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Viernes, 19 de Abril de 2024
A 30 años de su asesinato (Parte IX)

Guzmán y la captación de jóvenes para el gremialismo

Manuel Salazar Salvo

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Guzmán y la naciente UDI a fines de los años 70.
Guzmán y la naciente UDI a fines de los años 70.

Cuando era un joven estudiante de Derecho en la Universidad Católica, Jaime Guzmán tuvo una pretendiente que no ocultaba su afecto por él. Un día, desde Europa, ella le escribió: “Jaime: París no es lo mismo sin ti”.

Admision UDEC

Andrés Pío Bernardino Chadwick Piñera egresó de la enseñanza secundaria en 1973. Era un joven que simpatizaba con el MAPU y que deseaba estudiar Derecho en la Universidad de Chile. Admiraba a su cuñado, José Antonio Viera-Gallo Quesney, que había sido Subsecretario de Justicia en el gabinete del presidente Salvador Allende. 

En las horas siguientes al golpe militar del 11 de septiembre de ese año, Viera-Gallo se había asilado en la embajada de Italia y a fines de diciembre ya estaba en Roma. El joven Andrés se sentía un poco desamparado sin su cuñado y dolido por el quiebre de la sólida tradición democrática chilena. No quería estudiar en la Universidad Católica, menos en la Escuela de Derecho, bastión del gremialismo que había encabezado la oposición en contra de la Unidad Popular. 

Eran días aciagos y la política había sido proscrita. La polola del muchacho, María Victoria Costa Vega, quería que no corriera riesgos y se dedicara a estudiar y qué mejor lugar que la Universidad Católica, donde nada o muy poco había cambiado después de la llegada de los militares al poder. 

-¿Para qué vas a seguir vinculado a la política. Es un error, te vas a perjudicar.-, le dijo la joven. 

Andrés Chadwick estaba muy enamorado y le hizo caso a esa muchacha que poco después se transformaría en su esposa. 

Quedaba un cupo en Derecho en la UC y lo tomó. Las clases empezaron un viernes. Y en la primera hora apareció el profesor Jaime Guzmán. Al finalizar la clase, el líder gremialista, que no era muy apreciado por Chadwick, se le acercó, le estrechó la mano saludándolo y le dijo: 

-Ojalá puedas participar en esta clase con completa libertad, porque me voy a preocupar de que aquí siempre seas respetado. 

En el curso de Chadwick estaban también Juan Antonio Coloma Correa, José Miguel Olivares y Luis Hermosilla. El primero provenía de una familia vinculada al Partido Conservador, el segundo tenía ideas demócratas cristianas, y el tercero era un destacado militante de las Juventudes Comunistas. No obstante las diferencias ideológicas, los cuatro se hicieron grandes amigos. 

La amistad entre Chadwick y Guzmán empezó en el automóvil del estudiante. Era frecuente que el joven llevara al profesor a su casa después de clases. Pronto se desafiaron a un partido de tenis, luego almorzaron y así, poco a poco, fueron forjándose los entrañables vínculos que los unirían en las dos décadas siguientes. 

Con Coloma se hicieron amigos comiendo. Un día Guzmán lo invitó a almorzar a su departamento. El joven ex alumno del Colegio San Ignacio de Alonso Ovalle siempre tenía hambre y pensó que dada la apariencia del anfitrión probablemente en su casa los platos serían frugales. Decidió pasar antes a comer un sandwich. Ya en el almuerzo, al segundo plato, Coloma no podía más. 

-¿Qué te pasa?, ¿No tienes hambre?-, le preguntó Guzmán. 

Coloma, avergonzado, le contó. 

-No me tienes confianza. Siempre tenme confianza Juan Antonio-, fue la única respuesta. 

Chadwick y Coloma pololeaban con las que más tarde serías son sus esposas y la amistad que fue surgiendo con su profesor de Derecho Constitucional también integró a las muchachas, tanto que en ocasiones la relación con las dos jóvenes fue incluso más intensa que la que mantenía con sus discípulos. 

En julio de 1974, Guzmán le preguntó a Coloma: 

-Juan Antonio, dime ¿qué estás haciendo por Chile? 

En las semanas siguientes, Coloma se hizo cargo del gremialismo en su curso. Él era nieto de Juan Antonio Coloma Mellado, una figura destacada de la política nacional, que había sido parlamentario a los 35 años, luego presidente de la Cámara de Diputados, senador y más tarde presidente del Partido Conservador, entre los años 40 y 50. 

Guzmán desarrollaba una intensa actividad asesorando en materias jurídicas y políticas al general Pinochet, como integrante de la Comisión de Estudios de la Nueva Constitución y en la organización de la Secretaría Nacional de la Juventud, de los Gremios y de la Mujer, dependientes de la Dirección de Organizaciones Civiles. Era además un activo propagandista del régimen militar y miembro del Consejo Nacional de Televisión, en representación del rector de la Universidad Católica. 

En 1976, Coloma fue elegido presidente de la FEUC y en 1977 designado Consejero de Estado. Ese mismo año, Chadwick presidió el Movimiento Gremial en la UC y dos años después, en 1979, haría lo mismo en la FEUC. Guzmán les decía: 

-El líder es el que marca. No se generan cuerpos sin anticuerpos. Muchos políticos creen que la actuación política consiste en decir cosas tratando de que sean lo más agradable posible a la mayor cantidad de gente. Y eso no es así. Cada vez que Chadwick, Coloma o algunos de sus otros seguidores le advertían que no se metiera en tal o cual cosa, él insistía: 

-No, nada tiene cuerpo si no genera anticuerpos. 

Si uno quiere ir construyendo realmente un movimiento, construyendo un liderazgo, marcando un grupo, formando posiciones, destacando en la vida pública, tiene que estar dispuesto a tener detractores. 

Desde 1974, Jaime Guzmán orientó muchos de sus esfuerzos a reclutar jóvenes. Lo que el fundador del gremialismo hacía era proponer a los universitarios y secundarios una idea siempre apasionante: cambiar a Chile, ese Chile que en 1974 era vulnerable, políticamente inestable, donde se vivía un drama entre grupos sociales antagónicos. Guzmán planteaba que había que buscar la mejor gente para rearmar el país. En sus prédicas políticas decía: 

-Aquí hay un sustento militar que fue muy importante para terminar con la Unidad Popular, pero los militares no van a poder solucionar los problemas solos. Hay que preparar a una generación para enfrentar todas las debilidades del país y poder lograr que algún día Chile sea un país sin pobreza. 

Se preocupaba de estar al tanto de las modas y de los gustos juveniles. Pedía discos prestados -que nunca devolvía- para escuchar desde Les Luthiers hasta jazz. Mantenía hábitos que sorprendían a sus alumnos, como aquel de tener cuenta corriente en el Banco de Chile pero jamás usarla: negarse a aprender a conducir vehículos; guardar su dinero en un cajón; vestir ropa deportiva y muy simple, arbitrar partidos de fútbol; ir a gritar a los estadios por la Universidad Católica. Era un personaje que resultaba extraño, diferente, pero también brillante, y eso subyugaba a muchos. 

Uno de los grandes misterios que rodeó siempre a Jaime Guzmán fue su relación con las mujeres. A fines de los años 60, cuando era un destacado dirigente estudiantil en la UC, una compañera de curso no lograba disimular la atracción que el joven ejercía sobre ella. Pola Valdés aprovechaba las fiestas universitarias para sacarlo a bailar y zarandearlo festivamente al ritmo del go-go y de la música beat que se imponía en esos años. Guzmán, que siempre medía sus actuaciones públicas, de cara a una eventual candidatura a la FEUC, no se atrevía a negarse a salir a la pista. 

Jaime del Valle, director de la Escuela de Derecho, solía hostigar al entonces ayudante de cátedra con bromas sobre su relación con la muchacha Años después, la mujer le escribiría desde París: 

-Jaime, Europa no es la misma sin ti... 

Murmullos y maledicencias circularon durante años tratando de estigmatizar su decisión de mantenerse célibe y casto. 

Incluso hubo un sórdido episodio donde un agente de la DINA intervino su teléfono particular tratando de encontrar algún vestigio que permitiera desacreditarlo moralmente ante los más altos dignatarios del gobierno militar. 

Cuando se lo proponía; podía resultar incluso cautivante para muchas mujeres. Era un hombre que seducía con la enorme atención que prestaba a los problemas de sus interlocutoras, a veces agobiadas por la incomunicación o la desidia de sus parejas. Alguna vez dijo a su hermana Rosario: 

-Ser castos, pudiendo no serlo, es un signo de viril compromiso con nuestro ideal cristiano. Lamentablemente, la castidad es una virtud desprestigiada en el mundo de hoy y el precio que la humanidad está pagando por ello se llama Sida. Compadezco a quienes lo padecen, pero discrepo de los que han reducido el problema a una cuestión de condones. El manejo responsable de la sexualidad es un asunto de principios, no de soluciones prácticas. Yo sólo concibo las relaciones sexuales al interior del matrimonio. Hay quienes se creen libres porque las practican a diestra y siniestra. Yo creo que son, más bien, esclavos de sus instintos. 

En su libro “Mi hermano Jaime”, la periodista recuerda algunas otras reflexiones sobre las mujeres y el amor que le oyó en diversos momentos. En una ocasión, ante alguien que comentó con sorna cómo era posible que una persona con las hormonas bien puestas no tuviese necesidad de una vida sexual activa, Guzmán respondió: 

-Me parece notable y pintoresco que muchas de las personas que suelen hacer ese tipo de cuestionamiento, que se traduce en algo así como ¿es posible que usted pueda vivir sin sexo?, tengan ellas mismas toda suerte de problemas por el mismísimo hecho de practicar el sexo... Me pregunto ¿cuántos matrimonios funcionan sexualmente en forma satisfactoria? ¿En cuántas parejas la práctica del sexo no es necesariamente expresión de amor, sino una mera satisfacción biológica? ¿Cuántas frigideces y cuántas impotencias? Como me dijo una vez una amiga casada: 'no sabes para cuántas de nosotras sería un alivio que nos liberaran de la obligación sexual en el matrimonio'. Para qué decir de las angustias y las culpas que se generan entre quienes practican el sexo en situaciones de clandestinidad... Sé que pocos se atreverían a defender públicamente esta hipótesis, de que la práctica sexual no es indispensable para el ser humano; pero también sé que hay muchos que lo piensan, aunque no lo dirán jamás... . 

Su hermana le preguntó cómo le gustaban las mujeres. Contestó que buenas, inteligentes y femeninas. 

-¿Qué entiendes por femeninas?-, inquirió Rosario Guzmán. 

-Hay una femineidad externa que se manifiesta en ciertos rasgos de preocupación y cuidado que tienen que ver con el aspecto físico: una cierta coquetería, ojalá no extrema, y una dulzura en el trato. No me gustan las mujeres con apariencia masculina, descuidadas, bruscas, mandonas, frías. 

Guzmán estaba convencido de que los hombres que decidieran dedicarse a la política debían mantenerse solteros, pues las familias sufrían la constante ausencia de esposos y padres. 

Incluso, algunos que lo frecuentaron creyeron ver en este razonamiento una secreta explicación de su celibato. Probablemente, si hubiera decidido casarse y fundar una familia, habría entregado todos sus esfuerzos a esa tarea y habría abandonado para siempre la política y las actividades públicas. 

Otra de sus facetas ocultas era su gusto por la actuación. Lo deslumbraban las cámaras, los focos, los escenarios. En 1977, en un programa que hacía Jaime Celedón en el Canal 13, llamado La Semana de Ocho Días, desempeñó un papel protagónico, aunque muy breve. 

Andrés RllIón tuvo la idea de hacer un sketch que se llamaba "Los halagos" y que no duraba más de cuatro minutos. Celedón le pidió a Guzmán que colaborara, a lo cual asintió encantado. 

-Se trata de que hagas de Jaime Guzmán. No vas a tener que hacer nada más que entrar en un determinado momento al set, sentarte, ponerte a leer el diario y hacer como que no ves a nadie. En algún momento alguien te va a preguntar ¿Usted es Jaime Guzmán? y tú tienes que contestar sí, yo soy. Eso es todo. 

-¿Y todo esto va a durar mucho?, porque tengo que hacer. 

-No más de media hora. 

Se grababa en cintas de dos pulgadas, lo que era muy engorroso y lento. Cada vez que había un error, había que repetir todo. Y Guzmán, muy entretenido, repetía cada cinco minutos: 

-Sí, yo soy. 

-Sí, yo soy. 

-Sí, yo soy. 

En eso estuvo toda la mañana. 

Se fascinaba con las artimañas que le enseñaba Celedón. 

-Mira, si un tipo se pone pesado en un foro, le empiezas a mirar fijo la corbata, o los zapatos, o lo que sea. El gallo se va a poner nervioso y se va a desconcentrar. 

Celedón no se cansaba de contarle aquella historia cuando había amansado al temible Eduardo Coco Paredes, el director de la Policía de Investigaciones durante un período de la Unidad Popular, en que llegó muy agresivo al programa A esta hora se improvisa. En un momento, Celedón tomó un llavero, lo lanzó al suelo y le pidió a Paredes que lo usara de referencia para que fuera enfocado bien por una de las cámaras. Entonces, el jefe policial, entre mirar el llavero, mirar a sus interlocutores, volver a mirar el llavero y, además, seguir el hilo del debate, perdió toda su agresividad y se puso hasta dicharachero. 

Guzmán se mataba de la risa. Esa historia realmente le encantaba. Ya a partir de 1974 hizo ver que muchos de los problemas que estaba enfrentando el gobierno militar, sobre todo en el exterior, se debían a excesos en la represión y a violaciones reiteradas de los derechos humanos. Consideraba muy perjudicial para el gobierno la imagen que proyectaba el jefe de la Dina, el coronel Manuel Contreras, porque según argumentaba el abogado gremialista, no correspondía para nada al espíritu que animaba al régimen castrense. 

En 1978, Guzmán fue uno de los principales impulsores de la Ley de Amnistía, que pretendía cubrir a quienes habían cometido excesos o habían tenido actuaciones consideradas extremistas, antes y después del golpe militar. La preparación y dictación de esa ley coincidió con las revelaciones periodísticas que apuntaban a la Dina como eventual responsable del asesinato del ex canciller Orlando Letelier en Washington, crimen ocurrido en septiembre de 1976. 

Pinochet se convenció de que el crimen de Letelier debía quedar fuera de esa ley, que no podía darse una señal que fuera interpretada como una forma de proteger a los asesinos del ex ministro de la Unidad Popular, delito terrorista que estaba en plena investigación en Estados Unidos. En ese trabajo, que sepultó los devaneos de poder de algunos oficiales de la Dina, Guzmán contó con un aliado fundamental: el primer civil nombrado ministro del Interior del gobierno militar, el abogado Sergio Fernández, más tarde senador de la República. 

Casi simultáneamente se trazó un camino para restablecer la institucionalidad en el llamado Discurso de Chacarillas, redactado por Jaime Guzmán y pronunciado por el general Pínochet en 1978, en el cerro del mismo nombre, ante 70 jóvenes que portaban antorchas y que pretendían recrear la gesta de los héroes de La Concepción. 

A comienzos de los años 80 sufrió sus primeros tropiezos el modelo económico neoliberal y los denominados sectores "duros" de las Fuerzas Armadas y de los civiles que colaboraban con el gobierno redoblaron sus esfuerzos para desplazar a los gremialistas desde los núcleos de influencia. El más tarde presidente de la UDl, el abogado Jovino Novoa, recuerda: 

-Hubo momentos en que nosotros estimábamos que el gobierno daba señales de lentitud frente a los avances institucionales. Jaime de repente escribía columnas o artículos donde daba opiniones críticas. En esa época se hacía gran cuestión de eso y había algunas personas, llamémosles los duros del gobierno militar, que estimaban que eso era poco menos que un signo de deslealtad, que Jaime no era un leal colaborador del gobierno, que tenía objetivos propios. 

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Jaime Guzmán, Claudio Sánchez y Jaime Fillol, en el cerro Chacarillas en 1978
Jaime Guzmán, Claudio Sánchez y Jaime Fillol, en el cerro Chacarillas en 1978

Guzmán se distanció un poco del gobierno, pero siguió convenciendo a personas de diversos orígenes y profesiones para que renunciaran a sus proyectos personales y asumieran responsabilidades como dirigentes universitarios o en algunos puestos públicos en comunas, provincias y regiones del país. 

Entre los que luego de 1990 fueron diputados de la UDl, muchos se iniciaron como funcionarios municipales y luego fueron alcaldes. 

Otros empezaron de secretarios regionales ministeriales y terminaron como importantes asesores o en altos puestos de la administración pública. 

Así, poco a poco, se fue formando la materia prima para el gran proyecto: el partido político que recogería lo mejor del régimen militar y que tarde o temprano hegemonizaría a la derecha chilena, contando, además, con un apoyo popular. En 1983 se fundó como movimiento la Unión Demócrata Independiente. Sus integrantes daban el primer paso para incorporarse a la esperada nueva institucionalidad. Se suponía que muy pronto se iban a formar los Consejos de Desarrollo Comunal, Codecos, y que ellos iban a elegir a los alcaldes; que los rectores de las universidades también iban a ser elegidos, dentro del cronograma que se estaba ajustando. 

La crisis económica se hizo ostensible en 1983, al mismo tiempo que surgieron las protestas organizadas por la oposición. El gobierno decidió entonces frenar las esperadas libertades políticas y empezó un delicado tira y afloja. Los dirigentes de la UDI se abocaron a transformar a su movimiento en un partido popular, organizado en todas las comunas y especialmente entre los sectores más populares, labor que muy poco después les empezaría a dar crecientes satisfacciones. 

En 1987 decidieron fusionarse las tres principales agrupaciones políticas de la derecha: el Movimiento Unión Nacional, MUN; el Frente del Trabajo; y, la UDI, para constituir Renovación Nacional. Recuerda Jovino Novoa: 

-Tuvimos una muy leal participación, contribuimos a organizar el partido en todo Chile y tuvimos los problemas que llevaron a la ruptura en marzo del 1988, en las elecciones internas de RN. Estábamos seguros de que íbamos a ganar. Teníamos bastante claro que el mecanismo diseñado por la Constitución era el adecuado para pasar de un gobierno militar a uno democrático. Pensábamos que Pinochet debía ser el candidato en el plebiscito. Guzmán planteaba que debía renunciar como comandante en jefe para ser candidato. 

Pinochet dijo que no renunciaba, pero que si era elegido dejaba la Comandancia del Ejército. 

La ruptura de Renovación Nacional resultó dramática y fue la culminación de una serie de sórdidas maniobras donde no faltaron las ocupaciones de sedes, las amenazas y hasta los pugilatos. 

El jueves 21 de abril de 1988 se produjo la división, tras un fallo de cuatro votos contra tres del Tribunal Supremo del partido, que decidió la expulsión de Jaime Guzmán. 

En el fallo de mayoría se indicaba: 

-( ... ) el señor Guzmán ha sido acusado de incurrir en las siguientes conductas: A) Actos de indisciplina. B) Actos violatorios a la declaración de principios del partido. C) Actos violatorios de los estatutos del partido. D) Conducta indebida que compromete los intereses y el prestigio del partido. . 

Tales conductas han sido debidamente acreditadas y el Tribunal se ha formado convicción en conciencia de que el acusado ha incurrido en ellas. Reviste el carácter de grave acto de indisciplina el requerimiento formulado por el señor Guzmán el 16 de marzo de 1988, al pretender como dirigente del partido que, rebasando las legítimas instancias internas, se procediera a la renuncia de la directiva central y especialmente a una elección irregular de sus sucesores, todo ello hecho con publicidad... 

La actuación del acusado constituye también una conducta indebida y ella afectó gravemente, no tan sólo el prestigio, sino además a los intereses del partido. 

El Tribunal falló sobre la base de dos antecedentes: un informe de la comisión política y una acusación que presentaron Pedro Ibáñez, Francisco Bulnes, Juan Luis Ossa, Gonzalo Elgueta, William Thayer, Patricio Mardones, Renato Gazmuri, Patricio Huneeus y Miguel Luis Amunátegui.  

Esa tarde, en una reunión con la prensa, Guzmán replicó: 

-... el fallo de mayoría viola gravemente los estatutos de Renovación Nacional ya que en su artículo 42 dispone que la remoción de cualquier miembro de la directiva central, sólo puede adoptarse a proposición de los dos tercios de la comisión política, circunstancia que en mi caso no ha ocurrido. Así lo señala, por lo demás, el voto de minoría de tres de los siete miembros del tribunal de RN. 

Agregó que los cuatro integrantes que votaron su marginación cometían infracción del artículo 19 de la Constitución, en lo referido a las garantías del debido proceso. Sostuvo que al incurrir en tales conductas, el tribunal pasaba a ser una instancia cuya mayoría no ofrecía garantía alguna de idoneidad para los afiliados. Concluía: 

-La crisis del partido ha alcanzado así dimensiones generalizadas e irreparables. 

Guzmán acusó a la minoría partidaria de algo que a su juicio se hizo evidente en la última elección interna: valerse de su mayoría en el tribunal supremo... demostrando estar dispuesto a utilizarla sin limitaciones para imponerse por secretaría. 

Con esto culminó un conflicto cuyos alcances eran mucho más profundos que los que algunos le atribuyeron y que excedían a una mera lucha por la conducción del partido y por la vigencia en él de la democracia interna. 

Aquella noche, más de 200 consejeros electos de Renovación Nacional llegaron con banderas tricolores y escarapelas de la UDI al restaurante La Ermita, en calle Catedral, frente al ex-Congreso Nacional. 

A las 21.40 ingresó Jaime Guzmán entre los vítores de sus partidarios, que entonaron la canción Libre, mientras él decía: 

-Un grupo de exponentes del más puro estilo político tradicional ha adoptado la medida de expulsión para mi es una liberación. Hay algunos muy contentos porque se han quedado con un timbre y una campanilla. No saben que más importante que un timbre y una campanilla son los seres humanos de verdadera calidad. Les respondo que si de timbres y campanillas se trata, los de la UDI valen mucho más. 

Al día siguiente, diez de los principales dirigentes de la UDI concurrieron al Registro Electoral para borrarse de las listas de RN: Jovino Novoa, Luis Cordero, Andrés Chadwick, Juan Antonio Coloma, Pablo Longueira, Alfredo Galdámez, Gonzalo Uriarte, René López, Gonzalo Molina y Luis Fabriciano Águila. Eran los primeros, de los más de dos mil que en los días siguientes harían lo mismo. Luego, los dirigentes de la reconstituida UDI empezaron a recorrer febrilmente el país para infundir ánimo a sus bases y consolidar la independencia del partido. 

Uno de esos días, Jaime Guzmán pidió a su joven amigo Patricio Dussaillant que lo fuera a buscar a Talca y que lo acompañará a algunas reuniones en Curicó. Llegaron a una cita con obreros y campesinos, a los que Guzmán dio una amena charla, explicándoles con palabras muy simples lo que estaba ocurriendo, cuál era la situación de la economía, los próximos pasos del gobierno. Todo de manera pedagógica. 

A la salida, se le acercó el corresponsal del diario EL Mercurio y Guzmán extrajo una declaración escrita sobre lo que había hablado, pero redactada con otras palabras e incluyendo conceptos políticos que en la reunión no había mencionado. 

Poco después tenían prevista una comida y cuando todo parecía desarrollarse normalmente, Guzmán exclamó: 

-¡Patricio!, necesito escuchar misa... 

Empezaron a buscar una iglesia abierta, pero todas estaban cerradas. Ese día se festejaba en Curicó a la virgen y en un solo templo, que estaba abarrotado, con parlantes hacia una plaza donde se habían congregado varios miles de personas. Al llegar allí, Guzmán bajo del automóvil y se perdió entre la gente hacia el interior del recinto religioso. Pasó casi una hora y salió como había entrado, pidiendo permiso y saludando a todos. 

-Estoy listo. Entré, logré avanzar, llegué al altar, comulgué... Estoy listo. ¡Vámonos... !  

Subieron al automóvil rumbo al lugar donde sería la comida. 

-Patricio, pasemos antes por el Hotel Turismo. 

-¿A qué? 

-Necesito un enchufe, me tengo que afeitar... 

-¿Te tiene que qué?

-Afeitar, hombre; afeitar... 

Dussaillant paró el auto frente al hotel Turismo, se bajó, entró y con su mejor cara se dirigió al recepcionista... 

-Buenas tardes, perdón, ¿usted me podría facilitar un enchufe? 

-¿Un qué? 

. -Un enchufe. Es que ando con Jaime Guzmán sabe, y él tiene ahora una comida y necesita afeitarse, me comprende. 

-CIaro, claro. Ahí en esa salita hay uno, ocúpelo. 

Entró Jaime Guzmán, enchufó su máquina de afeitar y se sentó. Mientras recorría su cara con el zumbante aparato. Su acompañante le preguntó:

-Jaime, ¿me puedes explicar por qué te afeitas a esta hora? 

-Siempre que tengo cosas en la noche me afeito dos veces al día. 

-Pero ¿por qué? 

.Has visto cosa más agradable que cuando está avanzado el día empezar a jugar con la cara. Y en la comida todos van a querer que hable y si uno se empieza a pasar la mano por la barba, es muy incómodo para el resto. Entonces prefiero afeitarme antes. La tentación es muy grande, la gente no va a entender por qué me estoy pasando la mano por la cara.... 

En septiembre de 1988, pocos días antes del plebiscito del 5 de octubre, varios dirigentes de los estudiantes por el Sí, se reunieron en la casa de uno de ellos a conversar y relajarse un poco de la áspera campaña de las semanas previas. La conversación derivo en una discusión religiosa sobre la unión de la Santísima Trinidad y la existencia o no de los ángeles. Jaime Guzmán observaba y escuchaba desde un rincón de la sala donde estaban congregados. Dos días después llamó por teléfono a Patricio Dussaillant.  

-¿Por qué no vienes? Quiero hablar contigo. 

Minutos después estaban sentados frente a frente. 

-Quería hablarte de la discusión de anteayer. Me sorprendió que supieras tanto del tema, pero así no vas a convencer nunca a nadie. Le tiras todo lo que sabes encima y el otro en vez de abrirse a tus argumentos, se cierra porque ve que no sabe tanto. Entonces prefiere encerrarse en su posición de creyente distinto a ti y no escucharte. Tú tienes que estar un rato incluso en el ámbito del otro y manejarte un poco en sus propios argumentos. Tienes que pasar por el lado, ser más amplio de mente. Tirar todo a la primera, pésimo... 

Recuerda Dussaillant: 

-Después me recomendó que leyera una entrevista que le había hecho a Julio Philippi sobre los ángeles, publicada en la revista Realidad. Y la conversación derivó en la virgen. Terminamos hablando de Fátima. Me leyó el tercer secreto de Fátima que fue publicado por Realidad, extraído de un diario portugués y nunca desmentido por El Vaticano. Jaime sostenía que debía ser cierto, porque nunca se había desmentido. En cambio todas las otras numerosas versiones, siempre El Vaticano las había negado. 

En 1988 el líder de la UDI reanudó después de varios años los cursos sobre religión que hacía en la sede de calle Suecia. Eran muy formales, con tema y pauta preestablecidos, un número fijo de sesiones y varias otras reglas menores, como reunirse a las nueve y media de la noche porque era más tranquilo, hacerla en torno a una mesa grande y todos con la misma edición del Nuevo Testamento. Guzmán conocía el texto casi de memoria. Usaba unas hojas delgadísimas, donde tenía anotadas miles de citas, las que iba leyendo para explicar los diversos conceptos que abordaba en el curso. Algunos de los que asistieron quedaron sorprendidos por la facilidad con que asimilaban los conocimientos impartidos de esa manera.

 

Continúa mañana



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