Hubo una vez un senador radical que, cuando quiso ser reelecto, se bautizó publicitariamente como "El Legislador". No volvió a ocupar nunca más un sillón en el Congreso. Antes y después de él, muchos de sus colegas reclamaron -aunque no tan manifiestamente- ese título, como una manera de acreditar su celo parlamentario. En la última campaña, sin embargo, los diputados opositores en trance de reelección prefirieron luchar por otro diploma, más a tono con el principal papel que había asumido la Cámara frente al gobierno de la Unidad Popular: el de "el Fiscalizador".
Casi todos salieron. Entre ellos, hubo uno que, desde la bancada demócrata cristiana, resaltaba por su apasionado temperamento italiano y su hablar rápido y agitado: Luis Pareto González, ex agrario laborista, ex padenista, militante del PDC desde 1961, pero freísta desde 1958.
Tal vez como premio a su combatividad, la sala de diputados de su partido lo nominó candidato a la Presidencia de la nueva Cámara. Su nombre no despertó en los demás partidos de oposición la resistencia de su predecesor, Fernando Sanhueza, quien permaneció cerca de dos años en la testera gracias al mutis, pero no al apoyo de la derecha.
"Hueso duro" para la UP
Dos días después de asumir, Pareto, el aglutinador de los diputados opositores, a estaba, empero, preocupado. Descubrió que obtuvo dos preferencias menos que sus compañeros de mesa. Los renuentes fueron, según descubrió, los dos únicos parlamentarios de la Democracia Radical, el "superduro" Rafael Otero y el temucano Germán Becker, que votaron en blanco. La razón: el comité DC no les pidió sus votos, en circunstancias que le habría bastado hacerlo para conseguirlos.
Pareto nunca gustó a la Izquierda, pese a que fue circunstancial aliado de socialistas y comunistas, a través del Frente de Acción Popular (FRAP). Era miembro del Padena en ese entonces (primeros años del gobierno de Jorge Alessandri), después de la virtual desaparición de su primera tienda política, el ibañísta Partido Agrario Laborista. Cada vez que sus correligionarios se mostraron proclives a apoyar las aspiraciones presidenciales de Salvador Allende, giró hacia la órbita DC. No es raro entonces que, con éste en la Primera Magistratura, Pareto sea un furibundo opositor.
Dos días después de asumir, Pareto, el aglutinador de los diputados opositores, a estaba, empero, preocupado. Descubrió que obtuvo dos preferencias menos que sus compañeros de mesa. Los renuentes fueron, según descubrió, los dos únicos parlamentarios de la Democracia Radical, el "superduro" Rafael Otero y el temucano Germán Becker, que votaron en blanco.
Es posible que en su nuevo cargo sufra alguna transformación. Por de pronto, su conversación de hora y media con Ercilla reveló a un opositor más dúctil y menos categórico, dispuesto a reconocer los méritos del adversario. Desplazándose sin cesar por el amplio despacho de la presidencia de la Cámara, en medio de sus paredes altas cubiertas de grandes cuadros, Pareto no era exactamente el mismo de los debates en el hemiciclo y en los foros de TV. Sentado -apenas- en uno de los dos livings que ocupan casi todo el lugar, mostraba sí el nerviosismo de siempre, que imprime un movimiento constante a su físico mediano y no definitivamente gordo.
Con mil compromisos que cumplir, sólo al final pareció realmente entregado a la entrevista:
-La salida de Renán Fuentealba de la jefatura del PDC y su relevo por Patricio Aylwin se explicó como un "cambio de estilo en la conducción del partido". Puede decirse lo mismo del remplazo del "dialogante" Fernando Sanhueza por el "duro" Luis Pareto en la presidencia de la Cámara de Diputados?
-El cambio de la mesa del partido no tiene mayor significación. Si bien hay diferencias de táctica para enfrentar al gobierno, todos los democratacristianos, con absoluta identidad doctrinaria, coincidimos al caracterizar el momento chileno. Tanto Fuentealba como Aylwin son garantía para el partido: ambos son calibrados y prudentes. Lo demostraron al conducirlo en varias oportunidades. En mi caso, no hubo intención de reemplazar a un "dialogante" por un "no dialogante". Mi elección dentro de la sala de diputados DC se produjo por unanimidad, sin lucha interna y a propuesta de Bernardo Leighton. Mi nombre circulaba desde hacía tres años.
-¿Es posible que un parlamentario tan vehemente como usted logre dar garantías a todos los sectores de la Cámara?
-Eso lo dirá el tiempo. El temperamento apasionado no se contrapone con la ecuanimidad que debe caracterizar a un presidente de la Cámara. Si estamos por el pluralismo, debemos dar el ejemplo y no actuar como el Padre Gatica, que predica pero no practica. Practicaré la oposición clara y categórica a todos los excesos y el respeto a los derechos de las mayorías y las minorías.
-La Unidad Popular acusa al Parlamento de querer gobernar el país, en tanto que sectores de oposición sostienen que debe romperse el "empate institucional" entre los Poderes Ejecutivo y Legislativo. ¿Cree usted que la práctica del parlamentarismo podría conducir a una salida política?
-La experiencia me dice una cosa: todos los gobiernos, sin excepción, se han quejado de parlamentarismo cuando han sido minoría en el Congreso Nacional. Yo concibo a éste como el equilibrio de los poderes del Estado y los gobiernos deberían saber respetarlo, aún con mayoría adversa. Al revés, nuestro régimen presidencial es casi monárquico: el gobierno, con sólo un tercio, puede gobernar a través del veto. Yo no soy partidario de volver al parlamentarismo, pero creo que deben entregársele al Congreso mayores facultades ejecutivas, para dar más efectividad a su labor.
-Usted es uno de los diputados más denunciantes de la oposición. Sin embargo, algunos sectores de ella han criticado el exceso de denuncia y señalan que muchas fueron finalmente desvirtuadas por los hechos, o bien terminaron en cero. ¿Cómo recibe esta crítica?
-Este "exceso de denuncia" no es nuevo. En el caso actual, muchas de las denuncias han sido planteadas por el propio presidente de la República. Pero siempre ha habido tantas comisiones investigadoras y acusaciones constitucionales como ahora. La función fiscalizadora es irrenunciable y no significa condenar, sino simplemente investigar. Los gobiernos debieran aceptar todas las investigaciones y cooperar en vez de quejarse. Esta actividad necesita más imperio para ejercerse: los funcionarios llamados a declarar vienen si lo desean. A lo más, se exponen a un sumario de la Contraloría, la que, al cabo de un año, puede imponerles la suspensión de sueldo por tres días. Distinta es la situación en otros parlamentos, como el norteamericano, por ejemplo, que fiscaliza con mayor efectividad. El caso Watergate es una demostración de ello.
¿Diálogo Allende-Frei?
-¿Qué piensa de la proposición del senador Francisco Bulnes de rechazar todos los proyectos de ley del Ejecutivo, como una manera de desconocer su legitimidad?
-Sin conocer las declaraciones del senador Bulnes, no participo de ese criterio. Hay otros caminos. El Parlamento tiene facultad para votar en contra de la idea de legislar y si la aprueba, puede aun introducir todas las modificaciones que estime necesarias. Si rechazara en forma cerrada y sistemática todos los proyectos del Ejecutivo, dejaría de cumplir con sus obligaciones.
-Su designación, después del 21 de mayo, ¿se debió al deseo de no recibir como presidente de la Cámara al jefe del Estado cuando éste concurrió a leer su mensaje anual?
-Cuando fui nominado por la Sala de Diputados DC, se me planteó la alternativa de asumir el 15 o el 22 de mayo. Lo conversé con Fernando Sanhueza y al revisar las tradiciones a este respecto comprobamos que quien recibía al jefe del Estado era el presidente que terminaba su período, siempre y cuando continuara siendo diputado. Era el caso de mi predecesor.
-Pero usted no asistió a la lectura del mensaje.
-No, porque estaba fuera de Santiago. Durante mis quince años de parlamentario, he asistido sólo a ocho mensajes. El año pasado asistí; en cambio, no lo hice a algunos del presidente Frei. Esta vez ocurrió que quise aprovechar el largo fin de semana para salir con mi familia.
-Usted fue aliado de socialistas y comunistas a través del Padena, ¿Cómo se explica su posición tan intransigente de ahora frente a esos partidos?
-Conservo de aquella época muy buenos amigos y siento gran respeto por muchos de ellos, como Aniceto Rodríguez y Ramón Silva Ulloa. Yo no soy antimarxista, la verdad es que no soy anti nada. Pero no comparto ciertas intolerancias. Cuando existió el FRAP, los partidos que hoy forman la UP no eran gobierno y no podía apreciar totalmente sus valores e intenciones. No existían en esa época los "ultra" y los marxistas hablaban de hacer los cambios a la chilena. Distinta fue la cosa cuando tuvieron el poder en sus manos.
-En el mundo se practica cada vez más la diplomacia personal, al punto de reunirse incluso Mao y Nixon. ¿Cree usted que si el presidente Salvador Allende y el presidente del Senado, Eduardo Frei, retornaran a sus diálogos de antaño. se posibilitaría un acuerdo entre los poderes Ejecutivo y Legislativo, entre el gobierno y la oposición?
-Yo creo que es un absurdo pretender que se puede vivir sobre la base de un enfrentamiento permanente. En el zoológico de Washington hay una foto de Nixon y otra de Mao; hay contactos humanos entre los líderes del mundo occidental y el socialista; los norteamericanos toman vodka y los rusos Pepsi Cola; USA comercia con China y destina recursos para reconstruir Vietnam. En el país más austral del mundo la respuesta a estos avances es el sectarismo. Puede y debe haber diálogo, pero para ello se precisa la buena voluntad de Allende. ¿Qué deseos puede tener Frei de dialogar, si diariamente es vilipendiado por los sectores más expresamente ligados al gobierno, como el diario Ultima Hora? Lo único que ha hecho Allende es una desautorización a ese diario, a través del ministro Palma. Para el diálogo tienen que crearse primero las condiciones y yo sólo veo sectarismo.
-¿Hay algún rasgo positivo que le reconozca a este gobierno?
-Debe tenerlos. Ningún gobierno puede ser totalmente negativo, pero cualquiera de sus rasgos positivos se jibariza y desaparece ante los grandes errores de sus personeros.
-¿Qué aspiraciones personales aún no ha realizado?
-Las he realizado todas. La mayor: mis cuatro hijos.
“Yo creo que es un absurdo pretender que se puede vivir sobre la base de un enfrentamiento permanente. En el zoológico de Washington hay una foto de Nixon y otra de Mao; hay contactos humanos entre los líderes del mundo occidental y el socialista; los norteamericanos toman vodka y los rusos Pepsi Cola; USA comercia con China y destina recursos para reconstruir Vietnam. En el país más austral del mundo la respuesta a estos avances es el sectarismo”.
-Pero usted tanteó el terreno para una posible postulación a senador por Santiago.
-Fui nominado por el Partido, pero después vinieron las limitaciones impuestas por la alianza con los demás partidos de oposición. La verdad es que fue un honor cederle mi presunto lugar a un candidato como Eduardo Frei.
-Hay versiones diferentes acerca de su ancestro italiano. Algunos dicen que es de ascendencia siciliana y otros napolitana. ¿Cuál es la verdad?
-Mi abuelo nació, en realidad, en Ancona, un puerto del norte de Italia. Mis enemigos dicen que soy siciliano, y mis amigos, napolitano. Mis parientes me dicen anconés.
Al final, simplemente político
A los 46 años, Luis Pareto llega al punto alto de su carrera en la Cámara de Diputados. Es su quinto período, después de haber sido regidor por el Primer Distrito de Santiago. No ha tenido ocasión, pues, para arrepentirse de los drásticos cambios de timón que ejecutó en su juventud. Quiso ser militar y hoy sería el teniente coronel Luis Pareto (ése es el grado de sus antiguos condiscípulos), si no se hubiese dado cuenta que carecía de vocación. Abandonó la Escuela Militar y entró a la de Derecho. Llegó hasta cuarto año. La política -la otra carrera que practica la mayoría de los estudiantes de Leyes- terminó por abrazarlo antes de tiempo. Su incesante actividad en el primer plano, a partir de 1953 (después de hacerle la campaña al general Ibáñez), le confirió definitivamente la profesión de político, con exclusión de cualquiera otra.
Pero a Pareto se atribuye una profesión extra: la de empresario de micros. Lo fue durante sus años jóvenes. Junto a sus dos hermanos tuvo una empresa de transporte, tanto de carga como de pasajeros. Llegaron a tener cuatro camiones y diez micros. En medio de esos trajines se fijó en Carolina Vergara, una vecina del barrio Estación Central -donde siempre vivió- y después de largo pololeo de cinco años casó con ella. Resultado: cuatro hijos.
Hoy (1973) asegura no tener idea de los problemas de la locomoción colectiva. Tanto así que el presidente de la Asociación de Dueños de Autobuses no votó por él, sino por su correligionario Fernando Sanhueza.
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