Hoy estamos acostumbrados a que casi todos los medios transmitan o publiquen en un ciclo noticioso non-stop de 24 horas. Pero en 2019 los diarios todavía seguían una lógica tradicional de cerrar sus ediciones del día siguiente la noche anterior.
Por eso, resulta interesante revisar las portadas de los principales periódicos que se publicaron el viernes 18 de octubre de 2019, la jornada que daría inicio al estallido social.
La Tercera, cuyo dueño es el empresario Álvaro Saieh, tenía como título principal “Interior apunta a ‘grupos de delincuentes’ tras crecientes evasiones en el metro”. En la bajada, ese diario afirmaba: “Protestas escalaron a enfrentamientos entre manifestantes y FF.EE. de Carabineros, y nuevos destrozos en estaciones. La empresa presentó dos querellas y cifró daños en más de $12 millones”.
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Las dos fotos que acompañaban el titular mostraban, por un lado, a estudiantes secundarios saltando los torniquetes del metro, y por otro una muchedumbre frente a torniquetes dañados.
El matutino de Copesa se hacía eco así de las declaraciones el jueves del entonces subsecretario del Interior Rodrigo Ubilla, que hace días venía insistiendo en el carácter delictual de las evasiones del metro por parte de grupos secundarios, e insistía en poner foco en los daños materiales de las manifestaciones.
La edición de ese día del diario El Mercurio, en tanto, no tenía como noticia principal las evasiones en el metro. La portada fue otra: “Por primera vez, los extranjeros que buscan asentarse definitivamente en Chile superan a quienes piden permisos temporales”. Pero debajo de ese titular, el matutino de la familia Edwards destinó una parte de su portada a esos eventos. “La red de metro sufre la jornada más violenta desde el comienzo de las evasiones masivas”, rezaba el titular, acompañado de tres fotos que mostraban destrozos o vandalismo en el metro.
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El Diario Financiero, uno de los medios predilectos del mundo corporativo chileno, titulaba ese viernes 18 de octubre: “Medios de pago: Visa logra acuerdo con la banca y baja tasas de intercambio”. Ninguna de las siete noticias adicionales que formaban parte de su portada hacía referencia al tema de las evasiones en el metro o el creciente malestar social.
La portada de Interferencia esa mañana fue ésta: “Metro de Santiago: sube el pasaje y la desobediencia civil”. En la bajada nuestro medio afirmaba: “El movimiento iniciado por estudiantes secundarios de Santiago hace unos días a raíz del alza del pasaje del metro se extendió ayer a la ciudadanía que diariamente toma -y paga- el metro y el transporte público. En la hora punta del fin de jornada, se sucedieron protestas en decenas de estaciones de metro de la capital”.
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El término de “desobediencia civil” no fue algo voluntarista. La tarde del jueves 17 de octubre, un grupo de periodistas de este medio salió a comprar comida, cuando alertó al resto de la redacción que se estaban produciendo disturbios en la entrada del metro en la Plaza de Armas (nuestra oficina quedaba entonces en el Paseo Phillips). Al bajar a observar la escena, nos dimos cuenta de quiénes estaban protestando y zamarreando las rejas del metro no eran secundarios, sino que oficinistas del centro de Santiago. Ahí nos dimos cuenta que algo más grande estaba pasando, aunque no sabíamos bien qué. Pero el término ‘desobediencia civil’ nos parecía el más adecuado para describir lo que estaba pasando.
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