Ayer jueves y a la edad de 70 años falleció en el Hospital Universitario Central de Asturias el periodista y escritor, Luis Sepúlveda, producto del Covid-19. Su deceso coincide casi de manera exacta con uno de los hechos más trascendentales de su vida, que es a la vez uno de los más desconocidos.
Cuaderno de viaje (1986), Mundo del fin del mundo (1996) e Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar (1996), son algunos de los títulos de su vasta obra. Pero sin lugar a dudas es su libro Un viejo que leía novelas de amor el que marca un antes y un después en su carrera.
Según los registros oficiales, este trabajo fue publicado por primera vez en Francia en 1992, sin embargo, existió una edición anterior en Chile publicada en mayo de 1990, la cual fue retirada del mercado antes de alcanzar la popularidad.
“Estamos, con toda probabilidad, ante una de las mejores creaciones literarias de esta nueva narrativa que se funda en lo que llaman ‘magia de la realidad’, y con la cual Sepúlveda y otros autores buscan separar aguas de aquella que dio origen al “realismo mágico”.
El párrafo anterior corresponde al prólogo de dicha edición de 1990 y estuvo a cargo del periodista Juan Pablo Cárdenas, en aquel entonces director de la revista Análisis y el principal responsable de la primera impresión del libro.
Algunos años antes, en medio de un viaje por Hamburgo, Alemania, Cárdenas visitó la casa de la periodista alemana Anna Petersen y en ese lugar conoció a Sepúlveda.
“En esa larga noche discurrimos de todo lo que se hablaba en los encuentros de los exiliados con quienes veníamos del interior. Sin sospecharlo, desde allí forjamos una larga amistad y volví con el compromiso de editarle bajo el sello de la revista Análisis su texto Un viejo que leía novelas de amor. Se trató de una edición rápida, artesanal y extraña, porque de verdad muy pocos, casi nadie, sabía en nuestro país de quién se trataba”, relató ayer jueves el periodista y amigo del escritor en su columna Adiós Lucho Sepúlveda, publicada en juanpablocardenas.cl.
Un viejo que leía novelas de amor había ganado en 1988 el premio Tigre Juan de la ciudad de Oviedo en España, pero todavía no era editada en ninguna parte del mundo. En 1989 se empezó a cumplir la promesa de Cárdenas y todavía bajo la dictadura de Augusto Pinochet, se realizó la inscripción de la obra en Santiago de Chile para que saliera a través de la editorial Emisión, la cual pertenecía a la revista Análisis.
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Finalmente en mayo de 1990, ya durante el gobierno de Patricio Aylwin (DC), se imprimió en Alerce Talleres Gráficos por primera vez Un viejo que leía novelas de amor. La portada estuvo a cargo del diseñador José Bórquez, mientras que la fotografía de la contraportada fue un trabajo de Anna Petersen.
Una rareza en la bibliografía
La novela de Sepúlveda estaba publicada en Chile, pero hasta ese momento, en 1990, no tenía la popularidad que alcanzaría años más tarde. Quizás algo que tuvo que ver con esto fue que tiempo después de su lanzamiento fue retirada del mercado chileno.
En conversación con INTERFERENCIA, Juan Pablo Cárdenas recordó que “con el tiempo consiguió que le publicaran en una editorial francesa. Le pusieron como condición que fuera inédito. ‘Lucho’ apenas pudo vino a Chile y empezaron a recuperar todos estos ejemplares que estaban en librerías”, dijo.
Según corroboró a nuestro medio Víctor Hugo de la Fuente, director de Le Monde Diplomatique, ex periodista de revista Análisis y amigo de Sepúlveda, el escritor compró las copias de la primera edición de la novela. Según su versión, esto habría sido porque el acuerdo con la editorial francesa habría comprometido los derechos en todo el mundo, lo que incluía Chile.
Pero la publicación de editorial Emisión no fue en vano. En una publicación de 2008 en El Mercurio, a propósito de las 18 millones de copias vendidas de Un viejo que leía novelas de amor, se menciona que Anne Marie Métailié, dueña de Editions Métailié, encontró en algún momento una copia “artesanal” del libro.
Esa mención se refiere al primer encuentro que tuvo esta editora francesa con la novela de Sepúlveda durante la Feria de Fráncfort a principios de los noventa. La mujer tenía frente a sus ojos la edición santiaguina de la obra y esto resultó fundamental, puesto que de ahí nació la idea de publicarla en su sello, lo cual se concretó en 1992 en Francia.
A partir de la edición de Editions Métailié el trabajo de Sepúlveda comenzó a masificarse en todo el mundo, según recordó el diario El País.
En su columna, Juan Pablo Cárdenas menciona sobre Sepúlveda -quien también escribió para revista Análisis- que “Lucho se nos va en tiempos de pandemia y cuando en nuestro país circulan otra vez los aires de impunidad, ahora por obra y gracia de Sebastián Piñera, su gobierno y los jueces abyectos que se resisten a morir. Quizás fallece en el momento mismo que debiera hacerlo, porque no estoy seguro si habría resistido los virus de la desvergüenza política. El dolor de los pobres y excluidos que recibieron el don y ahora legado de su vida y ejemplo”.
En tanto, Víctor Hugo de la Fuente declaró a INTERFERENCIA ser admirador de la obra entera de su amigo y lo recuerda como un excelente contador de historias. Su cercanía con el escritor comenzó en 1992, en medio de una de las tantas noches de conversación que tuvieron. El ahora director de Le Monde Diplomatique se percató de que en su biblioteca había una copia de la edición santiaguina, la cual guarda hasta hoy. En 1990 la compró como una más de las publicaciones de editorial Emisión, sin saber la popularidad que tendría la obra en el futuro, pero mucho menos que él terminaría siendo uno de los mejores amigos del autor.
Comentarios
Sí, la verdad es que vuestra
Leo este artículo donde se
Gracias por publicar la
Estimado Sr Alarcón,
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