Contrario a lo que uno ve y lee en la prensa tradicional -repleta de los mismos expertos hace años que, con muy pocas excepciones, “no vieron venir” la crisis social- en esta elección presidencial no se presentan dos modelos contrapuestos de país. Están los defensores acérrimos del actual modelo económico y social chileno y aquellos que proponen reformas al capitalismo chileno, el que -como nos recuerdan los casos de colusión que aparecen sin parar- tiene muchos más rasgos de ser una economía de amigotes de una misma clase social, que una economía de mercado competitiva.
Más allá de algunas generalidades, no está claro cuáles serían las reformas más estructurales -estructurales, de verdad- que proponen los candidatos de la centroizquierda. Tal vez su esperanza está puesta en que sea la Convención Constituyente la que conforme un programa de transformación al cual apegarse después. Si así fuera, esta renuncia a ejercer la voluntad política tiene que desembocar en elecciones anticipadas una vez que se apruebe la nueva Constitución.
Todo esto podría explicar por qué, a dos años del estallido social, nadie en la clase política, social y empresarial debate realmente sobre qué país queremos construir. No hay hoja de ruta: sólo defensa cerrada del modelo y reformas menores y poco claras del mismo.
Al igual que con la violencia que se observa en las manifestaciones -donde la clase política e intelectual mide sus credenciales democráticas en función de cuán fuerte es su rechazo a esta, pero sin mostrar el mismo afán condenatorio con la violencia estructural que sufren millones de ciudadanos diariamente-, el debate sobre el futuro de Chile está pauteado por los incumbentes de ese modelo. Ciertamente, una prensa tradicional sorprendentemente uniforme en sus enfoques editoriales, ayuda a proyectar un “consenso” que, en realidad, sólo existe en algunos sectores de la elite.
Todo esto podría explicar por qué, a dos años del estallido social, nadie en la clase política, social y empresarial debate realmente sobre qué país queremos construir. No hay hoja de ruta: sólo defensa cerrada del modelo y reformas menores y poco claras del mismo.
Como he mantenido varias veces en estos newsletter, creo que tendremos por delante unos años 20 llenos de incertidumbre.
Comentarios
Lo interesante es que
No hay que poner demasiada fe
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