En la jerga publicitaria el 'concepto central creativo' es la identidad que se le confiere a una marca comercial para definir su eslogan y construir la narrativa de sus estrategias comunicacionales. Esta técnica también se usa en la comunicación política para posicionar proyectos propios o debilitar la imagen de los adversarios.
Es exactamente lo que ha hecho la oposición al levantar el motejo de “gobierno en práctica” y acusar a los líderes oficialistas de “debilidad frente a la delincuencia”. Y es justamente lo que el Gobierno le ha obsequiado en una bandeja de plata ante la crisis política derivada de los indultos.
Tres son las responsabilidades del presidente Gabriel Boric en este episodio. Primero, la oportunidad escogida para los indultos, justo cuando se ultimaba el acuerdo nacional contra la delincuencia. Segundo, las palabras utilizadas para cuestionar el juicio contra Jorge Mateluna, que le costaron una innecesaria reacción de la Corte Suprema, aunque bastante desproporcionada a la luz de debates anteriores entre el máximo tribunal y otros presidentes. Tercero, la deficiente selección del equipo que puso en su escritorio la carpeta de uno de los indultados con prontuario previo al estallido.
Tampoco hay gran sorpresa en que ante la pérdida de poder siempre hay alguien que lo gana y, en esta coyuntura, es la ex Concertación, que se atribuye el derecho a reclamar mayor protagonismo, ya que su imagen de marca es poseer la experiencia y el oficio que le falta a sus aliados.
Por eso, si volvemos al lenguaje publicitario, y evaluamos el 'marketing de reputación', no hay duda que la 'marca Boric' perdió reputación y poder con este episodio.
Tampoco hay gran sorpresa en que ante la pérdida de poder siempre hay alguien que lo gana y, en esta coyuntura, es la ex Concertación, que se atribuye el derecho a reclamar mayor protagonismo, ya que su imagen de marca es poseer la experiencia y el oficio que le falta a sus aliados. Sin embargo, basta una evaluación rápida para observar que ninguno de sus gobiernos anteriores libró de graves “desprolijidades”, malas prácticas y crisis:
Fue Eduardo Frei quien indultó a dos narcotraficantes, pidió al Consejo de Defensa del Estado que dejara impune al hijo del ex dictador en el caso 'Pinocheques'. Fue ese presidente democratacristiano el que nombró un director de Gendarmería y una ministra de Justicia cuya negligencia permitió la fuga de los asesinos de Jaime Guzmán, y quien aceptó las indemnizaciones millonarias de los directores de empresas públicas al final de su gobierno.
Fue el socialista Ricardo Lagos quien tenía la conducción política al momento del escándalo Mop-Gate. En su gobierno circulaban sobres con sobresueldos para sus ministros y se produjo el robo millonario a Corfo por la empresa Inverlink, cuando la repartición pública era presidida nada menos que por su yerno.
La mayoría de estas crisis finalizó con acuerdos entre gobiernos y oposiciones, conscientes de que el sistema político es uno e indivisible. A la hora de castigar y desconfiar, la ciudadanía no distingue entre gobierno y oposición, simplemente protesta o busca una alternativa populista por fuera de la oferta de los partidos tradicionales.
Michel Bachelet guardó silencio sepulcral en el caso Caval, que protagonizó su hijo biológico. También fue ella la que permitió una operación del SII para cerrar los casos de financiamiento ilegal de la política, encabezado por su hasta entonces hijo político.
Sobre los gobiernos de Sebastián Piñera las desprolijidades, conflictos de interés y mala fe han llenado tantas páginas, que resulta hasta aburrido enumerarlas. Por destacar algunas, escandalosos conflictos de interés en la venta de mineras en paraísos tributarios, uso de información privilegiada para negocios personales, normalización del nepotismo, violaciones a los derechos humanos, adulteración de cifras por muertes de Covid y, por cierto, la enorme responsabilidad política de haber prendido la mecha de un estallido social sin precedentes.
La mayoría de estas crisis finalizó con acuerdos entre gobiernos y oposiciones, conscientes de que el sistema político es uno e indivisible. A la hora de castigar y desconfiar, la ciudadanía no distingue entre gobierno y oposición, simplemente protesta o busca una alternativa populista por fuera de la oferta de los partidos tradicionales.
Calienta la calle e irrita las urnas, como ha dicho el informe anual 2022 del Instituto para la Democracia y Asistencia Electoral, IDEA. “El descontento también va en aumento. Impulsada por la pobreza, la desigualdad, la inseguridad, la corrupción y los efectos de la pandemia, la gente acude a las urnas y a las calles en busca de un cambio”, reza el informe anual en el capítulo sobre nuestra región.
Conviene purgar responsabilidades y corregir el rumbo de las negligencias, los errores y las malas prácticas que abundan en todos los gobiernos. Y no se trata de empatar, sino de mirar las crisis en sus respectivas magnitudes y contextos.
Por eso, conviene purgar responsabilidades y corregir el rumbo de las negligencias, los errores y las malas prácticas que abundan en todos los gobiernos. Y no se trata de empatar, sino de mirar las crisis en sus respectivas magnitudes y contextos, juzgarlas con la misma vara y aunar voluntades para resolverlas, no para agudizarlas ni tampoco para esconderlas.
La diferencia entre los gobiernos anteriores y la administración de Boric es que se despliega en medio de una 'policrisis' económica, migratoria y criminal. La otra diferencia es que la fragmentación y descomposición de los partidos ha reducido la voluntad de diálogo y acuerdos. Basta recordar que el secretario general de RN, Diego Schalpern, exhortó a los líderes opositores a “atrofiar el gobierno de Boric”.
¿Quién dijo que la demanda por caras nuevas no sigue viva? ¿Quién puede afirmar que las canas por si mismas evitan los errores?
Llegó la hora de abandonar la descalificación efebofóbica hacia las nuevas generaciones de políticos y hacerse cargo de los escándalos que durante décadas cada gobierno ha sabido administrar, para luego guardar en el sótano.
Al presidente Boric le quedan tres años para corregir las debilidades de su administración, implementar controles eficaces, elevar las competencias de su equipo y consolidar la alianza de sus coaliciones. Solo así evitará abultar las repisas donde sus predecesores han almacenado peores errores, desprolijidades, escándalos y acuerdos de salvataje.
Comentarios
El gobierno de Gabriel Boric
Calentando calles e irritando
Excelente una vez más doña
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