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Viernes, 19 de Abril de 2024
Covid-19 en Brasil

Bolsonaro pierde apoyo político en medio de la pandemia y se enfrenta al fantasma del impeachment

Lissette Fossa
Camila Higuera

Gobernadores, alcaldes e incluso su propio ministro de Salud parecen darle la espalda al presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, en medio de su estrategia de ignorar el avance del coronavirus en su país. Mientras algunos califican al presidente de un "peligro para la salud pública", el impeachment suena fuerte en una ciudadanía enojada, que hace días que protesta con cacerolazos.

Admision UDEC

Este lunes 30 de marzo el gobierno de Brasil anunció la actualización del avance de la pandemia de coronavirus (covid-19): 159 muertos y 4.579 contagiados es la cifra oficial. A pesar de la exponencial subida del virus en Brasil, su principal líder, el presidente Jair Bolsonaro, parece no darse por aludido. "Algunos van a morir, van a morir, lo siento, así es la vida. No se puede detener una fábrica de automóviles porque hay muertes en el tráfico", aseguró el el viernes pasado, en una entrevista televisiva.

“Por mi historia como atleta, si fuese contagiado, no debería preocuparme: no sentiría nada”, dijo el martes pasado el presidente brasileño, sobre la posibilidad de contraer el coronavirus. Esto a pesar de que no hay pruebas científicas que demuestren que el virus afecta menos a personas que practican deporte, ni tampoco pruebas de que el mandatario haya sido alguna vez "un atleta".

Por este tipo de comentarios y su negativa a aplicar medidas sanitarias en el país, Bolsonaro ha sido calificado de negligente e incluso de psicópata. El llamado de volver a salir a las calles a trabajar, denominar al virus como una "gripecita", convocar reuniones masivas para solicitar el cierre del Congreso e incitar a la gente a asistir a templos religiosos, son algunas de las situaciones que han llevado a los brasileños a plantear y exigir la destitución –o impeachment– de su presidente. 

Desde la semana pasada se han escuchado cacerolazos a lo largo de todo el país, incluso en barrios ricos. El 17 de marzo, un joven inmigrante haitiano increpó al presidente por su comportamiento frente a la pandemia y su video se compartió en redes sociales, lo que provocó que se viralizara el hashtag #BolsonaroAcabou. Desde ese día, comenzó a sonar fuerte una destitución legal del mandatario. La idea también fue levantada por figuras como el ex presidente Lula da Silva y columnas de medios internacionales como The Washington Post, que ya instalaron el tema del impeachment, aunque por ahora en términos fácticos sea una realidad lejana.

El tema está tan bien instalado, que el diputado del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) y ex compañero de militancia de Bolsonaro, Alexandre Frota, ya presentó una solicitud de impeachment ante el presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia. Desde la oposición también se presentó una solitud firmada por varios diputados del Partido Socislismo y Libertad (PSOL), quienes a su vez iniciaron una campaña de recoleción de 1 millón de firmas a favor del impeachment de Bolsonaro.

A pesar de esto, aún no hay articulación en ninguna de las dos bancadas. Si bien la iniciativa nació en las calles a través de una demanda popular que se ha escuchado con más potencia estas últimas semanas de crisis, esta no parece agarrar vuelo en el parlamento. Desde que existe la Ley de Impeachment, que entró en vigencia en 1950, se ha logrado destituir a dos presidentes. En 1992 a Fernando Collor de Mello y en 2016 a Dilma Rousseff. Sin embargo, el Presidente aún tiene apoyo dentro del Parlamento, y a no ser que aumenten las disputas entre la bancada de derecha y el mandatario, éste aún asegura su posición de máxima autoridad nacional.

En Brasil, históricamente, el impeachment ha sido utilizado como una medida "golpista" amparada bajo la constitución. Es decir, ha sido la herramienta que las oposiciones han utilizado para resolver sus pugnas políticas. La diferencia en esta ocasión, es que la solicitud de la destitución nació desde las calles y la población que votó y que no votó por Bolsonaro. 

De todas formas, mientras avanza esta idea, líderes del Senado han decidido desafiar a Bolsonaro llamando a la población a adoptar las medidas propuestas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) de quedarse en casa. Este lunes, los ex candidatos a la presidencia Fernando Haddad, Ciro Gomes y Guilherme Boulos, más el gobernador del estado de Maranhao, Flavio Dino, pidieron la renuncia del presidente de la república y lo calificaron como un “peligro para la salud pública”. La carta es una señal de que partidos de izquierda y centro-izquierda ya están aunando filas en contra del gobierno.

Según una encuesta realizada por Atlas Político entre el 23 y el 25 de marzo, al menos el 47,7% de los consultados están a favor de un impeachment contra Jair Bolsonaro. En tanto, el presidente apela a la estabilidad económica del país y llama a la población a continuar con sus vidas cotidianas, dándole prioridad a la economía por sobre la contención de la pandemia. Sin embargo, la misma encuesta arrojó que 72% de las personas tiene más miedo a morir por Coronavirus que el impacto económico que provocará esta crisis sanitaria. 

La crisis económica y alimentaria es una preocupación imperante en toda la región latinoamericana, que tiene una amplia población que vive bajo la línea de la pobreza, en favelas, hacinadas y con acceso restringido –o simplemente sin acceso– a servicios de primera necesidad. 

La situación de Brasil no es diferente al del resto de la región. Según el Banco Mundial, desde el 2011 el PIB del país está con la tendencia a la baja. Mientras que a finales de 2019, un estudio realizado por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas, arrojó que cerca de 13,5 millones de personas viven bajo la línea de la pobreza, es decir, sobreviven con menos de 1,9 dólares al día.

El último estudio realizado por Data Favela en el contexto del Coronavirus, arrojó cifras alarmantes. A una semana de iniciada la cuarentena, al menos el 72% de quienes viven en las favelas ya tienen problemas para adquirir bienes básicos, y a futuro un 32% de su población no tendrá dinero para poder comprar alimentos.

Alcaldes y Gobernadores en su contra

Según las encuestas realizadas por Datafolha –dependiente del diario Folha de São Paulo– al menos el 73% de los consultados están a favor de realizar una cuarentena total a nivel nacional. Además, según la misma pesquisa, Bolsonaro está peor evaluado que el Ministerio de Salud y que los gobernadores locales, que al igual que en Chile, han adoptado sus propias medidas de prevención, ignorando las emanadas desde la presidencia. 

Desde hace una semana, Bolsonaro ha tenido que enfrentar críticas de su propio sector, empezando por su ministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta, quien según The Guardian, fue amenazado por el presidente con ser destituido si seguía contradiciendo las recomendaciones del mandatario de salir de casa y hacer una vida normal. 

El presidente del Senado, de centroderecha, David Alcolumbre, habló de la necesidad de "un líder serio", mientras que el presidente de la cámara baja, Rodrigo Maia, también de centroderecha, afirmó que Bolsonaro estaba equivocado atacar "a la prensa, los gobernadores y los especialistas en salud pública". Esto, a propósito de que Bolsonaro acusa a los medios de comunicación de ser alarmistas y de generar una "histeria colectiva", en contra de su gobierno.

Las críticas también le llueven al presidente por parte de gobernadores y alcaldes de su sector, quienes han desobedecido al mandatario y han generado cordones sanitarios y medidas más fuertes para frenar la pandemia. Un claro ejemplo fue la pelea por videoconferencia entre el gobernador de São Paulo, el empresario derechista João Dória, y el presidente. Mientras que Dória le reclamaba medidas sanitarias y cuarentena en Sao Paulo –la zona con más contagiados en el país–, el presidente le recriminaba al gobernador que había ganado su cargo gracias a él.

Tras el percance, Dória denunció a la policía haber sido amenazado de muerte, y una mezcla de aliados y bots en favor del gobierno se coordinó para criticarlo al mismo tiempo en redes sociales.

Cuando el gobernador de Río de Janeiro, Wilson Witzel, un ex-aliado de Bolsonaro, quiso cerrar los aeropuertos de su estado, el presidente emitió un decreto impidiendo la medida. El gobernador de Maranhão, el comunista Flávio Dino, denunció que el gobierno obstruía controles sanitarios en las carreteras y aeropuerto. El gobernador de Goiás, Ronaldo Caiado, antiguo aliado del mandatario, definió a Bolsonaro como "un ignorante". El de Rio Grande do Sul, Eduardo Leite, de centroderecha, pidió a la gente que se quede en su casa. Los gobernadores han decidido, tras una reunión el pasado miércoles con el líder de la cámara baja, Rodrigo Maia, ignorar las medidas del presidente y continuar incentivando a la gente a permanecer en sus casas. 

El panorama en las favelas tampoco parece favorecer al presidente. Allí también se escuchan cacerolazos y pandillas de narcotraficantes, en Río de Janeiro, han organizado milicias para aplicar "toques de queda", con fuertes castigos físicos para quienes deambulen en las calles.

El control del gobierno y de la pandemia parece escabullirse de las manos de Bolsonaro, quien al ser electo, fue visto como un líder que podría favorecer la imagen de la derecha más dura en el continente. En sus primeros días de su mandato, incluso recibió la visita de referentes locales de la derecha, como Jacqueline Van Rysselberghe, presidenta de la UDI, y José Antonio Kast, del partido Republicano. Figuras que hoy se mantienen en sus casa, cumpliendo la cuarentena, observando cómo el presidente de Brasil parece perder su batalla contra el coronavirus.



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