Ver primera parte: "Psicopolítica dictatorial: Relaciones Humanas, el organismo que diseñaba la 'Guerra Psicológica' en el Diego Portales (I°)"
La tortura psicológica dejó huellas indelebles, aunque difíciles de rastrear. Y por ser menos visible que la violencia física, ha quedado relegada a segundo plano. Sin embargo, a lo largo de los años, también los psicólogos –y entre ellos, varios profesionales del Departamento de Relaciones Humanas, encargados de producir material de propaganda anti UP y pro Junta Militar-, han sido vinculados a la represión, siendo acusados de atender a los agentes del régimen en clínicas clandestinas, aplicar hipnosis a los detenidos e inyectar pentotal sódico, la “droga de la verdad”, durante los interrogatorios. Relatos de sobrevivientes dan cuenta de que, en los primeros años de la dictadura, se utilizaron de forma recurrente -aunque con escasa efectividad-, avanzadas técnicas provenientes de la psicología para manipular mentalmente a los detenidos y hacerles “olvidar” las torturas.
"La violencia depurada consiste en la alienación del pensar del otro sometiéndolo al poder y al querer de quien la ejerce. Cualquier tipo de violencia psíquica tiene un mismo objetivo: subyugar el pensar del otro y, al mismo tiempo, hacer imposible la toma de conciencia de esa situación".
-Piera Aulagnier
Si bien la participación de los médicos de la Brigada de Salud de la DINA y de la CNI en violaciones a los derechos humanos ha sido ampliamente documentada, poco se sabe del rol que desempeñaron los psicólogos dentro del aparato represivo del Estado.
En los testimonios que las organizaciones de derechos humanos han recabado, la responsabilidad que los detenidos le atribuyen a los psicólogos tiende a confundirse con la de médicos y psiquiatras.
Relatos de sobrevivientes dan cuenta de que, en los primeros años de la dictadura, se utilizaron de forma recurrente -aunque con escasa efectividad-, avanzadas técnicas provenientes de la psicología para manipular mentalmente a los detenidos y hacerles “olvidar” las torturas.
No obstante, como plantea la psicóloga alemana Ulricke Heckl en el prólogo del libro “Asedios de la memoria” (2002), "un régimen de violencia deviene sólo mediante el uso de técnicas psicológicas en totalitario".
En Chile, existe relativo consenso dentro del gremio respecto a que los psicólogos “no habrían estado en los interrogatorios directos, sino excepcionalmente”, explica por mail la psicóloga y Premio Nacional de Humanidades, Elizabeth Lira. “Estaban en la planificación”.
Ya el estudio de 1981 y disponible en el Museo de la Memoria “La tortura en el Chile de hoy. Experiencias médicas”, realizado en base a testimonios de 50 ex detenidos, postulaba que psicólogos y médicos “[estaban conformando] una compleja y sofisticada tecnología capaz de producir sufrimiento”.
Según sus autores -Juan Puebla, Rosalía Fuentes, Valentina Arcos y Ana Julia Cienfuegos-, esas instancias incluían “el perfeccionamiento de los métodos de tortura”; “la práctica de exámenes de ´salud” al comienzo [y] al final del proceso de detención” y “técnicas de aniquilamiento del tipo psicológico” como “el aislamiento [y] el obligar a presenciar torturas, las amenazas acerca de familiares (…) torturador ´bueno´, interrupción de ritmos biológicos; privación sensorial (…) pentotal; drogas que producen adicción; neurolépticos; alucinógenos; gratificación-castigo [y] manipulación psicológica”.
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“En el diseño hubo colaboración de psicólogos que manejaban técnicas de tortura”, afirma en entrevista la actual Directora Nacional del Colegio de Psicólogos, Elisa Neumann. Agrega: “La división que se usó durante mucho tiempo entre tortura física y tortura psicológica es absurda. La tortura física es psicológica. El hecho de vendarte los ojos, alterar los ritmos vitales, el torturador ´bueno´ y ´malo´, son todas técnicas que apuntan, en el fondo, a la destrucción psicológica del sujeto”.
Por su parte, Lira sostiene que “en un determinado momento, hubo una especie de ´furor´ de denuncias ante el Colegio. Pero estas investigaciones tienen que ser muy rigurosas, y con pruebas que complementen los testimonios de las personas que padecieron las actuaciones”.
En 1983, el ya fallecido presidente del Colegio de Psicólogos, Domingo Asún, le dijo a Lira que “eran dieciséis los psicólogos colaborando con la dictadura”.
Sin embargo, según la psicóloga, durante las pesquisas realizadas entre 1986 y 1990 por el Colegio de Psicólogos “los aspectos probatorios no permitieron identificar un patrón de conducta [respecto a la participación de profesionales en los interrogatorios], porque hubo muy pocos colegas detenidos dispuestos a declarar, y eso hacía muy difícil probar su participación, a diferencia de los ´médicos´”.
La académica añade: “Las responsabilidades que algunos le atribuían a los psicólogos, otros se las atribuyeron a ´médicos´. Y en esos casos, Tuane y otros fueron mencionados. Aunque nunca he escuchado que tuvieran reconocimiento interno en los interrogatorios”.
Cuestionamientos en el gremio
A lo largo de los años, han sido cuestionados por tener supuestos vínculos con los organismos represivos de la dictadura tanto el psicólogo experto en hipnosis clínica y Jefe del Departamento de Investigaciones Criminológicas de la Dirección General de Investigaciones, Hernán Tuane Escaff, como el fallecido director designado por la dictadura en la carrera de psicología de la Universidad de Chile, Moisés Aracena Bosshardt.
“Si la gente no denuncia, es poco lo que una directiva puede hacer”, explica una fuente vinculada a la institución que no quiso ser identificada. “Pero en el Colegio han sido una tropa de cobardes, porque no han hecho un esfuerzo real, como sí lo ha hecho el Colegio Médico, que ha llamado a la gente que ha sido víctima de tortura o que ha tenido conocimientos de médicos, para que vayan, que denuncien… siempre ha sido algo así como, ¿quién sabe?. Como un saludo a la bandera”.
“Siempre ha primado en el psicólogo el tema de la prudencia, de una neutralidad mal entendida; el miedo a que lo tilden de político”, agrega. “Todavía me acuerdo de una reunión a la que invitaron a Aracena. ´¿Cómo pueden invitar a un torturador a esta mesa?´, les dije. ´Ay, es que nosotros no podemos hacer diferencia”, me respondieron´. La verdad es que una profesión cuyo sentido más profundo es la dignidad y el bienestar del ser humano, no puede ser indolente frente a la tortura; o sea, me parece inconcebible, es un contrasentido. ¿Cómo vas a confiar tú el día de mañana en un psicólogo, si puede ser un torturador?”.
“Se sabía que Tuane tenía un conocimiento relativamente avanzado [de la hipnosis] para los profesionales de la época; no solamente de psicólogos, sino también psiquiatras”, señala en conversación telefónica Sebastián Ligüeño, co autor del artículo “La Psicología en la Universidad de Chile”.
“Por eso, muchas sospechas terminaron recayendo en primer lugar sobre él. Ha quedado acreditado, y ampliamente testimoniado el uso de diversas técnicas psicológicas que fueron empleadas para torturas, entre ellas la hipnosis”.
“A Aracena, primero se lo vinculó a la DINA y después a la CNI. Pero cuando se intentó inculparlo, él se desvinculó”, sostiene por teléfono el ex presidente del Colegio Leonardo Villarroel.
Aunque sus ex alumnos lo recuerdan como un “excelente profesor”, remarcan el carácter persecutorio de su gestión. “Aracena incluso llegó a analizar a los cabros de la VOP [Vanguardia Organizada del Pueblo]”, dice Carlos Vélez. “Tuvo una actitud bastante sádica con algunos colegas el profesor Aracena”, apunta Villarroel.
“A Aracena lo odiábamos profundamente, por prepotente, por insoportable”, recuerda la fundadora del Instituto Latinoamericano de Salud Mental y Derechos Humanos (ILAS), María Isabel Castillo.
“Él solía jactarse de que, con el Test de Rorschach, podía obligar a las personas a decir cosas que no querían decir”, agrega Elisa Neumann. “Y que cuando ya los puntos débiles no eran necesarios para forzar a una persona a decir la verdad, entonces para eso existía el pentotal [la droga de la verdad]. De las clases de Rorschach, eso es lo único que me acuerdo. Nunca lo pude aprender”.
La mente del horror
En 1976, la psicóloga chilena Ana Vásquez presentó ante el Congreso Mundial de su disciplina en París la investigación “Preguntas de ética para Psicólogos: A propósito de las técnicas de tortura utilizadas en Chile”, en la que aseguraba haber identificado, a partir del estudio de cuatro casos de mujeres torturadas, una serie de “técnicas complejas” que implicaban “procesos relacionados con el condicionamiento, la modificación de la conducta, la privación sensorial, los elementos del psicoanálisis y el uso de diversas drogas”.
Según Vásquez, a partir de 1975 la participación de los psicólogos se habría vuelto progresivamente importante, “actuando en colaboración con los torturadores en la determinación de las técnicas a seguir y en la dosificación, a partir de un estudio de las reacciones del preso, para determinar sus puntos débiles. Esta acción programada y selectiva era cada vez más precisa”.
La psicóloga señalaba que en aquél período los psicólogos habrían pasado a ser “funcionarios con horarios fijos”, actuando en “la selección y evaluación de los torturadores” y dando “su opinión favorable para que el preso mantenido en secreto en los centros de tortura pueda pasar a los campos, donde oficialmente se convierte en prisionero y ya no es torturado”.
Durante la realización de su tesis de grado “Significados en el gremio respecto a la participación de psicólogos en tortura durante la última dictadura militar en Chile”, uno de los entrevistados le dijo a la docente de la Universidad de Playa Ancha, Lilian Vergara, haber tenido conocimiento de “dos psicólogas del Ministerio del Interior” que hacían “investigaciones biográficas y de personalidad [a partir de pruebas proyectivas] para inculpar a personas o aproximarse a la intimidad de la gente, para luego vulnerarla”, y, a partir de eso, “proporcionar información útil para hacer un interrogatorio”, explica su autora.
En su ponencia de 1975, Vásquez también se refería a “un equipo de psicólogos que trabajan a nivel de planificación de acciones gubernamentales” participando en el desarrollo de políticas públicas de control social y amedrentamiento.
“Algunos de ellos, especializados en las técnicas de Skinner [psicólogo norteamericano pionero en técnicas de modificación de conducta y condicionamiento operante], lidian con cuestiones de propaganda”, sostenía la especialista.
Eran los psicólogos del Departamento de Relaciones Humanas y Conducta Social, dependiente de la Secretaría General de Gobierno.
Un férreo control sobre las emociones de los agentes
“Lo que se sabe de los psicólogos que trabajaron con Tuane en el Departamento de Relaciones Humanas –Moisés Aracena, Sergio Rey [ayudante de Aracena en la cátedra de “Aplicación e Interpretación de pruebas psicológicas” y ex Director de Carrera en la Universidad de Magallanes] y Oscar Huerta- es que desempeñaban dos actividades: producir material de propaganda anti UP y pro Junta Militar (Aracena) y en atención psicológica de los agentes de seguridad del régimen (en esto último parece que los tres)”, dice por mail el académico de la Universidad Diego Portales, Juan Pablo Toro.
“Ellos atendían a los milicos que trabajaban en el contexto represivo”, sostiene por teléfono el ex alumno de Aracena y ex militante de las Juventudes Comunistas, Carlos Vélez. “Habían agentes que cagaban nomás (sic). Así que ellos tenían todo un sistema de clínicas particulares para atender a esta gente. Una de las más conocidas era la Clínica Santa Marta, en Gran Avenida. Y tenían otras más. Era un negocio”.
En 1991, la ex agente de la DINA, Luz Arce declaró a revista APSI que, con el propósito de mantener “un férreo control sobre las emociones y la lealtad de los agentes”, la agencia represiva se preocupó “de tener su propia atención siquiátrica”, lo que motivó “la contratación del médico psiquiatra Roberto Lailhacar” [Ex Jefe de la Unidad de Siquiatría del Hospital Clínico de la Universidad de Chile vinculado por la ex agente Marcia Alejandra Merino al Departamento de Operaciones Psicológicas de la DINA].
En su entrevista de 1984 con Mónica González, el ex suboficial de la Fach, Andrés Valenzuela, nombró a Moisés Aracena y a Sergio Rey brindando atención psicológica a los agentes del Comando Conjunto. “Yo conocí personalmente a (Moisés) Aracena y a (Sergio) Rey”, reitera “Papudo” por mail. “También había otro psicólogo cuyo nombre no recuerdo, pero no era Tuane. Y es efectivo que estas personas trabajaron en la Clínica Ñuñoa, que se ocupaba de la salud de todos los agentes de la represión”.
Hipnosis científica
En su libro “Una verdad y cien mentiras” Tuane se define como el “primer psicólogo clínico en integrar la cátedra de Neurología, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile (…) La hipnosis científica se practica en Chile con esta orientación (a lo menos por mi parte) desde el año 1953”.
A fines de los años cincuenta, explica Vélez, Tuane se desempeñó como psicólogo jefe del Departamento de Psicología Clínica en el Hospital José Joaquín Aguirre, encabezando, junto a Moisés Aracena y “un psiquiatra brasileño llamado Alexander”, un equipo dedicado a hacer “narco psicoterapia” que atendía “pacientes hospitalizados y de consultorio que no tenían cura por los métodos tradicionales de la farmacología o cirugía”.
“Lo que tenían ellos de novedoso era el oxidrén, algo similar al pentotal pero que producía estados de conciencia alterados”, agrega Vélez. “Era como una forma de llevar a los pacientes hacia su pasado, pero no era una regresión; el enfoque era totalmente racional, en el marco del racionalismo científico”.
“Usaban [pentotal] con los pacientes que habían tenido situaciones traumáticas”, explica María Isabel Castillo. “Trataban de investigar las situaciones que los pacientes conscientemente no tenían claro, y trataban de llegar a esas experiencias”.
“Aracena hacía las pruebas [proyectivas] constatando, a través del relato de los pacientes, mediante una suerte de hipnosis o de regresión, los contenidos que él deducía”, dice por teléfono la psicóloga Pilar Torres.
“Antes del golpe, Tuane y Aracena eran personas positivas”, plantea Vélez. “El cambio vino después. Lo que pasó con ellos es que se vendieron. O sea, vendieron sus convicciones. De ser cercanos al Partido Comunista empezaron trabajar para el gobierno militar, y a enriquecerse. Ahí hubo un darse ´vuelta de chaqueta´ de forma escandalosa. Después del golpe, Tuane se llevó [a Aracena] a trabajar con él. Él era mi maestro. Por eso me sorprendió tanto cuando, al encontrármelo en la calle a los pocos días del golpe, me dijo, ´Ahora me estoy dedicando al billete largo ́".
Ícono de la represión
“Tuane tenía una personalidad difícil. Cuando uno quiere referirse a alguien discutido, él se gana el primer lugar. Es un ícono”, dice por teléfono Carlos Descouvieres, primer vicepresidente del Colegio de Psicólogos.
“Políticamente era errático”, recuerda. “En sus comienzos en la Universidad de Chile él era cercano a los sectores comunistas. Pero no creo que haya sido comunista ni nada que se le parezca”.
“Todo el mundo lo ponía en tela de juicio. Era un hombre arrogante, avasallador, inteligente y, al mismo tiempo, muy extrovertido, y generador de conflictos por eso. La gente no perdona los éxitos”, agrega quien fuera el primer secretario de actas de la “Sociedad Chilena de Hipnosis Clínica y Experimental”, de la que Tuane fue presidente en 1959
En 2004, el Colegio de Psicólogos abrió un sumario ético luego que un psicólogo, interrogado en la ex Clínica Santa Lucía, presentara una denuncia contra Tuane.
Según una fuente dentro de la institución, en ese momento no se habría proseguido con la investigación porque Tuane no presentaba cuotas al día. “Y si él no iba, no se podía hacer nada”. (ver documento de Reapertura del caso Tuane en el Colegio de Psicólogos en el adjunto, al final de este reportaje).
Sin embargo, en 2014 el directorio de la orden estableció que Tuane seguía estando afiliado a la institución, pues nunca se había emitido “una declaración formal que oficialice su expulsión”, según consignaba el acta que ordenaba la reapertura del “caso Tuane”.
“Varias veces fue citado a audiencia”, dijo en una entrevista el año 2019 el ex presidente de la Comisión de Ética, Sergio Lucero. “Pero se negó a venir descalificando a la comisión y planteando que, si había problemas con él, lo podían denunciar a la justicia ordinaria”.
“Nos hemos pasado un montón de tiempo citándolo”, aseguró también la ex secretaria de la instancia, María Inés Winkler. “Pero no podemos hacer nada desde el punto de vista ético por la falta de evidencia; por eso le hemos pedido a la directiva del Colegio que haga que se emita un pronunciamiento político”.
Luego de que en 2019 la Comisión de Ética renunciara en bloque, en agosto de ese año una auditoria interna arrojó que, en la mayoría de los casos investigados por ésta, se “decidió unilateralmente sobreseerlos, aduciendo falta de participación o interés de los denunciantes o bien ausencia de nuevas diligencias por parte de la misma comisión”.
El documento agrega: “Esa decisión no solamente se encuentra fuera de reglamento, sino que además responsabiliza a los denunciantes de la omisión o no realización de procedimientos que son propios de la Comisión de Ética”.
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En septiembre de 2020, la directiva del Colegio junto a la Comisión de Derechos Humanos del mismo, emitió una declaración pública que rezaba: “Considerando que las acciones en las que habría participado Tuane Escaff, trasgreden diversos artículos del Código de Ética Profesional, esto es: respeto por los derechos y la dignidad de las personas; compromiso profesional, científico e integridad; responsabilidad social; respeto por los otros y por los derechos humanos, entre otros, comunicamos que junto a la Comisión de Derechos Humanos realizaremos una presentación extraordinaria de este caso al Comité de Ética, adelantando que solicitaremos desde ya la máxima sanción, esto es la expulsión del gremio”.
Experimentos psicológicos en las aulas de la Universidad de Chile
Figura controvertida, “muy teatral en hacer desplantes escénicos”, con una “voz seductora cuando hacía los procesos de inducción hipnótica” y “muy hábil en venderte lo que tú quieras” según recuerdan quienes trabajaron con él, los cuestionamientos a la ética a Tuane se remontan a fines de los años cincuenta, cuando la recién creada Escuela de Psicología de la Universidad Católica le hizo un “juicio relativo a cuestiones de faldas más que institucionales”.
“Mayor simpatía por alumnas, pero tampoco algo de tono mayor”, explica por teléfono Descouvieres,
“Su paso por la Universidad Católica fue muy breve”, recuerda por mail el profesor emérito de la carrera, Luis Bravo. “Tuane hizo un curso corto el año 1955 o 1956 [Psicodiagnóstico y Psicopatología], y luego debió abandonar la Escuela por acusación de tratar de abusar de una alumna”.
En los testimonios que las organizaciones de derechos humanos han recabado, la responsabilidad que los detenidos le atribuyen a los psicólogos tiende a confundirse con la de médicos y psiquiatras.
Creador de la Brigada de Represión de Delitos Sexuales en la Dirección General de Investigaciones, a fines de los sesenta -mientras era Jefe del Departamento de Investigaciones Criminológicas en la misma Dirección General y profesor auxiliar de “Técnicas Psicológicas de Tratamiento” en la Universidad de Chile-, la prensa de izquierda cuestionó en varias ocasiones su “doble condición” de “policía y profesor”, además de acusarlo de estar introduciendo en los interrogatorios de la policía política el “método del desconcierto”.
En un reportaje para la revista Punto Final del 14 de enero de 1969, el periodista Augusto Carmona -asesinado por agentes de la CNI a fines de 1977-, describía aquella técnica como una “disociación del yo (…) en que el detenido pierde la visión real de lo que lo rodea y, por lo tanto, pierde la seguridad en sí mismo, y es capaz de aceptar el papel de otro sujeto, en este caso un criminal o un peligroso ´terrorista´”.
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A fines de 1969, el movimiento de reforma universitaria organizó un careo en que alumnos y profesores interpelaron a Tuane por estar aplicando técnicas psicológicas en los interrogatorios.
Planteaban que, en esa disyuntiva, “el funcionario de cualquier estamento tenía que elegir entre ser miembro de la policía o de la comunidad universitaria”, rememora un ex alumno. “Y Tuane no lo había hecho”.
“Yo diría que fue algo muy menor”, recuerda Descouvieres, quien al poco tiempo asumió la dirección de la Escuela. “Se le nombró, porque ayudaba en algunos juicios o entrevistas [de la policía política], pero no llegó a ser un proceso ni nada parecido. Fue más bien una mención”.
“Fue un escándalo”, discrepa por teléfono la psicóloga Pilar Torres, quien asistió al careo. “No quedó claro si había hecho o no aplicación de estos sistemas de uso de pentotal o algunos elementos medios químicos para sacar información durante los interrogatorios”.
“A los dirigentes de la Escuela el caso les quedó grande”, dice otra alumna que no quiso identificarse. “Porque significaba no sólo tomar un precedente drástico contra Tuane, sino también renunciar a trabajar para los cuerpos represivos”.
“En una demostración ante las autoridades –consignaba el reportaje de la revista Punto Final escrito por Augusto Carmona- el profesor Tuane hizo sentarse a su pesquisado en una silla inexistente. En otra ocasión, cuidadosamente silenciada, Tuane anunció con 24 horas de anticipación la confesión de un ´criminal´, que luego resultó ser inocente, como el psicólogo sabía”.
“Experimentaba con nosotros mismos cómo hacer hipnosis”, sostiene la psicóloga María Isabel Castillo desde su oficina en Providencia. “Nos llevaba a una sala chiquitita en la Escuela de Medicina a tratar de hipnotizarnos. Pero si tú te resistes, es como difícil. Yo, al final, me hacía la loca y decía que sí, entonces en las órdenes post hipnóticas me decía ´levanta la mano´, y yo la levantaba”.
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En su libro de 2013 “Hojas sueltas”, Tuane relata uno de estos episodios: “El amplio auditorio [en una de las Escuelas de Medicina de la Universidad de Chile, donde impartió el curso ´Hipnosis y Anestesia´, en 1968] estaba ocupado por más de un centenar de alumnos [cuando] se suscitó un debate sobre la posibilidad de inducir bajo hipnosis a los jóvenes que se distinguían por sus preguntas llenas de dudas. Pronto, una decena de varones y mujeres subió al proscenio, y, sonrientes, formaron una línea para participar en el fracaso que deberían provocarme con su renuencia. Transcurridos unos diez minutos, todos en el grupo mostraban signos de manifestación hipnótica. Terminada la faena, de pleno me dediqué al sujeto principal. La tarea consistía en ´borrarle´ un suceso rodeado de connotaciones emocionales e intelectuales (…) Decidí explicarle la forma en que él fue inducido en hipnosis, despertado, y en seguida vuelto a dormir. La información no surtió efecto, ya que negaba que tales sucesos hubiesen ocurrido sin dejarles algún recuerdo”.
En una ponencia de febrero de 1977 en la Universidad de Génova, Ana Vásquez planteaba que el régimen estaba haciendo uso de técnicas de incomunicación que se habían aplicado por primera vez en Villa Grimaldi y que luego se habían perfeccionado en Colonia Dignidad, tales como “celdas de madera” con “puertas correderas” similares a “cajas vietnamitas”, en las que se introducía a los detenidos para mantenerlos incomunicados e interrogarlos.
"En el último semestre antes del Golpe -agregaba-, lo que acabamos de comentar había sido descrito e imitado (con la técnica de rol-playing) en la Facultad de Psicología de la Universidad de Chile, en un curso donde mostramos experiencias de privación sensorial”.
“Lo que hacía [el equipo de Tuane] era como un rol-playing”, sostiene María Isabel Castillo.
“Imagínate una escena de teatro. No es que te interrogaran directamente y ahí sacaban la información. Era como una terapia, con pacientes. Lo que pasa es que con la narco psicoterapia o con estas ´mise en scéne´ que él utilizaba con la gente en tortura, es que cuando tú estás en ese estado, tanto de hipnosis como el pentotal –que eran las dos cosas que hacía él-, jamás hablas sobre algo que moralmente, o conscientemente, no quieras. Entonces, ellos hacían estos ´mise en scéne´ porque, si te preguntaban directamente ´quienes son los componentes del Comité Central del MIR´ tú no lo decías, porque estaba clarito que no los ibas a delatar. Pero si te hacía la ´mise en scéne´, y esto era una reunión y faltaba alguien y tú te sentías que estabas en la reunión, era evidente que lo decías. Entonces te decían ´donde se están reuniendo porque no tengo la dirección donde queda´, y entonces tú ahí podías decir la dirección. Era como un psicodrama”.
Una policía política para que Allende no sea presidente
El 16 de abril de 1969, el consejo superior de la Facultad de Filosofía y Educación acordó establecer, por unanimidad, la incompatibilidad de Tuane entre la calidad de funcionario de la universidad y la de miembro de la Dirección General de la Policía de Investigaciones.
En octubre de 1969, luego de que renunciara a la Escuela de Psicología, la cátedra “Técnicas Psicológicas de Tratamiento” fue congelada durante el resto de ese año y de 1970.
“Si alguien dice que antes, en los declaratorios, la policía se validaba de algún psicólogo para cual o tal cosa, no tiene importancia”, reflexiona por teléfono Decousvieres. “Se hizo tanto pues, tanto. Si estuvo involucrado en violaciones a los derechos humanos, ¿tiene importancia?”.
Tomando café árabe y enfundado en una manta, Tuane, de 94 años, otorga su versión del episodio, al que califica como un “asesinato de imagen”. “Me iban a liquidar públicamente”, dice ofuscado. “Con los tipos administrativos, con todo. Ofenderme. Me acusaban de que yo estaba creando una nueva policía política para que… (silencio) Allende no fuera presidente”.
“Sinceramente, era un tipo muy desagradable y autoritario”, afirma por teléfono el psicólogo y ex coordinador de los Liceos Bicentenario, Raúl Leiva, quien, a fines de los años sesenta, trabajó con Tuane en el “Gabinete de Criminología” de la Policía de Investigaciones, un organismo dedicado a la “rehabilitación de delincuentes”.
“Cuando me retiré luego de haber tenido un altercado con él, él tipo estaba furioso. Y seis años después, él tomó venganza; trató de hacerme el mayor daño posible”-
En 1974, Tuane acusó a Leiva ante los miembros del Consejo de Defensa del Niño, donde ambos trabajaban, “de ser el líder de una banda terrorista”.
“Me puso en peligro de muerte –rememora-, hizo algo para que me mataran de inmediato”.
El “Doctor”
El mismo día que Salvador Allende asumió la presidencia, Tuane presentó su renuncia a la jefatura del Departamento de Investigaciones Criminológicas de la Dirección General de Investigaciones
A pocos días del Golpe, comenzó a trabajar como jefe del Departamento de Relaciones Humanas, mientras en la clandestinidad se extendían los rumores de que intervenía en los interrogatorios de la DINA. Un informe de 1975 sobre violaciones a los derechos humanos en Chile, presentado ante la Asamblea General de Naciones Unidas, lo acusaba de “aplicar pentotal sódico a los detenidos para que éstos sean interrogados por el Director del Servicio de Investigaciones, [General del Ejército] Ernesto Baeza". ((ver documento de denuncias ante Naciones Unidas en el adjunto, al final de este reportaje).
“No, no, eso nunca”, asegura tajante Descouvieres. “Eso se dijo mucho. Pero la narco hipnosis él la hacía junto con médicos anestesistas, o con psiquiatras; él hacía la parte psicológica, el contenido. No se puede hacer narco hipnosis en contra del paciente. Usted no puede hipnotizar a nadie que no se deja que se lo hagan”.
“Pero no me cabe ninguna duda –confiesa- que él puso al servicio de la dictadura sus conocimientos y sus saberes. Yo supe que le llamaban ´el doctor´, porque los ayudaba a interrogar gente. Era un buen hipnotizador, tenía un buen manejo de las relaciones”.
“A mí no me cabe la menor duda que él empleó estas técnicas [hipnosis] con P.P.V. en el caso del niño Rodrigo Anfruns”, sostiene el abogado Roberto Celedón. Tuane participó en un peritaje clave en el asesinato del niño Rodrigo Anfruns y ha sido acusado por la defensa de predisponer, mediante hipnosis, el testimonio del principal acusado del crimen, P.P.V, posteriormente sobreseído por razones mentales.
Celedón agrega: “Él tiene participación en el diseño, además de ser el ideólogo de toda la trama. Fue un actor fundamental en preparar psicológicamente a este joven [P.P.V] que apareció como responsable de la muerte y secuestro del niño. Tuane es el civil que más daño le ha hecho a la sociedad chilena, sólo comparable con Manuel Contreras, pero ha permanecido en la penumbra, ya que su rol no fue de primera línea”.
“Él se jactaba en sus clases del ejemplo del ´cabro´ del caso Anfruns”, asegura por teléfono Carlos Vélez. “De que era como pescar una persona y transformarla en otra. Lo hacía para mostrar el poder de la psicología. Lo que era capaz de hacer un psicólogo que trabaja bien. Pescar un hueón y hacerlo confesar un crimen que no cometió”.
En el marco de la reapertura del caso Anfruns en 2005, Tuane declaró ante el poder judicial no haber tenido “vinculación alguna con ningún servicio de seguridad o de inteligencia vinculado al régimen militar”.
“[La hipnosis] no fue empleada en ningún minuto por mí para obtener declaración alguna de este chico, ni en un sentido ni en otro”, aseguró en la instancia.
El “Brujo”
En su ponencia en la Universidad de Génova, Ana Vásquez sostenía que, a partir de fines de 1975, los psicólogos y médicos de la dictadura habrían comenzado a aplicar “técnicas de hipnosis para obtener información y hacer olvidar el maltrato físico que sufría o denunciaba directamente el preso”.
“De todas las técnicas provenientes de la psicología –señalaba la académica-, la hipnosis era la que más controlaba el preso y al mismo tiempo, la que le provocaba menos resistencia”.
“Osvaldo Pincetti siempre se presentó allá como psicólogo y experto en gestionar la hipnosis”, dice el ex militante del MIR Lautaro Videla, en referencia a “El Brujo”, quien lo interrogó en febrero de 1975 en las “Casas Corvi” de Villa Grimaldi.
“En realidad –agrega- era bueno adecuarse a este tipo de interrogatorios. Era mucho más liviano que la corriente o los golpes o las colgadas. Usualmente uno aparentaba la hipnosis de manera de que el tipo se entretuviera, y, por otro lado, uno disminuía los momentos de tortura y podía ´engrupir ´ o confundir a los ´gallos´”, explica. “La primera vez, yo me hice el hipnotizado; cuando [Pincetti] me hizo ´el olvido´, asumí haber olvidado todo”.
“Su esfuerzo principal consistía en que, por su ´fuerza mental´, tú olvidaras y repitieras lo que él quería que quedara en tu mente”, agrega el historiador Gabriel Salazar, quien también se topó con “El Brujo” mientras estuvo detenido. “Pero lo recuerdo como algo más bien grotesco. Todos nos quedamos con la impresión de que no tenía el verdadero poder de hipnotizar. Quizás le haya resultado con algunas personas -no sé con quién, exactamente-, pero con la mayoría, no”.
“La hipnosis no fue eficaz”, asegura por mail Elizabeth Lira. “No solo porque no todos son hipnotizables, sino porque los resultados no fueron los que se esperaba. Una cosa es que le gente fuera amenazada con someterla a hipnosis, y otra cosa es que creyera que podrían extraerle información mediante ese u otro método. Si hubiera sido eficaz, tendríamos un patrón repetido”.
Y agrega: “Me preocupa atribuirle mayor influencia en los interrogatorios [a los psicólogos] que no se podría probar o que pueda hacerse con dificultad”.
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Pese a su nula o escasa efectividad, testimonios de víctimas de violaciones a los derechos humanos dan cuenta que, durante los primeros años de la dictadura, tanto la hipnosis como las técnicas de destrucción psicológica fueron recurrentes para facilitar los testimonios y hacer olvidar las torturas.
En su entrevista de 2006 con el periodista brasileño Roberto Mader, Manuel Contreras afirma que para evitar que los agentes incurrieran en torturas “yo me traje a un individuo que era hipnotizador, y éste era el que interrogaba. (…) Incluso el presidente de la Corte Suprema visitó un día Villa Grimaldi, y justamente se estaba interrogando a dos personas por hipnotismo, y le gustó mucho la idea, (…) porque por hipnotismo encontramos muchas cosas, y pillamos a muchos terroristas (…) Ese era sistema normal que estaba dispuesto dentro de la DINA”.
En su testimonio disponible en el Fondo “Sergio Insunza” del Museo de la Memoria, la doctora británica Sheila Cassidy declara que, tras ser torturada en 1974 por funcionarios de la DINA en Villa Grimaldi, “un médico, en dos ocasiones de media hora cada una, trató de hipnotizarme para que olvidara las torturas a las que había sido sometida. Me decía que no debía hablar de las torturas al ser puesta en libertad”.
En su ponencia de 1977, Ana Vásquez describía el caso de un “psicólogo que no dudó en quemar los pechos de una presa con un cigarrillo para asegurarse de que estaba realmente hipnotizada”.
También un ex detenido de iniciales V.N.L declaró ante la Comisión de los Derechos del Pueblo (CODEPU) que “después de sentir una gran laxitud y un peso en las piernas y en los brazos, perdí la conciencia siendo sometido a una sesión de hipnosis. Tengo algunas nociones de que fui interrogado cuando estaba en ese estado de inconsciencia…”.
Y el periodista Ricardo Rojas Rossmorrey señaló también a la CODEPU que, tras haber sido “inyectado cinco veces con pentotal” para comprobar si la hipnosis era efectiva, “le quemaron los labios y los nudillos, dolor que tenía que soportar en silencio para que no se dieran cuenta que no lograban hipnotizarlo”.
En tres de los cuatro casos de tortura presentados por Vásquez en su ponencia de 1976 había intervenido un médico. En dos de ellos, el facultativo había realizado "la manipulación por su cuenta" y, en el último, había participado "junto al equipo de torturadores".
Según la investigadora chilena exiliada en Francia, los principales objetivos buscados por los torturadores al aplicar éstas técnicas eran "obtener información después de que las técnicas de tortura física habían resultado inútiles (...) la anulación del sujeto como testigo y denunciante de tortura (...) la provocación de una lesión psicológica tendiente a anular al sujeto en su integridad general (...) la puesta en estado de terror, con fines de disuasión definitiva de cualquier disputa (...) la transformación del sujeto en colaborador" y, finalmente, el "propósito experimental de perfeccionar o incorporar nuevas técnicas a estas prácticas".
Un tratamiento psicológico para el olvido
“A la izquierda estaba Werner Zanghellini y a mi derecha estaba Hernán Tuane”, rememora en conversación un ex alto funcionario de la administración pública durante el gobierno de la Unidad Popular que, en julio de 1975, fue detenido por la DINA y, tras ser torturado, trasladado a las “Casas Corvi” de Villa Grimaldi.
“Era una pieza muy fría, en cuya puerta de madera había un tipo armado con metralleta. Con los brazos muy pegados a los fierros del costado de la camilla, yo veía que se paseaba por delante alguien con un abrigo grueso y con una voz muy característica. Era un psicólogo que había sido profesor de un hermano mío, que trabajaba en Investigaciones. Yo sabía quién era, Hernán Tuane”.
“El otro era un tipo de pelo castaño claro, medio crespo, de ojos celestes, flaco, elegante, con un impermeable con correa por la cintura. Era el doctor Werner Zanghellini [médico de la Brigada de Sanidad de la DINA y ex director de la Clínica Santa Lucía]”.
“Mientras yo estaba detenido –relata-, hubo un recurso de amparo, que dio inicio a una campaña porque yo no aparecía. A los torturadores los oía referirse, en voz baja, a un funcionario de alto nivel del Ministerio de Relaciones Exteriores como alguien que llamaba a Villa Grimaldi inquiriendo por mí”.
A eso atribuye haber sido “sometido a un tratamiento psicológico diferente para hacerme olvidar; borrar totalmente, las sesiones de tortura a las que había sido sometido en los días anteriores”.
“De repente, el doctor Tuane me levanta levemente la venda y empieza a pasar algo colgante, una medalla o algo similar, y a iniciar una sesión de hipnotismo conmigo. ´Cierra los ojos, cierra los ojos, tranquilo…´, me decía. ´Duerme, duerme, sigue durmiendo tranquilo, relájate, todo está bien, vamos a castigar a los que te golpearon´”.
“Yo estaba con mis brazos desnudos –prosigue- cuando, de pronto, siento que empiezan a fumar y a acercar los cigarros y a quemarme los brazos. Fumaban, y mi brazo era el cenicero. Ahí los apagaban. Lo hacían para garantizar que estaba hipnotizado, lo cual nunca ocurrió. Pero para los médicos torturadores, las hipnosis había tenido pleno éxito”.
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Después de eso, asegura, vinieron las órdenes post hipnóticas: “Cuando tú te despiertes, me dijeron, vas a pedir un vaso de agua´. ¿No se te ofrece nada, no quieres nada ahora? ¿cómo te han tratado aquí, te han torturado los hueones?, ¿acaso te han quemado?”.
Angustia, indefensión y ciudadanos como niños
“El actual gobierno no es obra de la casualidad”, aseguró el “Dr. Hernán Tuane” durante un seminario sobre Política y Desarrollo Social de Chile realizado la última semana de julio de 1976.
Durante su intervención centrada en exponer los principales lineamientos de la “política social del gobierno” del régimen militar y publicada a página completa en El Mercurio el domingo 1 de agosto, Tuane describía en condición de “asesor sicosocial” del Ministerio del Interior las el estado mental de los chilenos previas Golpe.
“Colectivamente, existía (…) una sensación masiva de indefensión, angustia y temores incontrolados”, señalaba. “En esa vorágine social, que desconcierta, confunde y atemoriza a hombres y mujeres, que separa a las familias y enfrenta a los hijos con sus padres, se retrocede emocionalmente hacia etapas pretéritas. La brutal amenaza los hace sentirse niños, y lo que es más grave, ¡solos! (…) Una población entera estaba siendo víctima de un temor contagioso pero real; se percibe lo peor y se teme la muerte, y no queda otra alternativa que pedir la intervención de quienes simbolizan la autoridad, la rectitud y la protección”.
A su juicio, la falta de compromiso ciudadano hacia los planes de la Junta respondía a esa misma inmadurez emocional, y evidenciaba una cierta ingratitud hacia la acción “salvadora” de los militares:
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“Hoy, desgraciadamente hay muchos que protegidos por la tranquilidad imperante actúan igual que un niño, quien cuando ha sido salvado de un peligro inminente en forma rápida olvidan la amenaza que estuvo a punto de destruirlo”, se quejaba. “Tenemos que reconocer que existen quienes no aceptan el sacrificio circunstancial que la Patria demanda. La seguridad y su egoísmo borraron sus frágiles memorias”.
Desconcientizar para destruir
“Hay coherencia entre las investigaciones de laboratorio que los norteamericanos hicieron sobre la base de que la tortura, respecto al torturador, transforma al sujeto en una creatura”, reflexiona Gabriel Salazar en su oficina de la UMCE.
“Su principio último es psicológico. A ti te torturan para dejarte como un niño, por decirlo así, y luego meterte ´la memoria´ nueva a partir del terror, de la dependencia a tu torturador”.
En la página 3 de la asesoría civil del 7 junio de 1974, titulada “Sobre la necesidad de realizar una campaña psicológico-masiva tendiente a destruir el marxismo como ideología”, Tuane le sugería a los miembros de la Junta que se debía “desconcientizar primero –entiéndase una prolongada campaña tendiente a destruir la ideología marxista- y concientizar después, en un sentido positivo y de acuerdo a los postulados o principios del Gobierno de Chile”.
“El torturado –continúa Salazar- queda absolutamente a merced del otro; la vida y la muerte dependen de él. Y ese es el momento en que se puede influir profundamente. Eso es lo que se traslada acá”, dice el historiador apuntando los “Documentos del Miedo”.
“Ellos querían hacer olvidar, como si el pasado no existiera. La hipnosis colectiva, por así decirlo, tú puedes lograrla a través de la propaganda. Pero los milicos chilenos, brutos, no sofisticaron todo el aparato, porque les funcionaba mejor la tortura pura y dura. Ellos querían recabar información para desarmar al MIR y al Partido Comunista”.
“Eran cómo técnicas de lavado de cerebro”, sugiere Lilian Vergara. “Lo que ellos buscaban era introducir en las personas ideas que no eran reales. El Plan Z era eso: Insertar en la gente deliberadamente una idea para terminarlas convenciendo de cosas que no habían hecho; hacerlas dudar de, si en verdad, habían participado en algo así o no”.
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