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Lunes, 23 de Junio de 2025
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​​​​​​​El avance ruso y el eterno retorno (del viejo petróleo)

Andrés Almeida

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Foto: Energy Brief
Foto: Energy Brief

La ocupación de Ucrania y la devastación económica de Rusia avanzan a contrarreloj, pero el peso de los hidrocarburos rusos puede comprar tiempo.

Este artículo es parte del newsletter exclusivo La Semana del pasado viernes 11 de marzo de 2022, y ahora se comparte para todos los lectores.

Las últimas noticias del frente militar en la guerra en Ucrania parecen favorecer a Rusia, mientras recrudecen las sanciones económicas contra ese país, al punto en que algunos analistas piensan que el frente económico será determinante en el desenlace, aun cuando Kíev termine por caer en manos del Ejército ruso.

En lo militar, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski, se quejó amargamente de sus aliados occidentales por no acceder a dos de sus peticiones vitales para mantener la resistencia bélica: que la OTAN declare zona de exclusión aérea sobre el territorio ucraniano, con lo que las aviaciones aliadas deberían batir los aviones rusos que sobrevuelen Ucrania; y la llegada de aviones MIG desde Polonia, para contrarrestar la superioridad aérea de los rusos. Ambas peticiones son inaccesibles para Occidente, el cual no está dispuesto a escalar la guerra e incrementar el riesgo de uso de armas nucleares.   

Visto desde otra forma, Zelenski demostró los límites de su alianza política con Estados Unidos y Europa, y avisó que, en lo militar, quedó abandonado a su suerte.

Zelenski demostró los límites de su alianza política con Estados Unidos y Europa, y avisó que, en lo militar, quedó abandonado a su suerte.

En lo práctico, esto se expresa con avances rusos importantes en los sitios de Kíev, Járkov y Mariúpol, el aislamiento de Chernígov, una ciudad al norte del país, clave para el avance sobre la capital por parte de las tropas que invadieron Ucrania desde el este, y el inicio de ataques sobre las ciudades de Dnipropetrovsk y Lutsk.

A lo mejor esta evaluación de los avances militares rusos suena contraintuitiva al confrontarse con varias fuentes y analistas que dicen que los rusos están estancados, pero poco a poco la prensa occidental comienza a reconocer la posibilidad de un triunfo militar ruso. Así lo expresa el editor de defensa y seguridad de The Guardian, Dan Sabbagh, en su artículo Rusia está resolviendo sus problemas logísticos y podría atacar en cuestión de días, dicen los expertos.    

Si es que cae pronto Kíev, el hecho podría ser el fin de la guerra, pues Vladimir Putin estaría en condiciones de sentarse en una mesa negociadora con estadounidenses y europeos, y plantar tres puntos: la desmilitarización de Ucrania, lo que de facto implica que no ingrese a la OTAN, el reconocimiento de la anexión de Crimea a Rusia, y la autonomía de la región de Donbáss. Si logra esto, habrá ganado la guerra.

Respecto del panorama militar, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, reconoció avances "tácticos" rusos en el teatro de operaciones, aunque dijo confiar en que los rusos sufrirán una "derrota estratégica" al no poder sostener sus posiciones. Implícitamente, lo que hay detrás es la idea de hacer lo posible para que la guerra no concluya antes de que los efectos de las sanciones económicas a Rusia se muestren devastadores y la ocupación del territorio desgaste al Ejército invasor. 

En cuanto a las sanciones económicas contra Rusia, hay coincidencia en que estas son inéditas en su intensidad. Esto, aunque, al parecer, hay todavía margen para incrementar la estrangulación de la economía rusa, algo que no se habría hecho a la espera de la posibilidad de que el conflicto escale y porque -según ha dicho Josep Borrell, jefe de la diplomacia de la Unión Europea- las sanciones económicas no buscan producir un derrocamiento de Putin, pues eso implicaría acorralarlo y hacerlo subir su apuesta militar sobre Ucrania.

Así y todo, las sanciones implicarán un decrecimiento económico acelerado del PIB, la degradación del rublo, la estampida de la inversión, el colapso de varias cadenas productivas por falta de insumos importados y la crisis de pagos de su comercio exterior, por la exclusión de Rusia del sistema bancario internacional. Esto, con el consecutivo malestar de la población que vería reducido su nivel de vida, lo cual podría expresarse como una corriente de opinión mayoritaria contra la guerra y eventualmente contra que Putin siga gobernando. 

Hay todavía margen para incrementar la estrangulación de la economía rusa, algo que no se habría hecho a la espera de la posibilidad de que el conflicto escale y porque -según ha dicho Josep Borrell- las sanciones económicas no buscan producir un derrocamiento de Putin.

Al respecto, es interesante -aunque tal vez demasiado 'optimista´- el análisis de Paul Krugman en The New York Times, quien en Por qué China no puede rescatar la economía de Putin, ahonda en su impresión que lo lleva a pensar que Putin cometió un error del cual no puede salir, justamente dado el impacto de las sanciones económicas y -esto es lo novedoso- dada su idea de que China no puede ir en su rescate. Los argumentos de Krugman son 1/ China no produce piezas clave para el funcionamiento normal de la economía rusa , las que solo produce Occidente, 2/ los agentes económicos chinos podrían sumarse a las 'auto-sanciones' que varios privados han emprendido saliendo de Rusia, 3/ los polos industriales de ambos países están separados por 5,600 kilómetros de distancia y 4/ China no tendría interés geoestratégico en Rusia como para conformar una alianza política, pues su economía es diez veces la rusa. 

En sintonía con lo anterior, son varios los analistas que ven en esta una 'guerra económica', en la cual destacan las inmensas diferencias de tamaño de Rusia, respecto de Europa y Estados Unidos, lo que le daría una ventaja capital a Occidente.

Pero, el tamaño no lo es todo. Al respecto es interesante el análisis de Max Fisher en The New York Times, donde escribe Resistencia económica: la otra competencia de Rusia con Occidente, donde el autor sienta la superioridad occidental, pero advierte que el tiempo también va a contrarreloj para Estados Unidos y Europa, en especial para esta, pues deberá recibir millones de refugiados ucranianos, lo que puede volcar la férrea reacción inicial contra Putin hacia la impaciencia.

Visto así, y puestas a correr ambas cosas -lo militar y las sanciones- el tiempo parece serlo todo.

Pero no.

Además, hay que considerar el petróleo en la ecuación. 

Aunque tiene un fuerte olor a siglo 20, el petróleo, el gas y el carbón, vuelven a ser elementos geoestratégicos determinantes en el siglo 21, lo que ofrece ventajas a Rusia en la arista económica de la guerra, siendo elementos que le ofrecen estabilidad en el largo plazo, pues son insustituibles en el mediano y el corto. 

Esto, porque -pese a la urgencia del cambio climático y a la meteórica carrera de las energias renovables no convencionales- los hidrocarburos siguen siendo masivamente la principal fuente de energía a nivel mundial. En 2020, el petróleo representaba el 30% de la matriz energética del planeta, mientras que el carbón 25% y el gas el 24%. Es decir, en conjunto estas tres fuentes suman 79% de la energía que se produce. Todas ellas existen en abundancia en Rusia, por lo que cualquier cosa que pase con el país afectará gravemente a la economía mundial.

Al respecto, se puede explorar los datos del sitio Enerdata, los cuales permiten tener una panorámica global del sector.

Aunque tiene un fuerte olor a siglo 20, el petróleo, el gas y el carbón, vuelven a ser elementos geoestratégicos determinantes en el siglo 21, lo que ofrece ventajas a Rusia en la arista económica de la guerra, siendo elementos que le ofrecen estabilidad en el largo plazo, pues son insustituibles en el mediano y el corto. 

En cuanto al petróleo, Rusia es -con datos de 2021- el segundo productor mundial con 9,7 millones de barriles diarios, por debajo de Estados Unidos (10,2 millones), y habiendo ya superado a Arabia Saudí (9,3 millones).

Rusia, además, tiene la ventaja -en la perspectiva del conflicto- de ser un país eminentemente exportador, a diferencia de Estados Unidos, que consume internamente todo el petróleo que produce y debe además importarlo para satisfacer su inmensa necesidad de consumo energético, calculado en 2.064 megatoneladas equivalentes a petróleo (Mtoe) anuales para 2020, solo por debajo de China (3.381 Mtoe), en instancias en que el consumo ruso es apenas de 731 Mtoe.

Es por eso que en un contexto de la guerra, que produce escasez del petróleo, Rusia además se beneficia por el alza del precio de un producto que produce masivamente y consume moderadamente.     

Durante la semana, Biden prohibió las importaciones de petróleo ruso, pero el efecto es acotado, pues Rusia exporta a Estados Unidos solo 5% de su producción, por lo que, probablemente, el presidente estadounidense tomó la medida más para endilgarle a Putin los efectos de la fuerte inflación que sufrirá el país -con el alza del petróleo-, al presentarla como un esfuerzo de guerra. Es decir, una medida de política doméstica.

Además, en paralelo, Biden envió una delegación a Caracas, Venezuela, a hablar con el gobierno no reconocido de Nicolás Maduro -sin conocimiento de Juan Guaidó, a quien Estados Unidos reconoce como mandatario-, para hablar de materia energética, entre otros puntos de la agenda.

El acercamiento responde claramente a la necesidad estadounidense de devolver al mercado internacional el petróleo venezolano, duramente castigado por las sanciones de los propios Estados Unidos y Europa, con la esperanza de que un incremento de su producción aminore los efectos de la inflación mundial, un fantasma que cuando se materializa derrumba candidatos oficialistas.

No hay ni que decir la ironía de la situación, después de años de propaganda estadounidense que signó a Maduro como su gran enemigo regional (paradójicamente, aliado a Putin), arrastrando a América Latina a un conflicto diplomático y migratorio de grandes proporciones, tal como fue el intento de intervención de Cúcuta de 2019 y sus posteriores efectos en la crisis migratoria.

Un giro en 180 grados, que de todos modos es costoso para la Casa Blanca, pues indispone la política interna al vapulear los intereses enclavados en Miami de cubanos y venezolanos exiliados, y sus poderosas redes en Estados Unidos. En suma, una señal de debilidad. 

Un giro en 180 grados, que de todos modos es costoso para la Casa Blanca, pues indispone la política interna al vapulear los intereses enclavados en Miami de cubanos y venezolanos exiliados, y sus poderosas redes en Estados Unidos. En suma, una señal de debilidad. 

De todos modos, para entender más respecto de la decisión de Biden, es interesante este artículo de The Washington Post, Demócratas adoptan estrategia políticamente arriesgada por el aumento de los precios de la gasolina, donde Sean Sullivan, Mike DeBonis y Marianna Sotomayor cuentan los intríngulis de la medida, mencionando brevemente el capítulo venezolano.

Respecto de esto último, recomiendo el artículo de Joaquín Riffo de INTERFERENCIA, Realpolitik: Biden prohíbe el petróleo ruso y se acerca a la Venezuela de Maduro para abrir el grifo de PDVSA

En cuanto al gas, las cifras más decidoras son las de consumo de Europa, región que -además- depende fuertemente del gas ruso por razones geográficas. De tal forma, 41% del gas que consumen los europeos es ruso y su dependencia, extremadamente alta. Particularmente grave es el caso de Alemania, el país europeo que más energía consume (275 Mtoe), siendo casi un tercio de ella producto del gas, del cual la mitad es ruso. Esto, sin contar el petróleo, que representa más de un tercio de la matriz energética alemana. 

El think thank europeo Bruguel, se pregunta ¿Puede Europa sobrevivir sin dolor al corte del gas ruso? y responde en la voz de sus investigadores Ben McWilliams, Giovanni Sgaravatti, Simone Tagliapietra y Georg Zachmann; no.

"Hasta el verano es probable que la UE [Unión Europea] pueda sobrevivir a la interrupción a gran escala del suministro de gas ruso, en base a una combinación de mayores importaciones [...] y medidas del lado de la demanda, como restricciones de gas industrial. Sin embargo, esto tendría un costo para la economía de la UE e incluso podría resultar en que algunos países (aquellos más expuestos al gas ruso y menos interconectados con otros países de la UE) tengan que tomar medidas de emergencia. Pero, si la suspensión del gas ruso se prolonga hasta los próximos inviernos, sería más difícil para la UE hacer frente. Por el lado de la oferta, hay disponible cierta capacidad de importación adicional, pero alcanzar la escala requerida para reemplazar por completo los volúmenes rusos sería, en el mejor de los casos, muy costoso y, en el peor, físicamente imposible", dice el informe. 

Así, las sanciones europeas a Rusia han sido draconianas en todos los aspectos, menos respecto del comercio de gas ruso, donde se plantearon reducir sus importaciones a solo en un tercio. En otras palabras, la llave de Gazprom -la principal empresa rusa de gas- fluye sin interrupción hacia Europa, en la misma medida en que los euros van por la vía contraria hacia Rusia, con precios crecientemente elevados, aunque puede haber obstáculos en los pagos.

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Muy interesante el tema, quería leer un artículo serio sobre el tema; muchas gracias.

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