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Jueves, 18 de Abril de 2024
Estudio

Investigadora sobre discursos de odio: “Hace unos años pensamos que Internet iba a democratizar la discusión pública y eso no está pasando”

Joaquín Riffo Burdiles

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Paola Ramírez Barahona, una de las autoras del estudio.
Paola Ramírez Barahona, una de las autoras del estudio.

INTERFERENCIA entrevistó a Paola Ramírez, una de las autoras de la investigación "¿Es posible debatir en medio de discursos de odio?”, quien se refirió a la proliferación de este fenómeno en los últimos años a través de las redes sociales y cómo las amenazas a defensores de derechos humanos y de la agenda de igualdad de género ha replegado a los activistas, siendo Chile el país que registra más agresiones a nivel latinoamericano.

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Durante julio, se publicó el estudio "¿Es posible debatir en medio de discursos de odio?”, iniciativa cuyo objetivo es detectar acciones estigmatizantes y discriminatorias, que por violentas, acallan voces y empobrecen el debate público, en este caso particular en torno a la agenda de la igualdad de género. (Ver acá el estudio completo)

Analizando cuentas de Twitter de Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay, el estudio se desarrolla en un contexto de incremento del clima de polarización a nivel global, en especial en las redes sociales, lo que llevó a que la ONU lanzara en 2019 el Plan de Acción contra el Discurso de Odio, al que define como "cualquier tipo de discurso, escrito o conductual, que ataca o usa lenguaje peyorativo o discriminatorio hacia una persona o grupo sobre la base de lo que son”. (Ver el documento aquí) 

La investigación fue realizada por la Asociación Civil Comunicación para la Igualdad, con el apoyo de la Fundación Heinrich Böll Cono Sur, en donde analizaron 12 cuentas de la red social a favor de las demandas de género y 12 cuentas en contra en las cuatros naciones mencionadas entre agosto de 2019 y julio de 2020. 

Entre las conclusiones, se estableció que Chile y Argentina fueron los países donde más aumentó la violencia de grupos antigénero, por lo tanto, hubo menos debate relacionado a estos temas. En el caso de Uruguay ocurrió todo lo contrario, se incrementó un aumento del debate y las agresiones fueron menos frecuentes. 

Asimismo, el estudio dio cuenta que el 70% de las mujeres feministas están dispuestas al diálogo con grupos antigénero. A pesar de ello, redujeron sus opiniones a través de las redes en un 50% y un 60% dejaron de leer comentarios. 

Por otra parte, la violencia trasciende las redes: el 46% de las feministas de la región aseguró haber recibido mensajes intimidatorios en su teléfono o correo personal, el 33% haber sufrido violencia en la vía pública y el 4,2% en su domicilio personal. 

Entre las conclusiones, se estableció que Chile y Argentina fueron los países donde más aumentó la violencia de grupos antigénero, por lo tanto, hubo menos debate relacionado a estos temas.

Junto a ello, se entrevistaron a 24 activistas feministas de esos países, y se consideró en la selección de estas personas que fueran usuarias regulares de Twitter y estuvieran familiarizadas con eldebate público -no sólo en esa red social sino también en otros espacios-con los grupos antiderechos, es decir, los sectores que están en contra de la agenda de igualdad de género. Entre las seis personas entrevistadas en Chile se encuentran la periodista y conductora de radio Rayén Araya y la comediante Natalia Valdebenito. 

Por el contrario, en el grupo que impulsa una agenda contraria a la feminista, se consideró a la cuenta Padres Objetores Chile (@ObjetoresChile en Twitter) quienes se han opuesto públicamente a la Educación Sexual Integral (ESI); al músico chileno Alberto Plaza y a la actual convencional constituyente Teresa Marinovic.

INTERFERENCIA conversó con la investigadora Paola Ramirez Barahona, quien es parte de la Asociación Civil Comunicación para la Igualdad y una de las personas que estuvo a cargo de la investigación.

¿Cuál es la definición que consideró el estudio para establecer lo que podría ser un discurso de odio?

- No hay una definición consensuada en el plano jurídico internacional, pero la definición de la ONU genera consenso entre las naciones que componen ese grupo. Nosotras tomamos esa referencia, y según ello es todo tipo de manifestación, que puede ser verbal o conductual, que implique expresiones discriminatorias, peyorativas o despectivas hacia una persona o algún colectivo social, basándose en un motivo identitario. Ahí puede ser la etnia, su identidad de género, su nacionalidad, cualquier cosa que esté relacionada con su identidad y pueda ser atacada de manera discriminatoria. 

Uno de los temas que ustedes establecen como contexto es que este fenómeno se da en medio de un incremento de polarización a nivel global. ¿Cómo afecta este factor en la proliferación de los discursos de odio?

- Esa polarización nosotras la entendemos como algo que está sucediendo de forma transversal en muchos países en relación a los posicionamientos políticos de izquierda y derecha y también en lo económico entre riqueza y pobreza. Lo que nosotros vemos es que esa polarización incrementa el fenómeno de las burbujas, que hace que los que están de un lado hablen sólo con gente que les es afín y los que están del otro lo mismo. Ahí vemos que se empobrece el diálogo y el intercambio de ideas en un espacio como internet, que hace unos años atrás pensábamos que era como la democratización virtual del espacio público y hoy estamos viendo que no sucede. 

El 46% de las feministas de la región aseguró haber recibido mensajes intimidatorios en su teléfono o correo personal, el 33% haber sufrido violencia en la vía pública y el 4,2% en su domicilio personal. 

También hay figuras públicas que se favorecen de los discursos de odio, y desde ahí generan una base de seguidores…

- Lo que nosotras hicimos fue a través de minería de datos estudiar cuentas de algunos referentes, no sólo políticos sino también de la cultura y la comunicación. En particular elegimos cuentas de personas que tenían muchos seguidores y son muy activas, principalmente en Twitter. Estudiamos el comportamiento de esas cuentas y ahí pudimos sacar algunas conclusiones. 

Ustedes también plantean los desafíos en términos de moderación, de generar un nuevo marco regulatorio, ya sea en redes sociales como en medios de comunicación.

- Ese es un punto muy interesante, ya que nos permite pensar un poco en el futuro y en el corto plazo lo que necesitamos. Preguntamos qué opinaban sobre esa regulación en términos de moderación o de prohibición. En particular, consultamos qué opinaban sobre la moderación de los discursos violentos y agresiones directas -que pueden ser insultos o amenazas- y el 92% de las personas entrevistadas piensan que deberían ser prohibidos en medios tradicionales y el 8% piensa que deberían ser moderados, es decir, regulados de alguna manera sin llegar a la prohibición. En redes sociales, ante la misma pregunta, el 83% piensa que deberían prohibirse y el 17% que deberían moderarse. 

Así, medimos tres tipos de violencia. Una que es la estigmatización o descalificación que es un grado menor, luego un grado intermedio que es el insulto directo o de agresión directa, y un grado más extremo que es de violencia física o de violencia sexual. Con los discursos más leves, hay incluso un porcentaje de entrevistados que se inclinan porque no deberían ser moderados de ninguna manera. 

La prohibición no la interpretamos como una vocación punitivista por sí misma, sino que se refiere a los mensajes donde te amenazan con que te van a hacer algo a tu integridad física, no debería haber dudas con que el límite está ahí. 

Cuando se le cerró la cuenta de Twitter a Donald Trump, ahí se tomó una acción directa de censura sobre un personaje…

- Claro, porque se trataba de un referente político del más alto nivel internacional. Yo lo que interpreto ahí es que cuando se detecta una incitación a la violencia estamos frente a una situación grave. Y el plan de acción contra discursos de odio de la ONU hace especial hincapié en que un discurso de odio es particularmente serio y grave cuando hay incitación, porque eso deriva en crímenes de odio. Es un panorama complejo, en especial viniendo de un líder de ese nivel.

“Ante la cantidad de mensajes de odio y de violencia extrema en las redes sociales, la gente que es activa por la defensa de los derechos humanos o por el feminismo lo que hacen es replegarse y generar menos contenido para no ser atacados, al punto de incluso cerrar sus perfiles en redes”

¿Qué propuestas de normas de convivencia o acciones de marco regulatorio podría evitar la proliferación de estos discursos de odio y la generación de estas burbujas de gente que piensa similar para incentivar un debate más civilizado?

- Es especialmente complejo, porque en la moderación de estos discursos deberían confluir muchos actores. Esto también lo preguntamos a las personas con las que hicimos la investigación y la gran mayoría coincide en que debería ser una regulación conjunta entre representantes de los estados con asociaciones civiles que entiendan de la materia en cada país y también con las empresas. Esto último es relevante porque hay un tema con que muchas de estas son compañías privadas, que incluso no tienen sedes a nivel local, por lo que es muy difícil aplicar ciertas regulaciones. Entonces todas las propuestas que hemos escuchado de regulación conjunta hablan de la participación de esos sectores. Para esta investigación en particular nos contactó gente de Twitter y estuvimos hablando de las normas de seguridad que tiene esa red social que son súper válidas, pero que no son suficientes por ahora.

Ustedes se refieren a cómo la violencia en internet afecta la agenda de la igualdad de género. ¿Es algo que también se extrapola a los seguidores de las cuentas más influyentes o sólo se dirige a las personas que son consideradas referentes?

- Sí, también sucede que los y las seguidores de referentes del activismo por los derechos humanos y de artistas feministas, también reciben discursos violentos por retuitear contenido o por opinar sobre algo que dijo una persona que les resulta un referente, también entran en ese rango donde son atacados. Más allá de eso, uno de los principales resultados que nosotras pudimos confirmar, es que debido a que se ha incrementado la cantidad de mensajes de odio y de violencia extrema en redes sociales -donde nos referimos a amenazas a la integridad física de una persona- la gente que es activa por la defensa de los derechos humanos o por el feminismo lo que hacen es replegarse y generar menos contenido para no ser atacados, al punto de incluso cerrar sus perfiles en redes. 

Dentro de los fenómenos que abarca el estudio está el de algunos hitos del ciberactivismo feminista en Latinoamérica. ¿Cuáles fueron los principales a destacar?

- Se midieron los hashtags más compartidos, y los que eran propios de cada país. Coincidió, por ejemplo, con el tratamiento de la ley de interrupción voluntaria del embarazo en Argentina, entonces la etiqueta #NiUnaMenos fue una de las etiquetas más usadas por el sector a favor del aborto legal”. 

El 19 de febrero de 2020, 20 millones de seguidoras y seguidores de 30 cuentas utilizaron la etiqueta de #AbortoLegal, lo que te da una dimensión de cómo se amplifican los discursos en Twitter. Por su parte, la etiqueta #NiUnaMenos estuvo entre las más utilizadas en 3 de los 4 países. 



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