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Sábado, 9 de Agosto de 2025
[La columna de Yasna Lewin]

Si este no es el pueblo, el pueblo dónde está…

Yasna Lewin

Pretendieron incursionar en la institucionalidad, incluso antes de refundarla, saltándose los mecanismos básicos de la representación democrática, es decir, organizaciones reguladas, transparentes, con sistemas de rendición de cuenta y con democracia interna. Enjuiciaron a los partidos, pero aplicaron estándares aún mas bajos para sí mismos.

La Lista del Pueblo aportó 27 de los 48 escaños independientes a la Convención Constitucional. También los partidos políticos llevaron liderazgos no militantes y todos ellos, junto a los 17 convencionales de los pueblos originarios, sumaron un 60% de representantes ajenos al sistema tradicional de representación.

Ha sido una brisa fresca que le brindó al proceso constituyente una legitimidad basada en la diversidad y la autonomía respecto a poderes impugnados como el sistema político, sus componendas e historias de corrupción. Una inyección de experiencias e ideas distintas, que supo articular la voluntad de auténticos servidores sociales para construir una nueva Constitución.

Una pequeña camarilla oportunista excedió el mandato de la voluntad popular de hacer una nueva Constitución, y utilizó las mismas malas prácticas que sus elegidos prometieron erradicar.

El valor agregado a la democracia tradicional radicaba en cada candidato y candidata autónomamente, no en el conjunto. Su articulación a través de listas era un instrumento circunstancial que permitió a las comunidades específicas llevar hasta la Convención a una o uno de los suyos.

Sin embargo, algunos dirigentes se embriagaron con el súbito poder conferido por el pueblo y olvidaron que el encanto fue fruto del trabajo personal de cada convencional elegido, en sus diversos ámbitos sociales, territoriales, laborales y académicos. Una pequeña camarilla oportunista excedió el mandato de la voluntad popular de hacer una nueva Constitución, y utilizó las mismas malas prácticas que sus elegidos prometieron erradicar. Ingresaron a la cocina y prepararon un caldo a fuego tan rápido e intenso que se les terminó quemando la olla.

Pero esa no es la historia de los y las convencionales independientes, de distintas listas, entre ellas la “del pueblo”, que siguen trabajando intensamente en la redacción de un nuevo trato para Chile. Es sólo la anécdota de un grupo minúsculo que se trenzó en querellas intestinas para terminar inscribiendo de manera fraudulenta a Diego Ancalao como candidato presidencial, con el propósito evidente de montar un “emprendimiento político”, usando un poder ajeno.

Pretendieron incursionar en la institucionalidad, incluso antes de refundarla, saltándose los mecanismos básicos de la representación democrática, es decir, organizaciones reguladas, transparentes, con sistemas de rendición de cuenta y con democracia interna. Enjuiciaron a los partidos, pero aplicaron estándares aún mas bajos para sí mismos.

Por razones distintas, pero no tanto, ayer cayeron Ancalao y Gino Lorenzini. Cada uno, con historia y origen distinto, intentó corromper normas electorales creadas para depurar prácticas espurias como las que se destaparon en 2015, con el escándalo del financiamiento ilegal de la política.

Ese inmenso daño a la fe pública conocido hace 6 años, al menos, dejó un legado de sanas regulaciones del gasto en campañas electorales, como los límites y la transparencia en las donaciones.

La impunidad en los fraudes de SQM y otras empresas que quisieron capturar a los políticos, le sigue pasando la cuenta a nuestra democracia. Ese inmenso daño a la fe pública conocido hace 6 años, al menos, dejó un legado de sanas regulaciones del gasto en campañas electorales, como los límites y la transparencia en las donaciones; la eliminación del mecenazgo corporativo, para que solo puedan aportar dinero las personas naturales; y, el financiamiento público, para emparejar la cancha a competidores sin fortunas. Falta mucho por avanzar, pero es mejor tener estas regulaciones a no tener nada.

El descrédito de la actividad política ha impulsado ideas que pueden resumirse en la consigna “el pueblo unido avanza sin partidos”. Lo que no advirtieron los catones de la ética política es que la democracia siempre requiere instituciones sólidas y transparentes, lo que no significa que la representación deba ser privativa de los partidos. Las organizaciones sociales y los independientes también deben cumplir estándares de probidad. No se puede buscar atajos confiando solo en la pureza de las intenciones de algún grupo de representantes del pueblo. Porque cuando eso ocurre, poco se tarda en perder la virtud y rápidamente se abandona al pueblo. ¡Y si este no es el pueblo...!



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Comentarios

Comentarios

Excelente columna.Es difícil tapar un elefante detrás de un biombo.Sds

Muy buena columna, explica muy bien todo el enredo armado por algunos representantes de la lista del pueblo

*En Chile no hay democracia ni representación democrática: tan es así que hubo el llamado "estallido social" y que el pueblo clamó y exigió en todas las calles del país, una verdadera asamblea constituyente libre y soberana para realizar los múltiples cambios de fondo que necesitamos porque estamos asfixiados con tanto abuso, robo, saqueo, represión, salarios y pensiones de hambre, un extenso etc. *"...intentó corromper normas electorales creadas para depurar prácticas espurias..." No hay normas tan claras tanto que están diciéndole al señor Engels que hay que complementar esas "normas claras" porque justamente no son claras. *"...le sigue pasando la cuenta a nuestra democracia.". Otra vez, ¿qué democracia? * Obvio pues! fuera estos partidos corruptos; “el pueblo unido avanza sin partidos”.

Buena columna

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