El gobierno dice que el racionamiento es más justo, es más digno y liquida la escasez y el mercado negro, impidiendo que este último "expropie" el "mayor poder de consumo de las masas", generado (agrega) por la redistribución del ingreso.
La oposición dice que el racionamiento será un arma más del sectarismo para controlar y perseguir a los enemigos políticos de la UP, y que el desabastecimiento y el mercado negro se deben a la desatada emisión y a la ineficiencia y deshonestidad de las' empresas y distribuidoras estatales.
En el ardor de la polémica, falta una pregunta clave: ¿funcionará el racionamiento, en caso de implantarse?
A ella contesta un estudio de la economista Teresa Jeanneret, conocido por QUE PASA en sus etapas finales de elaboración.
El sistema de la JAP
Primeramente, el estudio analiza la estrategia seguida por el Gobierno con las JAP (1.300 en Santiago y 500 en provincias, según "El Siglo"), la cual, pese a la vaguedad de las funciones de estos organismos, parece consistir en asegurar a ciertos sectores geográficos, o si se quiere habitacionales, un abastecimiento de artículos de primera necesidad a precio oficial.
Económicamente, este sistema exige -tan sólo mirado desde el punto de vista de la demanda- requisitos difíciles de cumplir, que Teresa Jeanneret sintetiza así:
1.- Que los grupos beneficiados vivan en sectores bien precisos de la ciudad o del país;
2.- Que el precio oficial de los artículos proporcionados signifique equilibrar su demanda por parte de aquellos grupos con la oferta -abastecimiento- de esos artículos que se les haga;
3.- Que no haya canales ni incentivos que desvíen la oferta hacia otros grupos, y
4.- Que distribuya los artículos un solo sistema.
Ninguno de estos requisitos se ha cumplido:
1.- Salvo parte de los sectores marginales más pobres (“campamentos”, “operaciones”, “sitios”, etc.), los demás habitantes de las ciudades y del campo viven entremezclados, "ricos y "pobres";
2.- Fijar adecuadamente los precios "oficiales" es difícil. Si son demasiado bajos, se genera una necesidad insatisfecha que hay que eliminar. Para ello, o se aumenta la oferta de artículos esenciales a precio oficial -lo que, por supuesto, no puede hacerse indefinidamente... y menos en Chile- o se disminuye la demanda.
Lo último, a su vez, puede hacerse por una variedad de métodos. Algunos son socialmente inaceptables:
V. gr. reducción de los ingresos de los trabajadores. Otros son de éxito dudoso, por ejemplo:
- Recurrir a productos sustitutivos más baratos.
- Convencer al grupo beneficiado de que consuma menos. Esto, además, trae una nueva dificultad si no hay un canal adecuado para escurrir el dinero no gastado, él irá a presionar la demanda de otros artículos, haciéndolos más escasos y, por ende, más caros.
Si no se disminuye la demanda por estas vías, fatalmente habrá que alzar el costo efectivo de los artículos a precio oficial en los que exista demanda excesiva, para disminuirla. El precio oficial podrá permanecer en apariencia inamovible, pero...
…sólo una parte de la demanda se cubrirá a ese precio; el saldo, a uno mucho mayor en el mercado negro;
...al precio oficial se añadirán costos adicionales, invisibles pero muy claros: por ejemplo, el tiempo perdido en la "cola", tiempo que se emplearía en trabajar, estudiar, etc. Para acreditar la exactitud de esta observación, basta recordar que existen hoy los "caleros profesionales", cuyo "trabajo" se paga con la diferencia entre el precio oficial a que compran, y el de mercado negro a que revenden.
3.- Rápidamente se trasvasija, de los grupos beneficiados, de escasos recursos, hacia los no beneficiados, de mejores ingresos, una cuota importante de los artículos a precio oficial destinados a los primeros. Esta sangría arruina todo el sistema y tiene dos claros caminos:
"personas de escasos recursos dispuestas a desprenderse de parte de su cuota de productos, aunque sean esenciales, a cambio de una buena cantidad de dinero (dos, tres o más veces superior al precio oficial) que les permita comprar otros bienes";
“traspasos de mayor envergadura, organizados clandestinamente por algunos encargados de la distribución de cuotas, ya sean estos burócratas estatales, o comerciantes particulares o encargados de las JAP".
4.- La existencia de más de un sistema de distribución de estos artículos de primera necesidad, a precio oficial y sólo para ciertos grupos, hace casi imposible el necesario control. Hoy, además de las JAP, y sin contar tampoco al comercio establecido, existen los CUP, los partidos de gobierno, las empresas del área social, la posibilidad de inscribirse en varias JAP, como conductos independientes para repartir bienes esenciales. Las "canastas" de ciertas empresas estatizadas son ejemplo de este paralelismo.
EI racionamiento universal
Teresa Jeanneret cree, por esto, que el sistema de las JAP es inoperante.
En teoría, en cambio, un racionamiento absoluto, o sea para toda la población, sería más eficaz.
Mas en la práctica también exige requisitos que lo hacen de éxito incierto:
1.- abarcar a la población Íntegra;
2.- ser abierto, público y legal, para que opere el mecanismo del control popular;
3.- raciones per cápita equitativas, que satisfagan las necesidades mínimas compatibles con los hábitos históricos del público;
4.- que los precios oficiales no se "queden atrás" respecto a la inflación interna.
Parece improbable -y aquí comenta QUE PASA- que un régimen como el de la UP, que divide tan tajantemente la población en “buenos" y "malos", amigos y enemigos, pueda organizar un sistema así, en el cual la imparcialidad es de la esencia y el sectarismo, mortal.
Agrega Teresa Jeanneret estas reflexiones importantes:
- El sistema tiene un costo muy alto: recursos para montarlo, burócratas para hacerla funcionar, “controles administrativos allí donde los ojos populares no pueden llegar", etc.
- La diferencia de gustos y de volumen de necesidades (frente a la necesaria monotonía e igualdad del racionamiento) genera mercado negro;
- Es difícil, técnicamente, asegurar que los artículos racionados lleguen al público en las cuotas a que éste tiene derecho, de manera continua y regular. Si ello no se obtiene, sobrevienen:
- La demanda "por precaución" ante el riesgo de quedarse sin abastecimiento en el futuro, la cual presiona las disponibilidades de artículos;
- La desconfianza del público en todo el sistema.
Es dudoso -aquí se entromete de nuevo QUE PASA- que un equipo económico y burocrático tan poco “afiatado" como el de la UP pueda implantar y operar exitosamente un sistema de una delicadeza como la que presenta el racionamiento general.
"Paliativo mediocre y de alto costo"... para los problemas distributivos que genera la inflación, llama Teresa Jeanneret al racionamiento, aun bien entendido y aplicado.
No sólo, agrega, no va a la raíz del problema, sino que -por su elevado gasto y nuevas distorsiones que engendra- puede dificultar la solución real de aquél.
¿Y cuál es la raíz del problema?
Para Teresa Jeanneret es la inflación; allí estaría el origen de la mala distribución del ingreso, de la baja productividad y, por ende, del desabastecimiento y del mercado negro. Pero esa es otra historia.
Del PC a Flores
Lo importante del estudio de Teresa Jeanneret reside en que analiza los dos sistemas que sucesivamente, ha ensayado el gobierno para enfrentar el de abastecimiento: el de las JAP -idea comunista que el partido defendió e impulsó con entusiasmo- y el del racionamiento total, auspiciado desde hace tiempo por algunos grupos de la UP (como la Izquierda Cristiana) y ahora anunciado por el ministro Fernando Flores. Aparentemente, ninguno de los dos remedios cura la enfermedad... y quizá ambos la agraven.
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