Después de consagrarse mundialmente con El señor de los anillos (2001-2003); de tener un tropiezo más vistoso que grande con King-Kong (2005); de derrapar feo con Desde mi cielo (2009); y de dar raudales de vergüenza con El Hobbit (2012-2014), el realizador neozelandés Peter Jackson le dio la espalda a la ficción para reconvertirse en otra cosa. En algo parecido a un documentalista, curador, restaurador y reintérprete de metraje ajeno. Como Bill Morrison o Chris Marker, aunque en una clave más discreta y aparentemente menos autoral.
La primera película en esta nueva era de su carrera fue Jamás llegarán a viejos (2017, disponible en Prime Video), estructurada sobre metraje restaurado y coloreado sobre la rutina de los soldados británicos de la Primera Guerra Mundial, y acompañado con la lectura de cartas auténticas de los militares desde el frente. El esfuerzo estaba claramente enfocado en convertir a esos muchachos de hace un siglo en nuestros contemporáneos y en nuestros hermanos, matizando la mistificación hacia el heroísmo que suele hacer con los predadores y víctimas de este tipo de carnicerías.
La arcilla de esta vasija son las más de 50 horas de filmación en 16 mm y las más de 150 horas de audio que el cineasta británico Michael Lindsay-Hogg (supuesto hijo de Orson Welles y atribuido padre del videoclip) registró para la elaboración del célebre documental Let it be (1970).
El objetivo se logra, aunque de manera algo plana y con la conclusión –algo amarga– de que Jackson no aprovechó del todo la materia prima que tenía. Felizmente, no pasa lo mismo con The Beatles: Get Back.
La arcilla de esta vasija son las más de 50 horas de filmación en 16 mm y las más de 150 horas de audio que el cineasta británico Michael Lindsay-Hogg (supuesto hijo de Orson Welles y atribuido padre del videoclip) registró para la elaboración del célebre documental Let it be (1970). Estrenado tras la disolución de los Beatles, este fue recibido y escrutado como depositario de las causas profundas del quiebre, lo que por cierto generó una leyenda negra en torno a su génesis y a algunos de sus personajes.
The Beatles: Get Back se asume cómplice de sus espectadores, pues comienza con un ágil y entretenido barrido histórico de lo que pasó antes con los cuatro muchachos, no para informar al que no sabe, sino para situar lo que veremos dentro de un conjunto que se supone medianamente conocido.
Y terminado este preludio, viene el shock. El shock de ver John, Paul, George y Ringo, y a su entorno –Yoko Ono, George Martin, Mal Evans, el mismo Lindsay-Hogg, y tantos más–, como si los hubieran filmado ayer, gracias a una restauración de la imagen que también aspira a que veamos a esos eternamente jóvenes talentos como nuestros contemporáneos y nuestros hermanos. Y que nos alegremos por ello.
Vale la pena verlos pelear cuando se compone, con un McCartney como renuente director musical, un Lennon revoloteando como el Puck de Shakespeare, un Harrison resintiendo el poco espacio para sus composiciones (las harrisongs) y un Ringo algo resignado ante lo que él cree que vendrá
Y en este entramado emotivo aparece la información. Sobre el demencial proyecto artístico y comercial que estamos por ver, sobre las relaciones dentro del grupo y sobre los múltiples tentáculos que surgen de la franquicia Beatles, y que ellos deben manejar desde la orfandad que les dejó la muerte de su manager, Brian Epstein.
Por eso el documental es tan largo, y está bien que lo sea. Vale la pena ver cómo los cuatro conversan y tocan clásicos del blues, como los hermanos que eran desde hacía más de una década; también vale la pena verlos pelear cuando se compone, con un McCartney como renuente director musical, un Lennon revoloteando como el Puck de Shakespeare, un Harrison resintiendo el poco espacio para sus composiciones (las harrisongs) y un Ringo algo resignado ante lo que él cree que vendrá.
Lo increíble es que este maratónico visionado se sostiene por lo mismo que obras como Hard Day’s Night (1964) y Help! (1965), fueron grandes éxitos de taquilla: junto con su talento musical, los fabulosos cuatro son sumamente carismáticos, cada uno a su manera, cuando saben que la cámara está ahí. Y cuando olvidan su presencia.
El montaje quirúrgico del material nos permite apreciar todo –al menos es lo que se nos invita a creer–, y desde ese conocimiento se despejan varios mitos, mientras que la leyenda negra cambia de color. Yoko Ono no separó a los Beatles, su presencia apegada a John es enternecedora y escalofriante, pero en ningún caso disruptiva. La dupla de Lennon y McCartney seguía siendo un rompehielos creativo: pese a que esta altura componían por separado, cuando cantaban las canciones que acreditarían como propias, ambos se reconocían en las canciones del otro.
Una de las canciones eje del documental es Two of Us, dedicada por Paul a su esposa Linda Eastman, y que sin embargo en su evolución desde el rock hasta su versión final –casi acústica y susurrada– también nos testimonia el bromance entre Lennon y McCartney como un ser que todavía gozaba de buena salud a comienzos de 1969.
La otra canción eje es Get Back, que da título al documental y también al concepto completo de lo que iba a ser ese disco: un retorno a la rock and roll simple y directo que tocaron en su juventud (aunque la posterior producción de Phil Spector haya dicho otra cosa), y que se plasmaría finalmente en la famosa tocata en la azotea del sello Apple.
A diferencia del documental original, Jackson monta el metraje disponible –y obtenido por diez cámaras en simultáneo– al estilo de Woodstock (Michael Wadleigh, 1970), captando simultáneamente las dimensiones públicas y privadas de este canto de cisne, agregando una oportuna dosis de suspenso a la realización del evento. Mientras los cuatro eran felices tocando sobre un techo y hacían felices a quienes los veían y escuchaban, en el primer piso estaba la policía alertada por los ruidos molestos y dispuesta a estropearlo todo.
Después de ver a estos veteranos de 28 años como si los hubieran filmado ayer; de presenciar cómo nacieron clásicos como Across the Universe; I, Me, Mine; o The Long and Winding Road; y de entender el frenético pero cariñoso mundo que compartían, la impresión que queda es que no estamos viendo un documental, sino una cinta biográfica interpretada por sus protagonistas reales. Una centrada en el amor, en el trabajo y sobre todo en la música creada e interpretada ante nuestros ojos, como lo fue La pequeña crónica de Anna Magdalena Bach (Jean-Marie Starub y Danièlle Huillet, 1968).
Y es que, pese a las peleas que vemos y a las que sabemos que vendrán, las figuras en pantalla orbitan entre sí más por amor que por el dinero o la fama; mientras que el montaje de Jackson –un irredento fan de la banda– sobre este buen material ajeno, también está movido por el amor y la gratitud al grupo, y a la integridad de su trabajo, que no hizo más concesiones que las imprescindibles para que su producto pudiera salir al aire.
Y si este amor hacia Los Beatles perdura hasta hoy, tal vez sea por lo que se enunciaba en esa cuestionada cinta homenaje llamada Yesterday (Danny Boyle, 2019): la banda efectivamente le agregó algo al mundo. Algo mejor. Aunque fuese esa alegría posiblemente efímera de la gente que los escuchó en Londres, mientras tocaban a todo volumen sobre la azotea de un edificio.
Acerca de…
Título: The Beatles - Get Back (2021)
Título original: Ídem
Nacionalidad: Reino Unido, Nueva Zelanda, EE. UU.
Dirigida por: Peter Jackson y Michael Lindsay-Hogg
Duración: 7 horas y 48 minutos
Se puede ver en: Disney+
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