los tópicos de la cumbre. Tanto así que acortó su viaje y estará solo un día en Argentina. Además, canceló la reunión bilateral que sostendría con el presidente ruso Vladimir Putin, debido al incidente que se vivió entre la armada rusa y la ucraniana este fin de semana. De paso, el inquilino de la Casa Blanca también canceló las reuniones con Turquía y Corea del Sur.
Si bien, el presidente estadounidense acostumbra a hacer cambios en su agenda, evidentemente le ha bajado el perfil a la convocatoria, y por si fuera poco declaró: “Creo que China quiere hacer un trato. Estoy abierto a hacer un trato, pero francamente me gusta el acuerdo que tenemos ahora".
De esta manera, la cumbre del G20, cuya génesis se basaba en regular las relaciones multilaterales, hoy enfrenta un desafío de grandes proporciones.
Si China en un comienzo fue visto como un gran aliado comercial de Occidente, hoy incomoda y se ha posicionado como el gran referente de las economías emergentes. No es menor que el país comunista sea el destino principal de las exportaciones de la región, entre los que destacan Chile y Brasil.
La arremetida china en África y Macri arrinconado
Al mismo tiempo, Occidente ve con preocupación la agresiva entrada de China en África, que desde 2009 ha desplazado a los Estados Unidos como su mayor socio comercial.
El año pasado el comercio chino-africano ascendió a casi 150 mil millones de euros. Ese mismo año, las relaciones comerciales entre Estados Unidos y África subsahariana ascendieron a poco más de US$ 26.400 millones.
En Washington saltaron las alarmas y ha ido acercando sus posiciones con Europa sobre la expansión China, criticando el volumen de los subsidios que destina a las empresas paraestatales, acusándola de no ser una economía de mercado.
Hace unos meses, el secretario de Estado de Trump, Mike Pompeo, acusó a Beijing de "arsenalizar su financiación" en África y Asia, utilizando el endeudamiento de los países interesados en él para crear un orden económico mundial basado en su modelo.
Entre medio, el gobierno argentino luce nervioso. Las dudas en torno a la seguridad y la capacidad organizativa del país anfitrión están en tela de jucio tras el escándalo que se vivió con la suspensión de la final de la Copa Libertadores.
Entre medio, el gobierno argentino luce nervioso. Las dudas en torno a la seguridad y la capacidad organizativa del país anfitrión están en tela de jucio tras el escándalo que se vivió con la suspensión de la final de la Copa Libertadores entre Boca Juniors y River Plate. Dudas que reflotaron con la postergación de la participación del presidente Mauricio Macri en un panel sobre inversión organizado por la cumbre, debido a cortes en la luz en el Centro Cultural Kirchner.
De todas formas, Macri se siente cómodo recibiendo el respaldo internacional en torno al acuerdo alcanzado con el Fondo Monetario Internacional. Cuestión que tiene a la oposición argentina unida tras las vallas de seguridad protestando contra los recortes y la inflación, amenazando la imagen de la cumbre.
Frente a este escenario las cámaras y el enjambre de periodistas ya están a la espera de los acuerdos que pueda resolver esta nueva versión del Grupo de los 20. Aunque hace 10 años nadie esperaba el ascenso de los populismos de derecha que tienen al proteccionismo ad portas de minar el gran lema de esta cumbre: “Construyendo consenso para un desarrollo equitativo y sostenible”.
Mientras tanto, la realidad económica y política actual indica que ni el desarrollo ha sido equitativo, ni tampoco sostenible, complicando aún más el panorama de esta cumbre.
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