Por décadas cientos de deportistas, dirigentes y amantes del deporte han intentado, de manera infructuosa, que la esfera política, empresaria y social consideren al deporte en serio. Entiendan su impacto de manera integral, y lo importante que es la actividad deportiva para el desarrollo de nuestra sociedad en el plano social, cultural y en el día a día, cumpliendo un rol fundamental en la construcción de una sociedad más empática, ética y sana.
Mucho se ha escrito y hablado del legado que dejan estos juegos panamericanos y parapanamericanos. Pero también quedan desafíos de los que nos debemos hacer cargo.
Y es que no hay dobles lecturas en cuanto a lo importante de la infraestructura de primer nivel que nos hereda Santiago 2023 para diversas especialidades y deportes. No lo decimos solo nosotros, también lo destacaron delegaciones extranjeras, lo que entrega aún más valor a los recintos que albergaron distintas disciplinas y que quedan para siempre.
Ahora vienen los desafíos. En primer lugar, Santiago 2023 también debe ser mirado como un ejemplo por los gobiernos, donde el trabajo de los privados con el apoyo del Estado permitió la realización de eventos masivos y con una movilidad que no se vio afectada. Moraleja: sí se pueden organizar eventos masivos con grandes aforos. Para lo anterior, es imperativo y de una vez por todas, que las autoridades estén a la altura y trabaje en desarrollar una política que nos permita celebrar eventos deportivos con estadios llenos y no volvamos a estadios semi vacíos, condiciones miserables y violencia.
Tampoco se habla aún sobre cómo le daremos continuidad esta fiesta, a esta cultura deportiva y las inquietudes de millones por desarrollar sus aptitudes y deseos deportivos en los barrios, los clubes sociales, en los espacios públicos y los colegios. Este debe ser (y lo es) el máximo desafío: el poder de una vez por todas masificar el deporte y sus valores en espacios del diario vivir, tomándonos los espacios públicos para vivir en comunidad y practicar deportes, donde la educación escolar también juegue un rol preponderante en el desarrollo deportivo de futuros atletas.
Moraleja: sí se pueden organizar eventos masivos con grandes aforos. Para lo anterior, es imperativo y de una vez por todas, que las autoridades estén a la altura y trabaje en desarrollar una política que nos permita celebrar eventos deportivos con estadios llenos y no volvamos a estadios semi vacíos, condiciones miserables y violencia.
Sobre continuidad y no menor, en lo inmediato viene otro desafío importante: mantener vivo ese ambiente que generó esta fiesta deportiva que se extendió por poco más de dos semanas con los Juegos Parapanamericanos. La pregunta es válida. ¿Vamos a mantener viva la llama entre el 17 y el 26 de noviembre, ver dirigencias políticas, medios de comunicación transmitiendo y a familias disfrutando del deporte en general? Es de esperar que la respuesta al evento que viene sea igual de positiva.
Por ultimo y en concordancia con lo anterior, tal vez mas como un deseo que como una certeza, Santiago 2023 dejó como legado la real trascendencia social del deporte en nuestra sociedad. Mañana no tendremos mas juegos como estos, pero nuestras dirigencias políticas que determinan las políticas publicas, independiente de los partidos que representen, deben comprender que, en la búsqueda por una sociedad mas justa y sana, el rol del deporte es trascendental, y como tal, requiere de un presupuesto acorde al rol en el desarrollo integral que puede entregar a nuestro país. No repitamos esa conducta donde la actividad deportiva y los deportistas han sido vistos y utilizado de forma mezquina y oportunista aprovechando momentos y no para perpetuar una cultura en torno al deporte.
Es imperativo y una obligación ética, social y política que de una vez por todas nos tomemos el deporte en serio.
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