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Viernes, 25 de Julio de 2025
El Chile actual

¿Cuándo se jodió Chile? Las memorias de Mirko Macari, ex director de El Mostrador, entregan varias pistas

Víctor Herrero A.

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"Señor Director" (Mirko Macari, editorial Planeta, 2023).
"Señor Director" (Mirko Macari, editorial Planeta, 2023).

Convertido en bestseller a sólo semanas de su publicación, el libro del periodista es una ventana al Chile del lento derrumbe social e institucional y, al mismo tiempo, una gran lección de cómo y quiénes ejercen el verdadero poder en este país.

Si uno quiere entender cómo se fue dando el desplome de las instituciones del país en los últimos 15 años -desde la clase política a la empresarial, desde la Iglesia Católica a los órganos castrenses- las memorias de Mirko Macari son una lectura obligada.

Como director del diario digital El Mostrador entre los años 2008 y 2017, Macari no sólo fue testigo privilegiado de ese proceso, sino que él y su equipo de periodistas fueron protagonistas.

Lo fueron al develarle a sus lectores, día a día, artículo a artículo, que detrás del Chile de “dejemos que las instituciones funcionen”, detrás del país incorruptible de “nadie puede sobornar a un carabinero”, detrás del país de los empresarios exitosos que conquistaban el continente, detrás del Chile de líderes sindicales abnegados a la causa de los derechos laborales, detrás de una Iglesia Católica dedicada a los pobres y los derechos humanos, se escondía un país mucho más frágil y, peor aún, un Chile que se mentía a sí mismo.

Resultaba que las instituciones funcionaban para unos pocos, normalmente aquellos con redes o poder; resultaba que los altos mandos de Carabineros defraudaron a sus subalternos y a todos los chilenos enriqueciéndose de manera corrupta; resultaba que muchos de los empresarios exitosos se coludieron para estafar a sus clientes -casi todo Chile- durante años mediante la connivencia entre ex compañeros de colegios de elite o de universidades top; resultaba que algunos sindicalistas vivían una vida burguesa y entraban en negociados con políticos y empresarios que poco ayudaban a avanzar los derechos de sus afiliados; resultaba que los obispos encubrían los masivos abusos sexuales cometidos por sacerdotes y le hacían bullying a quien osaba denunciarlos. Resultaba que no éramos gorilas, sino chimpancés.

Macari entendió algo que La Tercera y otros medios influyentes no entendieron o que, tal vez debido a ese delicado mecanismo llamado autocensura, no se permitieron a sí mismos entender. Es sabido en Chile: uno no muerde la mano que te da de comer.

Esa mentira se fue fabricando y manteniendo durante años, más por inercia portaliana que por maldad pinochetista. Y se hizo desde los espacios del poder permanente: El Mercurio, el Centro de Estudios Públicos, la jerarquía eclesial, los líderes políticos, y ese chovinismo provinciano único que tenemos (‘la Roja de todos’, ‘Unidos frente a la desgracia’, etcétera).

Los ahora consagrados ‘conflictos de interés’ era un no-tema en Chile durante más de 20 años. Recuerdo que un importante ex ministro de los primeros gobiernos de la Concertación me comentó una vez que era habitual que usaran el auto y chófer fiscal para hacer las compras de supermercado o llevar y recoger a los hijos del colegio.

Por eso, él y muchos, se sorprendieron con el impacto que tuvo un artículo escrito por el periodista Miguel Paz y que, en cierto modo, inauguró la ‘era Macari’ en El Mostrador. El insólito pituto de la subsecretaria que vende frambuesas, se titulaba la nota publicada en abril de 2008. La alta funcionaria pública usaba el auto fiscal y chofer, que el Estado le había asignado, para promover su emprendimiento de venta de frambuesas.  A los pocos días tuvo que renunciar, algo insólito en esos años.

Enrique Correa como Segegob (1991).

Enrique Correa como Segegob (1991).
Enrique Correa como Segegob (1991).

Un año después, en medio de la campaña presidencial, publicó Las dos almas de Eugenio Tironi como jefe de contenidos de Frei y asesor de Salcobrand. Era una referencia al doble papel que desempeñaba Tironi como consultor político y asesor comunicacional de una de las farmacias coludidas, caso que se dio a conocer por esos mismos días.

En el libro, Macari describe estos episodios como ‘abusos’, abusos que irán cansando a la ciudadanía con el paso de los años. Complementando esa idea, pienso que las y los chilenos en esos años comenzamos a recuperar la capacidad de asombro: lo que nos dicen que es normal, no lo es. Como colega de profesión de Macari, creo que uno de los grandes aciertos de su gestión y la de sus periodistas fue recuperar esa capacidad de asombro.

Palabras más, palabras menos, Mirko Macari supo interpretar como pocos directores de prensa el ‘espíritu de ese tiempo’. Como director del diario La Tercera, Cristián Bofill había corrido en la década anterior el cerco de lo posible, pero siempre desde el mainstream. Su punto de comparación era El Mercurio y en ese enfrentamiento La Tercera resultaba refrescante y con mayor libertad editorial en algunos temas.

“Nadie lo vio venir [octubre de 2019], porque nadie lo supo medir. Nuestro paradigma economicista sólo mide cosas materiales, bienes de consumo, ingresos, cuando todas las tendencias globales giran a medir la calidad de vida, donde las subjetividades y emociones son fundamentales”, escribe Macari.

Pero la irrupción de El Mostrador al mando de Macari comenzó a dejar en evidencia que el diario del empresario Álvaro Saieh era, al final del día, un avance pequeño dentro de los cánones de siempre. Limitado o cooptado por los múltiples intereses empresariales del dueño, era poco lo que La Tercera podía hacer para subirse a una ola de cambio de época, de cambio de ánimo, que ebullía por debajo de la zona de confort de las elites transversales.

Macari entendió algo que La Tercera y otros medios influyentes no entendieron o que, tal vez debido a ese delicado mecanismo llamado autocensura, no se permitieron a sí mismos entender. Es sabido en Chile: uno no muerde la mano que te da de comer.

“El clima hipersensible ante lo que se considera ‘abuso’ anticipaba también lo que vendría en octubre de 2019”, escribe Macari hablando de los primeros años al mando del diario digital. “Pero nadie lo vio venir, porque nadie lo supo medir. Nuestro paradigma economicista sólo mide cosas materiales, bienes de consumo, ingresos, cuando los cursos sobre la felicidad son los más demandados en la Universidad de Harvard y todas las tendencias globales giran a medir la calidad de vida, donde las subjetividades y emociones son fundamentales”.

Julio Ponce (2015) Foto: Gabriel Esteffan, CC BY-SA 2.0.

Julio Ponce (2015) Foto: Gabriel Esteffan, CC BY-SA 2.0.
Julio Ponce (2015) Foto: Gabriel Esteffan, CC BY-SA 2.0.

Todo es poder

Las 263 páginas de Señor Director (Editorial Planeta, julio 2023) se leen con rapidez y cierto deleite. No sólo por una escritura y un ritmo ágiles, sino también porque sabe mezclar muy bien ‘copuchas’ del mundo periodístico, con análisis sesudos transmitidos de manera amena.

“Porque el poder en Chile es eso, trenzas. Redes de relaciones, vínculos de parentesco, de filiación y de amistad, en ciertos colegios, carreras y universidades, que se construyen desde la cuna. Los cargos de autoridades formales, electos o designados, vienen mucho más abajo en la pirámide de esa jerarquía invisible. Las autoridades podían salir en el diario, la radio o la tele, pero no necesariamente aparecer en las páginas de cuché”, dice Macari.

Además, no hay pocas personas ansiosas de saber qué personajes y qué historias cuenta quien, a mi juicio, fue el director de prensa escrita más influyente de la década pasada.

Ello tal vez explique el éxito que han tenido estas memorias en las pocas semanas desde su publicación. Editorial Planeta dice que ya ha habido seis reimpresiones y una segunda edición, con ventas superando los 6 mil ejemplares en pocas semanas. Además, está en todos los ránkings de los libros de no ficción más vendidos en el país.

El tema de fondo de estas memorias es, a mi juicio, uno solo: el poder. Cómo se ejerce el poder, quiénes ejercen el poder, para qué ejercen el poder. Y en ese análisis, que permeaba claramente la cobertura de El Mostrador durante su mandato, tampoco está ausente el papel que ejerce la prensa. “Creo profundamente en que el periodismo es una herramienta para jugar en un tablero de ajedrez. Y en el centro de este juego está el poder”, afirma Macari en las primeras páginas.

Arduo lector de prensa desde niño, un joven Mirko devoraba durante los años 80, diarios, revistas y, con especial interés, las llamadas revistas de papel cuché. Un dato menos conocido de su biografía es que trabajó en El Mercurio e incluso en la revista Caras. Ello lo llevó a conocer más de cerca dónde está el poder en Chile.

Michelle Bachelet (2015). Foto: BCN, CC BY 3.0

Michelle Bachelet (2015). Foto: BCN, CC BY 3.0
Michelle Bachelet (2015). Foto: BCN, CC BY 3.0

Así, en el libro asegura que “el poder en Chile es eso, trenzas”. Y continúa: “Redes de relaciones, vínculos de parentesco, de filiación y de amistad, en ciertos colegios, carreras y universidades, que se construyen desde la cuna. Los cargos de autoridades formales, electos o designados, vienen mucho más abajo en la pirámide de esa jerarquía invisible. Las autoridades podían salir en el diario, la radio o la tele, pero no necesariamente aparecer en las páginas de cuché”.

Macari va recontando ese camino de manera cronológica, destacando algunos reportajes memorables de ese medio y contando las tras bambalinas y presiones en torno a estos. Así, deambulan por este libro muchos heridos por la cobertura de El Mostrador: el arzobispo emérito Francisco Javier Errázuriz, el lobbista Enrique Correa, el rey del litio Julio Ponce Lerou, entre tantos otros.

Y así, año tras año, El Mostrador se fue transformando en un medio político y social imprescindible para tener otra mirada sobre la realidad chilena, una que muy rara vez aparecía en esos años en la tele y la prensa escrita tradicional. En el libro, Macari va recontando ese camino de manera cronológica, destacando algunos reportajes memorables de ese medio y contando las tras bambalinas y presiones en torno a estos. Así, deambulan por este libro muchos heridos por la cobertura de El Mostrador: el arzobispo emérito Francisco Javier Errázuriz, el lobbista Enrique Correa, el rey del litio Julio Ponce Lerou, entre tantos otros.

En la cobertura propia destacaron en esos años periodistas como Miguel Paz, Alejandra Carmona, Ximena Pérez Villamil, Jorge Molina Sanhueza, Nicolás Sepúlveda, Felipe Saleh, Claudia Urquieta e Iván Weissman, quien dirigía El Mostrador Mercados, la sección más temida en Sanhattan. Pero El Mostrador también era un medio sumamente ágil en tomar la noticia del día y reenfocarla de una manera que le podía dar un sentido completamente diferente sin faltar a la verdad.

Sebastián Piñera (2018). Foto: G20 Argentina, CC BY 2.0

Sebastián Piñera (2018). Foto: G20 Argentina, CC BY 2.0
Sebastián Piñera (2018). Foto: G20 Argentina, CC BY 2.0

Creo que fue en estos dos aspectos donde Macari se ganó una fama completamente merecida: ser el mejor titulador de la prensa chilena. Un botón de muestra: “La nueva forma de protestar: el festín de Arturo Martínez para el 21 de mayo”. Se trataba de una nota publicada en mayo de 2011 en la que El Mostrador daba a conocer que el líder de la CUT junto a un puñado de dirigentes sindicales se habían mandado un almuerzo en Valparaíso cuya cuenta final superó los 500 mil pesos. Esto, inmediatamente después de las protestas convocadas en esa ciudad con ocasión del discurso del 21 de mayo que dio Piñera.

Macari también incorporó a una legión de columnistas, muchos completos desconocidos en su momento. El caso más famoso, o infame para algunos, fue el de Tere Marinovic. Pero también debutaron en esas páginas Alberto Mayol, Renato Garín, entre muchos otros.

Por cierto, en lo personal yo sentía que a veces esos tremendos titulares eran mejores que los artículos. Digamos que eran aptos para la era de Twitter (red social que Macari confiesa no usar).

Además, Macari incorporó a una legión de columnistas, muchos completos desconocidos en su momento, que probablemente no serían aceptados en el club de la prensa tradicional. El caso más famoso, o infame para algunos, es el de Tere Marinovic. Pero también debutaron en esas páginas Alberto Mayol, Renato Garín, entre muchos otros.

Fin de ciclo

Macari se retiró de la dirección de El Mostrador en 2017, aunque a pedido de Federico Joannon, uno de los dueños del medio y que participaba activamente en temas editoriales, siguió durante dos años más como asesor editorial. Macari confiesa en su libro que ya estaba cansado. “Comentar comentarios. Todo girando en torno a lo que se dice, no a lo que se hace”, se lamenta.

En un país con una prensa mejor financiada, su carrera como director estaría recién comenzando. Después de todo, Macari apenas tiene hoy 53 años. Ahora vive al lado del mar y se dedica a ser un ‘coach ontológico’. Intenta explicar de qué se trata y, con humor negro, confiesa que suena a new age. Creo que le está pasando algo que nos ocurre a muchas personas: estamos interesados y abrumados por el nuevo mundo, el calentamiento global, la inteligencia artificial, las migraciones masivas.

Eugenio Tironi. Foto: Víctor Salazar/Agencia Uno.

Eugenio Tironi. Foto: Víctor Salazar/Agencia Uno.
Eugenio Tironi. Foto: Víctor Salazar/Agencia Uno.

En lo personal pienso que, si no vuelve al periodismo, Macari debería dedicarse a ser consultor político. A ratos, y eso exuda su libro, parece entender el juego político y del poder mejor que los propios políticos.

Macari confiesa que ya estaba cansado. “Comentar comentarios. Todo girando en torno a lo que se dice, no a lo que se hace”.

Pero también es verdad que los tiempos actuales son menos inofensivos y mucho más crudos que ese período entre 2008 y 2017. Macari cuenta que “la única vez que fui a un tribunal durante mi gestión en El Mostrador” fue cuando el sindicalista Arturo Martínez lo demandó.

Tiempos inocentes. Hoy, muchos periodistas desfilamos frente a tribunales de manera habitual.

Cardenal Francisco Javier Errázuriz (2009). Foto: PUC, CC BY-SA 2.0

Cardenal Francisco Javier Errázuriz (2009). Foto: PUC, CC BY-SA 2.0
Cardenal Francisco Javier Errázuriz (2009). Foto: PUC, CC BY-SA 2.0

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Comentarios

Comentarios

¡¡NOTABLE!!!

Notable articulo hay que leer el libro...

Ávidamente lo estoy leyendo. ¡Bien Macari!. Y, ¡mucha fuerza y entereza Víctor Herrero!

Los analfabetos digitales leemos, pero los medios insisten en claves para hacerlo en modo difícil el acceso a la lectura. Al fallar el segundo intento suelo mandarlos a la mierda

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