Entre las muchas opiniones –generalmente favorables– que ha despertado Argentina, 1985 (Santiago Mitre, 2022), emergió de Twitter una adversa, que acusaba a la película de “marvelizar” un hecho histórico que trascendió décadas y fronteras.
Pues bien, ¿es tan así? Veamos… Cuando el primer montaje de la película estuvo terminado, los realizadores se lo mostraron a Victoria Alonso, una productora argentina con un puesto alto en Marvel, quien sugirió hacer la mezcla de sonido en Skywalker Sound e hizo gestiones para que alguien de su confianza se hiciera cargo de la música incidental, la que finalmente fue compuesta por el español Pedro Osuna.
Entonces, y en justicia, la “intervención” de Marvel en esta película se produjo cuando ya estaba argumental y visualmente concluida. Sin embargo, también se puede argüir que la película ya tenía “algo” que llamó la atención de esta ejecutiva de Marvel, algo que se podía potenciar artística y/o comercialmente al “marvelizarla”.
¿Y qué sería ese algo? Pues algo muy viejo. Viejo como el mito bíblico de David y Goliat, o la fábula de la tortuga y la libre, encarnado esta vez en la labor titánica del fiscal Julio Strassera (Ricardo Darín), su adjunto, el joven y oligarca Luis Moreno Ocampo (Peter Lanzani), y un grupo de abogados jóvenes que se congregaron para realizar en tiempo récord una misión diseñada para fracasar.
Como en las cintas clásicas de John Ford o de Einsenstein, o en las obras de Shakespeare, los personajes secundarios abren la historia a otros ánimos, equilibrándola y salvándola de caer bajo la siempre pesada solemnidad.
A ese algo se le podría agregar el proceso de conformación de este equipo, semejante al alegre y jovial casting de una banda de rock, como en The Commintments (Alan Parker, 1991), y a la cruzada de los niños: la cruzada de inocentes que se metieron en esto porque “no sabían” lo que sí sabía Strassera, y eso resultó ser una ventaja para el proceso.
También se podría considerar a los secundarios, como Javier (Santiago Armas), el hijo menor de Strassera, y aspirante a espía-detective, principal responsable de los toques de humor en esta historia, a costa de su simpatía y precocidad. O a la esposa del fiscal (Alejandra Flechner), sosteniéndolo con carácter e inteligencia; o su secretaria, soportándolo con carácter y algo de resignación. Como en las cintas clásicas de John Ford o de Einsenstein, o en las obras de Shakespeare, los personajes secundarios abren la historia a otros ánimos, equilibrándola y salvándola de caer bajo la siempre pesada solemnidad.
El juicio a los miembros de las juntas militares que gobernaron Argentina entre 1976 y 1983 es tratado con el respeto que se merece, por su importancia y su alcance, mientras que los hechos a probar en el juicio son escogidos por su dramatismo y también por su potencial modificador de conducta. Especialmente entre la clase alta ejemplificada en la madre de Moreno Ocampo, quien sobrelleva con aplomo el ser partidaria de los dictadores y también de su hijo que los enjuicia.
El guion de la película es meritorio por considerar esos elementos y tomarlos en serio. El juicio es un espectáculo, y eso no implica una banalización sino el reconocimiento de que la exposición de los hechos y los argumentos precisa de recursos retóricos para influir en el sentido común de las millones de personas pendientes de su desarrollo. En parte porque eso también puede incidir en el veredicto de los jueces, en parte porque también habrá otros veredictos, emitidos en las casas y en las calles de cada cuidad o pueblo de Argentina (y del mundo) que se sostendrán en lo expuesto y en la exposición.
Por ello, la inclusión y participación del amigo dramaturgo de Strassera desde el inicio del juicio es también un aporte a la película y al género al que pertenece, pues reconoce que tan importante como hallar la verdad es saber comunicarla. O inversamente: para contar mejor esta historia, se puede forzar que sus protagonistas sean vagamente conscientes de que esta historia será contada.
La omisión de las Malvinas parece encapsular los hechos en una fábula más simple y eficaz, especialmente para un público no familiarizado con los hechos contado y los omitidos.
El problema es que para contar esta historia de la mejor manera posible, los guionistas de la película (el propio Mitre y Mariano Llinás) también sacaron elementos; algunos importantes que explican bastante y cuya ausencia permite que lo que se nos cuenta sea una fábula más heroica y edificante de lo que pasó en la realidad.
Si los líderes de las juntas militares que gobernaron en dictadura llegaron a ser enjuiciados por el poder civil, se debió en gran parte a la indiferente e involuntaria colaboración de las fuerzas armadas británicas que dejaron en ridículo al mando militar durante la Guerra de las Malvinas. La caída de la dictadura y la deslegitimación de los militares como actores políticos no se explican sin esa derrota, y sin embargo no recuerdo que se la haya mencionado, ni en los textos introductorios ni en el desarrollo posterior de la trama.
Por lo mismo, el acto casi reflejo de comparar lo que pasó allá con lo que no pasó acá, parte viciado si no se considera esta inexplicable omisión; pues no es lo mismo perder un plebiscito que perder una guerra.
Pues bien, ¿es esto una “marvelización”? No exactamente, es otra cosa. La película se cierra con la sentencia y los tradicionales textos escritos a modo de epílogo explicando lo que sucedió después con Strassera y los otros protagonistas de esta historia. Nada que objetar ahí.
Lo que llama la atención es que estamos en un contexto mundial en que el núcleo moral de la película, el “Nunca más” del que todo lo demás es un eficaz envoltorio, está puesto en cuestión en el discurso y –en muchas partes– en los hechos, con el ascenso sospechosamente ubicuo de una derecha que reivindica o niega los crímenes que supuestamente nunca más deberían ocurrir.
La película no menciona explícitamente este contexto, pero puede que su mera existencia sea una respuesta ante él. Sin embargo, el efecto combinado con la omisión de las Malvinas parece encapsular los hechos en una fábula más simple y eficaz, especialmente para un público no familiarizado con los hechos contado y los omitidos.
Como el que vota en la elección de los Oscars, por ejemplo.
Acerca de…
Título original: Argentina, 1985 (2022)
Nacionalidad: Argentina
Dirigida por: Santiago Mitre
Duración: 140 minutos
Se puede ver en: Prime Video
Comentarios
El destino de la Junta
Añadir nuevo comentario