El fútbol chileno comienza el año de la peor manera. Los dirigentes de los clubes del fútbol patrio, al establecer las bases del campeonato de segunda división, determinaron que en dicha liga no podrían jugar mayores de 23 años, lo que evidentemente convulsionó el medio, en la medida que importa la perdida de muchas fuentes de trabajo, entendiendo que, por su perfil, los jugadores mayores de 23 años de dicha competición no tendrían posibilidades ciertas de conseguir trabajo en lo suyo. Considerando además el rechazo de una serie de medidas que el Sindicato de Futbolistas Profesionales había enviado a la principal asociación de nuestro balompié, el gremio aprobó en asamblea la convocatoria a un paro nacional, de gran amplitud, que actualmente mantiene en entredicho la realización de la Supercopa y el comienzo oportuno de los encuentros de la primera división. Hace pocas horas, además, a solicitud del gremio de futbolistas, la Dirección del Trabajo, se pronunció señalando que dicha reglamentación afecta principios fundamentales de nuestro Derecho Laboral, como la libertad de trabajo.
No es a primera vez en la historia reciente que el SIFUP convoca a una paralización, ya lo habían hecho antes en 1997, 2002 y 2019, forzando a los equipos profesionales a saltar a la cancha con juveniles. Y, en definitiva, no se han logrado mejorías fundamentales en nuestro medio, de hecho, podríamos afirmar sin temor a equivocarnos que el fútbol chileno en general ha rodado cuesta abajo desde fines de los noventa. Consideremos además que para la gran mayoría de los futbolistas profesionales el deporte rey es su única fuente de ingresos, y no siempre cuentan con contratos justos, pagos puntuales o condiciones laborales dignas. Mientras que en la Primera División los sueldos de las figuras mediáticas pueden parecer elevados, en las categorías no estelares la realidad es muy distinta. Los futbolistas de Segunda División enfrentan, en muchos casos, inestabilidad laboral y salarios que apenas alcanzan para cubrir lo básico, muchas veces con familias de las que son responsables. Sobre todo, los mayores de 23 años.
La postura del SIFUP, por lo tanto, no solo busca resolver una situación puntual, sino también visibilizar las inequidades de un sistema que muchas veces deja desprotegidos a los protagonistas del espectáculo, en especial a muchos de los que representan a equipos de ciudades medianas o pequeñas, En este sentido, el paro es un acto de reivindicación y dignidad, una manera de decir que el fútbol debe ser más que un negocio; debe ser un espacio donde se respeten los derechos laborales y se promueva la equidad.
Sin embargo, también es necesario preguntarse por el rol de los otros actores en esta crisis. ¿Acaso la ANFP ha gestionado el fútbol evitando la debacle? ¿Están los clubes cumpliendo con sus responsabilidades hacia los jugadores y el desarrollo del deporte? Y más importante aún, ¿existe un plan a largo plazo para garantizar que el fútbol chileno sea sostenible y justo para todos sus participantes?
Tal vez el paro termine con la negociación de algunas migajas. Sin embargo, el problema de fondo persistirá y dicho mal no solo tiene que ver con la edad de los jugadores de la segunda división. Es fundamental repensar la estructura del fútbol chileno para que sea un entorno óptimo para la práctica de un deporte que cumple un rol social, en términos tales que su organización beneficie a todo el país, partiendo por los protagonistas del espectáculo. Dejando también de considerar a los hinchas como simples clientes, en términos eminentemente mercantiles, olvidando la importancia de lo que en definitiva la ANFP gestiona.
El paro del SIFUP es un síntoma más de la enfermedad terminal que sufre el juego de la pelotita en Chile. Es momento de que todos los actores involucrados asuman su responsabilidad y trabajen juntos para construir un deporte que trascienda a la lógica del mercado, con una administración transparente, sostenible y justa.
El día que así se piense, tal vez se pueda hacer algo para remediar esta enfermedad. De lo contrario, el desenlace fatal parece demasiado evidente.
(*) Roberto Rabi González es escritor, abogado de la Universidad de Chile, profesor de Derecho Procesal y Penal e investigador de la Asociación de Investigadores del Fútbol Chileno (ASIFUCH).
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