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Viernes, 2 de Mayo de 2025
[Hace 50 años]

Luis Corvalán: un ministro sin cartera en el Gobierno de Allende

Hugo Mery

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Corvalán en Moscú.
Corvalán en Moscú.

En esta entrevista de la revista Ercilla, efectuada en mayo de 1973, el secretario general de los comunistas se refiere a los comicios de 1976, a Carlos Altamirano y el “periodismo terrorista”, entre otros temas.

Luis Corvalán podría ser descrito como la figura más criolla del comunismo chileno. Carece, desde luego, de la fría apariencia de macuco de Orlando Millas, de la solemnidad intelectual de Volodia Teitelboim y del refinamiento sensual de Pablo Neruda. Llano y expansivo, revela, en todo momento, la astucia del roto chileno, y también un bien administrado humor. 

A despecho de sus protestas ("no voy casi nunca a la TV, pese a que me tratan muy bien; concedo pocas entrevistas, porque el partido no es unipersonal"), don Lucho revela preocupación porque le hagan buenas fotografías. Más que vanidad pareciera ser vocación periodística la que guía estos afanes. Corvalán ejerció profesionalmente el periodismo durante más de veinte años, después que fuera exonerado del magisterio "por comunista". Empezó como redactor deportivo del diario Frente Popular, pasando después por todas las secciones, excepto Política. En tiempos de Juan Antonio Ríos fue reportero de La Moneda del recién fundado diario El Siglo, del cual llegó a ser director. 

Los únicos nutrientes ideológicos de su etapa prepolítica fueron las enseñanzas religiosas de su madre, una humilde campesina analfabeta que se casó con un profesor primario. 

¿El Brezhnev chileno? 

Su encuentro con el comunismo había ocurrido en 1932, después de un despertar a la vida pública que tuvo como motivaciones la caída de Ibáñez y los albergues y las ollas comunes de los años de la crisis. "Todas las dificultades de ahora no son nada comparadas con las de entonces", observa. 

Por el Partido sintió un amor a primera vista, que no tuvo antes por ningún otro. Los únicos nutrientes ideológicos de su etapa prepolítica fueron las enseñanzas religiosas de su madre, una humilde campesina analfabeta que se casó con un profesor primario. Pero Corvalán padre no ejerció el magisterio en casa y, al revés, muy luego abandonó a sus cinco hijos. La madre resultó corajuda y, cosiendo para la fábrica Bellavista-Tomé, logró que casi todos llegaran hasta quinto humanidades. Luis, el penúltimo, se disparó a la Escuela Normal de Chillán, gracias a la ayuda de la Liga de Estudiantes Pobres de Tomé. 

Ejerció poco su profesión. Cuando Pedro Aguirre Cerda decretó amnistía para los perseguidos políticos, el joven Corvalán Lepe reanudó su carrera, pero al cabo de un año la volvió a interrumpir, esta vez definitivamente y por orden de partido. Se le asignaron tareas en el Secretariado de las JJ.CC. y en un frente que los comunistas -desde los tiempos de Lenin y Recabarren- han considerado siempre vital: el periodístico. 

Hasta 1958, este hombre dinámico y de gran talento organizador fue el típico cuadro-hormiga del PC, que trabajó con eficacia, pero sin trascender hacia el público. Por eso, cuando murió Galo González, su designación como nuevo secretario general del partido pilló de sorpresa aun a muchos militantes de base. 

Hoy su importancia es todavía mayor. Como jefe de una de las dos principales colectividades de gobierno despliega una intensa actividad que lo hace más inaccesible que un ministro de Estado. 

Aunque sería una exageración llamarlo "el Leonidas Brezhnev chileno" -sencillamente porque Allende es algo más que un Podgorny-, en la práctica ejerce funciones de estadista, incluso en el terreno protocolar: sus tareas menos acuciantes son atender las delegaciones extranjeras y entrevistarse con embajadores. Todo esto hace de Corvalán el senador que menos asiste al Congreso, junto con su colega Carlos Altamirano, jefe del Partido Socialista. 

No soy un "apernado". Uno de los hábitos del PC es el de mantener al secretario general por el máximo de tiempo posible, "hasta que las velas no ardan" o hasta que las circunstancias lo aconsejen. 

-Se dice que usted se "apernó" en el cargo de secretario general. ¿A qué se debe tan larga permanencia? 

-No soy un "apernado". Uno de los hábitos del PC es el de mantener al secretario general por el máximo de tiempo posible, "hasta que las velas no ardan" o hasta que las circunstancias lo aconsejen. 

-¿En el caso de su antecesor fue hasta que las velas no ardieron? 

-Claro, el compañero Galo González murió en 1958, después de haber asumido el cargo en 1949. Fue también el caso de Ricardo Fonseca: desde el 46 hasta el 49. Pero quien ostenta la permanencia más larga es Carlos Contreras Labarca, actual embajador en la RDA. Estuvo entre los años 30 y 46. Yo le piso los talones. El Partido ha querido aprovechar la experiencia que se adquiere al frente de la dirección. 

-Usted da una imagen antiestaliniana como dirigente. Sin embargo, no ocurre lo mismo con otros miembros del Comité Central: con Orlando Millas, por ejemplo. Esto indicaría la existencia de restos de estalinismo en el partido... 

-No, porque logramos estudiar el problema Stalin en forma muy precisa y clara. Lo que se dice de Orlando Millas no corresponde a la realidad. Como estilo de mando, que afectara la democracia interna, no nos afectó. Tenemos madurez política e ideológica y aplicamos rigurosamente las normas de vida interna: discutir punto por punto con la más amplia democracia y disciplina, así como asegurar el derecho de crítica de abajo hacia arriba y la aplicación rigurosa de las órdenes superiores. 

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Volodia, Corvalán y Orlando MIllas.
Volodia, Corvalán y Orlando MIllas.

-¿Es obrerista el PC? 

-Si lo fuera sería una manifestación de sectarismo, que se podría expresar, por ejemplo. contra los intelectuales. Tenemos, en cambio, intelectuales como Neruda, Lipschütz y algunos en puestos de dirección. Distinto es que el partido se componga de un 76 por ciento de obreros, de un 14 por ciento de campesinos y que el resto lo conformen intelectuales, pequeños comerciantes y artesanos. 

Nosotros, partiendo de nuestro propio análisis, coincidimos con la línea general que guía a la URSS. ¿Y cómo no estar de acuerdo con la lucha por la paz, la seguridad europea y el intercambio económico?

-Usted hablaba de madurez, Hace algunos años Fidel Castro dijo que "los maduros, los supermaduros, de tanto madurar, se han podrido". Aludía a algunos PC del continente. 

-Nosotros no somos impacientes ni atolondrados, pero tenemos conciencia de nuestra capacidad de combate revolucionario, que se expresa cuantas veces sea necesario. No es sinónimo de revolución la gritería ni la búsqueda de camorra. Lo es el hacer trabajo paciente, sostenido. La semana pasada terminamos de dar un curso elemental a un centenar de comunistas, que van al campo, a trabajar en el ambicioso plan de siembra 1973-74. Es un trabajo concreto, unificado y nadie podrá decir que son menos revolucionarios que aquellos que prefieren las mochas. Con esto no menosprecio la agitación dirigida, siempre y cuando esté correctamente planteada y se desarrolle y exprese con responsabilidad. Si salen muchachos a las calles, deben saber por qué salen. 

Sovietinchas

-¿En qué puntos concretos afecta a "la marcha del proceso" la polémica entre pacientes e impacientes? 

-Esa polémica está muy disminuida después del resultado de las elecciones. Nos afecta sólo en alguna porción. Las conclusiones del último pleno socialista tienden a disminuir las diferencias. Hay acuerdo y se está caminando, por ejemplo, en la elaboración de un programa de siembras y en el reforzamiento de la dirección económica. 

-Una de las críticas más fuertes al PC chileno es su "beatería" frente a la Unión Soviética. 

-Los términos que nos cuelgan al respecto son: beatería, seguidismo e incondicionalidad. Nada de eso. Nosotros, partiendo de nuestro propio análisis, coincidimos con la línea general que guía a la URSS. ¿Y cómo no estar de acuerdo con la lucha por la paz, la seguridad europea y el intercambio económico? Nosotros no perdemos de vista lo que significó la Revolución Rusa para la causa del socialismo, así como la burguesía no se perdió con el significado de la Revolución Francesa. Por todo y mucho más -la lucha contra el fascismo, el apoyo decidido a Vietnam- somos "sovietinchas", antes que prosoviéticos. Un corresponsal extranjero me preguntó el otro día si era moscovita. Yo le dije: soy santiaguino. 

-Los comunistas siempre han sostenido que el terrorismo individual no ayuda al triunfo de la Revolución. Sin embargo, en Chile, su órgano oficial -El Siglo- y su vocero oficioso -Puro Chile- practican una suerte de terrorismo periodístico, que se expresa en campañas de desprestigio personal. 

Queremos que el pueblo vea cómo el imperialismo ha intervenido en este país. Surgieron antecedentes de que en 1964 destinó 20 millones de dólares para atajar a Allende y aplicar la política de la Alianza para el Progreso.

-Vayamos por partes. Puro Chile es una sociedad en la que nuestra Empresa Horizonte tiene sólo el 40 por ciento. Con los amigos de ese diario convinimos - desde que les propusimos crearlo- en que ellos lo dirigirían. Yo no puedo llamarlos ahora y pedirles que mañana publiquen tal cosa en primera página. Ellos adquirieron el compromiso de trabajar por la Unidad Popular y el gobierno, cosa que hacen, sin perjuicio de uno y otro error. Esto ocurre en todos los diarios: también en El Siglo se han escapado alguna vez disparos mal dirigidos. Pero tendrían que demostrarme que El Siglo practica el terrorismo periodístico. 

-Se da como ejemplo la campaña anti Frei. 

-Queremos que el pueblo vea cómo el imperialismo ha intervenido en este país. Surgieron antecedentes de que en 1964 destinó 20 millones de dólares para atajar a Allende y aplicar la política de la Alianza para el Progreso. No por culpa nuestra salió al baile el señor Freí. A veces se le ha tratado con epítetos que pueden considerarse en alguna forma de terrorismo periodístico. No soy partidario de eso. No estoy en condiciones de afirmar que el señor Freí en persona se haya embuchado una mínima parte de ese dinero, pero dinero norteamericano corrió y también de Alemania Occidental. Es contraproducente llevar al terreno personal un asunto ante todo político, pero si se trata de eso, no es un pecado exclusivo de uno y otro órgano de izquierda: en los diarios y radios del PN y de la DC se cometen abusos de tal magnitud que los "terroristas periodísticos" de izquierda parecen angelitos al lado de ellos.

"Con Tomic ni a misa" 

-Los comunistas -en su último pleno- fueron los primeros en hablar del problema presidencial de 1976. ¿Por qué tan temprana preocupación?  

-Creemos que hay que dar la perspectiva. Esta preocupación no está sacada de las mechas, sino de la realidad de los resultados electorales. Ellos demostraron que -a pesar de todos los problemas- podemos extender y profundizar el proceso, cerrar el paso a los que quieren derrocar al gobierno y generar un nuevo gobierno popular. 

-Antes de la elección parlamentaria algunos militantes de la izquierda llegaron a convencerse de la tesis de Tomic sobre "Unidad del Pueblo", vale decir, que la única salida política era una alianza DC·UP. En ese esquema Tomic surgía como el candidato natural. 

-Eso lo dice Tomic para quien pasó su cuarto de hora. Sin dármelas de pitoniso no creo que pueda ser candidato de la oposición, porque ahora la derecha emplearía nuestra expresión "con Tomic ni a misa". No veo por qué la UP deba apoyarlo, en vez de levantar un hombre de sus propias filas. Eso estaría fuera de la realidad, El drama de Tomic sería que tuviera aspiraciones presidenciales, lo cual no significa que no pueda jugar un papel importante como político. No necesita para ello ser presidente de la República. 

Cualquier respuesta que le dé sobre Altamirano implicaba ya tomar cierto partido, lo que no creo razonable, tanto más si el candidato fuera otra vez socialista. Esto no significa que no sienta aprecio por Altamirano ni considere sus valores. 

-¿Significa esto que el PC sepultó sus aspiraciones de entenderse con la DC? 

-Hay que tener los pies sobre la tierra: no hay ninguna posibilidad real de entendimiento con mayores perspectivas. No se lo plantean ni la DC ni la UP. Esto no quita que entre los trabajadores pueda haber entendimiento en torno a cuestiones concretas, como el traspaso de industrias al área social y la nacionalización de los bienes de la ITT. 

-¿Le gusta la idea de que Carlos Altamirano sea el hombre del 76? 

-Para nosotros no es lo principal el candidato, sino el contar con las fuerzas necesarias. No creo que en la izquierda haya crisis de personalidades capaces. Faltan años y hay gente que se puede agrandar. Cualquier respuesta que le dé sobre Altamirano implicaba ya tomar cierto partido, lo que no creo razonable, tanto más si el candidato fuera otra vez socialista. Esto no significa que no sienta aprecio por Altamirano ni considere sus valores. 

-En otro terreno, ¿a quién prefiere: a la Brigitte Bardot o a la Tatiana Samoilova? 

-Me rajó con esta pregunta. Prefiero a Sofía Loren.

Ella, morena, dicharachera, más joven que su marido, cuenta espontáneamente: "El compañero me enganchó cuando yo era su secretaria en El Siglo".

La complicidad de Lily Castillo 

A los 57 años, Luis Corvalán es el jefe -un tanto patriarcal- de una familia que no termina en sus cuatro hijos. Se prolonga hacia arriba hasta un suegro y una cuñada, que no faltan en las tertulias hogareñas. Ellas se desarrollan en el amplio comedor de la casa que habita en Ñuñoa: pertenece al partido y Corvalán es sólo un ocupante temporal. Su sello personal está impreso en cada uno de los rincones, donde destacan libros, papeles, insignias, cuadros, recuerdos de otros partidos comunistas y de otros países. En el patio, el jefe comunista da ancho curso a dos aficiones: la jardinería y la crianza de gallinas.  

Es su forma de relajarse. Aunque confiesa que también lo hace bailando (“le hago empeño a todos los ritmos") y comiendo con los suyos, sin desdeñar "el blanco y el tinto". Pero es frente a su esposa, Lily Castillo, donde el entrevistado parece hallarse a sus anchas. 

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Lily Castillo, esposa del líder del PC.
Lily Castillo, esposa del líder del PC.

Ambos ejecutan un pequeño show, simulando un dulce enojo y vapuleándose cariñosamente. En el comedor, sin embargo, se traicionan. Fugazmente se entregan a una íntima conversación, durante la cual parecen olvidarse por un instante de los demás. En sus miradas asoma entonces lo que se antoja la base de su relación: complicidad. 

Ella, morena, dicharachera, más joven que su marido, cuenta espontáneamente: "El compañero me enganchó cuando yo era su secretaria en El Siglo". Él replica: "Pero cuéntale también que no fue el jefe quien sentó en sus rodillas a la secretaria, sino al revés". 

Corvalán recoge con excelente humor los apelativos que le prodigan sus amigos y adversarios: Condorito y Patitas Cortas, respectivamente: "Debe de ser por mi protuberancia nasal y mi baja estatura: apenas un metro 65", 

Explica que los folklóricos giros que usa en sus discursos son un recurso "natural-deliberado. Una forma no rebuscada de hacerme entender".  Sin embargo, durante la entrevista se echan de menos los dichos populares que distinguen el llamado "estilo Corvalán". Apenas asomaron.



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