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Domingo, 27 de Julio de 2025
Entrevista

Presidente de la SECh sobre la caída en la producción de libros en 2022: “Este es un modelo suicida y las cifras son sólo la punta del iceberg”

Felipe Arancibia Muñoz

David Hevia, presidente de la SECh.

David Hevia, presidente de la SECh.
David Hevia, presidente de la SECh.

Interferencia conversó con David Hevia, presidente de la Sociedad de Escritores de Chile, sobre el último informe estadístico de la Cámara Chilena del Libro: “Da cuenta de una cantidad paupérrima de producción de títulos de libros chilenos”.

En 2022 sólo se publicó un libro en braille en todo Chile. En el mismo periodo, la Universidad de Chile apenas publicó 26 libros y otra casa de estudio estatal, como la de Universidad de O'Higgins, sólo sumó otros dos títulos a su haber. ¿Y la literatura para niños? Su producción cayó casi un 30% con respecto al 2021.

Estos son algunos datos disponibles en el último informe anual de estadísticas publicado a través de la Cámara Chilena del Libro por la Agencia Chilena del Código Internacional Normalizado para Libros (ISBN por sus siglas en inglés), y que da cuenta de la totalidad de libros editados y registrados durante el último periodo en el país, “con el fin de observar el desarrollo, evolución y proyecciones de la industria editorial chilena”.

Para analizar los datos y conocer su importancia en el desarrollo de políticas públicas, Interferencia conversó con el poeta, ensayista y presidente de la Sociedad de Escritores de Chile (SECh), David Hevia.

En esta línea, la cifra más general y cruda que se extrae del último informe es la baja en la producción anual de libros publicados, de 8.531 obras en 2021 a 8.288 en 2022.

Al respecto, Hevia pone en contexto este dato considerando que el informe recaba obras “no sólo de autores chilenos sino que de libros producidos en Chile, incluyendo autores de los cinco continentes o clásicos de la literatura o de la historia antigua, etc., lo cual agrava la situación”. Más aún “si se compara con la población chilena, que ya es de casi 20 millones”.

Sobre este retroceso, Hevia afirma que “lo primero que podemos decir es que estamos a años luz del registro de títulos de libros al año que publican los países desarrollados. Pero, en particular, es que los informes que tenemos anualmente del ISBN dan cuenta en general de una cantidad miserable, paupérrima, de producción de títulos de libros chilenos”.

En esta línea, el presidente de la SECh advierte que “las cifras que se produjeron ahora debieran llamar la atención de las autoridades y de una vez por todas sentarnos a conversar y a pensar los cambios urgentes que requiere este país, porque de lo contrario esto es un modelo de autodestrucción. Este es un modelo suicida desde el punto de vista educativo y cultural, y las cifras del libro que hemos conocido ahora son sólo la punta del iceberg, son lo que vemos”.

- ¿Qué tan grave es la baja en la producción de libros?

Es grave si se considera que el mismo informe señala que el 61% de los títulos de libros registrados en Chile por año corresponden al tiraje mínimo. Cuando hablamos de tiraje mínimo estamos hablando de un ejemplar hasta 500 ejemplares máximos. Cualquiera que multiplica se da cuenta que el techo de volúmenes que circula anualmente en Chile del libro registrado es enormemente bajo. Si eso es preocupante en general, más preocupante es constatar cómo de esos 8.500 y fracción de libros que se publicaron en el penúltimo informe, el último informe nos señala que aún ha descendido más. O sea, ya estamos bajo tierra y resulta que ahora bajamos otro 2,85% respecto de un global que era ya misérrimo.

Hubo una baja del "29,4% en literatura infantil. Es decir, no se está leyendo desde la primera edad. Estas cifras de libros son de alguna manera la radiografía de la sociedad que tenemos".

Entonces esa cifra que ya es una gravedad adicional respecto de lo que ha pasado en años anteriores para el último período tiene todavía mayor gravedad cuando nosotros consideramos lo que podríamos llamar las áreas estratégicas que debiese tener para el desarrollo cultural de cualquier país. 

- ¿Cuáles son esas áreas estratégicas?

Literatura, por ejemplo. En literatura se produjo una baja general de 11,26% respecto del año anterior. Eso es una baja violentísima. Sólo el rubro literatura dentro de todos los tipos de libros que se publican ya nos muestra una baja gigantesca en un año. Y si hacemos una radiografía al interior de lo que es literatura nos vamos a encontrar con una baja espeluznante de más de 30% en poesía, y nos vamos a encontrar con una baja preocupante de 6,7% en narrativa, que era siempre además lo que más se leía. También hubo una baja importante en el género ensayo dentro de literatura. Esa dimensión que se acerca más al desarrollo teórico dentro de las letras tuvo una baja de 14,51% sólo de un año a otro. Del 2021 al 2022 bajamos muchísimo en todo eso. 

"Tenemos una población de más de 190.000 personas ciegas y en todo un año sólo se publicó un libro en braille, pero este país vive hablando de inclusividad".

- ¿Hubo menos registros en otras áreas?

Este es un panorama general que lo completa, por ejemplo, el rubro de las ciencias puras, que tuvo una baja de 15,8% en sólo un año; 15,8% es una brutalidad. Esa baja es consistente con la baja que también se produce aún más grave en el área de filosofía, donde la caída estrepitosa es de 22,7% entre 2021 y 2022. 

También es altamente preocupante que a esas malas cifras se suma una caída de 13,65% en el área de libros sobre educación y de 29,4% en literatura infantil. Es decir, no se está leyendo desde la primera edad. Estas cifras de libros son de alguna manera la radiografía de la sociedad que tenemos. Este es un tema que va mucho más allá de si a alguien le gusta o no le gusta leer, es preguntarse ¿qué está pasando con la sociedad chilena?

- Y en el sentido de la inclusividad, el estudio detalla que sólo hubo una publicación en braille en todo el año… 

Tenemos una población de más de 190.000 personas ciegas y en todo un año sólo se publicó un libro en braille, pero este país vive hablando de inclusividad. Aquí está la prueba de que no hay inclusividad. Ese es un tema sumamente importante y es más que una deuda urgente. En Chile prácticamente no hay bibliotecas para ciegos. La más importante existe en la comuna de Providencia, bienvenido que exista, pero la inmensa mayoría de la población ciega de cualquier país del mundo vive en las poblaciones humildes, no en las ciudades más ricas. Ese es otro elemento de contexto a tener en cuenta, y ojalá que la autoridades nos escuchen en ese tipo de demandas, porque esto es desarrollo país. 

Ahora en Chile se vive hablando también, así como se habla de inclusión, se vive hablando de la descentralización, pero de qué centralización podemos hablar cuando más del 78% de lo publicado en un año fue publicado en la Región Metropolitana. Y es tendencial. La tendencia de la última década está por encima del 80% de libros publicados en la Región Metropolitana, por lo tanto estamos hablando de cifras muy duras, muy estructurales, de las que hay que hacerse cargo.

- El informe también detalla las cifras de registro de algunas universidades. ¿Qué hay con eso?

Creo que hay que hacerse cargo también de lo que está pasando en el nivel universitario, porque en cualquier país las esperanzas podrían estar puestas en los sectores que dicen ser la institucionalidad ilustrada de un país, ¿verdad? Y lo que ocurre en Chile es que en todo un año la Pontificia Universidad Católica, que es la que más publica, sólo sacó 150 libros; ojo que tampoco es tanto si hacemos una división por meses. Y la Universidad de Chile que es la universidad más grande del país y es una universidad del Estado, apenas publicó 26 libros en todo el año 2022. Si esa cifra, la sexta parte respecto de la Católica, es bajísima, hablar de la Universidad de Aysén y la Universidad de O'Higgins, con tres y dos títulos en un año, es francamente vergonzoso. Ahí tenemos que preguntarnos necesariamente en qué sentido se hace investigación en las así llamadas universidades y en qué sentido se está pensando desde esa institucionalidad de educación superior cómo compartir el resultado de esa investigación académica con la ciudadanía.

"Chile no tiene estadística comparable de lectoría, en los distintos niveles y las distintas dimensiones, desde el año 2014. Entonces ha pasado prácticamente una década en que estamos a ciegas".

- Respecto a políticas públicas, ¿qué pueden hacer, por ejemplo, el Ministerio de Cultura y el Ministerio de Educación a la luz de estos informes y cifras?

Aquí hay otro dato que es importante, mientras las dos editoriales privadas que más títulos registran el último año concentran 1.225 títulos aproximadamente, de un poco más de 5.000 que entraron en el estudio por editorial, el Ministerio de Educación, considerado como editorial por decirlo de alguna manera, más el Ministerio de las Culturas suman apenas 68 libros, es ridículo. Los dos ministerios más sensibles y directamente vinculados con el libro como plataforma de difusión, prácticamente no publican en Chile. Es como si estuviéramos hablando de un Estado sin brazos y sin piernas para actuar. 

Entonces qué se puede hacer. Primero hay que hacer una reforma educativa, profunda, real y ajena a los discursos. Ejemplo: el año 97 en Chile se hizo una reforma bajo el gobierno de Frei, que consistió básicamente en duplicar la jornada escolar, pero eso no es la solución para el aprendizaje en ningún sentido. Hoy tenemos jóvenes y niños absolutamente estresados, con una carga académica insoportable, porque alguien creyó que ocho horas de matemática a la semana eran más favorables al conocimiento que cinco horas de matemática con la misma infraestructura pobre, con el mismo profesor y con una jornada extenuante. Si en invierno los niños y los adolescentes llegan a oscuras a su casa arrastrando una mochila más pesada de la que arrastraban los jóvenes hace más de un cuarto de siglo. Entonces es importante mirar eso en perspectiva, porque hay estudios que hace mucho tiempo indican que un niño de quinto básico odia la lectura más que él mismo cuando iba en tercero básico y eso es tendencial. Es decir, algo evidentemente de esa sobrecarga está generando efectos muy negativos en la práctica lectora.

Ahora, aún considerando que una reforma educativa es fundamental, es relevante que hasta el 11 de septiembre del 73, hasta el golpe de Estado, las bibliotecas públicas chilenas atendían hasta las 11 de la noche, sábados, domingos y festivos. ¿Por qué? Porque era la oportunidad que había para que los trabajadores tuvieran realmente derecho a acceder a la lectura, al aprendizaje y a reforzar una escolaridad parcial, por ejemplo. Hoy esas posibilidades no existen. ¿Por qué las bibliotecas cierran hoy a las 6 de la tarde? ¿Qué trabajador podría ir cotidianamente a buscar un libro a una biblioteca? No existe. 

"Lo que nos importa es, por ejemplo, que pese más el acceso a la lectura y el libro en espacios democráticos como pueden ser las bibliotecas públicas y allí es donde hay una debilidad muy grande. Todavía es muy modesta la compra pública de libros".

- ¿Qué ministerio debe hacerse cargo del acceso a la lectura para quienes no pueden?

Es una responsabilidad que tiene que asumir el Ministerio de las Culturas y asumirla positivamente, pero eficazmente sobre todo. Porque además ocurre otra paradoja: las bibliotecas más grandes y más ricas en materia de bibliografía no están donde están las mayores necesidades, no están en las comunas más pobres, no están en las zonas donde hay menor escolaridad, sino que todo lo contrario. Entonces a mí me parece fabuloso que una de las cinco comunas más ricas de Chile, tenga más de 60.000 volúmenes disponibles para su público, pero me parecería interesante que a los mismos más de 60.000 volúmenes puedan acceder los habitantes de todas las comunas del país incluyendo las más pobres. Entonces tenemos una realidad sumamente asimétrica, hay bibliotecas en Chile que tienen 25 veces menos libros de los que acabo de citar, por lo que hay alguien que no se está haciendo cargo de la política pública que está detrás de ese fenómeno, que no implica sólo acceso a la cultura, es la idea de equidad en el sentido social del término.

- Estas son cifras de registro y producción, ¿qué hay con las de lectoría y consumo?

Cuando se estaba por aprobar el borrador final de la política del libro que inauguró el Presidente hace poco tiempo para este quinquenio, nosotros hicimos ver al consejo que tenía que haber un flujo de inversión en estadística comparable. Y Chile no tiene estadística comparable de lectoría, en los distintos niveles y las distintas dimensiones, desde el año 2014. Entonces ha pasado prácticamente una década en que estamos a ciegas. Por eso es que los datos del último informe, que son muy importantes y duros, en realidad sólo son la punta del iceberg, porque hay otros datos que no tenemos. Sabemos que estamos, por indicadores parciales, en cifras miserables de lectoría y sobre todo de comprensión lectora. Tenemos dos estudios, uno de la Universidad de Chile que dice que el 84% de los chilenos no entiende lo que lee, y otro de la OCDE que es más duro, que indica que solo el 2% de los chilenos entiende correctamente lo que está leyendo. 

- ¿La nueva política del libro contempla recopilar estas estadísticas?

Se consiguió el compromiso, cuando lo planteé al Consejo del Libro y la Lectura, se planteó el compromiso y se recoge el espíritu en la política del libro de que exista una unidad de análisis para que los datos estén presentes. Cada vez que el Estado de Chile decide por la razón que sea omitirse, por ejemplo, de participar en una prueba internacional como PISA u otra con resultados estandarizados, cada vez que eso ocurre perdemos una herramienta poderosa de análisis de la situación real. Entonces cuando nosotros hablamos de comprensión lectora, no solamente estamos hablando de qué pasa con un niño, un adolescente o un adulto cuando se sienta con una novela o con un ensayo, está pasando que no hay capacidad de responder a un problema matemático elemental. Por ejemplo, hay estudios sobre profesionales del área de las humanidades que egresan de la universidad y se titulan sin escribir bien en su lengua nativa. Ahí hay otro factor incorporado a la institucionalidad, no sólo la autoridad gubernamental por decirlo así, sino que también la institucionalidad universitaria ha ido haciendo vista gorda con una serie de cosas de las que tendría que tener una expresión más autocrítica.

- Las políticas estatales hablan de la industria del libro. ¿Dónde quedan las bibliotecas?

En Chile cuando se habla de la circulación del libro y del acceso al libro y la lectura ha sido muy típico, muy tendencial, transversalmente en las autoridades de las últimas décadas, el pensar en el negocio del libro, en la venta del libro, pero nosotros no nos preocupa eso. Lo que nos importa es, por ejemplo, que pese más el acceso a la lectura y el libro en espacios democráticos como pueden ser las bibliotecas públicas y allí es donde hay una debilidad muy grande. Todavía es muy modesta la compra pública de libros, pero además los escritores no están presentes, no están representados en el equipo que define qué libros van a parar a los anaqueles de las bibliotecas y creo que es importante incorporar la dimensión no lucrativa de la circulación del libro como es el caso de las bibliotecas, como es el caso de utilizar el libro digital como concepto para la socialización de la obra, salvaguardando los derechos de autor y todo aquello por supuesto. Ahí hay una oportunidad única para que el libro digital tenga un peso democratizante, por decirlo así, pero también tienen que tener los estudiantes y las personas lectoras más humildes acceso a redes, tienen que tener acceso a Internet, tienen que tener acceso a un computador y, en este país, eso todavía no ha sido asimilado profundamente en el nivel de la institucionalidad, ahí hay unos desafíos importantes que resolver.

"Hace 50 años Chile tuvo una experiencia notable que fue la experiencia de la editorial Quimantú, que logró producir más de 11 millones de ejemplares vendidos".

- ¿En qué posición quedan los escritores en medio de esta baja tendencial de la producción y registro de libros?

Hay una precarización de la vida del escritor que es correspondiente a la precarización de la cultura de toda la ciudadanía, porque el escritor necesita lectores. Es decir, a menos libros publicados tenemos menos condiciones materiales de circulación de la obra. 

- ¿Qué experiencias o políticas públicas se pueden aplicar en este contexto de baja lectoría y producción?

Hace 50 años Chile tuvo una experiencia notable que nosotros como Sociedad Escritores de Chile hemos divulgado en, por ejemplo, la última Feria del Libro de Buenos Aires, que es la experiencia de la editorial Quimantú. Es decir, el Estado de Chile tuvo una editorial estatal que en apenas dos años y dos meses logró producir más de 11 millones de ejemplares vendidos. O sea, que alguien accedió a ese material, no es que simplemente se imprimieron. Esos libros fueron vendidos a un precio simbólico que permitió que en Chile los más humildes accedieran a obras clásicas de la literatura nacional y de la literatura universal. Y que además fue una editorial que se preocupó de divulgar ciencia a través de sus revistas y que se preocupó y fue vanguardia en América Latina en divulgar revistas de literatura infantil y cuentos infantiles. 

Ahora, ¿es posible reeditar una experiencia de ese tipo? Sí. Aunque hay un sector conservador del país que se opone y por eso no quiere cambiar la Constitución y quiere que siga la prohibición de que el Estado se haga cargo de áreas estratégicas. Entonces yo le pregunto a las autoridades, ¿es posible una sociedad desarrollada sin aprendizaje y sin conducta lectora? No. Cuando nosotros miramos hacia los países desarrollados nos vamos a encontrar con indicadores de lectoría muy altos. Y esos indicadores de lectoría además están asociados a ciertos niveles de calidad de vida, porque el bienestar también tiene que ver con el desarrollo intelectual y la capacidad creativa de los ciudadanos, no sólo de los escritores, ojo con eso. El libro es un artefacto maravilloso en el sentido de que tú puedes pasearte por ahí por la historia de la pintura, puedes tener un libro de pintura, un libro de fotografía, de escultura, un libro de música, de arquitectura, etc. Todas las disciplinas del saber pueden ser incorporadas a un libro y, sin embargo, no están hoy día. No hay un incentivo público a la circulación y a la creación de obras literarias. Por ejemplo, tenemos el impuesto al libro más alto del planeta. Eso es una vergüenza en cualquier contexto. En Chile el libro per se es caro, pero además eso aparece gravado por un impuesto récord que tenemos, que debiera ser cero por razones éticas. 

Aquí es importante también tomar en cuenta los diagnósticos errados que ha hecho el Estado recientemente. Por ejemplo, bienvenida la nueva política pública que se ha hecho para el libro hace un par de meses, pero quiero recordar que la política pública que estuvo vigente desde el año 2015 hasta hace un par de meses decía literalmente que los privados estaban haciendo un esfuerzo por llevarnos a hacer de nuevo a Chile un país potencia en materia editora. ¿De qué están hablando? Las cifras hablan por sí solas y son desde luego trágicas.

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