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Jueves, 7 de Agosto de 2025
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Los tanques alemanes, la sombra nuclear y el gas ruso

Andrés Almeida

Con ya una semana de inicio de la segunda fase de la guerra en Ucrania, hay varios aspectos militares interesantes respecto de la velocidad del avance ruso por los frentes este y sur. Si bien Occidente dice que la toma de nuevas posiciones por parte del ejército invasor va lenta, pues solo se cuenta con la toma de una ciudad relativamente grande, los rusos declaran que todo va conforme cronograma.

Este artículo es parte del newsletter exclusivo La Semana del pasado sábado 30 de abril de 2022, y ahora se comparte para todos los lectores.

Con ya una semana de inicio de la segunda fase de la guerra en Ucrania, hay varios aspectos militares interesantes respecto de la velocidad del avance ruso por los frentes este y sur. Si bien Occidente dice que la toma de nuevas posiciones por parte del ejército invasor va lenta, pues solo se cuenta con la toma de una ciudad relativamente grande -Jersón, en el sur, en la ruta hacia Odessa-, los rusos declaran que todo va conforme cronograma, el cual señalaría que es momento para que la artillería y la aviación rusas 'ablanden' las posiciones ucranianas y destruyan infraestructura clave y arsenales, previo a una ofensiva terrestre más contundente.

Al respecto es interesante esta crónica de guerra titulada Rusia aumenta la presión en el este de Ucrania de Thore Schröder, Alexander Sarovic, Fritz Schaap y Christoph Scheuermann, en Der Spiegel (en inglés), en la que se observa las dificultades que están teniendo los ucranianos en un punto del frente -para ellos- oriental, ante una artillería rusa demoledora, conforme el relato de los propios soldados. 

El artículo muestra también cómo estos soldados ansían y necesitan armas para oponerse al avance militar ruso en el Donbás, el que -a diferencia de lo que pasó en torno a Kíev- está facilitado por las grandes extensiones de llanuras rurales y la menor densidad de población urbana.

La información es consistente con lo que reporta el lado ruso, según el cual los ucranianos están teniendo fuertes bajas -muertos, heridos y capturados- en el orden de entre 400 y 500 diarios los últimos días, además de una masiva destrucción de objetivos militares.  

Sin embargo, lo más interesante del momento -a mi juicio- son los efectos de la guerra fuera de Ucrania y Rusia, concretamente en Alemania, Polonia, Bulgaria y Hungría, aunque también son relevantes las situaciones de Moldavia, China, las Islas Salomón y Australia.

¿Suena a Tercera Guerra Mundial?

En un improbable extremo, sí, pero también podría parecerse a una Segunda Guerra Fría; aunque más allá de la nomenclatura y las comparaciones, lo interesante es que los efectos de la guerra de Ucrania están determinando las relaciones internacionales actuales y futuras.

Un paseo por los países mencionados puede resultar ilustrador.

En Alemania, en tanto, su Gobierno aprobó esta semana que pasó la entrega a Ucrania de 50 tanques Gepard, que tienen equipamiento anti-aéreo, con lo que los alemanes terminaron sumándose a las potencias de la OTAN que han entregado armas pesadas a Volodímir Zelensky, el presidente ucraniano.

El hecho es relevante, pues durante semanas Olaf Scholz, el canciller alemán, había eludido la decisión, soportando una fuerte presión interna y externa, que le exigía un esfuerzo de guerra mayor. 

Hace una semana, Scholz ofreció la perspectiva que guiaba su política de mayor prudencia hacia Rusia, en una entrevista a Der Spiegel del viernes 22 de abril -"Esto no puede ser una guerra nuclear", por Melanie Amann y Martin Knobbe-, en la que el canciller alemán explicó la postura de Berlín para entonces. 

Entre los argumentos de Scholz para no entregar los tanques a Kíev estaba que Berlín se guiaba por el principio de evitar a toda costa una escalada que acercase el conflicto a una Tercera Guerra Mundial, con armas nucleares de por medio, además de otras consideraciones técnicas que sugerían que las armas occidentales no están en condiciones de llegar y usarse por parte de los ucranianos, quienes no tienen capacitación en ellas (algo que también dicen los rusos). 

Además, el canciller alemán reconocía que las medidas de mayor hostilidad hacia Rusia podrían traer secuelas en el plano económico, dada la dependencia alemana del gas ruso. Algo que terminaría debilitando no solo a Alemania, sino que, a toda Europa, lo que constituiría un escenario adverso en miras del esfuerzo de reconstrucción de post-guerra.

Después de la mención a una 'Tercera Guerra Mundial' por parte de Scholz, fue el turno del ministro de Relaciones Exteriores ruso, Sergei Lavrov, quien el lunes 25 de abril advirtió de dicha posibilidad, argumentando que la OTAN estaba inmiscuyéndose decididamente en la guerra, no solo al armar masivamente a Ucrania, sino que también de alimentar la rusofobia y no crear puentes, como sí los hubo en la crisis de los misiles de Cuba (1962).

Poco después, el viernes 29 de abril, el ministro de Defensa británico, James Heappey, aseguró que Ucrania tiene derecho a realizar ataques en territorio ruso, como parte de su defensa, justificando con ello algunas operaciones ucranianas en territorio ruso en la zona de Bélgorod, cerca de la frontera. Un día antes, el jueves 28 de abril, la ciudad de Kíév había recibido -probablemente como represalias por el ataque en suelo ruso- el ataque de dos misiles, mientras estaba en la ciudad António Guterres, el secretario general de la ONU, los cuales -según los rusos- eran de alta precisión e impactaron objetivos militares.    

A partir de todos esto elementos, algunos analistas interpretan que lo que está pasando es una guerra 'por proxy' entre la OTAN y Rusia, como antes lo fue con otras guerras de la Guerra Fría, como Vietnam (1955-1975) o Afganistán (1978 - 1992), las que fueron consideradas conflagraciones ´por proxy' entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Paradojalmente, pese a la gravedad, este esquema de algún modo ofrece las garantias de que estamos más ante una Segunda Guerra Fría que una Tercera Guerra Mundial, donde hay podrían haber un playbook que evite escalar el conflicto hacia la amenaza nuclear.

Como sea, la sombra nuclear sobre Alemania no fue suficiente como para descomprimir presiones, y finalmente Scholtz debió ceder, en medio de una baja consistente en su popularidad, en un clima alemán inéditamente favorable a un mayor involucramiento del país en un conflicto bélico.

Con esto, finalmente Estados Unidos y el Reino Unido lograron evitar discrepancias mayores al interior de la alianza atlántica, respecto de la intensidad debida en apoyo a Ucrania, lo que implica llenar de armas el país. Esto, en el entendido de que los servicios de seguridad estadounidenses y británicos han afirmado que es posible frenar el avance ruso si es que se apoya la defensa ucraniana con armas pesadas.

Como resultado de todo esto, en Estados Unidos, su presidente -Joe Biden- pidió al Congreso una suma total de $33.000 millones de dólares para apoyar a Ucrania con armas y ayuda humanitaria.

Sin embargo, empiezan a aparecer voces en Occidente que se oponen a esta política belicista occidental. 

Al respecto, es interesante este artículo de Angus Roxburgh, quien en The Guardian escribió Armar más a Ucrania terminará destruyéndola. Occidente debe actuar para poner fin a esta guerra ahora, donde este ex corresponsal de la BBC en Moscú y ex asesor del Kremlin, argumenta que es un error inundar de armas Ucrania, pues es muy improbable que el presidente ruso, Vladimir Putin -con el as nuclear en su baraja- acepte perder la guerra, con lo que el conflicto se prolongaría por años, transformándose en un foco de inestabilidad crónico para Europa. Todas ellas, razones por las cuales Occidente debería enfocarse en sentar a Putin pronto en una mesa de negociaciones.

Por su parte, el senador republicano estadounidense Rand Paul jugó con la idea de que la expansión de la OTAN fue un error, al relevar su incidencia en la decisión rusa de atacar Ucrania. Al respecto es interesante la reflexión que hace Oliver Knox en The Daily 202, el boletín político de The Washington Post, titulado Rand Paul puede estar (en parte) en lo correcto, respecto de la OTAN y Ucrania, donde el autor señala que -pese a que la expansión de la alianza atlántica no explica por sí misma la agresión, ni menos la justifica-, sí ha proveído a Putin de argumentos. El artículo da cuenta, ademáss, de la opinión de varios actores vinculados al mundo de la defensa en Washington que consideran la expansión atlántica como algo imprudente.

Al respecto, también recomiendo ver este panel de expertos creado por Foreign Policy, titulado ¿Fue un error la ampliación de la OTAN? donde distintos expertos mundiales (principalmente occidentales) evalúan si fue o no un error la expansión hacia Europa oriental. 39 de ellos están en desacuerdo o fuertemente en desacuerdo con que fue un error, mientras que tres se declaran neutrales, en tanto, 19 están de acuerdo o fuertemente en acuerdo con el aserto. Más allá de los números, es interesante explotar los argumentos, los que en conjunto ofrecen casi el espectro completo de miradas respecto de este punto.   

Otro efecto inmediato de la decisión alemana de armar a Ucrania con sus tanques Gepard, es que se produjo una reacción rusa en el plano económico de la guerra, lo que amenaza con extender los efectos de la conflagración por Europa. Esta reacción fue cerrar el flujo de gas a Polonia y Bulgaria, dada la negativa de esos países de pagar en rublos por el hidrocarburo, tal como lo había demandado Vladimir Putin, el presidente ruso.

El hecho es grave porque el 18% de la matriz energética polaca depende del gas, el cual es importado desde Rusia en un 55%, con lo que su desabastecimiento tiene el potencial de desestabilizar la economía polaca, la cual está altamente integrada a la alemana y es altamente dependiente de otros hidrocarburos, como el carbón (39%) y el petróleo (31%), los que también son altamente proveídos por Rusia.

Eventualmente Alemania podría evitar la crisis polaca, incrementando las importaciones de terceros a su territorio y triangulando sus propias importaciones de gas ruso a Polonia, pero eso es a riesgo de entrar en conflicto directo con Rusia y de crear condiciones que afectan la seguridad en la provisión de energía para el país, el cual también depende del gas ruso (66% de sus importaciones), en una matriz energética que requiere de gas en un 27%.

En el caso de Bulgaria, sus importaciones de gas ruso equivalen al 75% -el eslabón más débil de los países de la OTAN que se han negado a pagar en rublos- por lo que el desabastecimiento del hidrocarburo puede terminar obligando al país a aceptar las condiciones de pago en moneda rusa, con el consecuente efecto dominó posible que haría que los países que apoyan a Ucrania terminen colaborando con la elusión de las sanciones financieras contra Rusia, lo que haría -a su vez- más sostenible esfuerzo ruso de guerra.

Al respecto, la Hungría del líder autoritario Víktor Orban, ya dio un paso favorable a Rusia, pese a ser miembro de la OTAN; las compañías húngaras que proveen gas al país ya abrieron cuentas bancarias en el banco de Gazprom, la empresa estatal rusa de gas, con lo que pueden cambiar ahí las divisas por rublos, y comprar el gas. El argumento húngaro es que -de lo contrario- el país entrará en recesión y que no hay alternativa para el gas ruso. En el caso de este país, el 95% de sus importaciones de gas son rusas.

De hecho, el estancamiento del crecimiento y la inflación se están instalando en Europa como un fantasma que amenaza con el temido fenómeno de la estanflación, que es cuando ambos elementos se mezclan y potencian. De hecho, una de las principales preocupaciones económicas europeas fue que Alemania no entrara en recesión el primer trimestre (lo que finalmente no pasó), y que Francia se haya estancado en el mismo periodo. Al mismo tiempo, la Unión Europea registró una inflación del 7,5%, el nivel más alto en 23 años, y subiendo.

En contrapartida -pese a los devastadores efectos de las sanciones- Rusia consiguió alivio al doblar sus ingresos por exportación de hidrocarburo, alcanzando la cifra de $78.000 millones de dólares desde que empezó la guerra, pese a que han bajado los volúmenes exportados, ya que la guerra implicó un alza pronunciada del precio de los combustibles fósiles.

Respecto de Moldavia, solo quiero señalar algo muy corto; en la región separatista pro-rusa de Transnistria ha sucedido una seguidilla de atentados, sin que se sepa quién los ha realizado, pero con el efecto de desestabilizar el país. Algunos piensan que han sido los actores pro-rusos para crear condiciones para una posible invasión que 'rescate' la población de habla rusa del país; otros piensan que fueron agentes pro-occidentales, para crear las condiciones de una anexión de Moldavia -que no pertenece a la OTAN- por parte de Rumania -que sí-, o incluso de un intento de Polonia de recuperar territorios que hoy pertenecen a Ucrania; mientras que otros creen que han sido los pro-ucranianos para extender la guerra más allá de sus propias fronteras y así magnificar la amenaza rusa a Europa.  

Finalmente, respecto de las lejanas tierras de China, las Islas Salomón y Australia, solo quiero notar la importancia del acuerdo de cooperación militar chino-solomonese que permite a China tener una base naval militar en la zona del Pacífico que es considerada área de influencia de Australia (a 3.280 kilómetros de sus costas). Esto en un escenario de creciente hostilidad entre China, por un lado; y Australia, el Reino Unido y Estados Unidos, quienes en septiembre de 2021 firmaron un histórico pacto de defensa mutua: Aukus, una especie de OTAN anglosajona en el Pacífico Sur.

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En el inicio de la Segunda Guerra mundial Estados Unidos tenia un pacto militar con Naciones aliadas a quienes para no intervenir directamente en el conflicto el nombre de ! Prestamos y Arriendo !;entregaba armamento de guerra, .solo transcurrido un tiempo el conflicto entro directamente ahora con mismos aliados mas poderosos provee de arma a Ucrania me imagino que espera que se agoten los paises para tomar parte .

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