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Martes, 22 de Julio de 2025
[Columna de opinión]

Tolerando a los peores

Lucio Cañete Arratia*

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Personas votando. Foto. Servel.
Personas votando. Foto: Servel.

A diferencia de situaciones cotidianas en que la ciudadanía expresa su descontento, ella parece ser altamente permisiva frente a empleados públicos de alta jerarquía que no hacen bien su trabajo. Es más, el pueblo muestra una amplia tolerancia ante los ineptos, embusteros, cobardes y ladrones que han llegado a conducir el Estado, dando cabida a que se instale la Kakistocracia o gobierno de los peores.

La Aristocracia o conducción por los mejores, régimen basado en el mérito y en la excelencia que toda sociedad racional aspira para sí, tiene su antónimo en la Kakistocracia, del griego kàkistos (peor) y kratos (gobierno). Aunque no está oficialmente incluida esta palabra en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, el fenómeno al cual ella alude es milenario. En efecto, Platón ya advertía sobre los peligros de la incompetencia administrativa en su obra La República, defendiendo la postura de que los asuntos públicos deben estar siempre a cargo de los más sabios. Posiblemente la historia con sus registros de fracasos cuando ocurría lo opuesto; es decir, cuando al poder llegaban los peores, estimuló al sacerdote Pablo Gosnold para que en 1644 durante su sermón político en la ciudad de Oxford acuñara el término de Kakistocracia. Pero fue en el siglo XIX cuando este fenómeno empezó a formar parte de la teoría política a través del poeta y diplomático estadounidense James Russell Lowell, quien manifestaba la preocupación de que a pesar del sistema democrático, su país cayera en manos de ineptos y malhechores. A medida que las democracias se expandían en el siglo XX, también lo hacían las inquietudes al notar que elecciones populares en varias ocasiones llevaban al poder a personas de cuestionable moral y mediana capacidad intelectual.  

Una de las razones más documentadas es la normalización de la corrupción y la ineptitud. Cuando estos comportamientos se convierten en algo común dentro del quehacer nacional, la ciudadanía puede llegar a aceptarlos como parte del sistema. Esto disminuye la indignación social reduciendo las ganas de expulsar a quienes no cumplen los estándares de calidad.

Pero lo que más llamaba la atención desde las ciencias sociales, es que estos individuos se mantienen a lo largo de los años en sus puestos pese a exhibir nítidas conductas éticamente reprochables y a la vez comportamientos torpes. De hecho, a pesar del paso del tiempo, ellos y los grupos de poder a los cuales pertenecen suelen mostrar una mediocre inteligencia que cuando la llegan a utilizar a su limitado máximo, es para fechorías. Ante este lamentable y a la vez sorprendente diagnóstico, diversos científicos no han tardado en sugerir los motivos por los cuales en algunos países el pueblo como soberano, tolera la Kakistrocacia.

Una de las razones más documentadas es la normalización de la corrupción y la ineptitud. Cuando estos comportamientos se convierten en algo común dentro del quehacer nacional, la ciudadanía puede llegar a aceptarlos como parte del sistema. Esto disminuye la indignación social reduciendo las ganas de expulsar a quienes no cumplen los estándares de calidad.

Otro de los motivos para tolerar la Kakistocracia es la resignación política o fatalismo donde se cree que la corrupción y la ineptitud son inevitables. En este escenario las personas optan por no participar en la vida política porque sienten que sus esfuerzos no harán ninguna diferencia.

En muchas sociedades, la relación entre el pueblo y los gobernantes está mediada por el clientelismo. Este fenómeno ocurre cuando los políticos distribuyen beneficios de manera selectiva a líderes sectoriales y/o locales a cambio de ciertos favores, entre ellos su apoyo para contener la reacción indignada del pueblo.

Estas tres causas y otras que hacen tolerable el manejo de los asuntos públicos por los peores deberían ser contrarrestadas por alguna reacción de los aristócratas. Así emerge la legítima cuestión de dónde están los mejores para depurar el sistema o al menos para intentarlo. ¿Dónde están los inteligentes, honestos y valientes para hacer frente a los kakistócratas? Al parecer en ninguna parte, confirmando la Kakistocracia. 

 

*Lucio Cañete Arratia es académico de la Facultad Tecnológica de la Universidad de Santiago de Chile.



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