La pandemia del Covid-19 ha mostrado la desigualdad de Chile en sus múltiples facetas y la educación no ha sido una excepción.
El ministro de la cartera, Raúl Figueroa, ha llamado a despolitizar y desdramatizar el retorno presencial al aula de la educación básica y media. Por su parte, el presidente Sebastián Piñera informó que la vuelta a clases se realizará a partir del 1° de marzo, fecha en la que las distintas escuelas deberán comenzar a recibir alumnos, de manera diferida, en caso de que los apoderados decidan enviarlos y en que hayan condiciones ajustadas a un protocolo.
Es evidente que retornar a clases es una necesidad, sin embargo, a la luz de la evidencia científica, las conclusiones de cómo efectuar dicho retorno no parecen ser tan claras, pues el movimiento podría golpear sanitariamente con mayor fuerza a los sectores vulnerables y así aumentar el ritmo general de contagios de la pandemia.
Esto se obtiene de analizar desde una perspectiva científica los diversos factores que inciden para un retorno presencial seguro a las aulas de la educación básica y media. De tal modo, la primera pregunta que surge es: ¿basta con vacunar a los profesores para dar inicio a las clases presenciales en marzo?
La respuesta es no, dados distintos problemas asociados que se desarrollan a continuación.
El problema del timming
De acuerdo al protocolo de la vacuna Coronavac de la empresa china Sinovac -la que se aplica masivamente en el país- el proceso de vacunación consiste en dos dosis separadas por 28 días. A esto se le debe añadir un período de entre 7 y 14 días posteriores a la segunda dosis para que el o la inoculada genere el óptimo de anticuerpos (ver evidencia en artículo de The Lancet del 3 de febrero de 2021).
Los profesores deberían contar con la inmunidad total que ofrece la vacuna recién a mediados de abril.
Un lapso que hay que tener en consideración, dado que el proceso de vacunación de profesores comenzó el 15 de febrero de 2021 y que la inoculación de la primera dosis para este segmento se extenderá hasta el 25 del mismo mes. Es decir, los profesores deberían contar con la inmunidad total que ofrece la vacuna recién a mediados de abril, la que no impide contagios, pero que sí previene de hospitalización y desarrollo de una enfermedad grave o moderada.
Otro actor que hay que considerar para el timming de reapertura es a los niños, niñas y adolescentes (NNA), particularmente de los sectores más vulnerables. Esto, pues un buen número de ellos conviven con mayores de 60 años o con personas que padecen alguna de las comorbilidades de riesgo mencionadas por el Ministerio de Salud (Minsal), como la obesidad o la hipertensión arterial, que son más prevalentes en los sectores más vulnerables. Un sector al cual todavía no se ha vacunado, y quienes todavía pueden implicar la saturación de los sistemas de atención en salud. El total de enfermos crónicos menores de 60 años es de 1,5 millones, según datos del INE de 2017.
Si el retraso de la vacunación de este sector sólo fuera hasta mediados de marzo, cómo se ha anunciado, se podría pensar en que los riesgos para estas familias en su conjunto disminuirán de manera considerable recién a comienzos de mayo.
Estos datos son relevantes en el debate reciente, en el que muchos han argumentado que no es viable esperar hasta que se vacunen todos para comenzar las clases presenciales.
Lo anterior es cierto y cobra mayor validez dada la escasez de vacunas, pero no es menos cierto que esperar a inmunizar a esos grupos de riesgo ante la apertura de los colegios puede ser clave para disminuir la probabilidad de enfermedad grave o moderada de este grupo, y así no colapsar el sistema sanitario.
Después de todo, los casos diarios en la última quincena no han bajado de 3.000, la curva de contagios es exponencial, y -además del riesgo de contagio que existe en el aula- también puede haber riesgos durante el traslado en el transporte público de docentes, alumnos y cuidadores.
Los riesgos para los mayores de 60 años con comorbilidades podrían disminuirse considerablemente recién a comienzos de mayo.
En Chile, hay bastante variabilidad en la forma de desplazamiento de escolares entre comunas, siendo el Gran Santiago una de las zonas urbanas con mayor movilidad, donde alrededor del 50% de los estudiantes de educación media municipal realizan sus estudios fuera de la comuna donde viven, y este traslado se realiza principalmente en transporte público. Una situación similar ocurre incluso en zonas rurales y ciudades pequeñas de Chile, según lo señala un estudio de David López Moreno y colaboradores (ver referencia en paper de la Universidad Iberoamericana de México de 2020: Crecimiento e inclusión en los territorios rurales-urbanos de Chile).
Patricio Rodríguez -académico del Instituto de Estudios Avanzados en Educación e Investigador del Centro de Investigación Avanzada en Educación de la Universidad de Chile- por su parte analizó en 2020 los datos de matrícula y residencia disponibles en el Ministerio de Educación (Mineduc) y logró graficar el desplazamiento de los estudiantes chilenos de educación básica y media en las 16 regiones de Chile. En la investigación, Rodríguez concluye que hay al menos 400 mil jóvenes que se desplazan a otra comuna para estudiar. Santiago es la comuna que recibe más estudiantes. Por ejemplo, 25 mil estudiantes viajan desde Puente Alto hacia Santiago diariamente (ver referencia en artículo de Ciper de abril de 2020).
Todo esto implica que ante la apertura de clases presenciales existirá un mayor número de personas desplazándose en transporte público. ¿Cómo podría evitarse las aglomeraciones? ¿Cómo podría evitarse que estudiantes de distintas comunas, con diferentes niveles de contagio y en distintas fases, se mezclen en el trayecto a sus escuelas?
Todos estos factores contribuyen a que exista una probabilidad más alta de que el virus llegue a la población de riesgo y en consecuencia, aumenten los contagios y la probabilidad de hospitalización y saturación de la red sanitaria.
Al menos 400 mil jóvenes se desplazan a otra comuna para estudiar
El problema de la infraestructura
Aún si se llegara a mayo con inmunizaciones completas a profesores y mayores de 60 años con comorbilidades, hay otros problemas asociados a lo social y lo sanitario que hay que tomar en cuenta.
Cabe señalar que la inmunidad que otorga la vacunación tiene por objeto prevenir la hospitalización y la enfermedad grave en caso de contagio, pero la vacuna no está indicada para menores de 18 años. Sin embargo, los niños pueden contagiarse, enfermarse y también contagiar a otros (ver evidencia de OSF y Science Direct de febrero de 2021, Wiley Online Library de octubre de 2020 y US National Center for Biotechnology Information de agosto del 2020).
Es por lo anterior que existe una serie de recomendaciones, tanto de comportamiento como de requerimientos de infraestructura escolar para un retorno seguro a todas las aulas.
Conforme los lineamientos del BID de los 29 estudiantes promedio de una sala de clases en Chile, deberían asistir 10 para contar con máximas condiciones de seguridad y 19 con las mínimas condiciones.
En materia de infraestructura, en un estudio llevado a cabo por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID, 2018) se determinó que el tamaño promedio de las salas de clase de Chile es de 44 m2 para 29 alumnos, lo que implica que cada estudiante cuenta con 1,5 m2 de espacio en el aula.
Por otra parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda mantener distancia entre los asientos de los alumnos, separándolos y otorgándoles un espacio individual de entre 2,25 y 4 m2.
Según el informe Estrategias de reapertura de escuelas durante Covid-19 del BID, en el caso de Chile, para mantener la distancia mínima el número de alumnos debería disminuir en al menos un 34%, aunque para mantener una distancia ideal la reducción debiera ser de un 66%. Eso significa que de los 29 estudiantes promedio de una sala de clases, deberían asistir 10 para contar con máximas condiciones de seguridad y 19 con las mínimas condiciones.
Así como el mayor hacinamiento domiciliario ha sido un factor de aumento de los contagios en los sectores más vulnerables, también lo será para el espacio escolar. Para ahondar en la evidencia de este punto conviene consultar los artículos Datos muestran que Covid-19 puede ser hasta cuatro veces más mortal en Cerro Navia que en Vitacura de INTERFERENCIA y Hacinamiento: la variable clave en la propagación del Covid-19 en el Gran Santiago de Ciper.
El problema de la ventilación
Dentro de un espacio cerrado, respetar la distancia física es importante, pero no es suficiente para evitar el contagio de un virus que se transporta en aerosoles, conforme lo acreditó Nature en febrero de 2021. La renovación de aire -o ventilación- en espacios cerrados (hogares, transporte público, establecimientos educacionales, oficinas, hospitales, gimnasios, comercio, etc.) es fundamental, y sobre lo que no se ha enfatizado lo suficiente.
Se está frente a un virus que viaja por el aire. Es decir, una persona infectada lo exhala como un humo invisible que flota y puede ser inhalado por otras personas a su alrededor. Esto demuestra por qué la mayor parte de los contagios trazados ha ocurrido en interiores, conforme la evidencia aportada por Medrxiv en abril de 2020. Es el caso del contagio masivo del coro de Sakgit en Estados Unidos, conforme un paper publicado por Wiley Online Library de septiembre de 2020.
Cuando estamos en el exterior el aire que exhalamos se diluye rápidamente en el ambiente y no tiene mayores consecuencias en la transmisión del virus. En cambio, en lugares cerrados, es necesario renovar (o limpiar con filtros de alta eficiencia) constantemente el aire, de manera que el virus sea expulsado (o retenido por el filtro).
Midiendo la concentración de dióxido de carbono (CO2) es posible estimar la calidad del aire y decidir cuándo ventilar o filtrar. El CO2 es el gas que producimos cada vez que respiramos. Al aire libre su concentración promedio es de 0,04% -equivalente a 400 partes por millón o ppm-, mientras que concentraciones de CO2 elevadas (sobre 2.000 ppm) perjudican nuestras capacidades cognitivas (ver evidencia en Science Direct de agosto de 2011).
Históricamente la no ventilación ha estado asociada a la transmisión de agentes infecciosos por aerosoles, aunque no siempre se registró el requerimiento mínimo de ventilación como concentración máxima de CO2 (ver paper de Wiley Online Library de 2007)
Sin embargo, en la última década ha comenzado a documentarse evidencia acerca de requerimientos mínimos asociados a la presencia de CO2.
Por ejemplo, en una universidad de Taiwán en 2019 se eliminó un brote de tuberculosis implementando un sistema de ventilación que reguló el nivel de CO2 inferior a 1.000 ppm, conforme lo documentó Wiley Online Library en diciembre de 2019.
¿Cuántos establecimientos educacionales en Chile cuentan con ventilación artificial adecuada a la pandemia?
También el Laboratorio de Investigación en Fluidodinámica y Tecnologías de la Combustión (Liftec) de la Universidad de Zaragoza ha estudiado la ventilación de aulas en el contexto del Covid-19, evidenciando la necesidad de mantener una ventilación natural continua (equivalente a un m2 de abertura de puertas y ventanas) o intermitentemente cada 20 minutos para no sobrepasar 700 ppm de CO2, conforme una publicación de febrero de 2021 de la misma entidad.
Desde este mismo mes, el Ministerio de Salud de España recomienda que la ventilación natural sea optimizada, disponiendo puertas y ventanas de forma cruzada, en base a los estudios previos de Liftec y de la organización Aireamos.
Por su parte, la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard y la Escuela de Ingeniería CentraleSupélec de la Universidad Paris-Saclay también han elaborado guías para cuantificar la renovación de aire al interior de las aulas (ver aquí las referencias de Harvard y de CentraleSupélec).
La Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos recomienda aparatos mecánicos para reforzar la ventilación natural de ambientes, como extractores o sistemas de aire acondicionado con toma de aire exterior. Eventualmente, estos sistemas mecánicos pueden incluir filtros de alta eficiencia (Hepa) para purificar y reciclar el aire. Estos complementos a la ventilación natural se vuelven indispensables en invierno y en zonas geográficas con bajas temperaturas externas.
Por otra parte, conceptos básicos de mecánica de fluidos permiten inferir que las barreras de acrílico en los pupitres o las hileras de butacas en cines o auditorios pueden generar zonas de recirculación local (turbulencias) que atrapan los aerosoles y no permiten una correcta aireación.
Todos estos antecedentes sugieren que se debería pensar en planes de retorno al aula presencial de acuerdo a la infraestructura disponible y a las condiciones climáticas de donde se encuentra cada escuela, tal como lo señaló ayer 23 de febrero el presidente Piñera.
Sin embargo, solo tal vez algunos establecimientos de algunas comunas puedan mantener clases al aire libre por una buena parte del año o con sistemas científicos de ventilación o filtros. Esa no es la realidad de la mayor parte de los establecimientos educacionales de Chile, tanto por localización geográfica como por infraestructura edilicia.
Entonces, si las clases al aire libre no son posibles, cabe preguntarse ¿cuántos establecimientos educacionales en Chile cuentan con ventilación artificial adecuada a la pandemia? ¿Pueden todos los municipios por igual afrontar estas necesidades estructurales?
Los problemas de las mascarillas y el lavado de manos
Se ha hecho hincapié en el uso de mascarillas para el retorno seguro a la presencialidad escolar. No obstante, Chile adolece de una escasez de mascarillas certificadas por organismos reconocidos, inclusive para el personal de salud.
Estas certificaciones aseguran cierta eficiencia de filtración de partículas a través de la mascarilla. Esta eficiencia puede tener porcentajes variables entre 90 y 99%, según el tipo y marca (ver evidencia del US National Center for Biotechnology Information de septiembre y diciembre de 2020).
El uso de las llamadas mascarillas sociales, no está regulado y no requieren certificación. Estas mascarillas posiblemente serán el tipo más usado por el estudiantado chileno, pero al no haber una normativa y no estar certificadas es imposible predecir cuál será su real utilidad en un espacio cerrado.
Por este motivo sólo se puede decir que las mascarillas sociales serán un complemento dentro de un protocolo eficiente, pero ciertamente su uso no será determinante como la ventilación y la distancia física.
El uso de las llamadas mascarillas sociales, no está regulado y no requieren certificación. Estas mascarillas posiblemente serán el tipo más usado por el estudiantado chileno.
Otro aspecto crucial para evitar el contagio del Covid-19, es el lavado regular de manos frecuente con agua y jabón. Para ello es fundamental que las escuelas cuenten con agua potable, jabón y toallas desechables y sanitarios funcionando (ver referencias de la OMS, el BID y US National Center for Biotechnology Information).
¿Todos los colegios cuentan con esos recursos?
¿Hay un catastro de acceso a agua potable?
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La discusión sobre la pertinencia de las clases durante la pandemia lleva más de un año. Para el gobierno, la OMS y otras instituciones la presencialidad debió haberse mantenido, sin embargo, en la mayoría de los países se optó por la semipresencialidad o por las clases a distancia.
Tras la estabilización de los contagios, algunos países retornaron gradualmente a clases, incluido Chile, no de manera masiva y sí de acuerdo a las condiciones de cada establecimiento y a la voluntad de la comunidad escolar.
Frente a ese escenario que se abre, quedan varias preguntas por responder:
¿Qué pasa si la comuna cambia de fase producto del aumento de contagios?
¿Cómo será posible distribuir los horarios si hay que disminuir tanto la cantidad de alumnos por sala?
Los establecimientos que no tuvieron clases semi-presenciales en el 2020 ¿ahora tienen condiciones para tenerlas en caso de volver a una cuarentena? ¿Hay evidencia de cambios estructurales en los establecimientos educacionales que antes no había?
¿Se hizo un catastro de las condiciones estructurales de los establecimientos educativos a nivel país?
Finalmente, el pasado 18 de enero el Mineduc anunció una ayuda de 13 mil millones de pesos para mejoramiento de la infraestructura escolar adecuada a la pandemia, lo cual financiará un total de 389 proyectos. El sistema escolar tiene cerca de 12.000 establecimientos educacionales a nivel nacional, ante lo que surgen otras dudas:
¿Serán suficientes estos 13 mil millones?
¿Hay igualdad de condiciones entre los establecimientos municipales y los privados para un adecuado retorno a clases?
Karin Saavedra es ingeniera aeroespacial, PhD de la ENS Paris-Saclay, y académica de la Universidad de Talca
Evelyn Cordero Roldán es profesora, candidata a PhD en Neurociencias, y presidenta de la Fundación Arrebol, especializada en educación basada en evidencia.
Florencia Tevy es genetista, PhD de la Universidad de Bologna, y CEO de GEDIS Biotech
Las tres académicas pertenecen a la Red de Investigadoras de Chile.
Comentarios
Igual es preocupante que
Que bueno que relativicen el
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