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Viernes, 4 de Julio de 2025
Nuevos tiempos en Occidente

“El problema de Europa no son los extremos, sino el fanatismo del centro político”

Víctor Herrero A.

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Flickr: UNCTAD
Flickr: UNCTAD

En conversación con INTERFERENCIA, el economista y ex diputado griego y académico de la Universidad de Londres, Costas Lapavitsas argumenta a favor del fin de la Unión Europea, en curiosa concordancia con la derecha extrema. 

Costas Lapavitsas es un economista griego y académico de la Universidad de Londres quien, en enero de 2015, fue elegido diputado del parlamento griego en la lista de izquierda Syriza. Decepcionado porque el gobierno de Alexis Tsipras, líder de ese partido, aceptó los términos de austeridad fiscal que le recomendó la Unión Europa y el Fondo Monetario Internacional -pese a que su campaña se basó en no ‘doblegarse’ ante ellos-, en agosto de 2015 renunció a su militancia para integrarse al movimiento de la Unidad Popular.

“No, no”, dice riéndose, “el nombre no hace referencia a la coalición de Salvador Allende”.

Lapavitsas ha sido uno de los primeros economistas de izquierda ‘euroescépticos’. Ya en 2011 abogaba por la salida de Grecia de la Unión Europea y el retorno a la antigua moneda griega, la dracma, desechando el euro.

La semana pasada estuvo en Chile invitado por la Fundación Sol, que con una serie de seminarios y actividades celebró su décimo año de existencia, con el apoyo de la Fundación Rosa Luxemburgo.

La mañana del sábado 15 de septiembre INTERFERENCIA conversó con Costas Lapavitsas en un café en el barrio Lastarria acerca del futuro de la Unión Europea, de por qué la derecha e izquierda más extremas coinciden en su rechazo a Bruselas, del auge de China y de lo que él denomina el ‘centro radicalizado’. A continuación, extractos de esa entrevista.

¿Tiene futuro la Unión Europea?

- No hay un futuro dinámico, de eso estoy seguro. No hay manera de que la Unión Europea pueda reconquistar las perspectivas que prometió en los 90 y en los 2000. Eso se acabó. No solo eso, sino que también está viviendo una crisis existencial, política, económica y social. No está para nada claro cómo va a terminar esta crisis. Lo que conocemos como la Unión Europea seguirá sobreviviendo por un tiempo, pero nada hará que sea la UE que la gente imagina, y el mito que se creó en torno a ella en las últimas décadas. 

"¿Cuál es el punto de realizar elecciones si las políticas económicas, que son la parte fundamental de los Estados modernos, corren por un carril paralelo? Estamos ante la despolitización de la economía. La gente lo sabe y lo percibe como una pérdida de la soberanía popular".

Hay muchas razones para explicar la situación actual de la UE, pero ¿cree que la crisis financiera del 2008-2009 es una de estas causas?

- Creo que la crisis financiera actuó como un catalizador. Pero no pienso que haya causado la crisis existencial de la Unión Europea. Las causas de la crisis son más profundas y hay que volver atrás en el tiempo. Hay dos cosas realmente importantes. La primera es la transformación institucional, económica y política que estipuló el Tratado de Maastricht. Ahí, básicamente, se creó un nuevo liberalismo con un mercado único, una moneda única. Esto provocó una profunda desestabilización de Europa. La segunda razón, que en parte se origina en Maastricht, pero también por razones más profundas, es el carácter no democrático e incluso anti democrático que hace que la Unión Europea sea una institución que sistemáticamente elude la voluntad popular. 

El economista griego Costas Lapavitsas en conversación con el director de INTERFERENCIA Víctor Herrero / Fotografía: Benjamín Saez (Fundación Sol).

¿Se refiere a los casos de Italia o Grecia, donde hace unos años la UE de alguna manera impuso los gobiernos?

- Así es. Un claro ejemplo fue el de Grecia. El país eligió en medio de la crisis a un gobierno de izquierda, que tenía un programa de reformas sociales que, supuestamente, estaba a favor de la gente. En Italia se eligió a un gobierno de derecha, que proponía programas distintos, que privilegiaba los negocios, la rebaja de impuestos, entre otras cosas. Puedes tener ambas opciones en Europa, pero al final del día la Unión Europea le dice a ambos países y tipos de gobiernos que tienen que seguir la misma política. Tienes que seguir las reglas, lo que dice la regulación monetaria de la UE. Entonces ¿cuál es el punto de realizar elecciones si las políticas económicas, que son la parte fundamental de los Estados modernos, corren por un carril paralelo? Estamos ante la despolitización de la economía. La gente lo sabe y lo percibe como una pérdida de la soberanía popular. Es la renuncia a los derechos democráticos. No tiene sentido discutir, no tiene sentido protestar porque al final te dirán qué hacer, porque el mercado lo impone, porque las teorías económicas presumiblemente lo dictan, porque, porque, porque...

Desde la distancia, lo que se observa es que hay euroescépticos en la derecha y en la izquierda, está el Brexit en Inglaterra y los movimientos como el de la izquierda griega que también cuestionan a la UE. ¿No le recuerda un poco, guardando las proporciones, a lo que pasó en Europa a fines de los años 20 e inicios de los 30? 

- Hay algo de eso. En tiempos de crisis es común que el centro se caiga. En tiempos de crisis, las políticas se vuelven reales, en un interés material de la palabra, y luego surgen personas que hablan en un lenguaje claro acerca de cuáles son sus intereses materiales detrás de los fenómenos sociales, y esto puede ser de extrema derecha o de extrema izquierda. Cuando ese enfrentamiento se resuelve, surge nuevamente el centro poderoso.

"Lo novedoso de nuestra época es el surgimiento del "centro radical”. Puede ser una centro derecha o una centro izquierda, pero hoy ese centro ideológico está conformado por personas fanáticas. El problema en Europa no son los extremos. El problema de fondo es el fanatismo del centro, el cual se rehúsa a cambiar".

Pero lo novedoso de nuestra época es el surgimiento de lo que los británicos denominan “el centro radical”. Puede ser una centro derecha o una centro izquierda, pero hoy ese centro ideológico está conformado por personas fanáticas. Es un centro fanático, de gente que entra a las universidades de elite, aprende algunos términos económicos, creen ciegamente en eso y piensan que así es el mundo. Que es el único camino posible y no escucharán, no tolerarán nada, y piensan que cualquier oposición viene de gente ignorante, sin educación. Solo ellos saben la verdad. Eso es lo que vemos en gran parte de Europa y el mundo. El nuevo liberalismo que ha dominado en las últimas décadas, produce dogmas extremos. La Unión Europa es la voz de ese centro, no escucha, no considera nada, piensa que esta es la única manera de hacer las cosas y va a continuar a hacerlas de esa manera. 

Hemos visto el aumento de países con gobiernos de derecha más dura, como en Austria, Hungría, Polonia. ¿Me imagino que ellos no son parte de ese centro extremo del que habla?

- No, no lo son. Para entender esto, hay que frenar el fanatismo del centro, el extremo centro, y después debes considerar las reacciones del resto del espectro político. La extrema derecha reacciona en contra de esto, hablando de solidaridad social, mejorar las condiciones de los pobres en el mercado, en otras palabras, roban el lenguaje de la izquierda. Disfrazan todos sus ataques con nacionalismo, racismo y políticas antimigratorias, ese es el camino de la derecha extrema, pero el mensaje social es a menudo lo que la izquierda suele decir, pero no es lo que el mercado quiere. La razón porque ellos empezaron a apoyar a la clase trabajadora es porque la izquierda, que solía decir estas cosas, las olvidó, no las dice más.  

Muchos creen que la Unión Europea es un garante de paz para un continente que en menos de 40 años experimentó dos grandes guerras mundiales. En su opinión, ¿cuáles son los desafíos para el resto del mundo de este aparente proceso de desintegración europea?

- Nos estamos moviendo hacia aguas muy profundas, sin duda. La UE fue creada en los años 50 como un proyecto para fomentar la cooperación industrial y proteger los derechos de los agricultores, principalmente los de Francia. Era un tema económico, que buscaba generar políticas comunes. Los que construyeron las bases de la integración europea eran Estados nacionales, en su mayoría bajo gobiernos de corte socialdemócrata. Fue un período muy diferente al de ahora. A partir de los años 80, y con el surgimiento del neoliberalismo, todo eso colapsó. Ahí comenzó a funcionar una UE distinta a los planes originales.

"Si vamos a crear una Europa diferente, si vamos a crear condiciones de solidaridad entre las naciones, es necesario frenar la UE. Eso es crucial. Y, por desgracia, no creo que ello vaya a suceder sin algunos grados de violencia política y social".

Lejos de crear condiciones de paz y colaboración en Europa, la Unión está generando lo contrario. Si miras Europa hoy, no es una sola. Hay un núcleo duro frío, arrogante, dominante y estable -Alemania, Francia, Bruselas- y muchas periferias, que son grupos de Estado completamente distintos. La política de la UE ha creado tensión y fricción entre los europeos de una manera que no existía hace 30, 40 años. Para que esa tensión se vaya, hay que desafiar a la UE, es muy importante desafiarla porque la UE no es defensora de la solidaridad, no es promotora de la convergencia. Si vamos a crear una Europa diferente, si vamos a crear condiciones de solidaridad entre las naciones, es necesario frenar la UE. Eso es crucial. Y, por desgracia, no creo que ello vaya a suceder sin algunos grados de violencia política y social.

China capitalista

Ha hablado de la irrupción del neoliberalismo como factor de la degradación europea. Pero hay ejemplos de capitalismo exitoso como el de China. ¿Cuál es el impacto que ese país puede tener para el capitalismo en el mundo?

- Esta es una de las típicas preguntas que me molestan, porque quiénes afirman eso no entienden de lo que se habla cuando hablamos de China. Déjeme decirle una cosa del neoliberalismo en general, y luego hablo de China. El neoliberalismo es una ideología, no es una realidad material. China representa una de las transformaciones más grandes de la economía global, en temas de producción y comercio, de las últimas cuatro décadas.

En este mundo globalizado en el cual el modelo ideológico pone al Estado como malo, y las empresas privadas como buenas, China tuvo éxito porque usó métodos colectivos de poder. China contradice los argumentos neoliberales, no es un ejemplo de libre mercado.

Cuando miras a China, verás que representa la globalización, no porque es un ejemplo perfecto del capitalismo neoliberal, sino porque muestra el camino de un país no desarrollado que se abre camino al mercado global usando el Estado. El Estado es crucial en lo que está pasando en China. El Estado chino controla muchas áreas de producción, las empresas operan a través del Estado para las áreas de energía, minería, fundiciones, entre otras.

El segundo punto sobre China es el financiamiento. China no se financia de la misma manera que se hace en Occidente, porque el sistema financiero está operado por el Estado. Los bancos más grandes son estatales y la manera en que el capital de las empresas se maneja también es dominado por el Estado. El Estado es parte de la creación de este "milagro" chino. Para ponerlo en términos distintos, en este mundo globalizado en el cual el modelo ideológico pone al Estado como malo, y las empresas privadas como buenas, China tuvo éxito porque usó métodos colectivos de poder, porque reguló el mercado. Eso fue crucial para la evolución de China, por lo que no es la confirmación del libre mercado, China se trata de controlar el mercado y tomar oportunidades de acumulación de capital. El punto ideológico de neoliberalismo siempre será que, para crecer y desarrollarse, se necesita propiedad segura y el imperio de la ley. En China no existen ninguna de las dos cosas y, sin embargo, ha sido una de las más rápidas acumulaciones de capital que hemos visto en décadas. China contradice los argumentos neoliberales, no es un ejemplo de libre mercado.

El centro radicalizado

Mirando para atrás, cuando Francis Fukuyama habló del “fin de la historia” y el éxito de la democracia liberal y el capitalismo tras la caída del Muro de Berlín en 1989, parece ser que quiénes más se tomaron en serio esa idea fue la izquierda. La idea pareció ser: perdimos, no podemos cambiar el mundo, pero podemos administrarlo para que no sea tan malo. Estoy pensando, por ejemplo, en la llamada ‘tercera vía’ que proponían Tony Blair, Bill Clinton, Felipe González, Fernando Henrique Cardoso o Ricardo Lagos. ¿Es ese parte del ‘centro radical’ del que habla?

- Hay mucho de eso. Hubo una derrota masiva, primero en Inglaterra con Margaret Thatcher, pero también en Estados Unidos con Ronald Reagan. Después el colapso del Muro de Berlín trajo consigo la derrota de la política laboral. La combinación era mortal, pero en esa situación emergió un tipo de izquierda que mentalmente decía que no podemos cambiar el mundo, seamos realistas, fallamos, el proyecto de izquierda falló. Esta es la única manera, la del mercado, y lo que podemos hacer es humanizarla, hacerla menos severa y opresiva. Pero no podemos decirle qué hacer, ellos creían en eso. 

"La izquierda perdió la conexión con la gente y no le está ofreciendo valores que realmente se conectan con sus vidas".

En los últimos años no se han visto ideas nuevas que surjan desde la izquierda...

… Sí, y déjeme decirle por qué. Pero primero tenemos que entender dónde estamos, porque pienso que la izquierda está a punto de reinventarse. La izquierda está moviéndose a un lugar donde habla de temas morales o de liberalismo social, de igualdad de género, sexo, racial. Son ideas importantes y la izquierda está bien en tratar de buscar esa libertad, pero también debe ser más firme ante las demandas económicas.

La izquierda perdió la conexión con la gente y no le está ofreciendo valores que realmente se conectan con sus vidas. No se conecta con el empleo, por ejemplo, entonces no tiene significado real para las personas. La izquierda perdió la capacidad de esto y además se desconectó de lo que ha sido su lucha histórica: los pobres, la clase trabajadora, el proletariado, los afectados. El problema que enfrentamos es tremendo en este aspecto y eso se debe a la evolución de estos últimos 30 años. Pienso que es claramente lo que está pasando en Europa y por eso su crisis existencial. Muy débilmente estamos viendo cómo emerge una izquierda diferente, hay movimientos y organizaciones en Francia, en Inglaterra, con diferentes características, pero también con similitudes. Es una promesa de una nueva izquierda. Pero es muy incipiente aún. 

Usted habla en sus trabajos del concepto de la ‘financiarización’. ¿Nos puede explicar de qué se trata?

"Los hogares hoy son sujetos del mercado de capitales. Hoy las deudas, activos y patrimonio de las personas se transan como un valor financiero más, ocurre incluso con las pensiones en países como Chile. Eso genera un mundo completamente nuevo. Y cambia también, de paso, las relaciones laborales. Porque un trabajador endeudado no tiene el mismo poder de negociación que uno que está libre de deudas".

- El concepto de financiarización es una idea muy importante que ha surgido en las últimas décadas y que captura un aspecto de la globalización. Comienza con la simple observación de que el mundo financiero se está volviendo un coloso enorme. Claramente esto indica algo, algo está sucediendo. Es un signo de un capitalismo que el capitalismo que está en problemas. Mucha de la inestabilidad y desigualdad que vemos viene de eso.

Financiarización es una idea importante, desde mi punto de vista, en países maduros e implica un fenómeno muy importante que no existía antes: los hogares hoy son sujetos del mercado de capitales, del mundo financiero. Hoy las deudas, activos y patrimonio de las personas se transan como un valor financiero más, ocurre incluso con las pensiones en países como Chile. Eso antes era un mundo que se limitaba a las empresas y las finanzas soberanas. Pero hoy, como incorpora a las familias, genera un mundo completamente nuevo. Y cambia también, de paso, las relaciones laborales. Porque un trabajador endeudado no tiene el mismo poder de negociación que uno que está libre de deudas.



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