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Viernes, 18 de Julio de 2025
[Jueves de medios]

Nos aterran los cambios: las incertidumbres del verano que comienza

Marcos Ortiz F., director de Ojo del Medio (@ojodelmedio)

Si bien un proceso constituyente suele ser percibido como la oportunidad de dar certeza y viabilidad institucional a la necesidad de cambios en una sociedad, los medios más tradicionales del país -y actores de la derecha chilena a través de ellos- han decidido asociar la Nueva Constitución a la idea de incertidumbre y peligro.

Los primeros días del año suelen ser lentos para los medios. Los equipos de fútbol recién retoman sus entrenamientos, los canales de televisión emiten repeticiones, los políticos hacen una pausa y la llegada de estudiantes en práctica puebla de nuevas caras las calurosas conferencias de prensa.

Este año, sin embargo –con un cambio de gobierno ad portas, la renovación de la mesa directiva de la Convención Constitucional y una contagiosa nueva variable de Covid–, los meses de enero y febrero parecen ser los más noticiosos en años.

En lo estrictamente político, la serie de cambios que Chile experimentará en los próximos meses son analizadas como amenazas para el porvenir del país más que como oportunidades para destrabar los nudos que quedaron expuestos desde la revuelta de 2019. En este sentido, parte de la prensa escrita ha llevado la delantera a la hora de sembrar el pánico y destacar la incertidumbre que los consume.

“Hay suficientes razones para inquietarse”, señaló la vicepresidenta de la UDI Isabel Plá en su columna dominical en El Mercurio en relación al trabajo que en 2022 desarrollará la Convención Constitucional. Luego, en una fatigante enumeración de incertezas, agregó otras dos “preocupaciones permanentes: la economía y la pandemia”. Tras un breve mea culpa encabezado por Marcela Cubillos, quien entrevistada por Ex-Ante reconoció que la derrota de Kast fue “brutal y la primera lección es acabar con el verticalismo”, la derecha parece haber dado vuelta la página de manera veloz para lavar sus heridas aprovechando cada una de sus tribunas en los medios para torpedear la instalación del gobierno de Boric y de los reemplazantes de Loncon y Bassa en la Convención.

Un día más tarde de la columna de Plá, el editorial de El Mercurio se esmeró en argumentar que los altos niveles de aprobación de los que goza Gabriel Boric pueden ser un riesgo más que una oportunidad. Empleando una lógica retorcida, argumentó que “la alta popularidad de la que goza en estos días bien puede situarlo en una posición no exenta de riesgos, tanto si se usa su nombre para organizar manifestaciones de presión callejera, como si la población llega a no recibir beneficios a la altura de las altas expectativas creadas”. Acto seguido, aludió a los índices de adhesión que alguna vez tuvieron Fidel Castro, Nicolás Maduro, Daniel Ortega e incluso Iósif Stalin.

Las alusiones a los diversos tipos de incertidumbre que sufren por estos días los grupos más conservadores tuvieron un nuevo ejemplo en las páginas dominicales de La Tercera, donde el columnista de Libertad y Desarrollo Gonzalo Cordero transparentó sus miedos para el año que comienza. “Mientras unos celebraron el comienzo del nuevo ciclo, otros esperamos con temor lo que viene”, escribió. A renglón seguido agregó que el de Boric es “un gobierno ideologizado, con un programa divorciado de la realidad, (que) solo puede conducir a agudizar las dificultades y postergar su solución”.

Estas líneas ven la luz con la disputada elección de la mesa directiva de la Convención como telón de fondo. Esperablemente, esl proceso ha sido interpretado como una nueva muestra de falta de certezas para los seis meses que se aproximan. En vez de presentar las sucesivas rondas de elecciones como un ejemplo de transparencia democrática en el que por primera vez se desnudan las negociaciones existentes detrás de cada elección, analistas estables como Jorge Schaulson han hablado derechamente de “bochorno”, calificando las sanas diferencias democráticas como una “pelea de pichanga de barrio”.

¿No es la redacción de una nueva Carta Magna el mecanismo elegido para, justamente, acabar con la incertidumbre expresada por el estallido? ¿Cómo beneficia a un país que un presidente electo cuente con altos números de aprobación a pocas semanas de asumir su mandato? ¿No es acaso la democracia lo más parecido a una bicicleta en la que la única condición para mantenerse en pie sin caer es no dejar nunca de pedalear?

Una vez más, como ha venido ocurriendo de manera inalterada durante los últimos dos años, cada posibilidad de cambio ha sido enmarcada como una amenaza al orden y a la estabilidad del país. Lo curioso es que son precisamente los grandes derrotados del plebiscito, la elección constitucional y la reciente segunda vuelta presidencial quienes más cabida parecen tener en estas tribunas conservadoras. Que el aire marino de Cachagua, Zapallar y Maitencillo ayude a aliviar esos temores. Será por el bien de todas y todos.

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Excelente columna, como siempre la oligarquía burguesa retrogada no quiere cambios, no quieren perder poder.

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