Una imagen vale más que mil palabras y en política le sumamos sus respectivas interpretaciones.

Y una que acaba de publicar en sus redes el propio Presidente de la República da para una regada tertulia aristotélica. Ahí la pueden ver: Gabriel Boric risueño, algunos dirán ufano, en una selfie muy de los tiempos casi abrazando al ex presidente Ricardo Lagos.

Como una instantánea de dos generaciones de líderes que se asumen en la izquierda nacional; como dos puntas de lo que debiera ser una misma madeja: la del socialismo chileno. “La historia de nuestra República es siempre más grande que cada uno de nosotros por separado, y hace bien escuchar y aprender de quienes nos antecedieron”, publicó @gabrielboric en su cuenta de Twitter, justificando la foto con quien hace seis años calificaba como “la peor cara” de la Nueva Mayoría, o como “el generador del malestar que atraviesa Chile” y a quien ni siquiera nombró en su discurso como Presidente electo.

No viene al caso hacer acá un juicio histórico del ex presidente Lagos, eso da para otra foto. Pero, es interesante mirar más allá de la selfie para aproximarnos a su encuadre político. Y acá, me detengo en dos interpretaciones.

Veamos.

El PS parecía un aliado necesario y natural, así que el bacheletismo encontró la puerta abierta hasta las cocinas. Pero el poder fáctico en el PS está inclinado hacia el costado derecho, el laguismo, y el ruido de sables de sus senadores se hizo presente antes de que Boric asumiera defendiendo sus asientos en la Cámara Alta amagados por la Convención Constitucional.

La primera es creer que en su nuevo cargo de Estado, el más importante de todos, Gabriel Boric entiende que el país necesita de gestos de reencuentro. Poco antes de esta foto, en una inauguración de año académico al que también asistió Lagos, el Presidente lo miró a los ojos para resaltar los últimos 30 años de democracia en Chile y lo que hizo el ex mandatario en favor de los avances, imaginándose, dijo, “lo difícil que debe haber sido generar cambios en ese contexto”.

Bajo este mismo argumento -si seguimos en este camino de ilusión republicana- tendrían que venir otras selfies de ex mandatarios con Boric. Una con Eduardo Frei… o con Sebastián Piñera… quién sabe. El llamado de la Patria es insondable. 

Pero, bueno, no seamos ingenuos. Maquiavello se reiría de esto señalando que, “quien desee éxito constante debe cambiar su conducta con los tiempos”, y como buen partido de ajedrez que es la política, muchas veces hay que saber sacrificar piezas para salvar a la Reina. 

Las loas a Lagos tienen un fin mayor, y aquí va la segunda interpretación: recurrir a la estabilidad por parte de un gobierno que se siente carente de mando en puestos clave y que está siendo torpedeado por muchos flancos por quienes ligan su derrota a la del proceso constituyente.

La sagacidad de Boric nunca ha estado en discusión, no por nada le arrebató la FECH a Camila Vallejo cuando ella ya era una figura internacional. En el plan de ser Presidente, primero tendió puentes con la ex Concertación para ganar la primaria y, ya en La Moneda y horquillado por un Congreso adverso, incluyó a figuras de peso en cargos clave de la arquitectura de su Gobierno, partiendo con las bases del aún débil Ministerio del Interior.

El PS parecía un aliado necesario y natural, así que el bacheletismo encontró la puerta abierta hasta las cocinas. Pero el poder fáctico en el PS está inclinado hacia el costado derecho, el laguismo, y el ruido de sables de sus senadores se hizo presente antes de que Boric asumiera defendiendo sus asientos en la Cámara Alta amagados por la Convención Constitucional.

Lagos es el monarca del orden, del statu quo arropado de republicanismo. Un líder del socialismo capaz de ser orador en la celebración de los 100 años de El Mercurio de Santiago en Casa Piedra.

El Senado, el que Ignacio Schiappacasse y Carlos Tromben definen como “el guardián de la élite” en su libro superventas, Todo legal, brama y ataca por su supervivencia. 

Michelle Bachelet es querida en el pueblo, pero Lagos es amado y respetado por la elite social, política y económica. Una oligarquía sin apellidos ideológicos, ya de varias generaciones, hermanada en los salones de becas, cargos y directorios del poder.

Lagos es el monarca del orden, del statu quo arropado de republicanismo. Un líder del socialismo capaz de ser orador en la celebración de los 100 años de El Mercurio de Santiago en Casa Piedra, en junio de 2000, como recuerda el periodista y biógrafo de Agustín Edwards, Víctor Herrero.

Los otros dos que tomaron la palabra junto al entonces Presidente en ejercicio fueron Cristián Zegers y el propio dueño del conglomerado -Agustín Edwards- quien impulsó el golpe a Salvador Allende con dineros de la CIA y que luego encubriría crímenes de la dictadura.

Lagos es también quien un 3 de agosto de 2017 se plantó sin complejos en un evento de la influyente administradora de inversiones Moneda Assett en el Hotel W. Ahí, en medio de aplausos a rabiar de la polis financiera, el anfitrión tomó el micrófono para presentar a su invitado de honor como, “un peso pesado, un titán, gran demócrata, gran político y estadista”.

El ya citado libro Todo legal recoge la anécdota al señalar que Lagos llegó al podio con sus apuntes en una carpeta de Moneda Assett y ahí despachó una de sus frases más celebradas por la élite financiera y que se ganó un titular principal en El Mercurio: “Desde el punto de vista económico, la tarea número uno es crecer; lo demás es música”. Esa velada, dice el libro, serviría de paso para cimentar la segunda candidatura de Piñera -también presente- a la Presidencia de la República. 

El Presidente Boric tiene todo el derecho a cambiar de opinión durante el manejo del tablero, si el cargo así lo amerita. La cuestión es que el oleaje no termine desviando el curso. De él y de su equipo depende que la selfie se quede en la captura de un instante entendible para sacar adelante un proyecto político teniendo todo en contra: medios de comunicación, institucionalidad corrompida, crisis económica, crisis internas en posibles aliados.

En fin.

Todo ser humano tiene sus luces y sus sombras y el ex Presidente no tendría por qué ser una excepción. En cuanto las luces, sus defensores lo tildan de un gigante estadista que supo navegar teniendo como norte el bien del país. Sus detractores señalan que sus sombras son producto de haberse puesto siempre al cobijo de árboles poderosos y bien regados. Bueno, algo que la historia no esperaría de un Presidente surgido de un Partido llamado Socialista.

Pero son sombras que ayudan mucho en este país del Todo legal y cuyo cobijo el Presidente Boric también pareciera necesitar en su difícil tarea de gobernar en escenarios tan adversos.

Por eso, tal vez, Boric tomó la decisión de sacrificar alguna pieza del tablero: críticas de volteretas en redes sociales, potencial desencanto de una generación que votó para dejar atrás lo que se llamó “la vieja política”. Incluso se atrevió a borrar de un plumazo ese leit motiv del estallido que señalaba en las murallas que  la lucha no era por 30 pesos, sino por 30 años.

freddy_stock.jpeg

Freddy Stock

El Presidente Boric tiene todo el derecho a cambiar de opinión durante el manejo del tablero, si el cargo así lo amerita. La cuestión es que el oleaje no termine desviando el curso. De él y de su equipo depende que la selfie se quede en la captura de un instante entendible para sacar adelante un proyecto político teniendo todo en contra: medios de comunicación, institucionalidad corrompida, crisis económica, crisis internas en posibles aliados, etc.  Y que no pase que la imagen quede como otro otro triste óleo en los museos de nuestra historia de aquellos que llegaron al poder con las armas del cambio necesario, pero que cayeron rendidos ante el muro de lo imposible o el embrujo del statu quo.