Este artículo fue publicado originalmente el 20 de marzo del 2022.
El 5 de octubre de 1975 Jaime Guzmán declaró muerta la Constitución. A través de una columna en El Mercurio, el gremialista afirmó que de la carta fundamental promulgada por Arturo Alessandri en 1925 quedaban "únicamente los ‘colgajos’ a que los hechos históricos la han reducido”.
Los hechos a los que se refería Jaime Guzmán eran la llegada de Salvador Allende a la presidencia en 1970 y la proliferación de partidos de tendencia marxista en la política chilena. Como en otras ocasiones, la visión 'guzmaniana' de una constitución débil que permitió "excesos democráticos" que llevaron al país al caos hizo eco en los medios afines a la dictadura de Augusto Pinochet: La Nación y El Mercurio.
Si bien la Constitución del 25 apareció en el obituario mercurial señalada por la columna de Guzmán, el certificado de defunción es, al menos, dos años anterior, con el comienzo de la elaboración de la nueva carta, una que contó en todo momento con fuertes aliados en la prensa tradicional chilena.
Aquel proceso constituyente comenzó el 24 de septiembre de 1973, solo trece días después del golpe, cuando la Junta Militar encargó a una comisión la elaboración de un anteproyecto constitucional. El organismo fue dirigido por el ex ministro de Justicia del presidente Jorge Alessandri, Enrique Ortúzar, y sesionó entre septiembre del '73 y octubre del '78.
El cientista político, Claudio Fuentes, comentó a INTERFERENCIA que este proceso fue un intento del régimen por legitimarse jurídica y popularmente.
Conocida como Comisión Ortúzar, tuvo entre sus miembros al mismo Jaime Guzmán, y elaboró las actas constitucionales que fueron entregadas al Consejo de Estado. En este segundo órgano constituyente participaron los ex presidentes Jorge Alessandri y Gabriel González Videla, además de ex militares, embajadores y miembros del empresariado. Igualmente, se incluyó a la juventud pinochetista con el actual senador Juan Antonio Coloma.
Alessandri presentó el texto final a la Junta Militar en julio de 1980, realizando cambios importantes a las actas de la Comisión Ortúzar, limitando la independencia militar y acortando el proceso de transición tutelada a la democracia.
Sin embargo, las modificaciones fueron rechazadas. La Junta prefirió un periodo presidencial de ocho años y una transición tutelada por las Fuerzas Armadas.
El doctor en Ciencia Política y autor de El Fraude -libro que relata las irregularidades del plebiscito del 80-, Claudio Fuentes, comentó a INTERFERENCIA que este proceso fue un intento del régimen por legitimarse jurídica y popularmente. "Ellos se veían como un proceso en donde querían transformar las bases del sistema político chileno, por lo tanto la única forma, y ahí creo que incidió mucho Jaime Guzmán, era cambiar la constitución", afirmó.
Tal el control del espacio público por parte de la Junta Militar a través de los medios de comunicación propició que, durante la cobertura del proceso eleccionario, se impusiera un solo clivaje sobre el plebiscito: Constitución o caos.
Un mes más tarde, el 10 de agosto de 1980, El Mercurio anunció que Pinochet se dirigiría al país esa noche para convocar al plebiscito que determinaría la aprobación de una nueva constitución. Al día siguiente, ese discurso y la constitución fueron íntegramente reproducidos por el diario de Agustín Edwards, así como por el medio estatal, La Nación.
Constitución o caos
Según Eduardo Santa Cruz, periodista y autor de Prensa e Historia en Chile, siglo XX, para 1980 el sistema de diarios nacionales -El Mercurio, La Tercera y regionales- apoyaban fielmente a la dictadura y no tenían competencia pública de medios opositores.
Esto porque: “Todavía no circulaban públicamente ni Análisis ni Apsi, aunque existían. Más adelante aparecieron Cauce y Fortín Mapocho. Existían publicaciones clandestinas de los partidos y el boletín Solidaridad de la Vicaría, pero en general el dominio del régimen sobre el sistema de medios era casi total”, comentó a INTERFERENCIA.
Tal el control del espacio público por parte de la Junta Militar a través de los medios de comunicación propició que, durante la cobertura del proceso eleccionario, se impusiera un solo clivaje sobre el plebiscito: Constitución o caos.
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Así, a través de artículos y editoriales, La Nación y El Mercurio reprodujeron las voces de los personeros del régimen que propugnaban la concepción de la carta magna del 25 como un error jurídico que necesitaba corrección jurídica: una nueva constitución que impidiera los ‘excesos’ del gobierno de la Unidad Popular.
La legitimación del proceso comenzó por situar el plebiscito como un mecanismo usado durante la historia para oír la ‘voz del pueblo’.
El mismo día del anuncio de plebiscito, El Mercurio publicó la nota “Resoluciones por Plebiscito en el mundo y en Chile”, donde ponía en contexto la elaboración del texto constitucional y daba peso histórico al plebiscito como: “[un] mecanismo de consulta popular que se ha empleado alrededor de 500 veces en el mundo, tanto para aprobar constituciones, como para resolver problemas entre poderes del Estado…”.
El mismo día del anuncio de plebiscito, El Mercurio publicó la nota “Resoluciones por Plebiscito en el mundo y en Chile”, donde ponía en contexto la elaboración del texto constitucional y daba peso histórico al plebiscito como: “[un] mecanismo de consulta popular que se ha empleado alrededor de 500 veces en el mundo, tanto para aprobar constituciones, como para resolver problemas entre poderes del Estado…”.
En esa misma edición, el ‘representante de la juventud’ en el Consejo de Estado, Juan Antonio Coloma, aseguró en Cartas al Director que era indispensable respaldar el proceso de institucionalización del régimen militar a través de la aprobación del plebiscito.
Según Coloma: “Sólo así se derrotará tanto a los que pretenden desviarlo de la meta democrática que él mismo se ha trazado, como a los que buscan cualquier vacilación al respecto para identificar erróneamente la democracia con el retorno al mismo régimen institucional que hizo crisis definitiva en septiembre de 1973”.
Al día siguiente, El Mercurio tituló: “Junta aprobó nueva constitución política y la somete a plebiscito” y entregó un punteo con los hechos esenciales del discurso de Pinochet: “Combate jurídico formal contra el terrorismo”, “Sistema económico libre, fundado en la propiedad privada de los medios de producción”, el “Robustecimiento de los derechos personales, y en particular aquellos que más interesan a cada hombre y cada mujer en su vida diaria o familiar”, entre otros.
La Nación destacó que la nueva carta fue definida como ‘la constitución de la libertad’, y que: “Condena al marxismo a la muerte legal, por considerarlo totalitario y enemigo de la libertad”.
De todas formas, asomó otra vez la advertencia. El último punto señaló que Pinochet “declaró enfáticamente a la ciudadanía que el hipotético rechazo del proyecto aprobado por la Junta de Gobierno significaría el retorno a la situación existente en 1973”.
Por su parte, La Nación también replicó el discurso de Pinochet, titulando en portada los “Puntos básicos de la nueva Carta Fundamental de Chile”. Entre ellos destacó que la nueva carta fue definida como ‘la constitución de la libertad’, y que: “Condena al marxismo a la muerte legal, por considerarlo totalitario y enemigo de la libertad”.
De esta forma, ambos diarios trabajaron para legitimar tanto el plebiscito y la nueva constitución como parte del trabajo de modernización realizado por la dictadura.
Según Silviana Vetö y Francisca Garretón, autoras de Legitimación de la Constitución de 1980 en El Mercurio, 1980-1986, los esfuerzos del diario de Edwards se dirigirán a legitimar el régimen y su labor: “los cuales serían consagrados y proyectados hacia el futuro a través de la aprobación de la Constitución”.
En la etapa de campaña en favor de la carta política, se destacan atributos que diferencian “al régimen militar del gobierno de Allende, no sólo en relación al modelo económico, sino también al ambiente de convivencia nacional, y a las características que han definido el liderazgo de las autoridades”.
Además, añaden que, en la etapa de campaña en favor de la carta política, se destacan atributos que diferencian “al régimen militar del gobierno de Allende, no sólo en relación al modelo económico, sino también al ambiente de convivencia nacional, y a las características que han definido el liderazgo de las autoridades”.
En este sentido, La Nación se dedicó a entrevistar personeros del régimen para destacar las bondades de la nueva carta.
Así, en el artículo titulado “Alternativa clara: caos o desarrollo”, el ministro de Secretario General de Gobierno, Sergio Badiola, afirmó que “la Nueva Constitución (...) tiene por finalidad entregar a Chile una nueva institucionalidad que signifique llegar a una democracia auténtica y real y no caer en la antigua que llevó al país a los vicios, a la demagogia y, entre 1970 y 1973, al caos más grande de la historia de nuestro país”.
Liberal-columnismo
En ese juego caos-constitución, el vicepresidente del Banco Central y ex ministro de Hacienda, Sergio de la Cuadra, comentó a La Nación en la nota “Normas constitucionales estabilizarán los precios” que la autonomía y la limitación del Banco Central permitirían evitar “una situación tradicional en el pasado: la de financiar el déficit fiscal, con emisión, lo que nos llevó a una situación de inflación crónica”.
Aquella no fue la única vez que la entidad monetaria se pronunció sobre los ‘beneficios’ de la nueva constitución.
El miércoles 13 de agosto de 1980, La Nación tituló la entrevista con el presidente del Banco Central y Chicago Boy, Álvaro Bardón, como: “Bardón: La nueva Constitución da solidez a nuestra economía”.
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Por su parte Bardón era columnista habitual en El Mercurio y un ardiente liberal seguidor de Hayek. Desde su púlpito en el diario mercurial defendió los preceptos liberales de la nueva constitución como sagrados.
Un día después de su aparición en La Nación, publicó una columna de opinión en El Mercurio donde manifestó que: “¿(...) no será que la vieja democracia se fue haciendo totalitaria con las prácticas estatistas? Convénzase. La vieja democracia ya no sirve. Ella nos condujo a la crisis más grande de este siglo”.
Transformado en principal columnista promotor del cambio constitucional, un día después de su aparición en La Nación, publicó una columna de opinión en El Mercurio donde manifestó que: “¿(...) no será que la vieja democracia se fue haciendo totalitaria con las prácticas estatistas? Convénzase. La vieja democracia ya no sirve. Ella nos condujo a la crisis más grande de este siglo”.
El 21 de agosto Bardón volvió al ataque contra ‘la vieja institucionalidad’ en El Mercurio. En la columna “La mala memoria de los viejos demócratas” criticó la postura escéptica del ex presidente Eduardo Frei Montalva y ‘El Grupo de los 24’, constituido por militantes democratacristianos, sobre la legitimidad del plebiscito.
Respecto a las dudas cernidas sobre la falta de registros electorales, Bardón replicó que por encima de la legitimidad estaba el crecimiento económico: “¿Creen que con registros y asambleas se conseguirá un sistema democrático con desarrollo, estabilidad y mayor libertad personal?”.
Por otra parte, las editoriales de El Mercurio recogieron la teoría de constitución o caos, posicionando al plebiscito en el momento cero o la vuelta al 10 de septiembre de 1973.
Según El Mercurio, más que la aprobación de un plebiscito, aquella elección determinaba la continuidad de la dictadura y su programa político.
En La Semana Política del domingo 19 de agosto 1980, el diario de Edwards comentó el problema de la continuidad del régimen contra una transición democrática rápida luego de la aprobación de la nueva constitución. Según El Mercurio, más que la aprobación de un plebiscito, aquella elección determinaba la continuidad de la dictadura y su programa político.
“En el presente, el ‘sí’ o el ‘no’ del plebiscito serán a favor o en contra de un régimen de autoridad cuyas metas y limitaciones se configuran en el programa de modernizaciones”, comentó la editorial del 24 de agosto.
Además la columna mercurial aseguró que “los mandos responsables de las Fuerzas Armadas y de Orden no parecen dispuestos a dejar el poder mientras esta tarea no se cumpla en términos que hagan innecesario un regreso frecuente de los militares al Gobierno, como sucede por desgracia en otras repúblicas”.
Diarios en campaña
El comienzo de la campaña fue inmediato con el anuncio de plebiscito. Según Fuentes, los medios afines al régimen no dudaron en publicitar la constitución como el documento que: “Iba a generar las condiciones para una nueva democracia y el antimarxismo. Esas fueron las dos claves de esa lógica”.
Durante el proceso de campaña ambos diarios tomaron posiciones diferentes sobre la forma de la cobertura que darían, más no el fondo; favorecer el ‘Sí’.
El diario de Edwards se limitó a reproducir los discursos de la dictadura en sus páginas. El 14 de agosto ocupó dos planas completas para los discursos del ministro del Interior, Sergio Fernández, ante dirigentes vecinales y ante personeros del régimen. “Constitución permitirá consolidar paz social y progreso conquistado”, fue el titular para los vecinos, y “La transición es necesaria para cumplir la tarea renovadora” para el gobierno.
Por un lado, la línea mercurial ha sido una sola a lo largo de toda su existencia: la representación de la oligarquía político-económica como la voz de la razón. Y, por el otro, La Nación buscó dar diversidad a las voces a modo de legitimar al proceso y la aprobación del plebiscito, entrevistando tanto a militares y oligarcas, como a trabajadores y jóvenes pinochetistas.
Así, el diario de Edwards se limitó a reproducir los discursos de la dictadura en sus páginas. El 14 de agosto ocupó dos planas completas para los discursos del ministro del Interior, Sergio Fernández, ante dirigentes vecinales y ante personeros del régimen. “Constitución permitirá consolidar paz social y progreso conquistado”, fue el titular para los vecinos, y “La transición es necesaria para cumplir la tarea renovadora” para el gobierno.
Igualmente, El Mercurio recurrió a las cuñas de Pinochet para titular “Constitución protegerá a chilenos del marxismo” y a la de militares: “Constitución o caos”, según el capitán Badiola. Se incluyeron en este juego de cuñas rimbombantes los miembros del clero. En “Opiniones de Monseñores Tagle y Fresno”, los obispos muestran su antimarxismo y apoyo al plebiscito.
Además, el diario mercurial buscó a las organizaciones que se formaron para apoyar el plebiscito. En “El Tribunal Constitucional es ‘democrático, libre y moderno’” el grupo Nueva Democracia, representado por el abogado Javier Leturia, defendió la existencia de la tercera cámara y aseguraron que no era relevante la existencia de registros electorales para una elección.
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De la misma forma, se buscó representar al empresariado. En “Comercio e industria apoyan el plebiscito” se citan la Confederación de la Producción y el Comercio, la Sociedad Nacional de Agricultura, la Sociedad Nacional de Minería, la Cámara del Comercio, la Sociedad del Fomento Fabril y la Asociación de Bancos para dar respaldo al proceso que comenzó con el golpe de Estado.
En esta línea, en “Líderes del 11 de Septiembre frente al Plebiscito” se entrevistó a los dirigentes gremiales que hicieron ‘chillar la economía’ de Chile en el 72 y 73. Si bien no todos apoyan la opción inmediata del ‘Sí’ y el cambio constitucional, como León Vilarín, líder de la Confederación de Nacional de Dueños de Camiones, que se muestra como ‘discrepante’ ante el cambio institucional, sí concuerdan en que el plebiscito es el regreso al momento cero, el 10 de septiembre de 1973.
Por su parte, La Nación publicó artículos como “19 respuestas para el tema de hoy. ¿Qué le parece el anuncio del plebiscito?”, nota en que el diario estatal representa opiniones favorables a la dictadura, entre las de trabajadoras textiles, cartoneros, monjas y el capitán del Ejército, Florencio Infante.
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Entre los 19 consultados destacan el actor Tomás Vidiella; el cantante José Alfredo ‘El Pollo’ Fuentes, quien comenta que “el llamado a plebiscito constituye el hecho más importante en la vida de la Nación, luego del pronunciamiento del 11 de septiembre de 1973”; y el entonces director de La Tercera, Alberto Guerrero, quien respalda la decisión de la Junta Militar afirmando que “el gran vacío que había en el país era precisamente el hecho de que no estuviera fijadas las reglas del juego o ‘el rayado de la cancha’...”.
Por esas semanas, La Nación publicó titulares donde diferentes organizaciones otorgaron su apoyo a la opción ‘Sí’ como: “Antofagasta despertó por el Sí”, “Salitreros expresaron su apoyo al plebiscito”, “Pobladores del Gran Santiago: Sí” o “Pobladores por el sí”.
El diario estatal publicitó el plebiscito como un momento de innovación tecnológica en artículos como “Usarán computadoras para el plebiscito”, donde se afirmaba que los resultados se conocerían en tiempo récord gracias a la coordinación computarizada.
En algunos casos llegó a entrevistar expertos extranjeros para que opinaran sobre el cambio constitucional. Tal fue el caso del jurista alemán, Dieter Blumewitz, quien alabó el proyecto de la Junta en “Nueva constitución hará de Chile un país desarrollado”. Similar a lo expuesto por el vicepresidente del Centro Vasco de Chile, Ignacio Basterrica, quien fue consultado sobre el rechazo del Partido Nacionalista Vasco al plebiscito de Pinochet por su evidente ilegitimidad, titulando “Vascos rechazan presiones y responderán con el ‘Sí’”.
Además, el diario estatal publicitó el plebiscito como un momento de innovación tecnológica en artículos como “Usarán computadoras para el plebiscito”, donde se afirmaba que los resultados se conocerían en tiempo récord gracias a la coordinación computarizada. O con “Tinta indeleble usarán el once”, nota que aseguraba que para marcar el dedo pulgar en la cédula de votación se usaría una tinta que no podría quitarse en días, evitando un posible fraude con votos dobles.
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Asimismo, no se dejó de lado los argumentos favorables a la nueva carta magna en el clivaje constitución versus caos.
Y, después, propugnando sus beneficios en comparación con la vieja constitución: “Nueva constitución reprimirá el terrorismo”, “Nueva constitución asegura respeto a las mayorías”, “‘Sí’ garantiza a todos la seguridad de la familia”.
Primero se explicó la legitimidad del proyecto en “Itinerario de la Constitución”, con el relato de la gestación de siete años de la carta fundamental y sus pasos por la Comisión Ortúzar y por el Consejo de Estado, en que los ex presidentes Alessandri Rodríguez y González Videla eran figuras de confianza. Y, después, propugnando sus beneficios en comparación con la vieja constitución: “Nueva constitución reprimirá el terrorismo”, “Nueva constitución asegura respeto a las mayorías”, “‘Sí’ garantiza a todos la seguridad de la familia”, etc.
Todo esto sin olvidar los titulares y artículos más apelativos: “Fe nacional en el ‘Sí’”, “¡Chile dice ‘Sí’!”, “El futuro en manos del pueblo” o “El chileno no olvida… y hoy asegura su futuro votando ‘Sí’”, un reportaje de plana completa que recopilaba cuñas de trabajadores que comparaban el ‘desastre de la UP’ contra la modernización económica de la dictadura.
La oposición y el Caupolicanazo
Las noticias y páginas dedicadas a cubrir la oposición a la opción ‘Sí’ son mínimas en ambos diarios. El Mercurio toma nota del trabajo del ‘Grupo de los 24’, democratacristianos liderados por Eduardo Frei Montalva, quienes rechazaron la legitimidad de la elección por falta de registros electorales y libertad de expresión.
Fuentes comenta que esta organización apareció a fines de los 70 bajo el nombre de Grupo de Estudios Constitucionales como: "Un grupo de oposición, donde estuvo Aylwin, Cumplido, Sanhueza y una serie de abogados que comenzaron a ser el referente alternativo desde el punto de vista ideológico, político, constitucional, pero también era un círculo bastante pequeño y no era tan relevante".
De los verdaderos marxistas no se publicó nada. La excepción fue una noticia del 21 de agosto que llegó a aparecer en portada sobre el discurso semanal del secretario general del Partido Comunista, Luis Corvalán, titulada “Corvalán contra el plebiscito”.
Según el diario de Edwards, este grupo hizo un “Llamado a la movilización contra el plebiscito” y no solo contra la opción ‘No’. Carmen Frei, Andrés Zaldívar y Edgardo Boeninger son acusados de entrar en “Entendimientos con marxistas”.
De los verdaderos marxistas no se publicó nada. La excepción fue una noticia del 21 de agosto que llegó a aparecer en portada sobre el discurso semanal del secretario general del Partido Comunista, Luis Corvalán, titulada “Corvalán contra el plebiscito”.
En contraste con la línea de pretendida objetividad El Mercurio, La Nación publica grandes titulares contra los opositores. Así acusan a Frei intentar una “burda maniobra demomarxista” promoviendo la idea de que el plebiscito es una candidatura presidencial en el artículo “Confunden plebiscito con una elección”. Similar a lo expuesto en “Aspiran llegar a ser presidentes farreando el futuro de Chile”.
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El día posterior al Caupolicanazo el diario estatal tituló “Alianza demo-comunista”, comentando cómo el público del teatro gritaba consignas contra la dictadura y levantaba puños izquierdos al aire. El Mercurio jugó su carta entrevistando a Jaime Guzmán, quien no dudó en exigir respuestas a Frei por no reprender las consignas antipinochetistas.
Para Fuentes, este tipo de licencias de 'apertura democrática' eran funcionales al relato que legitimaba la dictadura.
"La única forma de legitimar el proceso era permitir cierto nivel de apertura a la oposición, la más moderada obviamente, y lo hicieron. Pero no había franja, no había posiciones más relevantes de participación. Era como un pluralismo limitado y a lo mejor, fruto de eso, era permitir que hubiera un porcentaje más alto de rechazo", comenta.
‘El triunfo de Chile’
El 30 de noviembre de 1980 el proyecto de nueva constitución de la dictadura cívico-militar de Uruguay fue derrotado en las urnas. Al igual que el régimen chileno, en la república oriental los militares tomaron el poder en 1973 y condujeron un proceso constitucional por siete años.
Sin embargo, la opción ‘No’ ganó con un 57% de los votos. Así, sin posibilidades de legitimación popular ni jurídica, el régimen se desmoronó para 1985, cuando acordó la transición democrática con los partidos políticos.
La Junta Militar chilena se aseguró de evitar un resultado desfavorable.
Según Fuentes, para el plebiscito “no había Servicio Electoral, se hizo a través del Ministerio de lnterior; no había padrón, por tanto cada mesa que era controlada por gente proclive al régimen; no había vocales o apoderados de la oposición, por lo tanto se encerraban y daban un resultado de acuerdo a lo que ellos estimaban. No había ni una condición básica”.
¿Qué hay de los computadores anunciados por La Nación y la rapidez con que se conocerían los resultados? “Daba lo mismo que fuera un computador o no. Lo importante era qué informaba cada presidente de mesa a la sede central para tener un resultado que se dio en la noche”, afirma Fuentes.
Así, El Mercurio pudo titular el 12 de septiembre, “Aprobada la Constitución. Sí: 67,54% No: 29,62%”, una foto en color de la concentración por el ‘Sí’ y un punteo con lo que dejó el discurso de Pinochet. En tanto, La Nación encabezó con “El triunfo de Chile” y fotos del dictador y su esposa votando.
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Álvaro Bardón había vaticinado el 28 de agosto en El Mercurio: “¿Cuál podría ser la alternativa al ‘Sí’? ¿El viejo orden que hizo crisis por todas partes? ¿Una asamblea constituyente u otra parecida evasión de la realidad?"
Según el diario estatal, “Pinochet: llamó a la unidad de todos” en medio de la “Emoción desbordante”. El primer párrafo de la portada decía “Chile ganó ayer su futuro al resolver el plebiscito con una mayoría sin precedentes en favor de la nueva Constitución Política”.
Además, La Nación relató que el día de la votación hubo un ambiente de calma, respeto y educación cívica, reportando “Recuento de votos: sin incidentes” y “Santiago: normalidad absoluta en votación”.
Por su parte, Álvaro Bardón había vaticinado el 28 de agosto en El Mercurio: “¿Cuál podría ser la alternativa al ‘Sí’? ¿El viejo orden que hizo crisis por todas partes? ¿Una asamblea constituyente u otra parecida evasión de la realidad? (...) No existe una alternativa válida, de manera que es más o menos cierto que el ‘No’ es el caos”.
El triunfo no lo hizo más humilde. El 12 de septiembre, con los números fraudulentos en primera plana, inscribió nuevamente su nombre en El Mercurio, para agradecer a las Fuerzas Armadas por haberse empeñado: “En una obra de saneamiento económico y de libertad desde la base social que constituye una verdadera revolución. El proceso está transformando el país y puede conducir a cambios todavía más hondos”.
Dos años después estalló la crisis financiera. Bardón abandonó el Banco Central para ayudar a Rolf Lüders en la subsecretaría de Economía. El principio constitucional de subsidiariedad del Estado, en el que tanto creyó, quedó en letra muerta y tuvo que intervenir bancos. Para el 88, asumió la presidencia del Banco Estado y volvió a negar la sagrada Constitución cuando acudió al salvataje fiscal de El Mercurio.
Comentarios
Una historia penosa la
Sinceramente, da tristeza la
Gracias
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