Casi todos los días la televisión paraguaya dedica espacio a operativos policiales, cortes y quemas de plantaciones de cannabis con apoyo de la Policía Federal Brasileña y agentes del departamento antidroga estadounidense (DEA).
Cada hectárea puede generar unos 1.500 kilos de marihuana por cosecha. El kilo de marihuana se vende en la plantación a unos 6 dólares. Si hubiera 7 mil hectáreas plantadas se obtendrían cerca de 63 millones de dólares en cada cosecha. Expertos señalan que la corrupción policial e institucional se queda con 49 de esos 63 millones de renta. Además, gracias al clima subtropical, en las zonas de Paraguay fronterizas con Brasil, se pueden obtener hasta tres cosechas de cannabis al año.
En 2016, la industria del cannabis en Estados Unidos proyectaba que se registrarían 45 mil millones de dólares en ventas para 2025.
Según las autoridades paraguayas, los grupos narcotraficantes de ese país podrían ganar casi veinte veces más vendiendo marihuana en Chile.
Según las autoridades paraguayas, los grupos narcotraficantes de ese país podrían ganar casi veinte veces más vendiendo marihuana en Chile. Investigadores guaraníes afirmaron a fines de 2018 que el precio de mercado de un kilo de marihuana en su país era de unos US$45; sin embargo, la misma cantidad podía ser vendida en Chile por entre US$800 y US$900.
Cultivos interiores

Los traficantes paraguayos ya pagaban cerca de US$30 mil por el contrabando de 400 kilos de marihuana a través de Argentina hacia la ciudad chilena de Los Andes, donde el mismo cargamento de droga alcanzaba un precio promedio de US$360.000.
Las autoridades se enteraron de estos detalles financieros del comercio de marihuana transfronteriza debido al desmantelamiento de dos redes de tráfico de drogas, las cuales enviaban agraciadas modelos a Chile con el fin de que regresaran a Paraguay con las ganancias en efectivo. Según los informes, una de las redes de tráfico de drogas era dirigida por un capitán del ejército paraguayo.
En septiembre de 2014, Luis Rojas, el zar antidrogas de Paraguay, dijo a la revista digital InSight Crime que el lucrativo mercado de consumo de drogas en Chile había convertido al país en uno de los principales destinos para la marihuana paraguaya. En noviembre de 2014, las autoridades de Argentina incautaron más de 8,5 toneladas de marihuana procedentes de Paraguay que iban dirigidas a Chile, la mayor incautación de marihuana en la historia del país.
En la década de 2010, Paraguay se convirtió en el mayor productor de marihuana de América del Sur con campesinos explotados en condiciones semi feudales, corrupción a todo nivel, guerra de organizaciones criminales por el control de las fronteras y hasta semillas mejoradas para multiplicar la producción.
El país era el proveedor de marihuana casi exclusivo para Argentina, Brasil, Chile y Uruguay, además de puerto embarque de marihuana y otras drogas hacia África y Europa.
Las plantaciones de marihuana habían aparecido en Paraguay en la década del 60 en dos regiones fronterizas con Brasil. Medio siglo después, el cannabis estaba presente en ocho departamentos del centro y norte del país, en un negocio controlado casi completamente por brasileños.
Algunos reportes señalan que junto a México es uno de los dos mayores productores de hierba de cannabis del planeta.
Los informes de Naciones Unidas, del Departamento de Estado de EE.UU. e incluso de la Secretaría Nacional de Drogas de Paraguay (Senad) coinciden en que este país es uno de los mayores productores de marihuana en el mundo. Algunos reportes señalan que junto a México es uno de los dos mayores productores de hierba de cannabis del planeta.
En los últimos años, gracias a una nueva semilla mejorada, en Paraguay se obtienen entre tres y cuatro cosechas anuales, cuando tradicionalmente se obtenían sólo dos.
Según el Senad, el 80% de la marihuana cultivada en Paraguay se vende a organizaciones criminales brasileñas, los denominados comandos, que pueden obtener entre US$1.500 o US$2.000 por cada kilo que reciben de los campesinos.
El Departamento contra Delitos Económicos y Financieros de la policía paraguaya afirmó hace varios años que una de las organizaciones criminales brasileñas con mayor presencia en Paraguay es el Primer Comando Capital (PCC), que se ha diversificado y practica también tráfico de armas, asaltos a entidades financieras, contrabandos diversos, prostitución, movimiento de activos y envío de sicarios.
Los departamentos donde se cultiva marihuana en Paraguay tienen las tasas de asesinatos más altas del país producto de la disputa territorial del crimen organizado. Expertos comparan lo que sucede en Paraguay con lo que ocurría en México en las últimas décadas del siglo pasado, cuando las entidades públicas y fuerzas de seguridad comenzaron a ser permeadas por el narco.
Además de la desigualdad social, el otro argumento más empleado para explicar la implantación del crimen organizado es la ausencia del Estado en extensas áreas del territorio nacional. Es esta una situación considerada ideal para realizar actividades ilegales sin traba alguna.
Paraguay es un campo abonado para el establecimiento de redes criminales. Su posición estratégica es un factor determinante y una condición fundamental para ser elegido por el crimen organizado como punto neurálgico.
Sólo el 4 por ciento de la marihuana que se produce en Paraguay se queda en ese país. La gran demanda está entre los 220 millones de habitantes de Brasil, que consumen el 80 por ciento de la marihuana paraguaya.
La producción de cannabis en Paraguay es solo comparable a países como México, India o Marruecos. Pero no es una planta nativa. La marihuana llegó desde Brasil a fines de los años 60. Los brasileños buscaron lugares remotos pero conectados a sus grandes ciudades como Sao Paulo y Río de Janeiro para las primeras zonas de cultivo. Las serranías del Amambay y los alrededores de la ciudad fronteriza de Pedro Juan Caballero fueron el territorio elegido.
Desde los años 90, la extensión de los monocultivos de soja, la venta masiva de tierras a colonos brasileños y la concentración casi feudal de la posesión de la tierra provocaron el desplazamiento a las ciudades de, al menos, un millón de campesinos. Quienes todavía resisten en el campo cultivando alimentos no pueden competir con los precios de aquellos que ingresan de contrabando de Argentina y Brasil.
Con un poco de coima a la policía, las familias podían asegurar seguir cultivando marihuana y tener dinero para comprar carne. El negocio creció y se convirtió en una de las pocas salidas económicas para miles de personas ya no solo de Amambay, sino también de Alto Paraná, San Pedro y Canindeyú.
En las décadas de crisis del modelo productivo campesino llegaron más contrabandistas brasileños a buscar marihuana. Con un poco de coima a la policía, las familias podían asegurar seguir cultivando marihuana y tener dinero para comprar carne. El negocio creció y se convirtió en una de las pocas salidas económicas para miles de personas ya no solo de Amambay, sino también de Alto Paraná, San Pedro y Canindeyú.
El ejército quema plantíos

Hoy, los poderes Ejecutivo y Legislativo alargan la discusión de una ley que regularice el cultivo del cannabis como ha hecho Uruguay. Una ley que debería ser urgente para el país de América del Sur que abastece a toda la región. Una ley que permita la liberación de miles de familias de las mafias traficantes. Un mercado que podría ingresar hasta 10.000 millones de dólares al año de forma legal.
Para hacer los ladrillos prensados de marihuana, se cosecha yerba, se deja secar y se mezcla con algún producto aglutinante: pegamentos industriales como el Neoprén, alquitrán, amoníaco, betún, hidrocarburos derivados del petróleo, comida para perros o incluso excrementos humanos o animales. Luego se comprime en una prensa hidráulica.
El transporte a Chile
El tráfico de marihuana a Chile se volvió un negocio más rentable que la venta en el país. Muchos ladrones se convirtieron en narcotraficantes. Microbuses, automóviles y baqueanos a caballo, los medios para el cruce de la cordillera.
En Argentina, a la hora de hablar de drogas, solo se habla de dos fronteras. Una es la de Paraguay, señalada como la ruta de la marihuana, que está logrando que adolescentes y adultos de Misiones y Corrientes se conviertan en soldaditos, “pasadores” y choferes de los narcos. La otra es la del Norte: la que limita con Bolivia que es, junto a Perú, uno de los máximos productores de cocaína del mundo.
Pero con Chile, desde hace al menos una década, es distinto. La droga no ingresa a Argentina; al contrario: se exporta. Una parte de la marihuana que se produce en Paraguay y se traslada a Argentina, continúa con su ruta hasta el otro lado de la cordillera. Un negocio mucho más rentable que venderla en el país.
En Chile el kilo de marihuana se paga entre 1.200 y 1.500 dólares. Es la misma mercadería que se compra a diez dólares en Paraguay. Y la misma que, antes de ingresar a Chile, recorre las rutas argentinas. En Buenos Aires, el kilo ronda los 4.500 pesos.
En Chile el kilo de marihuana se paga entre 1.200 y 1.500 dólares. Es la misma mercadería que se compra a diez dólares en Paraguay. Y la misma que, antes de ingresar a Chile, recorre las rutas argentinas. En Buenos Aires, el kilo ronda los 4.500 pesos. La ganancia, entonces, sería mayor a doce mil pesos por kilo que cruza la frontera. Hay una sociedad absoluta entre argentinos y chilenos. No hay pelea ni disputa. En los casos registrados se aprecia que participan juntos.
El “modus operandi” más común de los argentinos es cruzar por los pasos habilitados, en autos con “doble fondo”. Otra opción es el microbús, además de cargamentos menores. Y el más arriesgado: a pie o a caballo y por pasos no habilitados. En 2011 había en las cárceles chilenas más de cien argentinos detenidos trayendo marihuana desde el otro lado de la cordillera. En 2014 llegaba a 265.
El argentino vinculado al narcotráfico nos representa una alerta, pero hay otras prioridades, sobre todo los colombianos y bolivianos que traen cocaína desde el norte.
En una investigación conjunta entre argentinos y chilenos en junio de 2015, hubo un decomiso de 1.800 kilos de marihuana. Los pasos más elegidos por los narcotraficantes son los de Cardenal Samoré y Punta de Vaca. El verano es mucho más propicio, ya que se mezclan en las filas de turistas. A principios de 2010, después del terremoto, la marihuana empezó a escasear y se vendía casi al doble.
Eliminación de plantaciones

“Yo siempre anduve robando”, se presenta. Marcelo tiene poco más de cuarenta años y está algo rengo por tiros que recibió de la policía durante sus robos. Sus asaltos se iniciaron en Mendoza, donde empezó a delinquir a los 13 años, y luego continuaron en Córdoba y Buenos Aires. Tuvo varias condenas en reformatorios y cárceles. Robó a distintas fábricas y también a empresarios de la construcción, en trabajos planificados, escapando en motos.
En aquellas épocas -fines de los 90, principios del 2000-, donde los ladrones como él miraban con recelo al narcotraficante, el negocio de la droga en su barrio consistía en trasladar cocaína a las provincias. Con el tiempo, dice, la cocaína en Mendoza dejó de tener salida por la gran oferta y nació el negocio “verde”: cruzar marihuana a Chile. Dejó los robos, pero no cambió de vida. Fue detenido en 2016 con un cargamento de marihuana y cumplió su pena en la Penitenciaría de Santiago.
En Mendoza la marihuana es el boom. Ya no quedan ladrones: ahora son todos traficantes. Los delincuentes abandonan el robo con armas para cruzar la frontera con marihuana y así multiplicar por diez el botín. Tampoco existen muchos “cafiolos” que explotan a las mujeres que se prostituyen. Todos se vuelcan al tráfico.
La historia de Marcos es antagónica a la de Marcelo. Es oriundo del Gran Buenos Aires y jura que nunca había pisado siquiera una comisaría. Hasta la crisis del 2001, trabajaba de madrugada en el reparto de un diario de tirada nacional, se quedó sin empleo, y alquiló un taxi. “Había días que trabajaba para pagar el auto”, recuerda. Hacia mediados de 2010, un pasajero asiduo, de su confianza, le propuso cruzar 60 kilos de marihuana a Santiago de Chile. Le quedarían, limpios, para él, 5 mil dólares, con los que pensaba vivir durante un año tranquilo y alquilar otro taxi “con más presencia”, agrega. La ganancia para el jefe narco, recuerda, sería de 55 mil dólares.
Para realizar el viaje, sacó la cédula azul y condujo más de 1300 kilómetros un auto de alta gama, propiedad del dueño del negocio. Fue por los dólares, pero un perro de Carabineros se interpuso en sus planes, detectó la marihuana y terminó preso.
“Entre argentinos nos ayudamos a sobrevivir, todos estamos por lo mismo”, dice. De su embajada lo visitaron una sola vez. Ahora está preocupado por cómo volver a Buenos Aires. Saldrá en poco tiempo, dice, aunque todavía no sabe cómo conseguirá cien dólares para el pasaje en micro.
El negocio de la marihuana es más o menos de este modo: las bandas narcos ofrecen un poco más de mil pesos argentinos por kilo cruzado. Muchos “transportistas” comenzaron de esa forma; llevando para otros hasta ahorrar y comprar sus primeros kilos, y aumentar las ganancias. Algunos de ellos son camioneros o baqueanos. Invierten los narcos y los “narcochorros”: asaltantes que destinan el dinero de sus robos en droga.
Marcelo, el mendocino, dice que se cruzó con argentinos de todos lados, siempre por el mismo delito. De Moreno, de San Miguel, de Carlos Paz, de Pilar, también de Chubut, Neuquén y Córdoba, y con muchos mendocinos. Asegura que en la cárcel está detenida una banda de ex policías mendocinos. Y que, en 2012, desde la cárcel de Los Andes (la más cercana a la Cordillera), había un pabellón exclusivo de argentinos, desde donde continuaban haciendo negocios.
Los 25 gramos de marihuana que en Buenos Aires rondan 200 pesos, en Santiago se pagan a 35 mil pesos chilenos (cerca de 50 dólares). Un “pito” (la versión chilena del porro) cuesta un poco más de un dólar y medio.
La marihuana tiene un alto costo en Chile, si se tiene en cuenta que el salario mínimo es de 0 mil pesos. Eso hace que algunos consumidores se unan para comprar un kilo y dividirlo, sobre todo en ciudades del sur. “En Temuco es común que un grupo de amigos contacte a algún argentino para comprarle un kilo”, dice una consumidora. Esa acción se denomina “el millonazo”, por el precio en pesos chilenos del kilo de marihuana.
En la actualidad, la marihuana paraguaya es cada vez menos demandada por los chilenos. Prefieren las nuevas variedades que están llegando de Colombia y México, además de la creciente producción propia que se cultiva en diversas regiones del país.
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