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Lunes, 28 de Julio de 2025
Columna de Yasna Lewin

Vidas paralelas

Yasna Lewin

Tal como ocurrió en el estallido social, la realidad descoloca a las elites y muchas veces prefieren construir una dimensión paralela, donde la contradicciones se atenúan o desaparecen, y los debates eluden las causas principales del malestar social y la pérdida de confianza en las instituciones.

Dentro de una semana tendremos la respuesta a la gran pregunta que hay detrás del plebiscito: si la inflación, la violencia y la propaganda conservadora han abierto un nuevo ciclo político de repliegue popular y retorno al statu quo, o si se mantiene la energía transformadora del 2019 y su aspiración de construir un sociedad más justa.

La respuesta no será unívoca, porque se trata de dos realidades aparentemente opuestas pero compatibles, que podrían estar coexistiendo como capas diferentes del perturbado ánimo social post pandemia. 

Un pueblo empobrecido por la inflación y abatido por la delincuencia puede haberse cansado de la incertidumbre política pero sigue molesto con la desigualdad y esperanzado con los cambios.

Un pueblo empobrecido por la inflación y abatido por la delincuencia puede haberse cansado de la incertidumbre política pero sigue molesto con la desigualdad y esperanzado con los cambios.

A la espera del resultado del 4 de septiembre, la incapacidad de descifrar estos enigmas del Chile real mantiene perpleja a la elite política, sin poder predecir el destino de las urnas. Las proyecciones son obviamente inciertas, ante una elección inédita, en la que por vez primera se combinan la inscripción automática y el voto obligatorio, con el previsible efecto de una masiva concurrencia de electores populares que nunca antes habían votado y que nadie conoce porque tampoco responden las encuestas.

Como en todo plebiscito, y más allá de las retóricas relativistas, el elector tiene que optar entre dos posiciones: aprobará si cree que lo mejor para Chile es iniciar ahora un cambio significativo. Rechazará si cree que el actual orden de cosas es sostenible y nuestra convivencia social solo requiere ajustes menores. 

Desde las campañas del Apruebo y del Rechazo muchos se han esforzado en suavizar el carácter binario de esta votación. El “Rechazo por una mejor” es un fútil esfuerzo por esconder lo evidente: que si gana el Rechazo esa Constitución mejor es la actualmente vigente y si hay una nueva jamás repondrá el estado social y democrático de derecho. 

Desde el Apruebo las señales también han sido confusas. El 'Apruebo para reformar' lejos de transmitir confianza a la ciudadanía y certeza sobre el nuevo orden jurídico. Se ha convertido en un mensaje para apaciguar a la oligarquía y resguardar los escaños de senadores temerosos del desempleo y ofrecer a una siempre ansiosa elite política la oportunidad de 'intermediar' y revalorizar añosos cuadros políticos que hicieron de su profesión construir acuerdos 'en la medida de los posible'.

Querámoslo o no el plebiscito del 4 de septiembre no ofrece la opción 'rechazo la constitución actual y la nueva'; tampoco aparecerá en la papeleta la opción 'apruebo aunque no me gusta'.  Quizá por eso gran parte de la elite política tradicional observa perpleja cómo una vez más es incapaz de responder a este carácter binario de la coyuntura.

Tal como ocurrió con el estallido, la realidad descoloca a las elites y muchas veces prefieren, con la complaciente ayuda de los medios tradicionales, construir una realidad paralela donde la contradicciones se atenúan o desaparecen y los debates eluden las causas principales del malestar social y la pérdida de confianza en las instituciones.

Tal como ocurrió con el estallido, la realidad descoloca a las elites y muchas veces prefieren, con la complaciente ayuda de los medios tradicionales, construir una realidad paralela donde la contradicciones se atenúan o desaparecen y los debates eluden las causas principales del malestar social y la pérdida de confianza en las instituciones.

“La calle y las instituciones son realidades paralelas que se definen además en oposición una a la otra”, ha escrito el politólogo chileno Juan Pablo Luna, Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Carolina del Norte, en su análisis sobre los problemas de los partidos políticos después del estallido social. Y en esa paradoja, el oficialismo camina a tientas, transitando por una de las peores campañas electorales que se recuerde y a punto de tropezar de nuevo con la misma piedra de su desconexión con la ciudadanía. 

Luna agrega que “en la sociedad actual la legitimidad es una utopía” y “ser político -tradicional o emergente- se ha vuelto una pesadilla”. Aunque el Gobierno vive ese infierno para enfrentar la crisis económica y de seguridad pública, no ha sabido tomar precauciones y ha ido desperfilando su identidad, con una peligrosa tentación elitaria, que amenaza la promesa renovadora del Presidente Gabriel Boric. 

Si se impone el Apruebo habrá suficiente energía para una reorganización de La Moneda y emprender la transición hacia el establecimiento de un estado social. Pero si el resultado le es adverso, el oficialismo está muy cerca de sacar cuentas equivocadas, ceder a sus propias presiones conservadoras y entregar su magullado poder a la irreductible “fronda aristocrática” del “partido del orden”.  

Por cierto las coaliciones que cohabitan el Gobierno deben consolidar su unidad, complementarse y reconocerse en sus fortalezas y debilidades. La centroizquierda tradicional tiene una vasta tradición democrática, cuadros técnicos con experiencia y bases sociales en los territorios. Por su parte, el Frente Amplio ha demostrado una meteórica capacidad de desarrollo para llegar al poder con apenas diez años de existencia, gracias a su mayor sintonía con los movimientos sociales y un repertorio político renovado. 

Pero en una situación de debilidad es fácil confundir la búsqueda de experiencia con una restauración y ver canas donde en realidad hay meras ambiciones del viejo establishement.

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Comentarios

Comentarios

Algún comentario..? Impecable Yasna. Gracias

Cien por ciento de acuerdo. Estamos al límite de volver a una política de gestión de intereses que nos llevó a donde estamos hoy. Cuidado, lo único que sostiene a Boric es el retorno a una política decente y con valores.

Esa facilidad de sintetizarlo TODO, en tan pocas líneas, llega a ser abrumador... Las mujeres en definitiva nos harán libres.

buen analisis como siempre felicitaciones

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