Este artículo es parte del newsletter exclusivo La Semana del pasado domingo 10 de julio de 2022, y ahora se comparte para todos los lectores.
La semana posterior a la declaración de la OTAN de Rusia como una "amenaza" y a China como un "desafío" para la seguridad de Occidente fue un anti-clímax en bastante medida.
Los gobernantes volvieron de Madrid a sus países con el hacha de guerrra desenterrada, listos para continuar ayudando a Ucrania durante "todo el tiempo que haga falta", según dijo el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, pero el recibimiento doméstico ha sido frío, en el mejor de los casos.
Eso se puede observar por la disminución de noticias occidentales respecto de la guerra en Ucrania, y la considerablemente menor cantidad de portadas dedicadas al conflicto. Y no es que no esté pasando nada. Rusia tomó Lysychansk y con eso todo el oblast de Lugansk, y se prepara para demoler la siguiente línea de defensa ucraniana entre Siversk y Artemivsk (o Bajmut) por medio de una artillería que ha sido hasta ahora incontrastable.
Ucrania, por su parte, ha estrenado el nuevo armamento occidental, lo que le ha permitido atacar la ciudad de Donetsk y sacar al destacamento ruso de la Isla de las Serpientes en el Báltico, aunque sin poder ocuparla, y se supone que está acumulando fuerzas para una contraofensiva para agosto. Sin embargo, son pocos los que piensan que el nuevo arsenal ucraniano podrá enfrentar el poder de fuego ruso, el que ha mostrado capacidad para destruir incluso las nuevas armas occidentales al poco de empezar a ser usadas, si es que se cree en los reportes oficiales del Ministerio de Defensa de Rusia.
Tampoco a Biden le funcionan las fórmulas ochenteras que indicaban que no hay nada mejor para un líder estadounidense que un enemigo externo, pues no ha logrado convertir a Putin en el super villano capaz de hacer qué la inflación camine a pasos agigantados para llegar al 10%, con el galón de gasolina a $5 dólares, por cuya derrota hay que hacer los sacrificios necesarios.
Además, continuan las fuertes bajas en la tropa ucraniana, lo que impacta en la moral y en el ánimo de combate de los soldados y del país, y también prosiguen las quejas de los ucranianos por las demoras en las entregas de armas, en un contexto en que -poco a poco- comienza a haber críticas sobre el destino de ese armamento y la capacidad de Ucrania de controlar la corrupción.
Recientemente Zelensky destituyó a sus embajadores en Alemania, Hungría, Noruega, República Checa e India. Aunque el presidente ucraniano no dio mayores explicaciones, los analistas suponen que la movida diplomática se relaciona con los retrasos en la entrega de armamento, al menos para los casos de los países europeos. En particular, llama la atención la destitución de Andrii Melnik, el ex embajador en Berlín, quien entregó una ofrenda floral en la tumba del líder ucraniano pro nazi Stepan Bandera, y quien calificó al canciller alemán Olaf Sholz como "salchicha de hígado ofendida" por los supuestos retrasos en la entrega de armamento alemán a Ucrania.
En ese escenario, Vladimir Putin, el presidente ruso, se ha mostrado confiado nuevamente, ha vuelto a salir de Rusia -a Turkmenistán-, y en una reunión con parlamentarios rusos se mostró incluso desafiante: "Oímos actualmente que [los occidentales] quieren derrotarnos en un campo de batalla. ¿Qué decirles? ¡Que lo intenten!". En la ocasión, Putin también advirtió: "Todos deben saber que realmente aún no hemos empezado nada serio. Al mismo tiempo no nos negamos a celebrar conversaciones de paz. Pero aquellos que se niegan deben saber que cuanto más tiempo pase tanto más complicado será llegar a un acuerdo con nosotros".En contrapartida, las cosas no se ven bien para los países que sostienen el esfuerzo de guerra en favor de Ucrania
De partida, Joe Biden se encuentra en un momento crítico en su administración, pues no logra remontar en su popularidad, la cual está golpeada por la inflación, un crecimiento decepcionante, con el consecutivo fantasma de la recesión, y el incontenible ciclo de tiroteos que asuelan Estados Unidos, sin que haya manera de ponerle atajo, por ejemplo, restringiendo la venta de armas dentro del país.
Tampoco a Biden le funcionan las fórmulas ochenteras que indicaban que no hay nada mejor para un líder estadounidense que un enemigo externo, pues no ha logrado convertir a Putin en el super villano capaz de hacer qué la inflación camine a pasos agigantados para llegar al 10%, con el galón de gasolina a $5 dólares, por cuya derrota hay que hacer los sacrificios necesarios.
Todo esto, en un escenario en que se acercan al galope las elecciones de medio término de Estados Unidos, donde todo indica que los republicanos recuperarán el control de la Cámara y el Senado, sin que haya tenido efecto electoral mayor el juicio a Donald Trump por su intento de golpe de Estado el 6 de enero de 2021; por el contrario, al parecer los candidatos más cercanos al ex presidente son quienes tienen mayores oportunidades de vencer.
De tal modo, lo único que tiene Biden en términos electorales, paradojalmente, es la Corte Suprema, que recientemente anuló el juicio Roe vs. Wade, con lo que dejó en la indefensión a millones de mujeres estadounidenses, quienes ya no cuentan con el derecho federal a abortar, y que limitó la capacidad del Poder Ejecutivo de reducir los gases de invernadero. Esto, pues esos reveses le proveen a los demócratas el argumento de que no se puede dejar que los republicanos controlen las nominaciones de jueces en el país.
Volviendo a la guerra, es poco probable que Biden suelte la ayuda a Ucrania hasta las elecciones de noviembre, pero en noviembre ya hace frío en el Hemisferio Norte, y los efectos de la falta del gas ruso en Europa pueden hacer girar completamente la opinión pública europea desde la postura inicial que consideraba inaceptable bajo cualquier término la invasión rusa, a la fatiga por el inmenso esfuerzo económico desplegado hasta ahora, sin buenos resultados, ni en lo bélico, ni en lo económico, a juzgar por el boyante momento que atraviesa el rublo.
Ya hay señales de debilitamiento, dada una seguidilla de protestas por parte de agricultores holandeses, los taxistas italianos o los trabajadores ferroviarios franceses, quienes se quejan por el alza de los precios de transporte y/o de los fertilizantes; algo directamente relacionado con la guerra. También en Alemania comienza a haber preocupación, en especial si es que Rusia corta más de lo previsto el gas, por lo que en algunas partes del país ya hay planes de contingencia, como lugares públicos abrigados durante el invierno para cobijar a quienes no puedan pagar o no dispongan de calefacción en invierno. Winter is coming.
Asimismo, la caída de Boris Johnson puede leerse en la clave de este debilitamiento. Si bien BoJo sale de Downing Street por su escandaloso actuar en política interna, de nada le sirvió mostrarse como el halcón más feroz con el que contaba Volodímir Zelensky -el presidente ucraniano- en la región. Dicho de otro modo, al igual que Biden, Johnson no logró endosar sus pasivos domésticos a la cuenta de Putin.
A continuación, les comparto artículos interesantes que me sirvieron para este newsletter:
- En la medida en que la guerra se estanca, entran en escrutinio las evaluaciones de Estados Unidos, de Dan Lamothe y Karoun Demirjian, quienes en The Washington Post traen la sombra del fracaso estadounidense en Afganistán.
- Paciente y confiado, Putin sale del modo de crisis en tiempos de guerra, de Anton Troianovski, en The New York Times (en español).
- Suiza se resiste al plan ucraniano de apoderarse de activos rusos congelados, por Patrick Wintour en The Guardian.
- La Cumbre de la OTAN no logra impresionar, por Scott Ritter en EnergyIntel.
- La presidencia de Biden se difumina a medida que el tiroteo masivo estropea el Día de la Independencia, publicado por el diario chino Global Times.
- EEUU autoriza las exportaciones a Venezuela de gas licuado del petróleo, publicado por el diario electrónico ruso Sputnik, esto antes de que se anunciase que en Venezuela se celebrarán juegos de guerra que incluyen a Rusia, China e Irán.
- Biden busca una línea de ataque sostenible para las elecciones intermedia, el análisis de Olivier Knox en el newsletter 202 de The Washington Post.
- Biden en modo de crisis mientras el fantasma de Carter de un solo mandato acecha la Casa Blanca, de Lauren Gambino, en The Guardian.
- Ucrania y el desafío de la resistencia global, de Peter Baker y David E. Sanger en The New York Times.
- ¿Está la prosperidad de Alemania en riesgo? de Markus Feldenkirchen, Markus Dettmer, Timo Lehmann, Ann-Katrin Müller, Anna Reimann, Christian Reiermann, Christian Teevs, Gerald Traufetter y Severin Weiland, en Der Spieguel (en inglés).
- Enojado y aislado, Boris Johnson perdió su toque popular, por Elizabeth Piper en Reuters.
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