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Viernes, 18 de Julio de 2025
In memoriam

Pelé: el astro del que todos escuchamos de niños, pero que pocos vieron jugar

Ricardo Martínez

Pelé campeón en México 70.

Pelé campeón en México 70.
Pelé campeón en México 70.

Edson Arantes Do Nascimento fue sepultado ayer en Sao Paulo. Detrás queda el mito del Pelé tricampeón del mundo que alcanzó la inmortalidad en México 1970. “Pusieron de manifiesto una especie de ideal platónico que ya nadie sabría encontrar de nuevo, ni siquiera los propios brasileños”.

Quienes fuimos niños en los setentas debimos crecer con el peso de escuchar hablar a nuestros padres de leyendas que habían configurado las vidas colectivas, pero también individuales de ellos como parte de la ahora llamada Silent Generation. Ahí estaban el rock ‘n roll, el cine de matiné y sobre todo el fútbol, amén de la década que se solazaba en ser la más gravitante del siglo XX, la de los años sesenta, la del Verano del Amor.

Nosotros veíamos sobremesa tras sobremesa a estos adultos hablar de cómo se había forjado el mundo en el que vivíamos en un relato del que ellos, los adultos, habían sido testigos excepcionales.

Allí estaban James Dean, Elvis y Pelé.

Y nosotros teníamos que guardar un sigiloso y ceremonial silencio ante estas verdades.

Transcurrían aquellos años setenta y algunos de estos héroes del siglo XX seguían vivos, y nos llegaban ecos de lo que estaban haciendo ahora, cuando ya ni ellos ni nuestros padres eran ya jóvenes. Elvis hacía shows en Las Vegas y Pelé jugaba en un equipo inventado por empresarios yanquis llamado Cosmos. Viviendo de las glorias del pasado y tratando de aferrarse a un estrellato que había pasado por el lado de sus vidas y de su misma generación.

Solo más tarde reparamos en que, tal como dice una línea de una canción de Guille Milkyway, aquel aferrarse era al mismo tiempo, “decadente y estelar”.

Pelé es un recuerdo a medias del que van en estos días a aparecer tantos registros y datos que empezaremos como en un mosaico finisecular a tratar de darle la gravitancia que una vez aprendimos.

Porque la Las Vegas del Elvis Presley setentero mucho más tarde y frente a la televisión viendo CSI descubriríamos que era bastante menos glamorosa y mucho más perturbadora que las luces de neón y el tintineo de las máquinas tragamonedas al son de un crooner envejecido y de mejores días cantando al fondo; y el Cosmos de Pelé habría sido una especie de cementerio de estrellas del balompié en sus días postreros.

Éramos aún muy niños para abrazar a la respuesta que daría la cultura del siglo XX a aquellos primeros intentos de hacer una sociedad del espectáculo de los cincuentas y los sesentas, ahora desde el punk y el situacionismo; y habríamos de esperar primero al Rock Latino de mediados de los ochenta y sobre todo al Grunge de inicios de los noventas para volver a la mesa de nuestros padres y decirles, “acá están nuestros propios eslabones en la historia del pop”; que serían Harrison Ford o Michael J. Fox, Kurt Cobain o Maradona.

Porque no solo se trataba de lo que psicólogos como Conway o Janssen han denominado el 'reminiscence bump', el salto de los recuerdos en que los hitos personales, pero también sociales de los quince a los veinticinco solemos considerarlos los mayores de la historia, generación tras generación, de la Silent a la Z, pasando por la Boomer, la X o la Millennial; sino que mirado ahora a la distancia debemos reparar en que luego de aquellos hitos seminales de los que nos hablaban nuestros padres sólo tenderían a ser replicados por las generaciones posteriores, sin nunca arribar del todo a reemplazarlos para siempre. 

Quizá esto último nadie lo dijo mejor que Nick Hornby al referirse al Brasil campeón del Mundo de 1970 con Pelé a la cabeza: 

“En cierto modo, Brasil nos estropeó a todos la fiesta. Pusieron de manifiesto una especie de ideal platónico que ya nadie sabría encontrar de nuevo, ni siquiera los propios brasileños”.

“En cierto modo, Brasil nos estropeó a todos la fiesta. Pusieron de manifiesto una especie de ideal platónico que ya nadie sabría encontrar de nuevo, ni siquiera los propios brasileños. Pelé se retiró del fútbol, y en los cinco mundiales siguientes sólo enseñaron algún atisbo muy aislado de aquel fútbol que era como el asiento de eyección automática, como si el Mundial del 70 no fuera más que un sueño que ellos mismos sólo recordasen a medias”.

Ha muerto Edson Arantes Do Nascimento y ya nuestros padres no son los treintones que nos predicaban de él y de aquellos otros hitos cuando niños, sino que también son ancianos o han ya partido, y Pelé es un recuerdo a medias del que van en estos días a aparecer tantos registros y datos que empezaremos como en un mosaico finisecular a tratar de darle la gravitancia que una vez aprendimos.

Porque para quienes somos cincuentones tempranos y algunos más jóvenes, nuestro recuerdo más vivo de él, como el de Elvis, es el de sus días de ocaso, en el Cosmos, en Las Vegas, en 1977, cuando el mundo que vendría recogiendo sus legados, los perpetuaría a la manera de un simulacro, como en el que todavía vivimos y del que no podemos despertar, añorando una época menos mainstream, cuando ellos -y también ellas- forjaron el panorama de la cultura popular a pulso y rompieron algo, o todo.

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